sábado, 5 de marzo de 2016

Soberanía 2


ENCUENTROS

Sobre el concepto de soberanía. 2

Por: Mu-Kien Adriana Sang

Todo Estado es, evidentemente, una asociación, y toda asociación no se forma sino en vista de algún bien, puesto que los hombres, cualesquiera que ellos sean, nunca hacen nada sino en vista de lo que les parece ser buen ser bueno. Es claro, por tanto, que todas las asociaciones tienden a un bien de cierta especie, y que el más importante de todos los bienes debe ser el objeto de la más importante de las asociaciones, de aquella que encierra todas las demás, y a la cual se llama precisamente Estado y asociación política.

 

No han tenido razón, pues, los autores para afirmar que los caracteres de rey, magistrado, padre de familia y dueño se confunden. Esto equivale a suponer que toda la diferencia entre éstos no consiste sino en el más y el menos, sin ser específica; que un pequeño número de administrados constituiría el dueño, un número mayor el padre de familia, uno más grande el magistrado o el rey; es de suponer, en fin, que una gran familia es en absoluto un pequeño Estado. Estos autores añaden, por lo que hace al magistrado y al rey, que el poder del uno es personal e independiente, y que el otro es en parte jefe y en parte

súbdito, sirviéndose de las definiciones mismas de su pretendida ciencia. Toda esta teoría es falsa; y bastará, para convencerse de ello, adoptar en este estudio nuestro método habitual. Arítoteles [1]

El profesor Jonathan Arriola, de la universidad ORT de Uruguay escribió un documento muy interesante titulado "Apuntes sobre los antecedentes antiguos y medievales del concepto moderno de soberanía" [2].   En estas breves páginas se presenta un interesante recorrido histórico del concepto.  Inicia con el pensamiento de Platón y Aristóteles en la Antigua Grecia. Afirma que en la antigüedad griega, la alabanza de la ley como entidad jurídico-política de carácter superior o soberana estaba muy extendida.  Para los griegos la fuente originaria de la ley era la "recta razón", por lo tanto, dentro de esa concepción, la ley debía ser, necesariamente, la razón misma que era eterna, universal y evidente.

Sin embargo, sigue diciendo, la adoración a la ley comenzó a debilitarse con la llamada "ilustración ateniense".  Esta situación se produjo gracias dos factores: la influencia de los sofistas, padres del relativismo, y, la apertura en Atenas hacia los pueblos del Mediterráneo, quienes resquebrajaron la visión estricta y soberna de la ley.  Como dice el autor:

De ese modo, la ley dejó de ser visualizada como el espejo de una realidad universal e inmutable para no ser más que una suerte de techné humana, de carácter convencional, que no debe recoger ningún ideal de justicia sino más bien construirlo a partir de la práctica misma.[3]

En ese contexto se desarrolló el pensamiento de Platón, quien con respecto al concepto de soberanía tuvo, a lo largo de su vida intelectual, dos posiciones.  En principio planteó, rompiendo con la tradición griega, que el poder supremo no debía residir en la ley, sino en el rey, como bien lo explica en su obra "El Político".  En esta obra, el filósofo griego señala que el discurso escrito en que se expresa la ley, no puede ofrecer un relato adecuado de la evolución de los hechos ni de la diversidad de los casos individuales. 

El mundo, dice Platón, es cambiante y plural, mientras que la ley es estática y singular.  Muchas veces, escribía el sabio griego, la ley puede ser contraproducente a la hora de gobernar, sobre todo porque fue escrita para un momento específico y particular, razón por la cual, la ley no puede ser la mejor candidata para ser la depositaria del poder soberano.  En esa perspectiva en el República ideal imaginada por Platón, el rey debería ser el detentor del poder supremo.

Con el tiempo, Platón tuvo que cambiar.  La realidad se impuso a sus deseos.  Como el rey ideal es solo una aspiración, no existe ni puede existir tampoco la República ideal, entonces cambia.  Entonces la ley pasa a ser más importante que el rey, defendiendo la soberanía de la ley sobre el monarca.  Replantea sus ideas y vuelve a los orígenes: la soberanía de la ley, que debe ser diseñada desde la recta razón.

A Platón le sucedió Aristóteles, primero su discípulo y luego su crítico.  Algunos intelectuales consideran que el último de la trilogía filosófica de la Grecia Antigua, al incluir a Sócrates, es el más profundo y el intelectual más brillante de la antigüedad. 

Aristóteles le dedica varios capítulos al concepto de soberanía en su famoso libro “La Política”´.   Al sabio le preocupaba e inquietaba dónde debía radicar el poder supremo, es decir la soberanía, pues, decía que independientemente de cuál fuese el régimen político que existiese en una sociedad, debía existir un soberano, un “Kyrion”. Ahora bien ¿Dónde radicaba ese poder? ¿Cuál era la “justa razón” para definirlo y ubicarlo? 

En el libro III plantea Aristóteles que existían tres posibilidades.  El poder soberano podía estar depositado en una persona, que era el Rey en el régimen monárquico. Podría estar en unos pocos que sería la Aristocracia; o en muchos, que es la Democracia. Los tres regímenes, decía, tenían sus peligros. El primero podría degenerar en la tiranía (Los tiranos se rodean de hombres malos porque les gusta ser adulados y ningún hombre de espíritu elevado les adulará. – Aristóteles). El segundo en la Oligarquía y el tercero podría producir un caos, ya que darle poder a los pobres y a los hambrientos, a gente que no ha tenido nada,  podría incitarlos a rebelarse y atacar sin control a los más poderosos y ricos. 

Por esta razón, Aristóteles es partidario del régimen de la Aristocracia, en ese sentido coincide con Platón que defiende el gobierno de los sabios.  Afirma el filósofo que ese modelo es el que menos peligro presenta, pero, ojo, siempre y cuando existiese la soberanía de la ley, y no la prevalencia de la voluntad de unos pocos.

La ley, afirma, tiene la ventaja suprema de no conmoverse ante las pasiones humanas.  Pero, sigue afirmando, deben ser leyes racionales, justas, buenas y útiles.  Por esta razón, dice, la razón debe ser un componente más que esencial de la soberanía.  Coincide con el Platón de su segunda etapa. (Es preciso preferir la soberanía de la ley a la de uno de los ciudadanos. – Aristóteles)

Los años que siguieron al pensamiento aristotélico en Europa son difusos en materia de pensamiento político. Así pues, en la Roma antigua el concepto de soberanía no era una preocupación. Quizás porque los romanos tenían una vocación autoritaria del poder, y por lo tanto el poder soberano no era una preocupación. Pero además porque era tal el control y dominio de los Emperadores que no permitieron el desarrollo de poderes internos que rivalizaran aunque sea mínimamente con el Estado. 

El tema de la soberanía volvió a plantearse en el siglo XVI, en el momento en que las fuerzas feudales daban la batalla final.  Sobre este tema volveremos en el próximo artículo porque el espacio acabó y no quiero que mis amigos del HOY me castiguen por sobrepasarme.

 



[1] Aristóteles, Política. Libro primero. De la sociedad civil. De la esclavitud. De la propiedad. Del poder doméstico. http://descarga-gratis-libros.blogspot.com/
[2] Jonathan Arriola, "Apuntes sobre los antecedentes antiguos y medievales del concepto moderno de soberanía", Universidad ORT de Uruguay, Documento de Investigación No. 71, Febrero 2012.
[3] Ibídem

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