lunes, 24 de marzo de 2014

Bitacora vital

ENCUENTROS
BITACORA VITAL
Por: Mu-Kien Adriana Sang
Con gran dolor de cabeza
mi mente borra el recuerdo
y de mi corazón escapa un suspiro,
que fragua en el viento
como ráfaga de hielo,
duerme en silencio
que la noche es mansa
que mañana sea quien
decida darle fin
o comienzo a la jornada....
.
El disfrutar de mis últimos
días de asueto
para despejar el alma,
que el lunes Dios dirá
la labor extensa
o el comienzo
de proyecto mudo
del paso creativo
de mi mundo
diseñando a solas
la mejor estrategia
el mejor alivio
para la jornada,
o un día blanco y normal
donde nada o todo pasa.
.
Estos días cotidianos
en mi vida
que surcan mis espacios
entre sueños despiertos
entre vivencias pasadas
entre transcurrir del día,
por la tarde al apagarse el sol
en el horizonte.
Redundando en la vida
redundando en los sueños
redundando en anhelos dispersos,
la esencia divina entre planetas
que exime de sentimiento nostálgico
por ser vivido y disfrutado.
Adolfo Casas C
i
El fin de la “prisión domiciliaria obligatoria” im
puesta por el juez de bata blanca llamado
médico, me hizo olvidar por un instante los sonidos
, los colores y matices de la
cotidianidad del que debe salir cada día a buscar e
l sustento.
Una mañana cualquiera, mientras aguardaba el cambi
o del luz del semáforo que nadie, ni
siquiera los AMET, respetan, me puse observar a mi
alrededor. Me di cuenta, constaté
otra vez, que la ciudad es una selva de cemento, p
lagada de vehículos de todos los tipos y
de habitantes que ya no se conocen y se maltratan e
ntre sí.
Al observar de manera consciente, para lo cual dejé
de escuchar la música seleccionada
para sustraerme de los embates agresivos de los tra
nseúntes y los choferes impertinentes
y violadores de las reglas de tránsito , me di cuen
ta que la vida estaba allí, en esas cuatro
esquinas. La doméstica que acompañaba al niño toda
vía somnoliento a la escuela
maternal con sus dos manos ocupadas, en una la “ lo
ncherita” con las meriendas del niño
y con la otra sostenía la mano del pequeño que hací
a lo imposible por no llegar al destino.
El señor bien vestido sentado en el asiento trasero
de su flamante vehículo, leyendo la
prensa para enterarse de los vaivenes del mercado,
la excusa válida para no ser testigo de
lo que acontece a su alrededor. La larga fila de h
ombres y mujeres trabajadores que
esperan con ansiedad y aprehensión la llegada del “
concho” o de la “voladora” que los
dejará cerca de su destino. Los mendigos, los traba
jadores de la espera, acuden a la cita
cotidiana, extendiendo su mano y vendiendo sus mise
rias. Los que limpian/ensucian los
cristales y la carrocería con sus mullidas esponjas
, y que en gesto agresivo obligan a los
conductores a darles una moneda. Los que venden la
prensa matutina, labor a la que se
han incorporado mujeres, y cuando alguien hace una
señal de compra, saltan a la calle sin
temor a los demás vehículos que circulan a su alred
edor. En las aceras de la ciudad
abundan las improvisadas “tiendas” de comida, y en
aceites sin fecha de expiración,
revuelven lo que sea para los comelones que se acer
can.
Decidí reducir la marcha y observar la ciudad, como
testigo activo/pasivo de una ciudad
que se auto-atropella y que se resiste, desde sus p
ropias entrañas, a vivir con un poco de
orden. Observé la contaminación visual. Todavía q
uedan restos de los candidatos al
Comité Central y Político del partido en el gobiern
o, con sus sonrisas fingidas y arregladas.
Los anuncios improvisados de los “técnicos” que rep
aran cualquier cosa hiriendo los pocos
árboles centenarios que la “civilización” municipal
y la “miamización” no se ha llevado.
La basura atestada en los escasos contenedores, pro
ducto de la incapacidad del municipio
de resolver un problema vital, quizás porque estuvo
más pendiente de comprar las
instalaciones de la “ciudad de las luces” en el otr
ora zoológico de la ciudad; situación que
se agrava porque la ciudadanía no tiene conciencia
ecológica ni ciudadana para proteger
el medio ambiente y el ornato, y tiran por doquier
papeles, botellas, cartones y todo
cuanto les estorba. Una ciudad sucia que se hace má
s insoportable cuando llueve, porque
las calles se vuelven ríos y lagunas, y nuestros ve
hículos en improvisados botes.
Y después de más de 20 años haciendo la misma ruta
para llegar al lugar de trabajo, he
visto cómo el paso del tiempo ha dejado sus huellas
en todo. El “funcionario de la
esquina” ubicado en la 27 de febrero con W. Churchi
ll ha perdido su energía y ha
engordado enormemente. Ahora limpia/ensucia los cri
stales sin la ilusión de "ir a Japón a
mostrar la bandera del país." El loco de la Saraso
ta ya dejó de usar las batas de gran
señor, ahora sólo es un sucio lumpen que hace lo qu
e sea para drogarse. La mendiga que
permanece impasible con su mano extendida pidiendo
sin palabras ayuda, se ha vuelto
una verdadera anciana, sin dientes y con ojos todav
ía más vidriosos. La inválida que usa
muletas para moverse y que domina con maestría sorp
rendente, moviéndose entre los
vehículos con soltura y desenfado, está gordísima,
producto quizás de las comidas
chatarras compradas en los improvisados comedores.
El famoso “Boulevard de la 27” languidece impasible
ante los ojos de las autoridades
competentes. El muy anunciado “monumento a la mode
rnidad” ha perdido brillos y
esplendor y se ha convertido en la vergüenza de un
sueño de grandeza con el dinero
público. La ”pequeña torre Eiffel” está cayéndose a
pedazos, a pesar de que la original,
situada en París con cientos de años sigue intacta
y acogiendo miles de turistas. El “Times
Square” ya no alumbra. Las pantallas no funcionan.
Y el reloj que fue colocado quizás
inspirado por el Big Ben de Londres está detenido,
las horas, los días, los meses y los años
pasan y él ni se da por enterado. El lugar se ha c
onvertido en un territorio apache, donde
los bandoleros han hecho de las suyas y lo han marc
ado como suyo.
La ciudad sigue, la gente se apresura a caminar y r
odar en una carrera interminable y sin
norte. Somos una “gran ciudad” porque representamos
más del 30% de la población y del
electorado. Somos una ciudad moderna porque las lu
ces deslumbran, cuando la CDEEE se
digna a dárnosla.
Ah falsa modernidad! Ah falso progreso! Ah ciudad s
in alma ni dolientes! ¿Cuándo tendrás
mejor futuro? No lo sé. Quiero saberlo. Exijo sabe
rlo, porque cada mes me arrebatan una
parte importante del sudor de mi trabajo. Y me sie
nto cansada, atropellada y humillada.
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