sábado, 18 de enero de 2014

Las bases del conservadurismo, 1


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE

 

Pensamiento caribeño en el siglo XIX. Las bases del conservadurismo, 1

 

Por: Mu-Kien Adriana Sang

 

mu-kiensang@hotmail.com

mu-kiensang@pucmm.edu.do

 

@MuKienAdriana

 

 

El despotismo no deroga, ni altera, ni aminora en lo más mínimo ninguno de los deberes en relación a la vida, ni debilita la fuerza u obligación de ningún compromiso o contrato.

Si se pudiera defender el despotismo, sería diciendo que constituye un estilo de gobierno que no se basa en reglas escritas, que no es impuesto por magistrados contralores o por un orden establecido dentro del Estado. Pero si no obedece reglas escritas, tampoco puede pasar a llevar la ley soberana e inalterable de la naturaleza y de las naciones. Al no ser controlados  por la magistratura, sus esfuerzos deben fijarse limitaciones y objetivos de acuerdo a la equidad y moderación del gobernante, o a la abierta sublevación de sus gobernados, pero desprovista de características criminales. Desde el momento en que un soberano ya no da sensación de seguridad y protección a sus súbditos, y declara ser él todo y ellos nada, desde el momento en que declara que ningún contrato lo obliga con ellos, les ha declarado la guerra.  Edmond Burke, Reflexiones (1790), III (46-49)

 

Inicio una travesía que no tengo idea hacia dónde me llevará. Mientras escribía todos estos meses acerca del pensamiento de Hostos, Martí y Bonó, me molestaba el inconsciente. Me recordaba a cada momento si yo estaba lo suficientemente edificada acerca de los pensamientos políticos vigentes en el siglo XIX.  Me torturaban, y todavía me torturan, muchas preguntas, muchas inquietudes.  ¿Existía un verdadero pensamiento liberal en el siglo XIX en América Latina, y por supuesto, en República Dominicana?  ¿Existía también un pensamiento conservador? ¿Cuáles eran las bases de este pensamiento? Estamos acostumbrados a clasificar y definir a los políticos en “liberales” y “conservadores”, pero pienso que esta clasificación se hace de manera mecánica, sin hurgar realmente en el pensamiento.

Hace varios meses publiqué en esta columna una serie de artículos sobre el liberalismo y el positivismo.  Sin embargo, pocos académicos se han preocupado en estudiar al conservadurismo, sus bases de sustentación, las razones de sus planteamientos.  La gran pregunta que se impone es ¿Existen dogmas conservadores? ¿Son los conservadores reaccionarios? ¿Sus principios son totalmente diferentes a los del liberalismo? ¿Es el conservadurismo latinoamericano similar al europeo? ¿En qué se diferencian? Decidí hurgar, buscar, husmear por todas partes.  Y acompañada de ustedes, queridos lectores, inicio este trayecto que llegará a algún puerto, pero que no sabemos hasta cuándo ni hasta dónde. Lo importante es que caminamos, que no nos conformamos con estereotipos ni ideas preconcebidas y aprendidas.

Todos los autores coinciden que el inglés Edmond  Burke es el padre del conservadurismo europeo. Este gran intelectual fue testigo de las grandes transformaciones sociales y políticas de la Europa de finales del siglo XVIII. Fue un niño nacido de un hogar extremadamente religioso, que marcó indiscutiblemente su pensamiento. Su padre era anglicano y su madre católica convertida al anglicanismo. Su infancia la desarrolló en Dublín. Allí hizo sus estudios en el Trinity College de Dublín. Finalizó la secundaria en  1748 y poco tiempo  después se marchó a Londres a cursar leyes.

Sus obras principales fueron tres.  La primera fue publicada en mayo de 1756 bajo el título  Vindication of Natural Society.  Muy joven todavía, esta obra le ofreció fama inesque proporcionó a Burke una temprana fama. Según los especialistas, esta obra sentó las bases de su pensamiento:  argumentaba que el ser humano completaba su condición cuando alcanzaba la plena civilización ya que le permite desarrollar su naturaleza y nutrirse de su propia cultura.  Como podrá verse, Burke estaba en contra de todos aquellos pensadores, como Rousseau, que defendían el derecho natural y la bondad humana por naturaleza. Es más, aseguraba que estos intelectuales que lo defendían abogaban por la anarquía del espíritu, pues para poder vivir en sociedad, era necesario una adecuada autoridad; además, afirmaba, de que se educara con la sabiduría de sus antepasados y de las instituciones desarrolladas con sudor y esfuerzos de siglos. Creía en la confesionalidad del Estado, pues a diferencia de los liberales, que abogaban por la libertad de cultos y el laicismo estatal, que el amor a Dios  era la única forma de vivir bajo la rectitud y el respeto requeridos para la convivencia con los otros.

En 1757  fue publicada su segunda obra A Philosophical Inquiry into the Origin of Our Ideas of the Sublime and Beautiful. Con esta obra se separaba de los enciclopedistas franceses, a quienes acusaba de apriorísticos y deterministas. Para Burke, el mundo era una especie de paradoja. Para este inglés contra-corriente, era una paradoja, un absurdo envuelto de dos contrastes en el que intervenían lo maravilloso y lo oscuro, y no una construcción racional. Burke era un creyente fiel de la historia, pues estaba convencido que sólo a través del conocimiento del pasado podríamos conjeturar sobre el futuro.

Pero su obra más popular, brillante y polémica fue publicada en 1790 bajo el título: Reflexiones sobre la Revolución Francesa.  En esta obra critica duramente a los enciclopedistas y a los líderes revolucionarios.  Se declara un hombre que respeta el pasado y la sabiduría que contiene, pero sobre todo, un defensor de la monarquía. No estaba en contra de la libertad, pero siempre y cuando estuviese sometida al orden.

Lo cierto es, después de hacer un rápido balance sobre Edmund Burke, su vida y su obra, es que su pensamiento no buscaba el enfrentamiento con el poder político y económico. Tampoco se caracterizó por defender a los más débiles; y mucho menos, pensaba, ni por accidente, en otorgar poder a los más pobres; a  pesar de que defendió con fuerzas a los oprimidos católicos. Contradictorio y libre pensador como era, también se opuso a las corrientes que pretendían  reducir las libertades que tenía el pueblo llano o centralizar toda la autoridad en la Corona o reducir las prerrogativas del Parlamento.  Por lo tanto, no estaba de acuerdo con el absolutismo de Hobbes. 

Su firme posición en contra de la revolución francesa y toda la corriente liberal que traía consigo le hicieron merecedor del título de padre del conservadurismo y el defensor casi absoluto de la monarquía.

Seguiremos en la próxima. Ahondaremos sobre la evolución del pensamiento conservador.

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