viernes, 8 de marzo de 2013

El pendulo peligroso entre Democracia y Dictadura


Un péndulo peligroso: entre la Dictadura y la Democracia. 

 

Por Mu-Kien Adriana Sang

 

 

A Dedé Mirabal


  digna, valiente, alegre y eterna mariposa


A todos los que han luchado por la libertad


A todas las mujeres que han luchado con sinceridad y sacrificio  por la libertad


 

 

El que escribe estas líneas pertenece a una generación que perdió las grandes esperanzas hace más de treinta años… El que tiene tras de sí muchos años de esperanzas frustradas, se halla resignado, entre otras cosas, porque, habiendo vivido la mitad de su vida… bajo el fascismo, sigue testarudamente creyendo… que una mala democracia… es preferible siempre a una buena dictadura… que diez partidos pendencieros son más tolerables que uno solo “graníticamente” unido bajo la guía infalible de su jefe; que la sociedad corporativa, pero libre, es menos insoportable que el Estado Corporativo… Pero comprendo bien que estas observaciones no valen para los más jóvenes, que no conocieron el fascismo y conocen solo esta democracia menos que mediocre y no están dispuestos a aceptar el mal menor… Comprendo que el argumento del mal menor es un triste consuelo. Y no alivia mucho que digamos siquiera el argumento de que los cambios son lentos, casi imperceptibles, y no conviene ser demasiado impacientes… Norberto Bobbio, El Futuro de la Democracia. [1]

 

De manera regular nos visitan maestras, maestros y escolares.  A veces me sorprendo que la memoria social se ha ido perdiendo.  Me sorprende lo poco que niños y jóvenes saben de nuestra historia.  Entre los grupos,  suelen haber sólo dos o tres estudiantes auténticamente interesados… Trato de no impacientarme y vuelvo a contarles la historia de mis hermanas.  Esa es mi labor… enseñarle a las nuevas generaciones lo que fue la Era de Trujillo. Les recalco que mis hermanas representan a otra generación. Mis hermanas, por lo que ocurrió, por lo terrible que fue esa tragedia que les pasó, están destacadas en este lugar donde estuvo nuestra casa familiar.  Pero aquí está representado también el más humilde y anónimo luchador antitrujillista…

Yo siempre quise traer los restos de las muchachas para el museo… pero no podíamos. Durante los primeros 12 años del gobierno de Joaquín Balaguer no se podía casi hablar de las hermanas Mirabal y se reprimía a quiénes participaban en los homenajes que religiosamente se han realizado cada 25 de noviembre.  Reaccionaban como si se tratara de una manifestación subversiva.. La maquinaria que montó Trujillo seguía sin desmantelar, viva. Ese andamiaje militar creía que las muchachas todavía eran un ejército viviente, peligroso para el régimen….

No hay nada tan porfiado como la memoria, que se empeña en mantener vivos los recuerdos aunque a veces duelan tanto.  Cada día que pasa se me hace más difícil separar el pasado y el presente. Quizás porque he dedicado mi vida a preservar la memoria de mis hermanas.  Cumplo con ese deber… Para eso quedé viva…. Puedo decir: he cumplido con la patria… Dedé Mirabal, Vivas en su jardín. Memorias. [2]

 

 

 

Sentada aquí, bajo el laurel de mamá, junto a nuestros bustos, creo que se ha acercado un nuevo final… En 1996 resultó ganador Joaquín Balaguer. Supe  que después de nuestras muertes muchas cosas han cambiado. El hombre que inició su carrera política bajo el manto protector del sátrapa asesino, el que vendió su inteligencia para hacer discursos de loas, el que inventó, por la fuerza, permanecer en el poder momentos después del ajusticiamiento del dictador… me enteré que antes de su muerte.. se convirtió en el sumo pontífice de los políticos dominicanos… Es hoy el vencedor, el triunfador, el gran liberado de culpas… malhechores de ayer, se han convertido en héroes a imitar y emular… Las ilusiones, las purezas de nuestras luchas han sido olvidadas y enviadas al destierro… El honor es un recuerdo de ayer, de los ilusos que ofrendaron sus vidas por sus ideas.  Mu-Kien Sang, Yo soy Minerva. [3]

 

 

Cuando me solicitaron que escribiera estas palabras me asaltó la duda. ¿Quién debía escribir? ¿La ciudadana nacida en el corazón de la dictadura de Trujillo y testigo activo del rumbo de la democracia dominicana? ¿La historiadora que ha trabajado durante décadas sobre la historia política dominicana?  ¿La maestra que intenta enseñar a los jóvenes la necesidad de una racionalidad soñadora?  ¿La mujer de más de 50 años con esperanzas frustradas e ilusiones maltrechas?

 

Decidí escribir con el corazón.  Quien escribe este trabajo es una mujer que ha vivido más de la mitad de su vida y tiene el corazón desgarrado con esta débil, poco institucional y secuestrada democracia.  No es casual la selección de las tres largas citas que dan inicio a este trabajo.  La primera, escrita hace varias décadas por el gran Norberto Bobbio.  Como él, soy irracionalmente contraria a cualquier forma de dictadura. Como Bobbio, prefiero la débil democracia nuestra porque el secuestro de la libertad es lo último que un ser humano puede tolerar.   La segunda cita es la de una de mis heroínas vivientes, Dedé Mirabal, porque ella supo a fuerza de voluntad convertir la tragedia en esperanza, y transformar el dolor en enseñanza para que los jóvenes disfruten un mundo mejor. La tercera cita forma parte del monólogo teatral que escribí sobre Minerva Mirabal.  A través de ella expreso mi desilusión por el derrotero que ha tomado la vida política nacional.

 

La racionalidad histórica me ha dado elementos para valorar, en su justa dimensión la Dictadura de Trujillo.  Es cierto, y nadie puede negarlo, que el dictador dominicano, parafraseando a Bobbio, edificó una “buena dictadura”: la modernidad capitalista entró a la vida nacional para quedarse, con el desarrollo de la industria liviana y el consecuente fortalecimiento del mercado interno; las finanzas dominicanas por primera vez en su historia no estuvieron en rojo, por el saldo total de pago de la deuda pública; la infraestructura, nadie puede negarlo, se expandió en todo el país, especialmente en la capital. Sin embargo el terror fue su signo, y el temor de la ciudadanía a formar parte de los desafectos, permitieron que la adulación se convirtiera en el modus operandi de la mayoría.  La libertad fue secuestrada y confinada a una celda solitaria.

 

Por suerte para nosotros, la generación que nació bajo el signo del dictador y las generaciones posteriores, existieron hombres y mujeres que no se sumaron al tren adulador que les enseñaban e imponían, ni se conformaron con callar lo que pensaban.   Esos valiosos hombres y mujeres, se entregaron con cuerpo y alma a luchar por el sueño de la libertad.  Como los trinitarios del siglo XIX que soñaban con una República Dominicana libre, independiente y soberana de toda dominación extranjera; los soñadores de mediados del siglo XX querían borrar el autoritarismo salvaje y personalista de Trujillo.  Soñaron, se organizaron y lucharon.  Gracias a ellos disfrutamos de la libertad. Pero, y ahí está el centro de mi reflexión, ¿qué ha pasado después de esas luchas maravillosas? ¿Qué hemos hecho con ese legado? 

 

Un breve recuento para no olvidar. Después del ajusticiamiento de Trujillo en 1961, vivimos 5 años de conflictos, enfrentamientos y derrotas: Balaguer que se quedó con el poder, pero tuvo que huir.  El Consejo de Estado le sucedió e intentó infructuosamente recomponer las fuerzas políticas.  Después se produjo el gran triunfo de Bosch, para ser derrocado siete meses después. Una nueva esperanza frustrada.  Se forjaron nuevos sueños. Se luchó para traer a Bosch al poder.  Nació el histórico Abril de 1965 y con él llegaron también los miles de marines de la “Fuerza Interamericana de Paz”, pero todo el mundo sabía que era una maniobra del coloso norteño.  Había que actuar rápido. No podían tener otra Cuba en el Caribe.  Los meses de incertidumbre transcurrieron hasta arribar a junio de 1966. Joaquín Balaguer inaugura su largo período de los 12 años. El nuevo-viejo presidente dominicano se sumó al concierto de naciones latinoamericanas que se alinearon con el occidente en una mal llamada guerra que de fría tenía muy poco. Fue implacable en contra de los movimientos de izquierda, por lo que erigió su régimen personalista con un fuerte apoyo militar.  La represión institucional  se extendió por los cuatro confines de nuestros 48 mil kilómetros cuadrados.  En 1978, gracias a los nuevos aires de libertad en el mundo, República Dominicana tuvo respiro con el Gobierno de Antonio Guzmán. Gracias a su poder, Balaguer logra quedarse con una amplia tajada del pastel del poder. Se inauguraron los 8 años de gobierno del Partido Revolucionario Dominicano.  Los intereses grupales del viejo partido nacido para luchar por la democracia y en contra de Trujillo, se hizo tan fuerte, tan agria, tan mortal que se enfrentaron para perder.  Balaguer volvió al poder en el año 1986. Como siempre intentó quedarse por más tiempo, originando una crisis institucional en 1994 de gran magnitud. Tan grande fue el problema que los organismos internacionales intervinieron y el viejo caudillo tuvo que aceptar la firma del famoso Pacto por la Democracia, que produjo una nueva Constitución, que, entre otras cosas, reducía su mandato a dos años, 1994-1996, se prohibía la reelección y se creó un adefesio electoral llamado colegios cerrados.  La reducción de su período presidencial tuvo su recompensa.  Poco antes de morir fue declarado por el Congreso de la República, por los mismos que durante los 12 años lo combatían, como el Padre de la Democracia Dominicana.

 

A partir de 1996 hasta hoy día, 2011, hemos tenido gobiernos sucesivos, alternados y enfrentados también.  El Partido de la Liberación Dominicana, que se fue entrenando en su rol de partido de masas con sus curules congresionales durante los años del PRD y los últimos de Balaguer, ganó la Presidencia, gracias a un pacto que denominaron patriótico. 
De nuevo, los enemigos de antes lograron abrazarse, subir juntos los brazos en signo de triunfo.  En el 2000  el PLD intentó quedarse, pero no pudo.  Ganó Hipólito Mejía, el más folclórico y desenfadado de todos los presidentes dominicanos.  Con el slogan de “E pa´ fuera que van”,  Leonel Fernández volvió a la presidencia, reeligiéndose en el 2008.

 

¿Cómo ha sido nuestra democracia? Débil, muy débil.  Pienso sin temor a equivocarme, que el fantasma autoritario ronda en los corazones, las mentes y los deseos de nuestros políticos.  Se ha intentado de todo: dictadura de partido, dictadura congresional y poder omnipresente del Ejecutivo, el dios del momento. El deseo de continuar ad infinitum disfrutando las mieles del poder ha provocado violaciones graves al pacto democrático que es la Constitución. En el 2002 se impuso por fuerza del dinero una nueva Constitución que permitiría la reelección en el período siguiente.  El Presidente de vocación agrícola forzó la jugada y perdió.  Su Constitución le abrió las puertas para que el líder morado-rojo se pudiese presentar al término de su segundo mandato, sin dificultad.  Hoy tenemos una nueva Constitución que se promulgó hace menos de dos años.  Y hoy también los mismos que la promovieron, la impulsaron, la defendieron y la presentaron como el ejemplo de la modernidad institucional, buscaron todas las formas de desconocerla.

 

Era muy pequeña cuando mataron a Trujillo, a penas contaba con seis años, la edad que tiene hoy mi nieto, por lo tanto no tengo vivencias de mordazas.  Sí recuerdo el susurro de mis padres cuando hacían algún comentario político. Temían que las paredes escucharan.  Pero al crecer, he vivido mi adolescencia, mi juventud, mi madurez y casi ya la vejez, junto a esta democracia débil y lacerada que es nuestra democracia.  Lo repito prefiero una democracia imperfecta (¿pero tanto?) a una dictadura perfecta.

 

Me duele sin embargo, que viviendo en el siglo XXI sigamos teniendo los mismos problemas, los mismos dilemas y las mismas esperanzas.  La democracia política vive momentos difíciles, porque nuestros dirigentes no se han colocado a tono con los tiempos, y mucho menos, han sido coherentes con sus discursos.  Los partidos políticos se han convertido en meras corporaciones, integradas por socios que buscan multiplicar   sus inversiones a niveles insospechados.  Las ideas no existen.  Los intereses sí.  La democracia económica se ha desfigurado.  Al son del libre mercado, hemos bailado entre la ostentosidad de los pocos a la indigencia de las grandes mayorías.  La brecha se agranda y no hay acciones contundentes para detener el proceso.  La democracia social es la más golpeada.  Todavía nuestro país no ha sido capaz, porque no ha habido interés, de invertir en salud y educación como se necesita, y más aún, como exige y dicta la ley.  Conviene, para los fines del asalto al poder, contar con una ciudadanía poco educada, necesitada de dádivas y dispuesta a vender su alma por un pedazo de pan.  La institucionalidad democrática existe de nombre.  La Constitución y las leyes constituyen solo marcos referenciales  que se defiende y acomodan según las circunstancias. La corrupción se extiende, se tolera, se permite y, por supuesto, no se castiga. Mientras todo eso ocurre, nos quedamos atrás, somos los primeros de los últimos.

 

Me cuesta defender esta democracia.  Me cuesta seguir defendiendo el derecho y el deber ciudadano del voto. Solía abogar por el voto consciente, por el uso responsable de ese pedazo de soberanía por el que tantos hombres y mujeres lucharon.  Hoy, creo que la democracia necesita renovarse, para lo cual el poder ciudadano no debe limitarse al ejercicio ciudadano del sufragio, sino de la participación activa en la vida social.  Renuevo mi convicción de que el voto no es una patente de corzo para que los ganadores hagan de nuestro patrimonio lo que quieran.  No, abogo por una ciudadanía que exija a sus representantes el cumplimiento de sus promesas.  Una ciudadanía que eleve su voz cuando se violen las leyes y la Constitución.

 



[1] Norberto Bobbio, El Futuro de la Democracia,  Barcelona, Plaza Janes Editores, 1995, pp. 94-95
[2] Dedé Mirabal, Vivas en su jardín. Memorias,  Santo Domingo, Grupo Santillana/Aguilar, 2008, pp. 316 y siguientes.
[3] Mu-Kien Adriana Sang, ¡Yo soy Minerva! Confesiones más allá de la vida y la muerte, Santo Domingo, Editora Amigo del Hogar, 2009., pp. 161 y siguientes

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