domingo, 15 de marzo de 2015

El complejo del amor


ENCUENTROS

De vuelta con EDGAR MORIN. El complejo del amor, o el amor complejo

Dedicado a mi hermana-amiga mexicana Patricia Gascón Muro

 

El amor es a la vez lo más íntimo y lo más complejo. Es difícil hablar de él como de un objeto, porque todos –no creo que sea solo un sentimiento subjetivo- hemos sido sujetos del amor. Digo sujeto en dos sentidos: el amor es una experiencia subjetiva y es algo a lo cual estamos sujetos. Hay una contradicción entre las palabras sobre el amor, que quisieran ser objetivas, y las palabras del amor, que por naturaleza son subjetivas. Pero la tentativa de elucidar es peligrosa: la iluminación aclara las cosas pero al mismo tiempo revela aquello que se resiste a la luz, es decir, revela lo oscuro. Edgar Morín, El complejo del amor.  

 

Cuando decidí buscar sobre el pensamiento de Morín, por accidente encontré este hermoso artículo traducido por Aurelio Asiain, y publicado por la Revista Vuelta, la publicación hijo de otro grande: Octavio Paz.  El trabajo apareció en la revista Vuelta No. 248 que salió a la luz en julio de 1997.  Este trabajo fue el fruto de la visita que hizo Edgar Morín a México invitado por un grupo de universidades mexicanas. El 29 de mayo dictó una conferencia titulada: “Llorar, amar, reír, contemplar”, que según testigos presenciales, fue una versión reducida de su obra “Amour, Poésie Sagesse”.  La conferencia fue publicada bajo el título “El complejo del Amor”.

Comienza su conferencia haciendo una afirmación categórica: “El amor es complejo o, más bien, hay un complejo de amor”, entendiendo, aclaraba, que la palabra complejo se refería a la complejidad en el sentido literal de complexus o lo que se ha entrelazado juntos.  Define al amor como un tapiz tejido con diversos hilos y de orígenes diferentes, pues detrás de la simple frase “te quiero” existen incontables y diversos componentes, desde el sexo hasta el sentimiento más puro.

Pero, sigue explicando en su conferencia, el término amor tiene también un lado mítico e imaginario, que no es una ilusión, sino una realidad humana y profunda. En la relación de estos dos componentes, explica Morín, existe una paradoja, y la explica de forma maravillosa:

Como el amor está arraigado en nuestro ser corporal podemos decir que precede a la palabra. Pero como el amor está al mismo tiempo arraigado en nuestro ser menta, que supone el lenguaje, podemos decir que el amor procede de la palabra. El amor a la vez procede de la palabra y precede a la palabra. Como el amor está al mismo tiempo arraigado en nuestro ser mental, que supone el lenguaje, podemos decir que el amor procede de la palabra…. Es un problema interesante, porque hay culturas en las que no se habla del amor. En esas culturas en donde el amor no ha emergido como palabra, ¿existe el amor? ¿O más bien su existencia pertenece a lo no dicho?

No se responde. Nos deja con la duda. Prosigue la conferencia planteando que gracias a las novelas, el amor no es desconocido. Y entonces, se hace una nueva pregunta: “¿la literatura es constitutiva del amor o bien simplemente lo cataliza, lo vuelve visible, sensible y activo?”

Tampoco responde. Deja la pregunta en el aire y continúa.  Afirma que el amor tiene un fuerte constituyente físico, biológico. Incluso, afirma, que para entender mejor el amor es necesario hacer algunas proyecciones antropomórficas, pues hay innegablemente una fuente animal en el amor, pues como los pájaros que se emparejan y pasan largo tiempo dándose besitos de forma obsesiva.  Pero en los mamíferos hay un ingrediente adicional: el calor. Nos unimos para darnos calor mutuo.  “La unión en la separación, la separación en la unión, es lo que, ya no entre madre y progenitura, sino entre hombre y mujer, va a caracterizar al amor. Y la relación afectiva, intensa, infantil con la madre va a metamorfosearse, prolongarse, extenderse entre los primates y los humanos.”. Así tenemos los ingredientes necesarios para el amor: los físicos, mitológicos y biológicos, antropológicos.

Pero la magia del amor desaparece cuando es colocado en una determinada sociedad en la que la persona humana se automatiza de tal manera que desaparece lo mágico, y quizás, en muchos casos solo tiene sentido el aspecto físico y carnal.  El amor cobra sentido cuando puede converger lo sagrado con lo sexual. “Será cada vez más factible tener la experiencia mística, extática, la experiencia del culto, de lo divino, a través de la relación del amor con otra persona.”

De nuevo aparece la sociedad como detonante negativo para la magia del amor, imponiendo normas, camisas de fuerza que le impiden SER, desarrollarse y expresarse con la libertad requerida:

La humanidad creó instituciones, instituyó la exogamia, las reglas del parentesco, prescribió el matrimonio, prohibió el adulterio. Pero es muy notable que el deseo y el amor rebasen, transgredan las normas, las reglas y las prohibiciones: o bien el amor es demasiado exógamo, y se vuelve ya adúltero, ya traidor al grupo, al clan a la patria. La salvajería del amor lo lleva ya sea a la clandestinidad, ya sea a la transgresión… en cuanto aparece, ignora esas barreras, las rompe o se rompe en ella. Es hijo de la mala vida.

Morín habla en su conferencia sobre el verdadero amor, afirmando que es aquel que es capaz de sobrevivir al coito.  El deseo sin amor no sobrevive a la pasión pasajera. Pero, sigue diciendo, el amor es tan paradójico como la vida misma, pues existen amores que duran hasta la muerte, otros que se esfuman como el humo en el viento fuerte. Entonces, ¿cómo definir el amor?  Morín responde la pregunta con una hermosa definición, con la cual finalizamos el artículo, e invitamos a los enamorados a guardarlo para el 14 de febrero:

Es el colmo de la unión de la locura y la sabiduría. ¿Cómo desenmarañarlo? Es evidente que es el problema a que enfrentamos en nuestra vida y que no hay ninguna clave que nos permita encontrar una solución exterior o superior. El amor carga precisamente con esta contradicción fundamental, esta co-presencia de la locura y la sabiduría…

Por eso el amor es tal vez nuestra religión más verdadera y al mismo tiempo nuestra enfermedad más verdadera.  Oscilamos entre esos dos polos tan reales uno como otro…

Para concluir: la cuestión del amor se resume en esta posesión recíproca: poseer lo que nos posee. Somos individuos producidos por procesos que nos precedieron; estamos poseídos por cosas que nos sobrepasan y que van más allá de nosotros, pero, en cierta manera somos capaces de poseerlos… Terminaré dándole a la búsqueda del amor la fórmula de Rimbaud, la de la búsqueda de una verdad que esté a la vez en un alma y en un cuerpo.

 

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