domingo, 4 de septiembre de 2016

Cuba y los indicios de sociedad civil


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE



CUBA Y SUS LIBROS.  LA REINVENCIÓN COLONIAL. Indicios de la sociedad civil



Por: Mu-Kien Adriana Sang





@MuKienAdriana



Una de las nociones que con más fuerza ha irrumpida en la agenda de los historiadores en los dos últimas décadas ha sido esfera pública, sea en su versión original o en la adaptada de espacios públicos. A comienzos de los años 80 del siglo XX el concepto de esfera pública comenzó a interesar a las ciencias sociales que se ocupaban de las condiciones de la democracia a propósito de las transiciones desde las dictaduras de la Europa meridional, de América Latino poco después y, en particular, a partir de 1989, de la desaparición de los regímenes comunistas en el este de Europa.  [1]



José A. Piqueras es uno de los más importantes historiadores españoles de la España actual.  Es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Jaume, y desde hace muchos años tiene a Cuba como su objeto de investigación.  Ha publicado “Cuba, emporio y colonia” publicado en el año 2003 por el Fondo de Cultura Económica (FCE),  y, “Sociedad civil y poder en Cuba” publicado en 2006 por la editorial Siglo XXI, solo para mencionar algunos trabajos de su larga lista de publicaciones.



En la obra de compilación de interesantes ensayos sobre la historia de Cuba, Piqueras nos regala un trabajo sobre la sociedad civil de la Cuba de hoy.  Parte de las ideas de Habermas quien definía el concepto de lo público: 

Lo público había convivido durante siglos en relación dialéctica con lo privado, constreñido al máximo hasta que pudo ampliar su campo de acción y adquirió aplicación técnico-jurídica al surgir el Estado Moderno y separase de éste la sociedad civil; ese proceso, siguiendo a los autores clásicos, lo identifica históricamente con la emergencia y el asentimiento de la sociedad burguesa, precisamente, se institucionaliza a través de la esfera pública, de la publicidad de lo político.[2]



Después hace un repaso con los principales autores clásicos que han abordado el concepto de sociedad civil: Locke, Hegel y Gramsci.  Plantea que la posición gramsciana le resultaba la más práctica para referirse a la Cuba del siglo XIX.  Piqueras plantea dos momentos importantes, a saber:



1.       1878—1898 en el que se evidencia la emergencia de la clase media con conciencia de su papel. “Podemos ver a las… clases medias desplegar todo un repertorio de respuestas y actividades, en su mayor parte articuladas por abogados, médicos, técnicos y publicistas que en muchos casos se vinculan a la política que es posible realizar dentro del orden social establecido del sistema político vigente, aún cuando aspiren a modificarlo.”[3]

2.       El segundo período abarca las décadas iniciales de la República. En ese momento, dice el autor,  es que puede aplicarse la teoría de Gramsci. “Aquí, dice Piqueras, la hegemonía no se disputa a través de la cultura, o no lo hace esencialmente mediante la cultura, sino que es una consecuencia de la participación en la guerra de independencia y de las redes clientelares creadas durante la lucha en las regiones de procedencia.  Es por ello que los intelectuales-pensadores ceden protagonismo a otro tipo de intelectuales orgánicos, los llamados “generales y doctores”… La autoridad que despliegan les permite controlar en buena medida desde arriba el tejido asociativo que no cesa de crecer y desarrollarse después de 1899.”[4] 



En relación a la sociedad civil Piqueras plantea dos ideas fundamentales. En primer lugar sostiene que en el siglo XIX en Cuba no puede reconocerse la existencia de la sociedad civil, y cuando aparece es muy débil.  Esto se explica, sigue diciendo el autor, debido a la persistencia del régimen colonial. En segundo lugar, dice, es cuando se producen los cambios en el último cuarto del siglo XIX.  “La Revolución gloriosa de septiembre modificó el régimen político español; la insurrección mambí de 10 de octubre puso a prueba la voluntad de llevar las reformas a la colonia, entre ellas los nuevos derechos reconocidos en la metrópoli libertad de reunión, asociación y prensa, derecho a elegir a las autoridades locales y a los representantes en Cortes.”[5] En ese momento se puede hablar de un cierto auge de las organizaciones sociales y, por tanto, de la sociedad civil.



Este avance sin embargo, se vio retrasada, aletargada más bien, en el siglo XX, especialmente después de la revolución cubana que comenzó en enero de 1959. La desconfianza a la ciudadanía era el signo.  Con el tiempo, y los cambios que se produjeron en las sociedades comunistas en Europa hicieron que resurgiera en La Habana el sentimiento de asociación en pequeños grupos.  Después de un largo recorrido sobre la historia política de Cuba, Piqueras concluye:

Al observar el pasado de Cuba a menudo nos hemos dejado ganar por la imagen deslumbrante que los ideólogos de la cubanidad fijaron en el siglo XIX y comienzos del XX, muchos de ellos provenientes del autonomismo y todos convencidos de su patriotismo. Es más, el retraso del país en acceder a la independencia – y hasta en demandarla de manera colectiva- era suplido con una sublimación del número y la calidad de realizaciones culturales… A falta de una nación política, imaginaron con carácter retrospectivo una potente nación de tinta y papel que todavía pregna la historiografía más nacionalista y menos crítica de Cuba y sobre Cuba. [6]



Me encantó el artículo. Plantea, con una envidiable formación teórica, una crítica a la interpretación tradicional de la historia cubana. Una motivación para seguir leyendo a Piqueras, pues su visión desde la lejanía, ofrece una perspectiva diferente a lo que tradicionalmente hemos conocido en la historia cubana.



[1]José A. Piqueras, ”Fronteras y densidad de la sociedad civil en Cuba”, en  Imilcy Balboa (editora), La reinvención colonial de Cuba, Santa Cruz de Tenerife, España, Ediciones Idea, 2012,
[2] Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública, citado por Piqueras, op. cit. p. 421.
[3] Piqueras, op.cit., p.424
[4] Ibidem, p. 426.
[5] Ibidem, p. 432.
[6] Ibidem, p.444.

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