lunes, 29 de abril de 2013

Reencuentro, 3


 

ENCUENTROS

 

 

REENCUENTRO (el tercero de varios)

 

El trabajo sin tiempo....y las bellezas del río Yangtse

 

 

“Cuando llego a mi casa

Mi hijo ronca como el trueno

Nadie escucha mis golpes

Apoyando en mi vara

Escucho al río...

Siempre me lamento

Que mi ser no es mío,

¿Cuándo no recordaré de apresurarme por nada?

De la noche profunda el viento sueña,

La seda blanca yace plana,

Pronto el pequeño barco navegará

Pasando el resto de su vida por los ríos y mares.

Su Tung-po (1036)

 

 

Sorprendida pregunté al guía cómo era posible que se emplearan 5 años para hacer una alfombra de seda, o que la amplísima producción de porcelana fuera pintada a mano, o que se utilizaran muchos años y muchas manos para hacer una sábana en hilos de marfil. Me contestó que en China el trabajo era parte importante de la cultura, y que el significado del tiempo en oriente era muy diferente al de occidente. La espera, la paciencia y el trabajo constante y cotidiano, me dijo, era el secreto para hacer todas esas maravillas culturales.

 

Pregunté también el significado del Número 3 en la cultura china, pues en muchos textos tradicionales y modernos aparece como la cifra mágica de la vida, una constante en textos taoístas, budistas y confucianos. Me respondió que mi observación era cierta. Y que la cifra se sustenta que los chinos creen que cada persona tiene tres vidas: La vida presente, la vida pasada y la vida. futura  Por esta razón en la cultura tradicional China, la tumba, no era un mero lugar para depositar el cuerpo sin vida de alguien, sino el lugar donde se espera la vida que se iniciará. Los Emperadores de todas las dinastías seleccionaban siempre lugares especiales para construir las edificaciones donde fueran depositados sus restos una vez hubiesen partido de la vida presente. Este lugar debía ser hermoso, cerca de una montaña y bordeado de un río ancho y caudaloso. La montaña serviría de apoyo  y el agua del río permitiría limpiar su cuerpo mientras espera la otra vida.

 

Estas explicaciones me permitieron entender la visita siguiente que se desarrolló en la ciudad de Xian, cuna del río Amarillo, tierra privilegiada por la naturaleza, ya que nunca  ha habido nunca inundación ni sequía.

 

La visita al  Museo de los guerreros de terracota o el mausoleo Qinshi Huangdi, un lugar tan extraordinario que UNESCO la bautizó como patrimonio de la Humanidad, muchos incluso lo han definido como la “Octava Maravilla del Mundo”, al e ha llamado a este museo, la octava maravilla del mundo.

 

La tumba de Qinshi resulta impresionante  con sus filas apretadas de más de 7000 guerreros hechos de barro cocido, de tamaño natural, completamente armados, con los auténticos elementos característicos de los hombres que sirvieron de modelo, junto a sus caballos, también de tamaño natural. A la entrada del museo se encuentran 2 arqueros sentados en cuclillas.  Las figuras de los soldados pesan entre 150 a 180 kilos. Las primeras fosas fueron descubiertas hace 20 años. Vimos una réplica de una carroza en bronce, oro y plata.  Tiene 2,300 años.  Las carrozas tenían 4 caballos.  El caballo derecho tenía un penacho.  Está siendo usado por un funcionario. Las ruedas tenían treinta radios, que en conjunto significaban: luna llena, felicidad y oportunidad.

 

La cena la tuvimos en el museo de Bellas Artes.  Al terminar la cena, el director del museo ofreció una conferencia sobre la pintura tradicional china.

 

Después de la visita a Xian, el grupo debía tomar el barco que nos llevaría a descubrir la belleza natural del río Yangtse.  Tuvimos suerte, pues las fuertes lluvias cayeron cuando habíamos terminado. En Shanghai nos enteramos del desbordamiento del río y las secuelas de este desdichado fenómeno natural.

 

Las gargantas del rio Yangtse.  Nos levantamos temprano para que pudiésemos ver el imponente espectáculo del barco pasando por la primera garganta del río ¡Impresionante! las montañas penetran el río como si quisieran tragarlo.  La bruma siempre presente en las montañas, hace que se conviertan en algo misterioso para el espectador.  Estrechos pasadizos por donde el barco pasa con dificultad, y mientras cruzábamos, me parecía  como si estuvieran atravesando por las imágenes de los cuadros que veía cuando niña. Recordé que me cuestionaba sin cesar por qué siempre aparecían paisajes brumosos de las montañas y los ríos. Ahora entiendo por qué.  El Yangtse corre aceleradamente por esta garganta, remolinos inmensos acompañan al barco durante su travesía. Las montañas, las más altas de este trayecto se ven de repente entrecortadas por nubes.  Si levantas la vista alcanzas a ver el pico final como una imagen en la cual el cielo y la tierra se unen de manera imperiosa.  Doy gracias mil veces a la vida de haberme obsequiado esta oportunidad, de ser testigo silente de esta maravilla que la naturaleza ha regalado a la humanidad. 

 

Ahora entiendo porqué al río Yang Tse le llaman el Dragón.  Es un inmenso río que casi atraviesa China, con las curvaturas del dragón, que se lleva a su paso cuanto encuentra.  Cuando el dragón lanza sus llamas los que están a su lado se espantan.  El río ruge provocando fuertes movimientos al barco tratando quizás  de aligerar el peso de este mole de hierro cargado de gente extraña que viene a observarlo.

 

Al otro día, temprano en la tarde, como a las 2h30pm oímos el llamado de que el barco entraba por la segunda garganta. El sol hizo que el misterio que imprime la bruma se esfumara, entonces la entrada por ese paso no resultó tan impactante.  Sin embargo, la naturaleza con su grandiosidad se impuso ante nuestros ojos.  Las montañas penetran al agua, intentando imponerse al dragón, pero el agua con su fuerza no deja  dominarse por la grandiosidad de las montañas.  Así en el periplo de largos kilómetros observamos dos expresiones de la naturaleza luchando por dominarse mutuamente. El dragón, dijo al río, como buen discípulo taoísta, que debe adecuarse a las adversidades y continuar su trayecto  río abajo.

 

Un día después entramos a la tercera garganta. Es la más peligrosa, nos levantamos temprano, pues a las 7:00 en punto pasamos por ella.  La bruma estaba más espesa y era casi imposible ver con detalles la lucha feroz entre el río y la montaña.  Sin embargo, el paisaje seguía siendo hermoso.  Las montañas se tiñeron de colores diferentes.

 

Al terminar el trayecto por las gargantas, tomamos un bus para ver la obra de ingeniería más grande y osada de todos los tiempos: La empresa hidroeléctrica del río Yangtse.  La zona está siendo custodiada por la guardia. Nos dijeron que en la construcción de la presa trabajan más de 20,000 obreros constructores y algo más de 10,000 técnicos e ingenieros. Vimos el sistema de eclusas para el paso de los barcos.  Son 5. Tienen 34 m de ancho y 280 m de alto.  No dicen que esta obra, fruto también del ingenio y el trabajo, podrá ser vista, junto a la Gran Muralla desde el espacio.

 

Cuando finalizó nuestra travesía por el río, comprendí algunas de las ideas que nos dieron durante la conferencia sobre la pintura tradicional china en el en el museo de Bellas Artes de la ciudad de Chongching.  Normalmente se utiliza el papel de arroz o en su defecto la seda. La pintura de los bajantes, elemento tradicional de la cultura china, se coloca en el centro. Dejan dos espacios, arriba, o el lugar del cielo, y abajo, el que corresponde a la tierra. En la pintura tradicional, no importa tanto el dibujo, la perspectiva o la luz, sino el color. Para reproducir la bruma de las montañas se utiliza tinta negra, que dependiendo de la forma de colocar el pincel ofrece diferentes tonos de negro (¡los mismos tonos que vi cruzando el Yangtse!)

 

Esta experiencia nueva, única en mi vida, me ofreció un nuevo motivo para pensar profundamente en la identidad. Me dije a mí misma, cuán orgullosa me siento de haber nacido en el Caribe, de haber acariciado mis raíces dominicanas, pero cuán dichosa soy de poder vivir en carne propia la presencia de otra raíz de mi identidad. Occidente prevalece, de eso no me cabe la menor duda, pero el Oriente se ha hecho cada vez más presente, y me ha hecho redescubrir no sólo su riqueza, sino cuán presente han estado en mí sin quizás darme cuenta.

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