sábado, 8 de junio de 2013

Martí, La Edad de Oro, 2


 

TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE

Pensamiento caribeño en el siglo XIX.  Martí: La Edad de Oro, 2

Por: Mu-Kien Adriana Sang

sangbenmukien@gmail.com


@MuKienAdriana

 

La Edad de Oro no se quiere morir, porque nadie debe morirse mientras pueda servir para algo, y la vida es como todas las cosas que no debe deshacerlas sino el que pueda volverlas a hacer. Es como robar, deshacer lo que no se puede volver a hacer. Es como robar, deshacer no puede volver a hacer. El que se mata, es un ladrón. Pero La Edad de Oro se parece a la niñita del cuento, porque siempre quiere escribir para sus amigos los niños más de lo que cabe en el papel, que es como querer coger la luna....Y ahora nos juntaremos, el hombre de La Edad de Oro y sus amiguitos, y todos en coro, cogidos de la mano, les daremos gracias con el corazón, gracias como de hermano, a las hermosas señoras y nobles caballeros que han tenido el cariño de decir que La Edad de Oro es buena.... José martí, La última página del segundo número de La Edad de Oro.

 

En la entrega anterior, iniciamos la presentación de esta maravillosa obra, en la cual Martí intenta educar a los niños de América y el mundo a través de poesía, cuentos, fábulas y ensayos.  Nos tuvimos que detener a la mitad del segundo número por razones de espacio físico. Continuamos ahora.

Además de las dos historias que presentamos en la anterior entrega, el segundo número de La Edad de Oro, incluía 4 trabajos adicionales. El tercero titulado "Nené traviesa" que cuenta la historia de una niña que se cría con su padre, ya que su madre había muerto.
 
El cuarto trabajo del segundo número es un pequeñísimo poema: La perla de la mora:
 Una mora de Trípoli tenía
Una perla rosa, una gran perla:
Y la echó con desdén al mar un día:
¡Siempre la misma! ¡Ya me cansa verla!
Pocos años después, junto a la roca
De Trípoli....¡La gente llora al verla!
Así le dice al mar la mora loca:
"¡Oh mar! ¡Oh mar! ¡Devuélveme mi perla!"
 
El quinto trabajo del segundo número se titula "Las ruinas indias", es un homenaje sentido y sincero a los indígenas del continente, golpeados y sometidos durante la colonización española:
 
No habría poema más triste y hermoso que el que se puede sacar de la historia americana. No se puede leer sin ternura, y sin ver como flores y plumas por el aire, uno de esos buenos libros viejos forrados de pergamino, que hablan de la América de los indios, de sus ciudades y de sus fiestas, del mérito de sus artes y de la gracia de sus costumbres. Unos vivían aislados y sencillos, sin vestidos y sin necesidades, como pueblos acabados de nacer; y empezaban a pintar sus figuras extrañas en las rocas de la orilla de los ríos, donde es más solo bosque, y el hombre piensa más en las maravillas del mundo. Otros eran ya pueblos hechos, con ciudades de ciento cuarenta mil casas, y palacios adornados de pinturas de oro y gran comercio en las calles y en las plazas, y templos de mármol....
 
El sexto trabajo se titula "Músicos, poetas y pintores" y aborda el mundo de los jóvenes. Define Martí a la juventud  como la "edad del crecimiento y del desarrollo, de la actividad y la viveza, de la imaginación y el ímpetu."  Afirma, con mucha propiedad que "cuando no se ha cuidado del corazón y de la mente en los años jóvenes, bien se puede temer que la ancianidad sea desolada y triste."
 
La tercera entrega de la Edad de Oro cuenta con cuatro trabajos. Inicia con "La exposición de París", a propósito del centenario de la Revolución Francesa de 1789.  En el verano de 1889 se celebraron grandes eventos para celebrar la fiesta de la libertad con exposiciones diversas provenientes de todo el mundo. Martí aprovecha la ocasión para enfrentar duramente a la Monarquía Absoluta y ratifica su convicción de que la libertad es una condición intrínseca al ser humano. Martí describe con la precisión sorprendente los detalles del evento.
El segundo trabajo del tercer número es un cuento titulado "El camarón encantado" y narra la historia de un viejo del mar Báltico llamado Loppi que solo contaba con su hacha y su mujer. Presionado por el hambre que tenían, salió a la calle a buscar comida. Allí encontró a un gran camarón negro, lo tomó y lo metió en su viejo saco.  Y de repente la presa comenzó a hablar: " Párate y déjame ir. Yo soy el más viejo de los camarones, más de un siglo tengo". Resulta que el camarón era un mago y le llenó de peces el morral, pudiendo el pobre hombre llevar comida a su hambrienta mujer que lo esperaba.
El Padre Las Casas es el tercer trabajo. En este trabajo Martí reconoce y hace un reconocimiento a la labor de este sacerdote de denunciar el atropello de los indios. Reconoce el error del sacerdote de apoyar la importación de negros, pero lo explica y hasta justifica:  Porque es verdad que las Casas por el amor de los indios aconsejó al principio de la conquista que se siguiese trayendo esclavos negros, que resistían mejor el calor; pero luego que los vio padecer, se golpeaba el pecho y decía: "¡Con mi sangre quisiera pagar el pecado de aquel consejo que di por mi amor a los indios!"
El cuarto trabajo es uno de los poemas más famosos de Martí que lleva por nombre "Los zapticos rosa, dedicado a Mademoiselle Marie.
Hay sol bueno y mar de espuma,
Y arena fina, y Pilar
Quiere salir a estrenar
Su sombrerito de pluma.
"!Vaya la niña divina!"
Dice el padre, y le da un beso:
Vaya mi pájaro preso
A buscarme arena fina
Yo voy con mi niña hermosa,
Le dijo la madre buena:
No te manches en la arena
Los zapaticos de rosa!
Finaliza, como siempre con su conclusión expuesto en el renglón de "La última página" diciendo que en ese número aparece lo viejo y lo nuevo del mundo, "y se aprende cómo las cosas de guerra y muerte no son tan bellas como las de trabajar: ¡A saber si el tiempo del Padre de Las Casas era mejor que el de la Exposición de París!
Se agotó el espacio y todavía me queda la cuarta y última entrega.  Nos vemos en la próxima.

 

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