domingo, 5 de mayo de 2013

EL pequeño gran soñador


ENCUENTROS

Julio César, mi pequeño-gran soñador

Mu-Kien Adriana Sang

 

Debemos vivir con una sonrisa en la cara, riéndo­nos de las cosas que nos dan miedo y vivir la vida como si fuera el último día, el último segundo de nuestra existencia, Julio César Mejía Sang, 2008

 

En octubre de 2010 nuestra familia vivió una de sus peores tragedias. Julio César Mejía Sang, el hijo de 21 años de mis queridos hermanos Suk Yien y Julio, se nos fue repentinamente.   Un mal congénito y desconocido  llamado “Síndrome de Brugada” lo atacó de forma inesperada. Murió dejando una estela de dolor y grandes lecciones sobre la vida. De ese episodio terrible han pasado 18 meses.

 

Para ayudar a aliviar el dolor de sus padres, mis hermanos, uno de sus amigos preparó una hermosa edición de los artículos que publicaba en su blog, que se llamaba “Mi pequeño espacio personal. Lo ambientó con fotografías de su vida. Cuando lo leí me quedé sorprendida con la profundidad, diversidad y sensibilidad de sus escritos. ¡Qué orgullosa me sentí!  Aquel niño travieso e impertinente, se había convertido en un joven comprometido con la vida y sus grandes interrogantes. Me sorprendí con alegría que mi sobrino era capaz de escuchar rock, salsa y música clásica. Me ocurrió lo mismo con sus lecturas. Leía libros de tecnología, poesía y hasta de política. En sus escritos tocó temas diversos que iban desde el tránsito caótico de la ciudad infernal en que le tocó vivir, hasta los más profundos sentimientos humanos,  sin dejar de incluir artículos que trataban sobre otra de sus pasiones: la tecnología.  Era un gran defensor del medio ambiente, por eso,  decidió participar en las actividades organizadas sobre la limpieza de las playas y ser líder y motor del Movimiento Scout, al que le dedicó mucho tiempo y energía. El tema ecológico era casi una obsesión. En su blog había un cintillo permanente que decía: “YO PROTEJO LO VERDE, ¿Y TU?”

 

Pero Julio era también un enamorado de la vida y sus enigmas.  El amor fue una de sus grandes preocupaciones. Tuvo tiempo de amar profundamente, por eso amó la poesía, y escribió hermosos poemas a Sonia, el amor de su vida.

 

Como joven de su época y de su tiempo, supo aquilatar el valor de la mujer de hoy.  Sin proponérselo, no solo criticó al machismo, sino que fue capaz de valorar al sexo opuesto en todas sus dimensiones. Le llamaba la atención las grandes diferencias anatómicas de los sexos, y se preguntaba quién era el sexo débil.

 

Descubrí leyendo sus trabajos que tenía muchas preocupaciones existenciales. A pesar de sus grandes preguntas sobre la vida y la muerte, sobre el sentido de la vida, concluía siempre que la alegría y el optimismo debían ser la norma para vivir mejor.  Abogaba por una existencia llena de esperanzas. Inquieto como era, Julio César se preocupó por el futuro. Se avergonzaba de la política y de los políticos.   Los llamó mentirosos y nada comprometidos por el beneficio común. Para él, la mayoría de las personas que asumían la dirección de la cosa pública no eran sinceras ni estaban comprometidas con el porvenir del país. Consideraba que la sociedad debía comprometerse a transformar la política para  hacerla más ética.

 

Joven, inquieto, rebelde, alegre, preocupado por la sociedad y por la vida, Julio César no dejó de hacerse preguntas.  Creo que las interrogantes y la búsqueda de las respuestas  guiaron su corta vida.  En algunos de sus escritos aparecen temas profundos, como el perdón. Concluía, muy maduramente, que las diferencias entre las personas no debían ser motivos para el rencor, pues debíamos aprender a perdonar. ¡Qué hermoso sentimiento!

 

Mientras seguía leyendo al sobrino-filósofo-técnico, me quedé sorprendida con el artículo Racionalizando…Fue escrito justo un año antes de su muerte.  Como si presintiera que se iría a destiempo, escribió y describió, su propia muerte.  Leí una y otra vez este pequeño trabajo.  Pensé, envuelta en lágrimas que hoy, diez y ocho meses después de su viaje a la eternidad, habrá encontrado las respuestas a las tantas preguntas que se hacía.

 

He reflexionado mucho mientras leía el trabajo de mi querido sobrino. Pensé en el niño travieso y hermoso que dio alegría a nuestras vidas, y en el joven inquieto y rebelde que llenó de inquietudes nuestros corazones.  Como él, no tengo respuestas al misterio de la muerte.  He pensado en ella, y concluyo  que, amando profundamente la vida, no le temo si me sorprende hoy o mañana. Porque la única certeza de vivir es saber que en algún momento vamos a morir.  Reflexioné y pensé en nosotros, los adultos.  La irremediable cotidianidad nos hace alejarnos de los jóvenes de nuestro entorno.  Nos conformamos con tener la seguridad de que están físicamente bien, olvidándonos de sus sentimientos, de sus dramas existenciales y de sus inquietudes. 

 

Julio César partió muy pronto. Su ausencia ha dejado mucho dolor y muchas enseñanzas.  A través de sus escritos nos ha enseñado que todavía hay esperanza.  Para muchos de nosotros los adultos que pensamos que la juventud está perdida, Julio César nos mostró con su ejemplo que hay muchos jóvenes luchando, desde sus espacios, por un futuro mejor. 

 

NOTA: El libro, My litttle personal space. Bitácora de un adolescente, está a la venta en el Colegio CONSA y en las oficinas de los scouts.  Comprándolo ayudarás a construir el Centro Comunitario para jóvenes Julio César Mejía Sang. 

 


 

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