domingo, 4 de septiembre de 2016

La plantación cañera y la crisis de la esclavitud en Cuba


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE



CUBA Y SUS LIBROS.  LA REINVENCIÓN COLONIAL. La plantación cañera y la esclavitud en crisis  

Por: Mu-Kien Adriana Sang





@MuKienAdriana



 En plena economía cubana el cultivo de caña de azúcar se ensancha. Al tiempo que alcanzar la costa isla adentro se convertía en indispensable, se fueron reduciendo los costos de transporte.  Tan intransitables habían sido los caminos de carros y carretas que a finales del siglo XVIII arrendatarios y mayorales se exponían a ser multados si continuaban abriéndolos a hacha y machete. [1]



Continuamos con el texto del que hemos estado trabajando desde hace dos entregas.  No podríamos hacer la exposición de todos los ensayos, aunque son interesantes todos.  Hicimos una selección de cuatro.  La escogencia obedeció a un criterio personal, muy personal.  Seleccioné los que más me atraían por los temas tratados.



En la entrega de hoy vamos a trabajar con el ensayo de Claudia Varella que se titula “Tributos sobre la posesión. Pequeños propietarios de esclavos.”  Aborda cómo a la llegada del siglo XIX, se fue abriendo paso un período decisivo. Como ocurrió en nuestro país, el desarrollo del azúcar trajo consigo la transformación en el sistema de comunicación:

 Con el nuevo siglo se fue abriendo paso a un período decisivo de trenes pioneros acelerando la exportación azucarera; y en medio de la excitación productiva los hacendados se centraron en optimizar la distribución de la población esclava…[2]



Uno de los dramas de la economía azucarera de plantaciones en Cuba, y en muchas otras islas del Caribe, el crecimiento productivo se traducía en una mayor explotación de la mano de obra esclava.  Había un drama planteado.  A esta situación se le suma la corriente existente a nivel internacional que exigía el fin del comercio triangular.  Las colonias que utilizaban esta  mano de obra debían aclarar y justificar su situación, razón por la cual comenzaron a elaborar legislaciones tendentes a regular la compra de esclavos:

Se trataba de controlar el alcance del trabajo forzado, trata ilegalizada…Así se fue conjugando la legislación contra la persecución del tráfico negrero con los impuestos indirectos sobre la propiedad de los esclavos, en especial de los esclavos alquilados y del servicio doméstico, proclives a entrar en la categoría tipificada de “esclavos jornaleros” por su capacidad de ser fuente de jornales para sus amos.[3]  



Los hacendados debían pagar al gobierno colonial por el derecho al uso de los esclavos. Uno de los impuestos más importantes fue el impuesto de capitación.  Este impuesto tenía mucha importancia sobre todo en relación a los esclavos dedicados al servicio doméstico.  “Su posesión dejaba huella documental porque, con intermitencia, se les asignó una carga extra, ligada a su correspondiente y controvertido padrón….La carga tributaria sobre la posesión de esclavos en el servicio doméstico en tiempos de economía de plantación arrancaba, pues, desde su propio despegue, a finales del siglo XVIII.”[4]



Los tiempos cambiaron. La presión sobre la trata de negros tuvo sus consecuencias. Señala el autor que este impuesto pasó de dos pesos por cada esclavo, según la Cédula Real del 28 de febrero de 1789, a un solo peso en 1845, producto de un nuevo marco legal restrictivo. Sin embargo, dice el autor,  el comercio ilegal no se detuvo, pero amainó.  La situación se reflejó en la disminución de la mano de obra que podía trabajar en la agricultura.



La esclavitud no se detuvo, a pesar de la situación.  Como tampoco tuvo un pare la voracidad impositiva del gobierno colonial. El autor plantea que en Cuba el impuesto personal sobre esclavos fue llevado a su expresión máxima en 1854, una vez Pezola fue puesto como cabeza principal del gobierno colonial cubano. A pesar de los intentos del nuevo incumbente de mantener la política esclavista en la colonia no se fortaleció como era su deseo.  Las ideas revolucionarias e independentistas comenzaron a calar en muchos sectores. El argumento de Pezola era que los blancos no podían dedicarse a las labores que realizaban los esclavos.

Pezuela, a quien las leyes no facultaban para aumentar contribuciones o arbitrios, había presentado al objeto de su maltrecha propuesta dos vertientes distintas y, a su modo de ver, complementarias: por un lado, bombardear económicamente al Tesoro; por otro, extinguir gradualmente la esclavitud…[5]



El texto es interesantísimo. Ofrece datos interesantes, que a veces resultan contradictorios entre una corriente esclavista y otra que buscaba deshacer esa práctica social y económica que puso en juego la vida de millones de seres en el mundo.  Aunque trabaja con el caso cubano, sus reflexiones trascienden el marco de la isla:

 Tanto en la idea de la naturaleza del esclavo, como en la de la mediatización del sistema, se observa la influencia de las teorías sobre la evolución y adaptación de las especies al medio, que estaban en boga en la época. Ya desde el siglo XVIII los pensadores ilustrados venían elaborando una explicación para el origen del hombre que mezclaba principios monogenistas, basadas en la creación sostenida por el Génesis, con planteamientos que explicaban las diferencias entre las razas humanas…

Y a lo largo del siglo XIX los avances en la ciencia y los nuevos principios biológicos basados en las diferentes medidas del cráneo de las distintas razas dieron un nuevo énfasis a los factores medioambientales, a lo que se unieron las teorías poligenistas –diferentes orígenes para las distintas razas- unidas a la aceptación de un detrimento racial que le proporcionaron nuevas consideraciones acerca de la diferenciación e inferioridad de la raza negra…[6]



Como puede observarse, en este apretadísimo resumen de un ensayo profundo, enjundioso e interesante, la esclavitud tenía una justificación económica y moral.  La primera otorgaba muchos beneficios a los propietarios de ingenios y la segunda buscaba una explicación racional para justificar las barbaridades cometidas en la explotación de los esclavos, gracias a una teoría que acallaba la conciencia al explicar que la raza negra era inferior.



[1]Claudia Varella, “ Tributos sobre la posesión. Pequeños propietarios de esclavos”, en  Imilcy Balboa (editora), La reinvención colonial de Cuba, Santa Cruz de Tenerife, España, Ediciones Idea, 2012,
[2] Ibidem, p.210
[3] Ibidem.
[4] Ibidem, p.212.
[5] Ibidem, p. 223.
[6] Ibidem, p. 276

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