miércoles, 25 de septiembre de 2013

El positivismo liberal


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE


Pensamiento caribeño en el siglo XIX.  Espaillat y el liberalismo positivista dominicano

Por: Mu-Kien Adriana Sang



@MuKienAdriana

“Me despido de la capital, de la que he sido huésped durante siete meses, donde he sido acogido con extremada benevolencia y donde también he recibido innumerables pruebas de simpatía y aprecio... Al dejar el puesto en donde no tuve tiempo para realizar algunas, siquiera, de las muchas y legítimas aspiraciones de esta sociedad, deseo con toda sinceridad que el ciudadano que debe reemplazarme, logre al fin lo que yo no pude alcanzar...”  Ulises Francisco Espaillat [i]

Con estas palabras abandonó el poder Ulises Francisco Espaillat en 1876. En menos de seis meses fue objeto de una de las más grandes protestas que se conocen en la historia dominicana.  Había muerto la esperanza de la redención en el siglo XIX.

Ulises Francisco Espaillat nació en el corazón del Cibao, en Santiago. Su ciudad natal fue el escenario permanente de su vida personal y política.  Allí nació, se enamoró, se casó y formó  familia, y allí hizo realidad su compromiso con la transformación del país,  comprometiéndose  políticamente con las filas liberales, abandonando un ambiente social de privilegios, para someterse a la vorágine de una vida política cargada de grandes riesgos, muchos fracasos, pocos triunfos y múltiples decepciones.

Cansado de conspirar y luchar, o quizás porque era el momento de hacer sus propuestas, lo cierto es que Espaillat decidió en 1875 comenzar a escribir sus ideas sobre la realidad dominicana.  Y un año después, en 1876, aceptó, luego de rechazarla una y otra vez, la nominación presidencial.  El júbilo fue general cuando Espaillat anunció su postulación. “La urna electoral, decía, es el único sucesor legítimo y pacífico de las balas.”  Decía siempre que los gobiernos no debían tenerle miedo a la libertad porque era ella la que daba “fuerza y robustez a los pueblos”.

Confeso miembro del Partido Liberal o Partido Azul, Espaillat logró convertirse, en el vocero calificado del “positivismo liberal dominicano.” La figura de Espaillat ha trascendido en el tiempo, convirtiéndose en permanente referencia en la historia política dominicana. Su nombre está necesariamente vinculado al pensamiento político liberal de su época. Pero más que pensador, Espaillat ha sido, y es, un verdadero símbolo de la pureza en el ejercicio político y del profundo sentido ético del quehacer político cotidiano, como sus propios contemporáneos atestiguaban.

Espaillat fue un severo crítico de la realidad heredada, pero era ante todo, un gran soñador de una sociedad mejor. Crítico cuando analizaba los acontecimientos nacionales; propulsor de sueños para motivar la transformación y la dignificación de la herencia histórica recibida, su crítica mordaz al ejercicio de la política, entendida como conveniencia de unos cuantos, y al desenfreno en el ejercicio del poder de la mayoría de los caudillos de la época, le ganó la admiración no solo de sus contemporáneos, sino también de las generaciones posteriores que han encontrado en sus escritos elementos de profunda sabiduría.

Espaillat representó esa corriente de intelectuales latinoamericanos surgidos después del triunfo de la Revolución Independentista, que recibió múltiples influencias, desde las ideas iniciales de la Ilustración, pasando por el puritanismo norteamericano, hasta las variadas corrientes del liberalismo y del positivismo ortodoxos. Heredero como sus homólogos, de una realidad caracterizada por la lucha caudillista, se vio en la necesidad de asumir posición. Su activa participación dentro de las filas liberales, le permitió desempeñar diferentes cargos que le hicieron fortalecer sus convicciones.

Nacido en el primer cuarto del siglo XIX, Espaillat se formó en el calor de las transformaciones sociales y políticas. Las bases sobre las cuales se estructura su pensamiento, se sustentan en elementos típicamente liberales e ilustrados. Años después añade el espíritu positivo impregnado por la influencia comtiana que tanta influencia ejerció en la intelectualidad latinoamericana. Se nutre del racionalismo europeo de finales del siglo XVIII y principios del XIX y demuestra su desprecio a las posiciones ideológicas del Antiguo Régimen, constituyéndose en gran defensor de las posiciones republicanas. Sin embargo, y ahí no niega la esencia de la tradición heredada, es un defensor de la fe católica, la cual se obliga a compartir, a veces con suma dificultad, con el espíritu anticlerical de la Ilustración. Defensor de la modernidad y de la civilización occidental, supo combinar forzosamente, la fuerte y tradicional herencia hispánica.

Espaillat decidió en 1875 escribir sus reflexiones. Bajo el seudónimo de María, legó a la comunidad intelectual dominicana una síntesis completa del pensamiento liberal de tintes positivistas. La reflexión sobre el tema de la política fue el aspecto más desarrollado en su  reflexión. Defensor de la libertad y la nación como espacio de desarrollo del ciudadano, Ulises Francisco Espaillat, auspició, como la inmensa mayoría de sus contemporáneos, un proceso contradictorio; tanto, que en su esencia misma negada a muchos miembros de ese territorio que él había defendido como su Estado-nación, no sólo la posibilidad de formar parte, sino hasta de alcanzar la categoría de ciudadanos. En su intento por guiar el país por los caminos del “progreso” y la “civilización”, los intelectuales latinoamericanos del siglo pasado se convirtieron, maestro-Espaillat también, en negadores de su propia cultura.

Liberal y positivista confeso, Espaillat no dejó nunca de admirar a las naciones que hacían inversión en educación, pues, según afirmaba constantemente, la construcción del progreso estaba sustentada en un proceso educativo profundo del pueblo. A su juicio la nación norteamericana había entendido este principio, y desde que se inició el camino de la paz, luego de la tormentosa guerra interna, sus gobernantes hicieron inversiones en la educación del pueblo.

Asumiendo nuestra actual coyuntura, decidí seleccionar para esta presentación citas que a mi juicio me parecen más que interesantes para el tiempo que vivimos.  Es impresionante ver cuán visionario fue nuestro Sarmiento.  Veamos algunos ejemplos

Los partidos políticos:  “La libertad no existe sino en los países en que se ha erigido un altar a la tolerancia; donde se le quema incienso a esta sublime virtud , y se le tributa constante y respetuoso  culto; donde ella forma la base del credo de los partidos políticos; donde ella es la reguladora de su conducta. Tolerar el triunfo legal del partido contrario, sometiéndose resignado al mandato de la ley que así lo dispuso, se llama tolerancia...

 

La Fusión: "Al mismo tiempo, la Fusión es el deber de todos los ciudadanos de sostener el orden actual de cosas, impidiendo toda conmoción, cualquiera que ésta sea, que es el único medio de lograr que se reponga la fortuna pública se ilustre la nación, se organice la Justicia y triunfe la virtud, del vicio. La Fusión es el deber que todos los pretendientes a los puestos públicos tienen, inclusive, el primero, de esperar que a cada cual le llegue su turno, sin meterse a inventar evoluciones políticas, cuyo resultado cierto es prolongar indefinidamente el malestar de la nación, si a más de esto no se agregase el traer a quien menos piensen. Esperar, esperar y que de la boca de las urnas electorales sea que salga el nombre del favorecido, no de la boca de los fusiles."

Las Leyes  La Ley y solamente la Ley está llamada a salvar esta Sociedad. Es preciso, es indispensable que la Justicia sea una verdad.

La Dictadura:  La Dictadura! Palabra terrible, señores, que envuelve en sí nada menos que la muerte de la libertad y la infelicidad de todo un pueblo… Proponer la dictadura a un pueblo que ha hecho una revolución por establecer sus libertades y sus garantías sobre bases sólidas y estables, es un contrasentido que tiene todos los visos de la demencia…

La Lucha Eleccionaria:  En las luchas eleccionarias de aquel país se ventila el porvenir de numerosas familias de uno y otro bando, cada uno de los cuales hace esfuerzos inauditos por ganar la batalla, porque ésta representa para ellos, los empleos, concesiones, embajadas y toda suerte de posiciones ventajosas…el modo de vivir. Esta es la lucha entre los partidos.

Intereses de Partido:  En los países combatidos por las discordias civiles, como desgraciadamente lo está el nuestro, es imposible para el público el separar los intereses puramente de la Sociedad, de los intereses de partido, de tal modo que son muy pocos los que dejan de ver las cosas bajo el prisma de sus respectivos intereses personales.

Tolerancia  La absoluta tolerancia de las opiniones legalmente manifestadas, da más derecho a las autoridades para ser rigurosamente exactas en el cumplimiento de la ley con aquellos que pongan en peligro la sociedad.

Unificación de los Partidos: Para unificar los partidos es indispensable que los hombres más connotados de ellos, que hasta poco se habían considerado como enemigos, y que de hoy en adelante han de ser considerados todos como amigos de la patria, formen parte del nuevo Gabinete. Así lo reclama la justicia, y basta esta razón. En la formación del presupuesto deben regirnos los mismos principios de justicia. Antes que dar, se debe pagar. Antes que ser generoso, es preciso ser justo.

La Urna Electoral: La sociedad dominicana debe estar de plácemes al ver que, desde el principio de esta campaña electoral, se han puesto en uso las verdaderas prácticas republicanas, dándonos motivos para presagiar que dentro de poco no habrá un sólo dominicano que no llegue a saber "que la urna electoral es el único sucesor legítimo y pacifico de las balas".

Ulises Francisco Espaillat fue un verdadero Quijote humano  que murió triste y sólo en su ciudad natal, con un sentimiento casi absoluto de abandono. Espaillat fue, es y será siempre una fuente inagotable de reserva moral, un verdadero símbolo de pureza de la política y un verdadero paradigma para instar a los políticos a que conviertan su quehacer cotidiano en un monumento a la ética política.



[i] Todas las citas fueron tomadas de mi obra: Mu-Kien Adriana Sang, Una Utopía Inconclusa. Espaillat y el liberalismo dominicano del siglo XIX, Santo Domingo, INTEC, 1997.

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