PALABRAS DE AGRADECIMIENTO DE
MU-KIEN ADRIANA SANG
EN EL ACTO DE ENTREGA DE
LAS PALMAS ACADEMICAS
POR EL GOBIERNO DE FRANCIA
4 DE MAYO DE 2010
Buenas Noches
Excelentísimo Señor Embajador Roland Du Bertrand, y a través de él, un
saludo a toda la representación diplomática presente.
Monseñor Agripino Núñez Collado, Rector de mi Alma Mater, de la casa que
me ha dado acogida por más de dos décadas, y en su persona, saludo a todos mis
queridos compañeros de labores.
Rafael Toribio, mi compañero de la vida, quien me abrió los brazos para
compartiéramos juntos el resto de nuestras vidas. Juntos hemos reconstruido una
hermosa familia. Arancha, Rafael, Rocío y Rafael Eduardo, constituyen mi
querida y hermosa familia nuclear
Inmenso universo familiar con quien he compartido penas y las alegrías
de todos los días de mi vida.
Amigos y amigas que vinieron a ponerse presente esta noche
Gracias por acompañarme en esta calurosa noche
de primavera. Hoy es un día especial en
mi vida que quiero compartir con todos ustedes.
Cuando el Embajador Dubertrand me llamó para anunciarme la buena nueva,
me sentí contenta y sorprendida. Esta distinción llegó sin proponérmelo y,
sobre todo, sin saber que estaba siendo
considerada para ese galardón. En medio
de mi algarabía solitaria, llegaron de repente las palabras sentenciadoras de mi padre. Nos decía, como buen taoísta y cristiano que
era, que los triunfos y los premios debían
tomarse siempre con mucha calma, para que no se nublasen nuestros sentidos. Aseguraba que
había que asumirlos como escudos de protección para los momentos de fracasos y
tristeza, porque no eran más que alicientes para seguir caminando en el largo
camino de la vida.
Esta noche han entregado un reconocimiento a la
hija de un migrante que vino desde el lejano oriente, particularmente desde
Cantón, China. Soy, como mis ocho hermanos, hija de un hombre que decidió
cambiar su suerte, y, valientemente, se lanzó a la aventura marina, al mundo
desconocido, en la búsqueda de un mejor futuro. Y en esta tierra prometida encontró a mamá,
una hermosa joven por cuyas venas corría sangre caribeña y oriental.
Vestida como estoy, luciendo un traje de aire
oriental en el corazón y el calor del Caribe, reivindico con orgullo esa parte
de mi existencia. Es una forma de expresar pública y abiertamente mi profundo
reconocimiento a los seres que, como papá, asumieron con valentía las penurias
de sus vidas y de sus realidades, e iniciaron en solitario un nuevo camino, enfrentando
con dignidad las duras y grandes adversidades para adaptarse y amar a sus
patrias de adopción. Hay preguntas que
me aturden constantemente ¿Por qué la humanidad se ha empeñado en la exclusión?
¿Por qué no hemos sido capaces de pensar en la patria grande, en la patria
universal, que somos todos, que es la humanidad toda entera?
Agradezco profundamente a Dios y a la vida la
oportunidad de haber nacido como soy: mujer, santiaguera y dominicana por
nacimiento, china de ascendencia, caribeña por cultura y latina por decisión.
Esa simbiosis extraña, contradictoria,
de recelos y marginalidad, me obligó a ser fuerte. Aprendí sin proponérmelo, la
riqueza de la multiculturalidad. He defendido y amado mi patria chica, la que
me vio nacer y la patria grande que es nuestro país. Amo esta tierra, su sol
tropical, la alegría de su gente, la capacidad de asumir con humor sus
desventuras, pero, defiendo y defenderé siempre el carácter híbrido de mi
identidad.
Partí a Francia hace 25 años. Una época de
grandes cambios para la humanidad: La pesada cortina de hierro se hacía añicos:
el movimiento Solidaridad, con su líder Lech Walesa a la cabeza, gritaba al mundo
la urgente necesidad de libertad en el
llamado mundo socialista. Una época que nacía una nueva esperanza en Francia,
con el ascenso al poder de Francois Miterrand, y que pocos años más tarde la dura derecha de
Jean Marie Le Pen empezaba a ganar adeptos, aterrorizando a los más liberales.
Eran los tiempos en que América Latina cargaba el pesado fardo de las
dictaduras nacidas en los años 70. Y como ocurre siempre en los pueblos, hubo gente
valiente que levantó sus brazos y sus voces para corear juntos libertad y
democracia. Por eso vienen a mi memoria las valientes abuelas y madres de la
Plaza de Mayo, quienes en caminata silenciosa enarbolaban los nombres de sus
seres queridos desaparecidos por los gorilas. Y así, sin gritos ni palabras, hicieron
temblar a los gorilas.
Fui a París, la ciudad del saber y del arte, cargando
dos maletas llenas de ilusiones. Quería
beber la savia del mundo, allí en el lugar donde habían nacido las grandes
ideas que motorizaron los movimientos más importantes en la humanidad: como el
enciclopedismo que alimentó a los revolucionarios de la Revolución Francesa,
como la revolución industrial, como la comuna de París buscando frenar el rápido
avance del capitalismo. Ansiaba a toda
costa observar hasta el agotamiento, los monumentos que habían alimentado mis
ansias de conocer el arte universal, como la Torre Eiffel, el Louvre y las
obras de Leonardo Da Vinci, o los grandes del impresionismo francés.
No había hecho verdadera conciencia de mi
rostro oriental hasta que llegué a Francia. Era tan natural para mí caminar por
las calles de mi Santiago natal y saberme la hija de Miguelito, que pensaba que
sería igual por todas partes. Me equivoqué. Al llegar a la tierra de mis
ilusiones, comprendí que era una extraña, una desconocida, una extranjera, una
más en el inmenso mar de los jóvenes de todo el mundo que habían acudido a
beber de la cultura francesa. Encontré latinos que venían de todo el continente,
así como portugueses, haitianos, africanos, españoles, suecos, magrebinos, japoneses,
israelitas….
Comprendí con el pasar de los días que el
idioma que me parecía tan melódico, como difícil de pronunciar, delataría un
acento extraño. Entonces hice conciencia de que debía aprender a dominar el
medio… y recordé con nostalgia a mi padre, y sus luchas internas por adaptarse
a la ciudad de Santiago. Muchos se preguntaban con extrañeza por qué esta joven
mujer asiática hablaba el francés con acento de hispano parlante. ¿Extraño no? Y así, luego de haberse
disfrutado y satisfecho mi fascinación por la histórica ciudad, decidí
aprehender de su cultura, sin olvidar lo que era, lo que había sido y de dónde
venía.
Esos cinco años de vida parisina abrieron mi
mundo y cambiaron mis perspectivas de ver las cosas. El gran aprendizaje fue mi
encuentro desigual con el maestro Ruggiero Romano. Su personalidad arrolladora
y su imponente figura, todavía me persiguen. Romano me obligó a cuestionar lo que sabía y había aprendido.
Me obligó a nacer de nuevo a los 26 años,
porque tuve que desaprender todo lo aprendido para reaprender nuevas cosas y
sobre todo nuevas formas de analizar la realidad. Olvidando a un lado las teorías explícalo
todo que tanto abundaban en América Latina, por eso dije adiós a la teoría de
la dependencia, a la teoría del enclave….
Entusiasmada por el impulso intelectual de
Romano, quise llevarme todo el conocimiento posible. Fui a todas las
conferencias que pude. Logré colarme en la multitud para escuchar a los grandes
intelectuales de la época. Para consolidar el aprendizaje de la lengua me
dediqué a leer a novelistas de habla francesa, como fue la interminable saga, producto
de la mente creativa de George Simenon, del inteligente detective parisino Magritte
para conocer los secretos de París. Visité con avidez los museos una y otra vez
porque quería retratar en mi mente todas y cada una de sus muestras. Era la
época de la efervescencia política, del grito de libertad en contra de las
grandes opresiones. Aproveché para participar en marchas diversas como las que
se hicieron en apoyo a las madres de la Plaza de Mayo, o a las que defendían la
igualdad de las mujeres, y muy especialmente las que apoyaban al movimiento
Solidaridad de Polonia. Leí todo lo que pude, aunque no tuviese dinero para
comprar los libros que quería, por eso
me hice asidua de las bibliotecas, especialmente de la maravilla arquitectónica
del Centro George Pompidu y de la famosa librería FNAC.
Después de mucho leer y de luchar internamente
con mis demonios y temores, para poder aprender tantas cosas, entendí y aprendí
que el conocimiento no es estático y que cada día hay algo nuevo que aprender,
que la vida es corta para encontrar respuestas a tantas preguntas. Entonces me
asumí humana y limitada. En fin… bebí todo lo que pude de la ciudad y logré
clavarla para siempre en mi corazón.
Tanto me marcó París, que cuando he tenido la oportunidad de volver a
visitarla, repito los trayectos y vuelvo a los lugares habituales, y me doy
cuenta que a pesar de que el mundo ha cambiado, que aquello que defendíamos hace
más de tres décadas, hoy tiene otros matices, que ya no somos los jóvenes de
ayer y que muchas de nuestras ilusiones fueron derrotadas. Sin embargo, París
sigue siendo la ciudad imponente que conserva su misma belleza, como si el
tiempo no transcurriera por sus calles, avenidas y monumentos.
Es por estas razones que mis palabras de esta
noche quieren hacer una invitación a la reflexión. Debemos descubrir y defender
la necesidad de amar a la humanidad toda entera, sin distinción de raza ni de
credo. Asumir el reto de sentirnos ciudadanos universales, de respetar la cultura de los otros, de
entender y aceptar las diferencias y a amar a todas y a cada una de las etnias humanas,
con sus propias características, porque todos somos hijos de Dios, porque la
lucha por la libertad y la igualdad ha cobrado miles de vidas humanas. Ojalá el
mundo fuera más vivible. Ojalá la humanidad fuera capaz de construir la
paz. Ojalá la humanidad fuera más
solidaria. Ojalá los conflictos bélicos fueran solo recuerdos.
Je suis partie dans cette ville de rêve avec deux valises chargées
d'illusions.Je voulais tout apprendre du monde, là où étaient nées
les grandes idées qui furent le moteur des mouvements les plus importants de
l'humanité. Je désirais toucher à tout prix les monuments qui avaient alimentés
mes désirs de connaître l'art universel.
Je n'avais pas réellement pris conscience de mon visage oriental jusqu'à
ce que j'arrive en France. Il était si naturel pour moi de marcher dans les
rues de mon Santiago natal et de me savoir la fille de Miguelito, que je
pensais qu'il en serait de même partout ailleurs. Je me suis trompée. En
arrivant sur la terre de mes illusions, j'ai compris que j'étais différente,
une inconnue, une étrangère, une de plus dans la mer immense de jeunes du monde
entier qui étaient venus s'alimenter de la culture française. J'ai compris au fil des jours que la langue
qui me semblait si mélodique, difficile à prononcer, trahirait un accent
étranger ;.. et je me suis souvenu avec nostalgie de mon père. Beaucoup se demandaient
pourquoi cette jeune femme asiatique parlait français avec un accent
hispanophone. Etrange non? Et ainsi, après avoir profité de ma fascination pour
la ville historique et après l'avoir satisfaite , j'ai décidé d'appréhender sa culture
sans oublier ce que j´était et d'où je venait.
Ces cinq années de vie parisienne m'ont ouverte au monde et ont changé
mes perpespectives, ma façon de voir les choses. La forte personnalité de
mon directeur de thèse de doctorat, Ruggiero Romano, une figure si dominante
qu'aujourd'hui elle me poursuit toujours, m'a forcée à me questionner sur ce
que j'avais appris. J'ai assisté à toutes les conférences où j'ai pu aller.
Je suis parvenue à me glisser dans la masse pour écouter les grands
intellectuels de l'époque.
Cétait l'époque de l'effervescence politique, du cri de liberté contre
les grandes oppressions. J'en ai profité pour participer à plusieurs
marches comme celles qui se sont faites pour soutenir les mères de la Place de
Mai, ou celles qui défendaient l'égalité des femmes et plus spécialement celles
qui soutenaient le mouvement de Solidarité de Pologne. J'ai lu tout ce que j'ai
pu, bien que je n'eusse pas d'argent pour acheter les livres que je ovuláis…
Après avoir beaucoup lu et après beaucoup d'efforts pour apprendre tant de
choses, j'ai compris et j'ai appris que la connaissance n'est pas statique et
qu'il y a quelque chose de nouveau à apprendre chaque jour, que la vie est
courte pour trouver des réponses à tant de questions.
Enfin... je me suis alimentée et imprégnée de la ville et je suis
parvenue à la fixer pour toujours dans mon coeur. Tant et si bien, que quand
j'ai l'occasion d'y revenir, je refais les mêmes trajets et je reviens aux
mêmes endroits et je me rends compte que , bien que le monde ait changé, ce que
nous défendions a aujourd'hui d'autres nuances, que nous ne sommes plus
les jeunes d'hier et que beaucoup de nos illusions ont été détruites. Paris
continue d'être la ville imposante à la beauté immuable, comme si le
temps n'avait pas de prise sur ses rues, ses avenues, ses monuments.
C'est pour toutes ces raisons que
mes paroles souhaitent ce soir vous inviter à la réflexion. Nous devons découvrir et
défendre la nécessité d'aimer l'humanité entière sans distinction de race ni de
credo. Assumer le défi de nous sentir des citoyens universels, de respecter la
culture des autres, de comprendre et accepter les différences et d'aimer toutes
et chacune des ethnies humaines, avec leurs propres caractéristiques.
Para finalizar, permítanme expresar algunos
agradecimientos de rigor y de corazón. En primer lugar quiero agradecer a Dios.
Soy una mujer de fe, y ha sido esta fe la que me ha enseñado que amar a la
humanidad y a defender la paz y la justicia son mandatos divinos.
Agradezco al Gobierno Francés por este
reconocimiento tan sorpresivo como sorprendente, muy especialmente a su
Embajador, el Sr. Dubertrand.
A la PUCMM porque ha sido una escuela, un
espacio para el desarrollo y un apoyo incalculable incondicional a todas mis
locuras. Esta distinción es la tercera
que se le otorga a un miembro de nuestra comunidad académica. La primera fue a
Monseñor Agripino Núñez, hace más de 30 años, y hace algunos años al amigo
Radhamés Mejía. Me siento muy honrada de compartir con ellos este honor.
A mis amigos y amigas que han acudido a
acompañarme en este momento tan significativo. Gracias de corazón. Ustedes son
mi familia elegida.
A mi inmenso universo familiar. A los casi 45
miembros de ese clan, hermanas, hermanos, cuñados, cuñadas, tíos, primas,
primos, sobrinos y sobrinas porque han completado y facilitado el tránsito por
el camino de mi vida.
A mi familiar nuclear, a mi muy amado esposo
Rafael, a mis hijos heredados y nacidos del corazón, Arancha y Rafael, a Rocío,
mi otra hija, y muy especialmente al nuevo miembro de nuestro pequeño clan,
Rafael Eduardo, por haber rescatado en mí la risa, la inocencia y la alegría de
descubrir lo maravilloso que es el simple hecho de vivir.
Agradecer finalmente a mis padres, ambos
dolorosamente ausentes. Mi madre Ana, un ejemplo de trabajo, entrega y amor
incondicional. Porque sus silencios, sus
miradas de reproche o aprobación, todavía me acompañan en todos y cada uno de
mis días.
A mi padre Miguel Sang, por su osadía, su valentía y su firme decisión de no dejarse
vencer. Por habernos enseñado que el trabajo honrado, serio y tesonero es el único camino correcto. Por enseñarnos que
los problemas son solo obstáculos y que las caídas no son más que motivos para
levantarse. Por habernos enseñado que la
familia, con todas sus adversidades, alegrías y diferencias, tiene que ser el
sostén de cada día. Y gracias por habernos regalado esta identidad híbrida,
bifurcada y contradictoria. Gracias papá
porque dándote las gracias, damos gracias también a los hombres y mujeres que
parten, que se arriesgan, que luchan y no se dejan amilanar ante las
dificultades.
Para finalizar estas palabras deseo concluir
leyendo el fragmento de un poema de William Ernest Henley, Invictus, que fue el
arma de inspiración de Mandela durante sus largos años de encierro. El contenido de ese hermoso poema debería ser
nuestra inspiración de cada día.
Desde la noche que sobre mí se cierne,
Negra como su insondable abismo,
Agradezco a los dioses si existen
Por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia
Nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino
Mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira
Yacen los horrores de la sombra,
Pero la amenaza de los años me encuentra y
encontrará sin miedo,
No importa cuán estrecho sea el camino,
Cuán cargada de castigo la sentencia
Soy el amo de mi destino
Soy el capitán de mi alma…
Muchas gracias. A todos ustedes, una vez más
gracias por acompañarme en esta noche tan especial.
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