domingo, 24 de abril de 2016

el caribe en el siglo XXI y 5


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE





EL CARIBE EN EL SIGLO XXI.ALGUNAS REFLEXIONES, y 5



Por: Mu-Kien Adriana Sang





@MuKienAdriana





Trinidad y Tobago es un pequeño Estado que no cuenta con la capacidad económica, política y militar para influir por sí mismo el curso de los sucesos internacionales, por lo que debe continuar recurriendo a la cooperación diplomática con otros estados para la consecución de sus objetivos de política exterior. En este contexto, los países de la CARICOM constituyen el primer anillo de sus relaciones exteriores.  “Trinidad & Tobado Visión 2020, Draft National Strategic Plan.



La República de Trinidad y Tobago, es uno de los países más activos del caribe insular. Está ubicado en la costa oriental de Venezuela. Su gobierno es parlamentario. Su territorio está formado por dos islas: Trinidad que es la más grande y por ende la más poblado y donde se concentra el poder. Y Tobago que es más pequeña y muy conocida por su actividad turística. Cuenta además con varias islas pequeñísimas.

A pesar de que formaba parte del territorio español, en febrero de 1797 Inglaterra comenzó a ocupar las islas. Y cinco años después se firmó el Tratado de Paz de Amiens, mediante el cual las islas de Trinidad y Tabago pasaron a formar parte dal Reino Unido.

En el año de 1976 Trinidad y Tobago declaró su independencia de la corona británica para constituirse como país independiente, pero formando parte de la Mancomunidad de Naciones.  Como sistema parlamentario, el Presidente es el jefe de Estado de Trinidad y Tobago, y el Primer Ministro que es el jefe de gobierno es nombrado por el presidente, pero tomando en cuenta la mayoría parlamentaria.  Este pequeño, pero influyente país caribeño ha sido esencial en la integración caribeña, especialmente en la CARICOM.

Continuando con la exposición del libro “El Caribe en el Siglo XXI”, el cual hemos estado presentando a lo largo de varias semanas, hoy tomamos para finalizar el ciclo el trabajo de la profesora Maylin Cabrera Agudo, de la Universidad de la Habana, que lleva por título “Apuntes en torno a los intereses de Trinidad y Tobago en los marcos de la CARICOM”.  Con la presentación de este ensayo finalizamos el ciclo, no porque se agotara el libro, sino porque no quiero cansar a los lectores.

En otras entregas presentamos los dilemas y problemas que tiene la CARICOM, no solo con respecto a la República Dominicana y la firme oposición de los miembros de dejarnos entrar, sino también de las dificultades internas de la organización por los diferentes intereses existentes que dificultan, sin duda alguna la integración de las islas:

La discusión al interior de la CARICOM respecto a la integración política ha aparecido estrechamente vinculada (y subordinada) a aquella de la integración económica subregional. Lo cierto es que aunque aparezca principalmente como “medio” mediante el cual avanzar esta última, la integración política implica, en cualquiera de sus variantes, procesos de institucionalización del ejercicio del poder.  Ello explica, en gran medida, las reticencias, complejidades y contradicciones que ha acompañado a este debate en el área.  En ese sentido, desempeñan también un papel importante las percepciones divergentes entre los estados con relación a los beneficios y perjuicios (y el balance entre estos), que puedan obtener como parte de este proceso.[1]

Señala la profesora que es necesario reconocer que Trinidad y Tobado ha sido uno de los países con mayor interés y liderazgo en los procesos de integración, especialmente con la CARICOM, a la que ha apostado todo su esfuerzo.  Como ejemplo señaló la declaración en 2003 del entonces Primer Ministro Patrick Manning, que dijo en el marco de la “Consulta para profundizar el proceso de integración”: “Pongo formalmente sobre la mesa de discusión las intenciones de Trinidad y Tobago de entrar a discutir con cualquier país caribeño dispuesto a perseguir junto a nosotros el objetivo de una Integración Política Caribeña” [2].  De esta declaración han transcurrido exactamente 13 años y el proceso ha sido más lento de lo esperado.



Ahora bien, ¿por qué ese interés de Trinidad y Tobago? La respuesta está en los números. La profesora Cabrera señala que ese país representó el 78.1% del comercio intrarregional en los años comprendidos entre el 2001 y el 2006, y ya para el 2008 constituía el 80% de todas las exportaciones intrasubregionales. Las cifras siguen hablando solas. Por ejemplo a nivel del turismo, a pesar de su tamaño, es una de las actividades más activas.  Trinidad y Tobago recibe el 28% del turismo intrarregional, es decir, el mayor flujo de turistas de los mismos caribeños.  La actividad turística es dinámica y creciente.  El mercado norteamericano representa el 36% de los turistas que llegan a ese país.  Estas cifras que se han presentado solo como ejemplos evidencian que Trinidad y Tobago es uno de los países que más beneficio ha recibido del proceso de integración, de ahí su fuerte activismo y su fuerte liderazgo:



Trinidad y Tobago ha articulado un grupo de propuestas y acciones que forman parte del proceso de construcción de su liderazgo en el área. Estas abarcan las dimensiones económicas, energéticas, sociales y políticas, lo que da un carácter integral a su proyección subregional…[3]



Concluye su ensayo señalando dos ideas centrales, veamos:



1.      Trinidad y Tobago ha desempeñado históricamente un papel importante dentro de la CARICOM, a partir de sus propios intereses.

2.      Su capacidad económica le ha permitido una mayor proyección a nivel regional.



Lo cierto es, y nadie puede negarlo, que el liderazgo de Trinidad y Tobago se ha forjado desde el año 1973 cuando se fundó la Comunidad del Caribe.  Desde entonces su activismo ha sido significativo, tanto que se ha visto reflejado en el desarrollo de su economía.  Quizás los demás países de la CARICOM en vez de criticarle su empuje deberían asumir un mayor dinamismo.  Una cosa sí es cierta: la integración caribeña sigue siendo un mito, un sueño y una esperanza.



[1]Maylin Cabrera Agudo, de la Universidad de la Habana, “Apuntes en torno a los intereses de Trinidad y Tobago en los marcos de la CARICOM”, en Milagros Martínez y Jacqueline Laguardia, El Caribe en el siglo XXI. Coyunturas, perspectivas y desafíos,  La Habana, Instituto Cubano del libro, 2011, p. 262
[2] Ibídem, p. 263
[3] Ibídem, p. 269.

El Caribe en el siglo XXI, 3


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE





EL CARIBE EN EL SIGLO XXI.ALGUNAS REFLEXIONES, 3



Por: Mu-Kien Adriana Sang





@MuKienAdriana











El Caribe dedica una parte importante de su estructura económica a la producción y exportación de bienes no esenciales y sustituibles por productos artificiales o productos alternativos comparables….El desplazamiento del eje de crecimiento económico de la agricultura (que domina hasta la primera mitad del siglo XX), a la manufactura (desde la segunda posguerra hasta finales del siglo XX), a los servicios internacionales (las nuevas industrias del ocio y entretenimiento), mantiene inalterada la relación económica centro-periferia…[1]





Desde hace algunas semanas estamos reseñando algunos ensayos que están compilados en la obra “El Cribe en el siglo XXI. Coyuntura, perspectivas y desafíos”.  En la entrega de hoy vamos a hacer referencia al trabajo del profesor puertorriqueño Emilio Pantoja, “De la plantación al resort. El Caribe en la era de la globalización”. 



Inicia su ensayo haciendo referencia a Luis Muñoz Marín decía que el problema de Puerto Rico era que su economía se basaba en la economía del postre, llamada también de la sobremesa (azúcar, café, cacao y tabaco).  Una realidad que no era solo de la isla de Borinquen, sino también de la mayoría de las islas del Caribe, y por supuesto, de nuestra República Dominicana.  A mediados del siglo XX, la manufactura comenzó a tomar cuerpo. Pero ya finalizando el siglo la economía de la mayoría de las islas se convirtió en una economía netamente de servicios: zonas francas y turismo. 



La llamada industria turística, dice el autor, está dirigida a consumidores extranjeros. Si bien ha crecido enormemente, no menos cierto es que es una industria frágil porque está sujeta a los vaivenes de la situación económica mundial: Es decir si hay o no crisis económica o política.  Las fluctuaciones de la economía o los conflictos bélicos o crisis política afectan el flujo de turistas que llegan a la región.



A juicio del autor, el turismo en El Caribe, lo mismo que en algunas zonas de África, está determinado por el capital transnacional, originando la misma relación de dependencia que se producía cuando la economía se sostenía en la agricultura exportador:



Las empresas transnacionales que dominan el sector turístico son, como las transnacionales agroindustriales y manufactureras, conglomerados productivos que integran sus actividades económicas en El Caribe en una cadena vertical de producción transnacional. El ejemplo más importante de este tipo de servicio transnacional dentro del turismo es el resort…

La nueva división internacional del trabajo, generada por el fenómeno “globalización”, le asigna al Caribe el papel de eslabón de la cadena de servicios internacionales. El turismo y el entretenimiento emergen como ejes dinámicos de crecimiento económico ya que el Caribe posee ventajas comparativas (clima, playas) y competitivas (bajos salarios, exenciones fiscales), dentro de la cadena o circuito global de producción y comercialización de segmentos de estos servicios.  En lenguaje sencillo puede decirse que al Caribe se le asigna el rol de centro de entrenamiento en el nuevo orden global. Se trata del paso de la economía del resort, habiendo atravesado por un breve período de producción manufacturera orientada a la exportación hoy en crisis. [2]



El autor parece que suponía que muchos de sus lectores le cuestionarían la recuperación de la tesis centro-periferia que crearon Raúl Prebisch y Hans Singer y que estuvo muy de moda en los años 80.  Sorprende que en el siglo XXI, casi cuarenta años después retome el concepto, como si el mundo y las concepciones teóricas  no hubiesen cambiado.



Asume también el autor una categoría errada: el turismo está dominado únicamente por el capital transnacional.  En el caso dominicano, como se ha demostrado, hay capital extranjero, no cabe duda, pero existe también un poderoso y creciente capital nacional que ha invertido en la industria del ocio, en algunos casos se ha aliado a grupos económicos extranjeros, originando la inversión mixta de capitales.



Otro elemento interesante es que el autor señala que aquellas personas que no están de acuerdo con su posición, es, sencillamente porque defienden la teoría neoliberal y la globalización, más aún, defienden las posiciones dependentistas y desarrollistas.  ¿Estamos acaso en un cartesianismo intelectual? ¡Qué horror! Un craso error conceptual:



Aunque cada día se hace más difícil hablar de economías nacionales o de países como actores principales de la economía internacional, puede argumentarse que continúa existiendo una relación centro – periferia en la economía global. [3]



Reconoce, sin embargo, que en el presente siglo se hace difusa la categoría defendida de centro-periferia, pues hay líneas muy difusas:



 En el siglo XXI es quizás más preciso referirse a circuitos de capital centro versus circuitos económicos periféricos.  Empresas transnacionales de todo tipo dominan los circuitos centrales de producción, inversión y comercio internacional. Aunque la mayoría de estas empresas originan sus operaciones en países avanzados… sus redes globales crean riqueza y empleo en otras partes del mundo. [4]



Reconoce, a pesar de su posición, de que el Caribe ha pasado de las plantaciones al resort, que el turismo se ha convertido en la actualidad en el sector más dinámico de la economía, no solo del Caribe sino también en otros lugares de la economía mundial.  Afirma que según la Organización de Turismo del Caribe, la industria del ocio ha crecido en el Caribe insular anualmente un 7% de forma sistemática a partir del año 2003.  Solo en el año 2004 21.8 millones de personas visitaron las islas caribeñas en calidad de turistas. Si a esta cifra se agregan los visitantes de cruceros, subiría a más de 40 millones.  Los ingresos por turismo alcanzaron en el año 2005 a la cifra récord de 21 billones de dólares.  Afirma que una gran parte se va a las empresas turísticas extranjeras y que solo se quedan en los países US$0.25 por cada dólar gastado.  Reconoce también que el gran aporte del turismo es a nivel del empleo, hecho que impacta positivamente en la economía.



El autor sostiene que el argumento de que el turismo impacta a otros sectores gracias a la cadena productiva, es falso, porque la gran mayoría de bienes consumidos por la industria es importada.  Finaliza su artículo diciendo:



No se trata de argumentar a favor del nacionalismo económico, sino de promover políticas de desarrollo que estimulen la producción de valor añadido eslabonamientos con los factores locales en la economía turística. [5]



Independientemente que no coincidamos con el autor en relación a la utilización de una teoría que considerábamos superada hace varias décadas, el autor pone el dedo en la llaga al afirmar que el turismo debería contribuir más al desarrollo de otros renglones de la economía.  Se agotó el espacio. Nos vemos en la próxima.



[1] Emilio Pantoja, “De la plantación al resort. El Caribe en la era de la globalización” en Milagros Martínez y Jacqueline Laguardia, El Caribe en el siglo XXI. Coyunturas, perspectivas y desafíos,  La Habana, Instituto Cubano del libro, 2011.

[2] Ibídem, p. 178
[3] Ibídem, p. 179
[4] Ibídem.
[5] Ibídem, p. 188.

EL CARIBE EN EL SIGLO XXI, 1


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE





EL CARIBE EN EL SIGLO XXI.ALGUNAS REFLEXIONES, 1



Por: Mu-Kien Adriana Sang





@MuKienAdriana



  Necesitamos una manera diferente de mirar a nuestra América Latina y El Caribe, con una perspectiva que ponga énfasis en sus fortalezas sin desatender sus debilidades, que enfoque las oportunidades sin dejar de lado los riesgos, que promueve el desarrollo de largo plazo sin olvidar que la coyuntura sigue siguiendo políticas públicas prudentes y disciplinadas [1]





Después de largos meses trabajando acerca de la integración insular caribeña, en el que vimos el largo camino y los grandes esfuerzos que se han realizado para lograr la utopía de la integración, la cual, según parece, se aleja cada vez más, especialmente con respecto a la República Dominicana.  Soy de las que cree que el país debe mantenerse en la actitud integracionista pero desistir, desistir, desistir y desistir de solicitar su ingreso al CARICOM.  La coyuntura actual no es favorable, pero además el tamaño de nuestra economía y nuestro mercado turístico, nos convierten en un peligro más que en un aliado.



Después de hacer la reseña del ensayo interesantísimo de Iván Ogando durante las dos últimas entregas decidí terminar con ese ciclo, para seguir aprendiendo y leyendo sobre temas caribeños.  Me pregunté muchas cosas: ¿Cuál es el futuro del Caribe insular en la era de la globalización? ¿Tiene todavía sentido hablar de un futuro común del Gran Caribe, con el cual competimos con naciones mucho más grandes y por lo tanto la asimetría se hace mayor?  ¿Tiene sentido hablar de unidad en un Caribe diverso en todos los órdenes?  ¿Será un mito la integración? ¿Se debe plantear lo mismo en la segunda década del siglo XXI?



En el mes de octubre de 2015 durante el evento que realizamos la PUCMM y FLACSO tuve la oportunidad de conocer a Milagros Martínez de la Universidad de La Habana, y especialista en el Caribe insular inglés.  Su dinamismo es impresionante.  Ya tenemos hasta planeado un evento para el próximo mes de junio.  Antes de partir, me regaló una serie de libros publicados en Cuba sobre temas caribeños.



Uno de ellos responde en gran parte a las múltiples preguntas que me hago.  Me olvido de mi condición de historiadora y me pienso como mujer de este tiempo, que habita en una media isla tropical, que se reconoce como aprendiz eterna de la problemática caribeña, y que es sobre todo una mujer con deseos de construir un futuro mejor.  Cada día me convenzo que a pesar de que las aguas del mar Caribe, que disfrutamos de sus playas, no nos sentimos caribeños y no nos pensamos como caribeños, a pesar de que muchos rasgos de nuestra identidad tienen elementos comunes con El Caribe inglés, francés y holandés.



El libro en cuestión se titula “El Caribe en el siglo XXI. Coyunturas, perspectivas y desafíos”, una selección de ensayos hecha por Milagros Martínez y Jacqueline Laguardia[2].  Contiene 13 ensayos divididos en dos partes.  La primera se titula “Política, economía y sociedades caribeñas: aproximaciones generales.”  Esta parte tiene ensayos que abarcan temas diversos que van desde la cooperación internacional, pasando por la violencia social existente, los dilemas de las relaciones bilaterales, y, por supuesto, la seguridad económica  Y la segunda “Miradas particulares al Caribe no hispano. Dos estudios de casos.”   El primer caso es el de la CARICOM y el segundo sobre la problemática haitiana. Por su interés e importancia dedicaremos varias entregas sobre el tema.   Cuenta con un hermoso prólogo de la Cátedra de Estudios del Caribe, que inicia con un motivar párrafo:



El Caribe es región joven, universo recién nacido de la violencia de la colonización y las luchas europeas que ahogaron la memoria indígena y balcanizaron territorios. A la sed de oro siguió el comercio triangular y siglos de esclavitud y plantación. Islas y Continente, separados geográficamente, coexistieron con esporádica noción de vecindad. Reprodujeron las distancias de los colonizadores, más cercanos a costumbres, ideas y maneras de vivir metropolitanas que a la savia común marcada por la expoliación sistemática, el mestizaje y los frecuentes contactos frutos del contrabando y las migraciones.[3] 



Con esta hermosura de síntesis histórica, los miembros de la Cátedra de Estudios del Caribe inician la reflexión para motivar a la lectura de los ensayos, y, sobre todo, incentivar a la reflexión conjunta de un futuro caribeño más halagüeño que permita superar el lastre pesado y fuerte de las cadenas de la historia de expoliación.  Los miembros de la cátedra, apoyan, defienden y proponen la integración caribeña:



 La integración caribeña es una necesidad que, desde el respeto a las diferencias, ha de apoyar la búsqueda de más soberanía nacional e influencia regional, independencia y bienestar económico.

Decía Norma Girvan que el Caribe está ahí donde esté un caribeño, que la visión de los caribeños de sí mismos, de su lugar en el mundo, está regida más por una conciencia de las fuerzas históricas que nos han conformado que por los límites geográficos de nuestra existencia. Conscientes entonces de nuestros orígenes e historia solo nos resta develar el profundo ser caribeño que yace oculto en nosotros mismos….Y gritemos…¿Quién vive? ¡Caribe![4]



A partir de este artículo iniciamos una serie con una selección de ensayos incluidos en la primera parte; y por su importancia, abordaremos los dos que contiene la segunda parte.  Un elemento interesante es que el libro no se centra en la insularidad nuestra que limita nuestras perspectivas, sino que incluye al Gran Caribe.  Por ejemplo,  el profesor Luis Suárez Salazar afirma [5] que en los dos años comprendidos entre el 2010-2012 las elecciones celebradas en los países que conforman esa amplísima parte del continente modificaron notablemente el panorama político. Provocando que el porvenir se vislumbre, y parafraseando al expresidente Mojica, como “un verdadero campo de batalla”.  Por esta razón, afirma el profesor, para poder pensar en el futuro, debemos apostar a la futurología, que es lo mismo que asumir un compromiso verdadero con el cambio y la voluntad de construir juntos un mejor futuro.   Se acabó el espacio. Seguimos en la próxima.



[1] Luis Alberto Moreno,  La década de América Latina y El Caribe, una oportunidad real,   New York, Banco Interamericano de Desarrollo, segunda edición 2011.  HC125.M67 2011.
[2] Milagros Martínez y Jacqueline Laguardia, El Caribe en el siglo XXI. Coyunturas, perspectivas y desafíos,  La Habana, Instituto Cubano del libro, 2011.
[3] Ibídem.
[4] Ibídem.
[5] Luis Suárez Salazar, “El gran Caribe: una mirada de su coyuntura política”, en Ibídem.

Apuntes para la historia de CARICOM


La integración del Caribe insular ¿Mito o realidad? 18. Apuntes para la historia de CARICOM



Por: Mu-Kien Adriana Sang





@MuKienAdriana





Entre los diversos bloques de integración vigentes en las Américas, probablemente ninguno presenta tantas similitudes, pero a su vez tantas marcadas diferencias entre sus miembros, como la CARICOM. Esta peculiar característica la distingue de otros procesos de integración regional del hemisferio y de una forma  u otra ha condicionado su desenvolvimiento y desarrollo.

Dichas similitudes y diferencias se manifiestan en diversos aspectos políticos, sociales y económicos, y se traducen en debilidades o fortalezas que ha facilitado, pero también dificultado, el avance hacia los objetivos de una verdadera integración económica.

Desde el punto de vista geográfico, una de las características que más resalta del bloque es que doce de los quince miembros son territorios insulares dispersos por toda la región del Caribe, siendo Belice, Guyana y Surinam los únicos que pertenecen a la plataforma continental. Esto impone limitaciones y conectividad por las significativas entre algunos de los miembros. [1]



Desde el mes de octubre hemos estado haciendo una presentación sobre la integración caribeña desde la perspectiva histórica, para lo cual utilizamos ensayos e investigaciones, así como documentos de los archivos de la Cancillería dominicana. A pesar de que no he agotado la gran cantidad de información que pude localizar, creo que es tiempo de cambiar de tema.  Por esta razón, con este artículo y el que viene, finalizo, por lo menos por ahora, esta serie. Ya tengo ganas de leer sobre otras cosas.



Para dar término a esta serie, vamos a utilizar la ponencia presentada por el Iván Ogando Lara, amigo, economista, y, sin lugar a dudas uno de los más importantes especialistas en la integración caribeña que tiene en la actualidad la República Dominicana.  Este ensayo fue presentado en el Foro de Diálogo sobre “La integración regional en América Latina y El Caribe y la Cooperación al desarrollo”, realizado en Madrid, España, el 30 de enero de 2014, bajo el título “La CARICOM: avances, limitaciones y perspectivas de un proceso de integración regional”.  Uno de los elementos que destaca el autor es la asimetría de los países y las dificultades geográficas de comunicación que tiene el Caribe insular. 



Otro elemento que destaca es la diferenciación abismal en términos poblacionales al afirmar que solo tres de los 14 miembros cuentan con una población que supera el millón de habitantes; mientras que 10 solo alcanzan a medio millón de personas. Y, peor aún, Haití tiene cerca de diez millones de habitantes, representando el 60% del total de la región. En términos políticos, dice, Ogando, también hay diferencias.  Existen repúblicas independientes (Trinidad y Tobago, Guyana, Haití, Surinam y Dominica).  Los diez restantes reconocen a la corona británica como a su jefe de estado, para lo cual designan un Gobernador General como su representante para funciones protocolares. Sin embargo, como bien afirma Iván Ogando, en términos culturales hay muchas similitudes.



En términos económicos, dice el economista, los países de la CARICOM se caracterizan por los siguientes elementos:

1.     La mayoría de los miembros están clasificados como países de renta media o alta.

2.       Alto grado de apertura de sus economías.  “El alto grado de apertura de estos países, unido a la estructura de sus exportaciones y a su alto coeficiente de importación, es un factor que determina la alta vulnerabilidad de sus economías frente a las fluctuaciones de los precios externos de los bienes y servicios, así como a las recurrentes crisis económicas en el contexto internacional.”[2]

3.       Alta dependencia de los impuestos de comercio exterior, a pesar de que se ha avanzado mucho en el proceso de liberalización del comercio.

4.       En la primera década del siglo XXI, los países mantuvieron un buen ritmo de crecimiento económico.

5.       Por las diferencias geográficas, demográficas y económicas, los miembros de la CARICOM han sido clasificadas en dos categorías: en primer lugar el grupo de países de mayor desarrollo  (Jamaica, Trinidad y Tobago, Barbados, Surinam y Guyana). Y en segundo lugar los países de menos desarrollo (Antigua, Barbuda, Dominica, Grenada, St. Kitts, Sr. Lucía, St. Vinvent y las Granadinas, Belice y Haití.  Explica que la clasificación no responde a criterios puramente económicos, sino que pesa también las relaciones al interior de la CARICOM, “sino que se basa principalmente en los aspectos que atañen a los diferentes niveles de fragilidad económica vinculadas a las debilidades estructurales de un mercado interno reducido y a la vulnerabilidad externa de los países del grupo.”[3]



Después de hacer este balance actual, Ogando hace un balance sobre la historia de la CARICOM:



“La CARICOM fue formalmente constituida en 1973, pero sus orígenes se remontan hacia finales de los años cincuenta cuando Gran Bretaña intentó fortalecer un esquema de unidad política entre sus colonias caribeñas a través de la llamada Federación de las Islas Occidentales. Sin embargo, este esquema tuvo una corta existencia (1958-1962) y no creó una plataforma comercial ni mecanismos para fortalecer los vínculos económicos entre los entonces territorios británicos del Caribe. El colapso de la Federación quedó sellado con la salida de Jamaica y de Trinidad y Tobago cuando ambos países decretaron su independencia en agosto de 1962…

En 1965 se suscribió el Acuerdo de Dickenson Bay en Antigua con la intención de establecer el Área de Libre Comercio del Caribe (CARIFTA por sus siglas en inglés). El acuerdo entró en vigencia en mayo de 1968 con cuatro miembros: Barbados, Antigua, Guyana y Trinidad y Tobago, a los cuales se les unieron otros siete el mismo año  más tarde Belice en 1971…[4]



Y como se ha dicho, CARIFTA se convirtió en CARICOM en julio de 1973 con el propósito de profundizar el proceso de integración de los mercados regionales.  Pero  el esfuerzo, dice el economista, no tuvo el impacto esperado, debido a que mucho de los miembros tenían muchas deudas, obligándolos a recurrir a procesos de ajuste económico.  Esto provocó que el proceso de integración se estancara por varios años. Ante la situación, los miembros se propusieron la meta de alcanzar un mercado y una economía únicos para el año 1993. El nuevo impulso se inscribió en el concepto del regionalismo abierto. El proceso duró 11 años hasta que en el año 2001 se pudo firmar el Tratado de Chaguaramas Revisado, que modificaba el tratado original en 1973. Se incluyeron además varios protocolos.   Fue ratificado en enero del año 2006. 



Concluye Ogando este apartado diciendo que a pesar de los problemas en el proceso, nadie puede negar que la CARICOM ha podido concretizar avances en el proceso integracionista. Sin embargo, dice, ha sido a relucir la falta de liderazgo, el alto costo de la integración y la eficacia de la estructura.  En la actualidad, diez años después de haberse ratificado, han surgido nuevas críticas que han provocado una nueva crisis que podría provocar la fragmentación del bloque. [5]  Pero el espacio se agotó y seguiremos en la próxima con el interesante y enjundioso del amigo Iván Ogando.