ENCUENTROS
José Ortega y
Gasset y su España invertebrada
Por: Mu-Kien
Adriana Sang Ben
Esta perspectiva histórica
nos permite hacer una valoración de la vertebración o desvertebración de España
hoy, preguntándonos si fue el de Ortega un diagnóstico acertado, si sigue
siendo útil, qué se ha logrado y qué falta por hacer…
Este libro se presentaba
como una “aplicación del método de la razón histórica, un estudio del proceso
general de la integración y descomposición de las naciones, una teoría de la
sociedad, como una ecuación de minoría ejemplar y una masa dócil a esa
ejemplaridad, así como la explicación de fenómenos característicos de la
Historia de España, como los pronunciamientos, los regionalismos y los
separatismos, y la acción directa de determinados grupos sociales, en suma, los
particularismos que disociaron nuestras clases y regiones.”
Todo esto se contiene en
verdad en este libro, y lo convierte en un clásico del pensamiento español.
Pero quizá su mayor atractivo resida hoy en el original y certero análisis del
problema capital de España, derivado de los particularismos políticos y
sociales, en especial de aquel que afecta a la unidad final de España: los
llamados nacionalismos particularistas. Federico Trillo-Figueroa[1]
España está
viviendo hoy día un proceso interesante de su desarrollo democrático e
institucional. Por primera vez en su historia, los partidos tradicionales han
tenido que pactar, sin quererlo, con los emergentes. La crisis de la monarquía, obligó al hoy Rey
emérito a renunciar a favor de su hijo Felipe que desde hace dos años es el Rey
de España, una nación sumergida en crisis económica, política y sobre todo, de
crisis de credibilidad de su principal institución cohesionadora: La
Monarquía. Gracias a un esfuerzo
contundente del nuevo rey, se ha logrado detener la percepción sobre la
institución que preside y le da sentido, a pesar de los escándalos familiares.
Los
nacionalismos en España siguen vigentes. Un segmento de Cataluña lucha por
alcanzar la independencia. Los vascos
están más tranquilos, pero en su tierra sigue latente el sentimiento
conspirador del estatus quo del nacionalismo.
La “España
Invertebrada” del gran Ortega y Gasset se escribió al calor de la realidad
política, económica y social de su época.
Los artículos que recoge la pequeña obra fueron escritos en los
convulsionados años de 1920-1922 en el diario El Sol. España había colapsado como imperio, pues en
el año de 1898 había perdido sus últimas posesiones ultramarinas. Al mismo tiempo, la situación interna de la
otrora gran nación imperial vivía momentos de ebullición política de los
sectores sociales. Como afirma el prologuista de la obra, Trillo Figueroa, “A
la pérdida de las últimas colonias sucedió la crisis de los partidos turnantes,
incapaces, tanto de alcanzar liderazgos que sucedieran a los Canovas y Sagasta,
manteniendo unidad de los partidos, cuando de abordar una auténtica
regeneración del sistema que aquellos habían forjado en torno a la monarquía de
Sagunto. Los movimientos obreros arraigaban al margen del sistema: los de
carácter libertario en el medio rural, mientras que el sindicalismo socialista
lo hacía en los núcleos urbanos e industriales.
La cuestión de Marruecos, pobre remedo de nuestro perdido carácter de
potencia colonial, será la desencadenante de nuevas tensiones, que encontrarán
respuesta en la movilización callejera y en una oposición asamblearia de
carácter extra parlamentario.”[2]
Además de ese
panorama bien descrito, los nacionalismos vasco y catalán habían iniciado la
definición de sus respectivas características ideológicas, que se resumen, en
una palabra: la separación. En ese
contexto se sitúa la reflexión de José Ortega y Gasset, en el que plantea la
crisis histórica del proyecto que se había forjado en la nación española, de la
unidad a la desarticulación.
La primera parte
del libro se titula “Particularismo y Acción Directa”, que cuenta con varios
apartados en los cuales resume sus reflexiones: “Incorporación y
Desintegración”, “Potencia de Nacionalización”, “¿Por qué hay separatismo?”,
“Tanto Monta”, “Particularismo”, “Compartimentos Estancos”, “El Caso del Grupo
Militar”, “Acción Directa”, y “Pronunciamientos”.
Por razones de
espacio, y sobre todo para no agotar a mis lectores, voy a hacer un resumen con
las principales ideas. Leer estos
artículos constituyen un verdadero deleite para aquellos que amamos la
historia, para quienes están, estamos, convencidos que el análisis histórico
nos permite entender el presente. Pero, además, su prosa no es solo pulida,
sino que demuestra en cada párrafo una erudición impresionante.
En la
“Incorporación y Desintegración” plantea que la incorporación histórica no es
la “dilatación de un núcleo inicial”, para justificar su posición habla del
Imperio Romano como ejemplo de que la dilatación no siempre es positiva. Asegura también que el sometimiento, la
unificación por la fuerza y la incorporación compulsiva no implica, en modo
alguno, la muerte de los grupos: “la fuerza de independencia que hay entre
ellos perdura, bien que sometida; esto es, contenido su poder centrífugo por la
energía central que los obliga a vivir como parte de un todo y no como todos
aparte. Basta con que la fuerza central, escultora de la nación… amengüe, para
que se vea automáticamente reaparecer la energía secesionista de los grupos
adheridos.”[3]
En el segundo
apartado, “Potencia de Nacionalización”, Ortega afirma que el poder creador de
las naciones es una especie de “quid divinium”, es decir, un genio o talento
tan especial y particular como lo son la poesía, la música y la religión. Por esta razón, afirma, la historia ha
evidenciado que existen pueblos cultos que carecen esa identidad cohesionadora,
y sin embargo, hay otros, que sin ser muy cultos, tienen un alto grado de
cohesionadora identidad. En sus palabras:
“En toda auténtica incorporación, la fuerza tiene un carácter adjetivo. La
potencia verdaderamente sustantiva que impulsa y nutre el proceso es siempre un
dogma nacional, un proyecto sugestivo de vida en común. Repudiemos toda
interpretación estática de la convivencia nacional y sepamos entenderla
dinámicamente…No viven juntas las gentes sin más ni más y porque sí… Los grupos
que integran un Estado viven juntos para algo: son una comunidad de propósitos,
de anhelos, de grandes utilidades. No conviven para estar juntos, sino para
hacer juntos algo…Las naciones se forman y viven de tener un programa para
mañana….[4]
Lamentando
enormemente que el espacio se agotó. Me
quedé con el deseo de seguir resumiendo este pensamiento profundo, agudo y
culto del gran José Ortega y Gasset. Hasta la próxima.
[1] Prólogo de Federico Trillo-Figueroa, en José Ortega y Ga sset, España invertebrada, hermanotemblon.com/.../Ortega%20y%20Gasset,%20Jose/Ortega%20y%20Gasset,%2
[2] Ibidem.
[3] Ibidem, p. 26
[4] Ibídem, pp. 28 y 29
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