domingo, 5 de mayo de 2013

La muerte: Realidad y Temor


ENCUENTROS

LA MUERTE: REALIDAD Y TEMOR

Por: Mu-Kien Adriana Sang

Si la muerte pisa mi huerto
¿quién firmará que he muerto
de muerte natural?
¿Quién lo voceará en mi pueblo?
¿quién pondrá un lazo negro
al entreabierto portal?
¿Quién será ese buen amigo
que morirá conmigo,
aunque sea un tanto así?...

¿Quién pondrá fin a mi diario
al caer
la última hoja en mi calendario?
¿Quién me hablará ente sollozos?
¿quién besará mis ojos
para darles la luz?...

¿Y quién será el nuevo dueño
de mi casa y mis sueños...?

¿Quién pondrá fin a mi diario
al caer
la última hoja en mi calendario? (
Joan Manuel Serrat)

La vida es un maravilloso viaje a través del tiempo, que se inicia cuando abrimos los ojos al mundo, y, con nuestro primer grito anunciamos nuestra llegada. Pasan los días, los meses y los años, crecemos, nos insertamos como podemos en la sociedad que nos presenta sus puertas. Finaliza cuando cerramos los ojos para siempre e iniciamos el viaje hacia la eternidad.

La muerte es un enigma. Todos los que tenemos la dicha de disfrutar el estar vivos, le tememos y por esa razón nos alejamos de ella. Sin embargo, en nuestras vidas cotidianas  hemos tenido que enfrentar la verdad con la partida de familiares queridos y amigos entrañables. Vida y muerte es parte del dilema vital de contrarios, como las lágrimas y las risas; el trabajo y la diversión; la amistad y la enemistad; el amor y la desilusión; porque el viaje de la vida oscila entre contrarios aparentemente antagónicos que se entrecruzan constantemente, convirtiendo la existencia en una deliciosa aventura.

La gran y constante pregunta que nos hacemos es ¿Hay vida después de la muerte física? Las respuestas son múltiples. Los que defienden la racionalidad a ultranza y asumen la vida como todo lo que puede verse y tocarse, niegan esa posibilidad. Los que creemos en la trascendencia de Dios aseguramos que después de la muerte física, se reinventa la existencia con una nueva forma de vida, que no tiene límites porque es eterna y trascendente.

El misterio de la muerte ha sido abordado por todas las culturas a través de los tiempos. Ha sido un tema recurrente en el cristianismo.  Los primeros cristianos buscaron explicaciones. En el Eclesiastés es abordado desde diferentes perspectivas.  Uno de los que más me impactó es el fragmento de un tiempo para cada cosa. Como dice el sabio escritor, que hay tiempo para cada cosa, y sobre todo, hay un tiempo para vivir y un tiempo para morir.  En otro de sus capítulos aborda que la inminencia de la muerte no respeta a pobres, ni ricos, ni sabios ni necios, porque todos son, somos, iguales ante la muerte. 2:14 el sabio tiene los ojos bien puestos, mientras que el necio camina en tinieblas. Pero yo sé también que a los dos les espera la misma suerte. 2:15 Y me dije a mí mismo: si la suerte del necio será también la mía, ¿para qué, entonces, me hice más sabio?...

Pero la inquietud expresada en ese fragmento es contestada por el mismo autor, cuando se refiere a la condición humana. Yo he visto algo más bajo el sol: en lugar del derecho, la maldad y en lugar de la justicia, la iniquidad. "3:17 Entonces me dije a mí mismo:
Dios juzgará al justo y al malvado,  porque allá hay un tiempo para cada cosa y para cada acción. 3:18 Yo pensé acerca de los hombres: si Dios los prueba, es para que vean que no se distinguen de los animales. 3:19 Porque los hombres y los animales
tienen todos la misma suerte: como mueren unos, mueren también los otros.
Todos tienen el mismo aliento vital y el hombre no es superior a las bestias,
porque todo es vanidad. 3:20 Todos van hacia el mismo lugar: todo viene del polvo y todo retorna al polvo... 3:22 Por eso, yo vi que lo único bueno para el hombre es alegrarse de sus obras, ya que esta es su parte: ¿Quién, en efecto, lo llevará a ver lo que habrá después de él?"

Esta reflexión convence a nosotros los creyentes, de que las buenas obras de hoy serán premiadas en el Cielo. Es la recompensa, el aliciente y la esperanza del cristiano. Saber que los malos, los depredadores, los necios, los malvados y deshonestos tendrán castigo en el cielo, reconforta y tranquiliza. Pero yo quiero más. Yo espero también que en la tierra sufran por los daños causados a mucha gente.

 Hurgando sobre el tema localicé un trabajo de Carolina Orozco titulado la concepción de la muerte en el judaísmo, hinduismo y la cultura indígena [i]  La autora señala que para los judíos sostienen que puede entenderse la muerte siempre y cuando se entiende la vida: "los judíos están claros que antes de morir tienen que seguir un ciclo natural de la vida aunado a un proceso de comprensión donde la muerte forma parte de este proceso natural al cual se deben adecuarse conociendo que Dios es el creador de la vida y la muerte; asimismo en el texto talmúdico se reseña que el fin del hombre se denomina con la muerte."  Un elemento interesante del judaísmo es que la muerte se concibe como la separación del alma y el cuerpo, "no ya como una de las consecuencias del pecado original, sino como el fin natural de la vida y el paso de este mundo a otro."[ii]

En el caso de los hindúes, dice la autora, la muerte es considerada una liberación porque la vida en la tierra es sólo sufrimiento, "es por ello que buscan alcanzar un estado óptimo de conciencia mediante el cual el alma no necesite reencarnar más en ningún cuerpo físico"


En las comunidades indígenas la muerte es el producto de fuerzas impredecibles e incompresibles.  Para los Warao, por ejemplo, como dice Carolina Orozco, "la muerte ocurría por causa de grandes fuerzas que ellos consideraban sobrenaturales o sagradas, que actuaban dirigidas por personas de la misma tribu que mayormente eran ancianos y que a su vez podrían tener cargos políticos dentro de la comunidad." [iii]


 

Eduardo Berti en su blog "Bertigo" hace una referencia sobre un trabajo muy interesante de un misionero y sinólogo jesuita y francés, Henri Doré (1859-1931), quien en 1926 publicó un fascinante « Manual de supersticiones chinas » que aborda con detalles las prácticas funerarias y las apariciones de espíritus. Dice Doré que en el momento en que el enfermo está a punto de expirar, se le quita la almohada porque es imperioso morir en paz, que  significa estar en posición horizontal. La almohada entonces pasa a ser considerada nefasta y se coloca sobre el techo de la casa para que se descomponga a la intemperie. Asimismo, en la China antigua se considera que el enfermo debe morir con atuendos nuevos, pero nunca de piel, porque corre el riesgo de reencarnar en el cuerpo de una bestia. El moribundo no debe ver sus propios pies o una maldición caerá sobre sus hijos. Sigue diciendo Doré que al morir los deudores esperan con rezos el séptimo día después de la muerte, para que el alma del difunto sea conducida a un estrado (wang-hiang) para que eche una última mirada a las cosas terrenales.[iv]

Recuerdo que en mi infancia tuve que despedir a mi único tío paterno. Nos hicieron vestir de blanco porque así el espiritu del difunto parte con tranquilidad. Nos prohibieron el uso de sombreros de papel y se llenó la casa de humo del incienso para protegerla de los espiritus.

Así pues, la muerte es parte integral de nuestras existencias.  Debemos amar la vida con pasión, como si fuera el último día, pero sin temor a morir, porque es y será siempre el estadio final de nuestra existencia en la tierra.

 

mu-kiensang@hotmail.com

mu-kiensang@pucmm.edu.do

@MuKienAdriana


 



[i] http://pairadeza.blogspot.com/2010/01/la-muerte-en-el-judaismo-hinduismo-y-la.html

 
[ii] Ibídem
 
[iii] Ibídem
[iv] http://eduardoberti.blogspot.com/2009/02/la-muerte-en-china.html

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