domingo, 4 de septiembre de 2016

Cuba: espacios y transgresiones


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE



CUBA Y SUS LIBROS.  LA REINVENCIÓN COLONIAL. Espacios y transgresiones.



Por: Mu-Kien Adriana Sang





@MuKienAdriana

 
 La servicia cruel e inhumano trato que hacía tiempos experimentaba de su marido, en términos de haberla puesto en los últimos momentos de perder la vida, lo que había silenciado hasta entonces para que no trascendiera a otros, desesperanzada ya de remedio intentaba divorciarse perpetuamente, mediante a que ella no había dado causa o motivo para semejantes tratamientos, y le había guardado la lealtad y fidelidad a su matrimonio.  
[1]



La profesora Hernández Fox, profesora de la Universidad Externado de Colombia, escribió un artículo dramático sobre las condiciones de la mujer cubana a en los siglos XVIII y XIX. Inicia su artículo contando las peripecias Doña María Felicia Jáuregui contra su marido, Don Francisco Basabe en octubre de 1793. Cansada de vejámenes y castigos injustos, esta pobre mujer recurrió a la justicia para denunciarlo y solicitar el divorcio.  La demandante recibió el peso de una legislación que defendía a los esposos y sobre todo la condena moral y religiosa de la sociedad de su época y de la Iglesia Católica, por haber osado levantar la voz en contra de su marido:



El modelo de familia monogámica patriarcal…quedó reflejado en una serie de discursos normativos. La Iglesia ponderaba a la familia como el ámbito vital para el aprendizaje de los comportamientos virtuoso. En su seno, las mujeres debían hacer gala de castidad, suavidad, compasión, de sumisión al padre y esposo, guía del hogar. La literatura piadosa les persuadía de dedicarse con abnegación a su destino el matrimonio y la maternidad. Sus labores primordiales se encaminaban a velar por el buen funcionamiento de la casa, el cuidado de los ancianos o enfermos, la crianza y la educación religiosa de los niños. [2]



Destaca la autora que la familia no solo era un pilar de la Iglesia Católica, sino también de la Corona. En efecto, durante el siglo XVIII el Rey de España, Carlos III, promulgó varias cédulas reales que pretendían regular el entorno familiar y, oigan bien, también las prácticas sexuales.  Una de estas disposiciones fue la “Pragmática sanción sobre los matrimonios” promulgada en marzo de 1776.



En esta nueva legislación el padre gozaba de la patria potestad para decidir sobre el matrimonio de sus hijos menores de 25 años. Esta disposición no aplicaba, como era de esperarse, a las razas consideradas como menores, es decir, negros y mulatos.



El problema con esta disposición, dice la autora, es que con el crecimiento de las plantaciones azucareras, los matrimonios interraciales se hicieron cada vez más frecuentes. Tantos eran estas uniones que la Corona de España tuvo que dictaminar al respecto.  Así lo hizo.  En la Real Cédula del 15 de octubre de 1805 y el Auto Acordado del 22 de mayo de 1806, abordan el tema.  Mediante estas dos disposiciones se prohibía a los sacerdotes celebrar matrimonios sin contar con la autorización expresa del Capitán General.  ¿Consecuencia lógica? La propagación de la unión libre, que se convirtió en una estrategia para poder burlar las disposiciones y una práctica de adaptación social para también evitar los costos que significaban formalizar las uniones libres:



Un retrato de los hogares de los sectores más humildes, nos devuelve la imagen de parejas con hijos solteros, madres solas con sus niños o de una gran variedad de residentes que de algún modo se relacionaban entre sí.[3]



Con la llegada del siglo XIX, algunos intelectuales comenzaron a preocuparse por la situación social.  La condición de la mujer era dramática. La necesidad y la nueva apertura trajeron consigo la incorporación de la mujer blanca al trabajo, especificamos la raza porque las negras y mestizas, por sus propias circunstancias de exclusión, tenían que trabajar.  Dice la autora, que el censo de 1846 arrojó que el 41% de las mujeres libres de color trabajaba y el 19% de mujeres blancas también se habían incorporado al mercado laboral.  Este proceso fue muy interesante.  Muchas de las mujeres trabajaban en su vivienda. Con el tiempo, se convirtieron en talleres. Lamentablemente, a pesar de las cifras, estos cambios no llegaron a los hogares de las mujeres de las plantaciones de azúcar o café. 



A pesar de los avances en materia laboral, no se tradujeron en materia cultural e ideológica. La mujer siguió siendo dominada por el marido, quien era el propietario legal de su cuerpo, de sus ilusiones y de sus sueños.  Las esposas estaban destinadas a complacer al marido y criar a los hijos.  Lo más terrible era que las mujeres cuyos esposos consideraban que habían cometido falta, podían ser castigadas:



El castigo a las mujeres por parte de sus parejas era algo frecuente, un patrón de actuación que abarcaba a todas las clases sociales.  Estas agresiones alcanzaban ribetes más crueles cuando se hallaban asociadas a los adulterios, entonces podían ser privadas de los alimentos y sometidas a palizas y humillaciones de todo tipo. [4]

Como era de esperarse, el matrimonio no tenía disolución, no importa la gravedad del problema entre las parejas.  Sin embargo, las autoridades eclesiásticas, en casos muy excepcionales, concedieron divorcios o separaciones autorizadas, pues ninguno de los dos miembros de la pareja podría casarse de nuevo mientras uno de los dos estuviera vivo. 



Así pues, la familia constituyó el espacio fundamental para el control social, tanto de la Corona como de la Iglesia Católica. Por suerte, hubo mujeres como Doña María Felicia Jáuregui, por atreverse a denunciar los vejámenes cometidos por su esposo Francisco Basabe.  Mujeres como ellas sembraron para que hoy nosotras tengamos mayor libertad.



Con este artículo finalizo la serie sobre este interesantísimo libro “La reinvención colonial de Cuba” que coordinó la historiadora Imilcy Balboa Navarro.  Y finalizamos para no aburrir a los lectores, pues cuenta con otros interesantísimos ensayos, pero para muestra varios botones.

Hasta la próxima.



[1] Cuadernos de Audiencia de las diligencias por Doña María Felicia Jáuregui contra Don Francisco Basabe sobre divorcio, citado por Leonor A. Hernández Fox, ”Espacios y transgresiones. Familia y mujer en Cuba durante el siglo XIX, en  Imilcy Balboa (editora), La reinvención colonial de Cuba, Santa Cruz de Tenerife, España, Ediciones Idea, 2012, p.334.
[2]  Leonor A. Hernández Fox,”Espacios y transgresiones… op. cit. p.337. 
[3] Ibidem, p. 342.
[4] Ibidem, p. 350.

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