domingo, 5 de mayo de 2013

La enfermedad como camino de salvación


ENCUENTROS

 

La enfermedad como camino de salvación

Para Angélica...

 

Por: Mu-Kien Adriana Sang

 

 

¿Por qué?

Siempre la misma pregunta.

Esta enfermedad

ha robado mi vida

me ha causado dolor

y ha provocado miedo en mí.

¡Oh tristeza!

¡Oh soledad!

¿Cómo me recupero yo?

Has tomado mi cuerpo,

lo has roto en piezas

y las diseminó

bajo el agua fría en el invierno

donde el hielo de mis limitaciones

me atrapa

donde mi mente

no respira libre

sino grita...

¡Oh enfermedad!

¡Como me inhibes!

Quiero oler rosas

pero las cubre con tu nieve

quiero probar la dulce libertad

pero me dejas con el amargor de encarcelamiento

quiero tocar los copas de los arboles

pero has cortado mis alas.

Es en este lugar

donde veo mis sueños

perdiendo su lustre

en el invierno de mi alma.

Llorando, llorando, llorando


 

Estuve en el nacimiento de Angélica.  Acompañé a su madre en los primeros meses de su existencia, y con ella, a través de ella, di riendas sueltas al instinto maternal adormecido. La vi crecer hasta convertirse en una joven mujer luchadora, que se forjaba metas, a veces imposibles, pero que era capaz de trabajar duramente hasta alcanzarlas.  La excelencia ha sido siempre su signo. Y hoy, en la cumbre de su vida profesional, una terrible enfermedad se ha apoderado de sus días y la ha sometido a sus caprichos.  Acompañarla en esos momentos difíciles, me ha hecho reflexionar sobre la vida, sus dilemas, sus enigmas  y sus tragedias.

¡Qué difícil resulta a veces la aventura de vivir!  ¿Cómo dar consuelo si el desconsuelo se ha apoderado de ti? ¿Cómo darle esperanza, si la desesperanza se ha adueñado de tu corazón? ¿Cómo estar a su lado, si lo que deseas es abandonar y alejarte para no sufrir ni verla sufrir? Acompañarla en esa dura prueba que le impuso la vida a una edad tan tierna, se ha revertido, y ha puesto en el terreno de las dudas mis  convicciones y creencias.  Reviví con creces mi propio transitar por el camino del dolor y la enfermedad. Recordé mis ansias, mis miedos, mis temores y volvieron a resurgir los sentimientos impotencia, y sobre todo la insufrible resignación de sentirte a merced de la voluntad y las decisiones de los médicos.

Cuando las lágrimas y el dolor físico y emocional se apoderan de tus días,  el paso del tiempo puede convertirse en una pesadilla, si te sumerges en tus tragedias personales, si aplastas con tu llanto la esperanza.

Nadie nos dijo que el tránsito por esta vida sería un camino lleno de flores.  Las batallas cotidianas que debemos librar son muchas y constantes.  Algunos se rinden, desisten, se resignan y abandonan para no seguir luchando.  Simplemente bajan sus brazos en señal de aceptada frustración.  La vida se convierte en tragedia.  Yo soy de las afirma convencida de que debemos convertirnos en gladiadores eternos, para poder luchar en todos y cada uno de los ámbitos que nos toque vivir.  Luchar por lograr las metas. Luchar cuando el horizonte se aleje hasta volver a verlo para alcanzarlo. Luchar cuando el cuerpo mismo se convierta en tu propio enemigo. Luchar cuando encuentres obstáculos. Luchar, luchar y luchar  hasta el cansancio, sin rendirse jamás. Perderemos batallas, muchas quizás, pero siempre seremos triunfadores, porque hemos luchado hasta el final de nuestros días. Soy de las que defiende el trayecto construido por los buscadores de esperanzas.

Uno se pregunta muchas veces ¿Y qué es la vida? Yo digo que la vida es la suma de los días y años, en la que desarrollamos la afanosa, constante, simple, hermosa, triste y alegre tarea de existir en este mundo al que nos trajeron sin preguntarnos.

¿Qué es la enfermedad? La oportunidad de conocer el dolor, emocional y físico, para descubrir, recordar  y valorar los instantes de alegría, felicidad y amor.  Es el momento de sabernos humanos, finitos y de hacer conciencia de que somos una parte ínfima del universo; y de que estamos aquí por un tiempo limitado. Sólo así podremos valorar  todo lo vivido y recordar que sentir temor y miedo,  son sentimientos tan humanos como amar y sentirse dichoso.  

 

Vivir es una aventura cada día. La vida está llena de sorpresas: agradables, desagradables, tristes y alegres.  Me costó aprender ese simple corolario existencial. Estoy convencida de que renacemos varias veces en el trayecto de nuestras existencias.  Cuando hacemos conciencia de que la enfermedad, el dolor, la desesperanza y la muerte, de nosotros mismos y de los que amamos, constituyen el precio de sabernos vivos.  El mérito es no sucumbir, es seguir adelante con las costras y signos que nos dejan las heridas y los golpes que recibimos al caer.  Ver luz y esperanza a través de las lágrimas es nuestro reto, nuestra tarea y nuestra inspiración.  Renacer de las cenizas ha de ser la gran hazaña.  Encontrarle sentido a la enfermedad, nos hace trascender y nos libera de las cosas que creíamos grandes. Reconocernos limitados nos coloca en nueva perspectiva. Reconocernos simplemente humanos, nos  engrandece.  Querida Angélica, estas reflexiones son mi regalo. Mi manera de acompañarte en estos difíciles momentos que tanto te angustian.  Es simplemente mi manera de decirte que te quiero.

¿Es esta enfermedad

que salva la distancia

entre mi alma

y las almas de otras?

¿Una enfermedad que

crea relaciones,

un corazón por otras,

un deseo de ayudar?

¿Una enfermedad que

me hace fuerte,

abierta,

cariñosa?

¿Una enfermedad

que me da fe,

paciencia,

determinación?...

Esta enfermedad

que me hace preferir

vivir en el invierno

porque vivir siempre

en la primavera

de ignorancia

de lo fácil

no es vivir

sino vivir verdaderamente es

encontrar el sol

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