sábado, 7 de septiembre de 2013

Lo grande y lo pequeño


ENCUENTROS

Lo pequeño es lo más grande

Por: Mu-Kien Adriana Sang

 

Quien practica el no-obrar,
y se ocupa de la no-ocupación,
encuentra sabor en lo insípido,
ve lo que es grande en lo pequeño,
y lo abundante en lo escaso.
Cambia el odio por vida.
Proyecta lo difícil donde es fácil.
Pone lo grande ahí, donde todavía es pequeño.
Lo difícil en el mundo, lo emprende
como si fuera fácil.
Lo grande en el mundo, lo emprende
como si fuera pequeño.
Por ello:
El sabio no hace jamás algo grande,
y así finaliza sus grandes acciones.
Quien promete con facilidad,
difícilmente mantiene su palabra.
Quien toma todo a la ligera,
tendrá muchas dificultades.

 Quien practica el no-obrar,
y se ocupa de la no-ocupación,
encuentra sabor en lo insípido,
ve lo que es grande en lo pequeño,
y lo abundante en lo escaso.
Cambia el odio por vida.
Proyecta lo difícil donde es fácil.
Pone lo grande ahí, donde todavía es pequeño.
Lo difícil en el mundo, lo emprende
como si fuera fácil.
Lo grande en el mundo, lo emprende
como si fuera pequeño.
Por ello:
El sabio no hace jamás algo grande,
y así finaliza sus grandes acciones.
Quien promete con facilidad,
difícilmente mantiene su palabra.
Quien toma todo a la ligera,
tendrá muchas dificultades.

Tao Te King

La sociedad occidental, esa en la que vivimos a diario, nos ha maltratado el alma, y nos ha mostrado un ideal falso del éxito y del fracaso. Y ese bombardeo diario, cotidiano y permanente nos ha metido en una carrera sinfín, que nos agota y nos arrastra al despeñadero. La búsqueda de la felicidad aparente nos ha robado los sentimientos.

Yo también he sido víctima de esa realidad. ¿Quién no lo ha sido? Yo, como todos los demás, quería llegar a la cima, sin haber caminado el tortuoso sendero de las realizaciones. Quería estar arriba, sin conocer el doloroso tránsito del ascenso, sin haber quitado las piedras del camino, sin haberme detenido porque tuve una caída.  Con el tiempo aprendí que el éxito es cada día vivido, que lo importante no es la llegada, sino caminar por la ruta elegida.

Así, pasaron los años, y me sentí exitosa en cada poesía secreta que escribí, por el amor y el desamor, escritas sólo para tranquilizar mi alegría o mi tristeza.  Fue para mí un gran  éxito cuando me dieron la oportunidad de escribir el primer artículo en la prensa escrita, hace ya más de 20 años. He sido inmensamente feliz con la aparición de cada libro, escritos al calor de la pasión arrolladora del arte de escribir; como he sido feliz y exitosa en cada crítica negativa, constructiva o positiva, porque cada opinión es una evidencia de que no estamos solos en el universo, que somos parte de un todo, y nadie, absolutamente nadie tiene la verdad en sus manos, y sobre todo, porque la perfección no existe, pues somos finitos y vulnerables. Me siento feliz y exitosa en cada abrazo de un estudiante agradecido; en cada remembranza de alguna clase que en un encuentro casual que alguien recuerda; de algún libro, de alguna discusión; o de algún secreto muy personal que un alma joven acongojada compartía, y, comparte todavía conmigo, buscando consuelo, he sentido  el éxito en mis poros.

¿Saben por qué? porque el éxito se alcanza cuando haces lo que amas desde lo más profundo del corazón, cuando te interesas de verdad por tu prójimo más próximo, cuando descubres la vida en cada amanecer, en cada llanto, en cada dolor y en cada risa.

Llevo mis trofeos vitales conmigo. Mi pelo totalmente blanco, cada arruga de mi cara y de mi cuerpo, cada libra que hoy es misión imposible de bajar, cada mancha oscura en mis brazos, son mis más valiosos premios, recibidos por el simple regalo de haber vivido.

Ahora bien, si asumo como míos los cánones impuestos, confieso que soy una mujer totalmente fracasada. No puedo caminar con la cadencia de las vedettes, porque dediqué mi tiempo a leer, a escribir y a participar en actividades sociales. No puedo exhibir el cuerpo mal llamado perfecto, porque no he sido, no soy ni seré nunca una mujer de bisturí, de belleza fabricada y vacía.  Soy un fracaso total, porque no he querido ocultar, ni considero un pecado cumplir años, ni utilizo subterfugios ni mentiras para esconder lo que está a la vista de todo el mundo. Me siento orgullosamente fracasada porque no he seguido el patrón tradicional de la mujer objeto y sumisa. Orgullosamente fracasada porque pienso por cabeza propia y he construido con trabajo duro mi camino; porque para mí esas mujeres que quieren ser lo que no pueden, y tratan de enterrar, con espesas capas de maquillajes y tintes, convirtiéndose en ridículas payasas, los años que tienen, pero que no han vivido . Soy fracasada porque me fascina ser abuela y adoro el canto cuando mi nieto mayor me grita: ¡abuela!.

Y si quieren decir que soy fracasada lo soy, a mucha honra. Porque prefiero disfrutar del amanecer, de la brisa, del calor, del frío, de la risa de los niños, de la conversación amena e inteligente, de la pintura, de la poesía, de la lectura y de la escritura. 

He aprendido que lo pequeño es lo hermoso y lo más valioso. Que al final de la vida, en el dolor y en la enfermedad, es la familia y los amigos verdaderos, los que se hacen presentes cuando necesitas compañía y consuelo.  Los encuentros circunstanciales de amigos del momento, son puras aves de paso, que están contigo porque representas una oportunidad para sus intereses.  

Prefiero la risa estruendosa y espontánea, a la sonrisa prefabricada y marcada solo por la conveniencia y la educación que impone el status quo.  Prefiero el encuentro cotidiano de unos amigos queridos, sin la presencia de la prensa ni las poses obligadas de las fotografías sociales.  Prefiero la buena lectura a la conversación intrascendente que te impone la posición que representas.  Prefiero amar con locura, a construir una relación mal llamada amorosa sólo por conveniencia.  Esas son mis preferencias: amar, vivir, disfrutar y descubrir.

Todo el mundo toma lo bello lo bello, y por eso conocen qué es lo feo.
Todo el mundo toma el bien por el bien, y por eso conocen qué es el mal.
Porque, el ser y el no-ser se engendran mutuamente.
Lo fácil y lo difícil se complementan.
Lo largo y lo corto se forman el uno de otro.
Lo alto y lo bajo se aproximan.
El sonido y el tono armonizan entre sí.
El antes y el después se suceden recíprocamente.
Por eso, el sabio adopta la actitud de no-obrar y practica una en sin palabras.
Todas las cosas aparecen sin su intervención.
Nada usurpa ni nada rehúsa.
Ni espera recompensa de sus obras, ni se atribuye la obra acabada, y por eso, su obra permanece con él. El libro del Tao

 

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