El eterno
descencuentro.
A propósito de la sociedad civil y partidos políticos
Al crecer la idea y la realidad de la sociedad civil se deteriora con
rapidez un aspecto medular del presidencialismo, la intangibilidad del
Presidente de la República (con su cadena forzosa de ritos y sacralizaciones).
Mucho se avanza cuando los ciudadanos-en vía de serlo-dejan de esperarlo todo
del Presidente, cuya estatua abstracta de dispensador de vienes se erosiona a
diario al democratizar el trato cultural de los poderes…
¿Qué es la sociedad
civil, una parte del Estado, la zona de la autonomía ciudadana o el vocablo
sociológico que ante la falta de méritos curriculares del bienamado pueblo, lo
desplaza?....
Si de algo carecen los
partidos es de militantes que complementen la actividad de los cuadros
profesionales. A diferencia de los grupúsculos que solo disponen de militantes,
a los partidos los caracterizan las muy escasas posibilidades movilizadoras de
sus aparatos burocráticos, guardianes de la ideología y monopolizadores de la
representación pública… Carlos Monsiváis, Entrada libre. Crónicas de la
sociedad que se organiza.
Lo esperaba. Ya me extrañaba que hubiese
transcurrido el mes de enero y febrero que casi terminara, y todavía no habían
comenzado los ataques a la sociedad civil. Ha ocurrido en cada proceso
electoral, principalmente desde 1996. Es una película que se repite una y otra
vez. Cambian los actores, cambian los colores partidarios, pero siempre repiten
las mismas palabras: la sociedad civil quiere entrometerse en los procesos que
no le compete.
Se supone que la democracia está
sustentada en tres pilares. En primer lugar se encuentra el Estado, comprendido
por todos sus poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial). El segundo lugar lo
ocupan las organizaciones políticas; y el tercer lugar corresponde a la
sociedad civil, o como decía Emmanuel Sieyes, el gran revolucionario de la
Revlución Francesa del siglo XVIII, el pueblo llano. Desde que se desapareció la esclavitud o la
servidumbre medieval, el pueblo, la sociedad civil ha demando participar en las
grandes decisiones sociales.
El contrapeso es fundamental en
la democracia. De no existir, los poderes se harían omnipresentes, o como
abogaba Hobbes en el siglo XVII, absolutos, incuestionables, en el cual la
sociedad debía estar sometida a la voluntad del soberano. Gracias a John Locke, Rousseau, y más tarde,
por Hegel y Marx, se acuñó el concepto de sociedad civil. Es decir, y lean bien dirigentes partidarios
desconocedores de la historia política occidental, el
término no nació en el siglo XX y mucho menos en el siglo XXI. El concepto
nació con la teoría liberal del siglo XIX.
¿Por qué atacan a la sociedad
civil? Sencillamente porque los partidos no quieren a nadie que los observe y les señale las cosas
negativas que hacen o dicen. Son incapaces de entender que la sociedad civil,
agrupada o no, necesita que sus representantes estén acordes a los cánones
establecidos por la legislación vigente, que respeten la democracia y la
institucionalidad democrática..
¿Por qué el Estado no quiere que
la sociedad civil se active, se organice y fortalezca? Porque no le interesa ni
le conviene tener contrapeso, porque desea obtener una patente de corso para
hacer lo que le parezca sin ser señalados.
Durante las elecciones de 1986,
1990 y 1994 hubo participación de sectores de la sociedad civil y de la Iglesia
Católica. Gracias a estas intervenciones
no se produjeron mayores enfrentamientos, y las crisis no fueron selladas con
sangre y caos.
Participación Ciudadana surgió
después de la gran crisis política de 1994. Su primera observación electoral
fue en 1996. En este proceso, recordemos, la sociedad toda entera se volcó a
participar en los comicios para asegurar unas elecciones transparentes. Durante las negociaciones, la Junta Central
Electoral de entonces, tenía sus dudas y cuestionamientos hacia ese nuevo grupo. Trató de detener con
obstáculos su participación electoral. Finalmente llegaron a un acuerdo. Se realizó la observación al proceso
eleccionario y por primera vez se realizó el conteo rápido, cuyos resultados
fueron aleccionadoramente acordes con los resultados generales publicados por
la JCE. En el 1998 las primeras
elecciones congresionales separadas de las del Ejecutivo, no hubo grandes
dificultades. Durante los otros procesos electorales siguientes la situación
fue similar, aunque siempre la Junta Central Electoral hacía lo imposible por
boicotear la participación activa de la entidad cívica.
Si un partido está en el poder,
ataca a la sociedad civil. El de oposición, por el contrario la considera su
aliado. Por ejemplo, en el período 2000-2004, en algunos momentos los miembros
del partido blanco acusaban a la sociedad civil de querer sustituir a los
partidos políticos. El presidente electo en el 2000 en una de sus
intervenciones públicas, enfrentó a algunos miembros de la sociedad civil y les
instó a que formaran sus propios partidos si no les gustaba su forma de
gobernar. Uno de sus más allegados colaboradores fue el principal actor y
vocero de una campaña permanente en contra de la sociedad civil. A mí me acusó
de ser parte de la sociedad civil perfumada, e incluso señalaba que los
dirigentes de esa sociedad civil después de combatir a los partidos se iban a
sus villas en La Romana. El partido
morado, en la oposición en ese momento, defendió a la sociedad civil, porque,
en un momento de suma debilidad, la consideraba como su aliada. En el proceso
electoral actual el partido blanco defiende a la sociedad civil, el otro, el
morado, ahora en el poder, y con ambición de permanecer, la ataca de forma
mordaz.
Parece ser que la sensatez llegó
a la mente de los dirigentes políticos del partido oficial, no así de la Junta
Central Electoral. La ciudadanía
responsable supone que los hombres y mujeres que quieren vivir esta condición
deben participar activamente en los procesos sociales y políticos.
Hay que aceptar el
contrapeso. De no hacerse, la democracia
va a peligrar. Las instituciones morirán, Los partidos políticos no tendrán una
conciencia crítica que les haga un llamado permanente. Y el Estado se
convertirá en el monstruo soñado de Hobbes.
Que eso no suceda, por el amor del cielo. Amén y adiós. Nos vemos en la próxima.
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