jueves, 24 de septiembre de 2015

De vuelta con EDGAR MORIN. La complejidad según los niveles educativos


ENCUENTROS

De vuelta con EDGAR MORIN.  La complejidad según los niveles educativos

Dedicado a mi hermana-amiga mexicana Patricia Gascón Muro

Es necesario desarrollar una pedagogía de la pregunta. Siempre estamos escuchando una pedagogía de la respuesta. Los profesores contestan a preguntas que los alumnos no han hecho…

Enseñar exige respeto a los saberes de los educandos

Enseñar exige respeto a la autonomía del ser del educando

Enseñar exige seguridad, capacidad profesional y generosidad

Enseñar exige saber escuchar

Nadie es, si se prohíbe que otros sean, Paulo Freire

 

El punto de partida de Morín, como también lo ha defendido siempre el gran Paulo Freire, es la pedagogía sobre la base de preguntas.  A través de estos cuestionamientos incentivamos la  curiosidad para despertar la conciencia.  Edgar Morín propone un accionar educativo adecuado a los tres niveles educativos (primaria, secundaria y universidad)

A nivel primario Morín señala que es el momento ideal para iniciarlos en el pensamiento complejo, adecuándoles su pensamiento, iniciándolos en el verdadero programa interrogativo que debe partir de la condición humana.  Es enseñarles a preguntar y a preguntarse sobre su condición de ser biológico y cultural.  Se iniciarían descubriendo la condición físico-química de la organización biológica; y a partir de la física insertaremos al ser humano en el cosmos.  Y como ser humano que es que vive en una comunidad, debemos motivarlos a descubrirse en sus relaciones sociales e históricas:

De esta manera se realizaría desde la escuela primaria un camino que vincularía la interrogación sobre la condición humana con la interrogación sobre el mundo.

Al mismo tiempo que las materias se diferencian y se vuelven autónomas, hay que aprender a conocer, es decir, simultáneamente a separar y unir, analizar y sintetizar. Hecho esto se podrá aprender a considerar las cosas y las causas. (La cabeza bien puesta, p.81)

¿Qué  es una cosa, se pregunta Morín? ¿Qué es una causa? También se hace la interrogación el sabio francés. Buscando las respuestas a estas dos preguntas, dice, los niños se formarán un conocimiento capaz de enfrentar la complejidad.   Un elemento interesante es que Morín sostiene que para lograrlo, el autoexamen debe enseñarse desde la escuela primaria:

“Se enseñarán especialmente los errores o deformaciones que aparecen en los testimonios más sinceros o convencidos, se estudiará la manera en que el pensamiento oculta los hechos que molestan el punto de vista sobre las cosas: se mostraría cómo esta visión de las cosas depende menos de la información que de la manera en que se estructura el modo de pensar. (La cabeza bien puesta, p.82)

El camino de uno mismo, el recorrido por los laberintos internos, conduciría necesariamente al conocimiento y buen uso de los medios de comunicación. Los niños utilizan hoy la cultura mediática, el maestro no debe denunciar ni reprimir, sino hacer uso de esos medios para ayudar a pensar.

La enseñanza secundaria debe ser, según Morín, el lugar ideal para aprender lo que es y debería ser la verdadera cultura, el momento clave para establecer el diálogo entre la cultura de las humanidades y la cultura científica.  Un elemento interesante es que el filósofo plantea que la historia juega un papel clave en este nivel, porque permite situar a los jóvenes en su propio momento histórico, pero sobre todo le da la perspectiva macro sobre el curso mismo de la humanidad, ya que porque les permite el conocimiento del carácter multidimensional y complejo de las realidades humanas.  En esa perspectiva, los programas deben reemplazarse por guías de orientación que permitan a los profesores superar el estrecho marco de las disciplinas para situarse en los nuevos contextos, a saber: el universo, la Tierra, la vida, lo humano:

A partir de ese momento, las enseñanzas científicas podrían encontrar su convergencia, con la coordinación de un… docente polivalente hacia el reconocimiento de la condición humana dentro del mundo físico y biológico.

Debería instituirse una enseñanza agrupada de las ciencias humanas cuyo eje fuera, según las disciplinas, el destino individual, el destino social, el destino económico, el destino histórico, el destino imaginario y mitológico del ser humano. (La cabeza bien puesta, p.83)

En esa perspectiva, la enseñanza de las humanidades no debe ser disminuida, sino por el contrario, magnificada.  La filosofía debería ser uno de los núcleos de reflexión del conocimiento científico. Y finalmente, la enseñanza de la historia debería coronar el proceso, siempre y cuando su enseñanza no se reduzca al estrecho y aburrido marco de fechas y hechos, sino al conocimiento que permite aprehender y aprender el carácter complejo y multidimensional de la realidad humana.  Solo así podrá desarrollarse una formación ciudadana.  Porque el fin de todo es la ciudadanía universal.

En el nivel universitario Morín sostiene que la universidad debería tener la misión y la función trans-seculares, en la cual a través del presente van pasando hacia el futuro.  Esta es, dice, una misión transnacional que transciende el encierro nacionalista de las naciones modernas:

La Universidad conserva, memoriza, integra, ritualiza una herencia cultural de saberes, ideas, valores; la regenera al volver examinar, al actualizarla, al transmitirla; genera saber, ideas y valores que, entonces van a entrar dentro de la herencia. De esta manera es conservadora, regeneradora, generadora. (La cabeza bien puesta, p.85)

Entonces uno podría preguntarse ¿es la universidad conservadora por antonomasia? A esta gran pregunta el filósofo francés y universal dice que el término conservación es vital porque significa salvaguardia y preservación, pues no es posible pensar en el futuro si no se resguarda el pasado, “y estamos en un siglo en el que están trabajando múltiples y poderosas fuerzas de desintegración cultural.” (P. 85). Pero ojo, la conservación no debe ser estéril, ni dogmática, tampoco rígida y fija.  La universidad, por el contrario, siendo preservadora de la herencia, debe responder al desafío del desarrollo de las ciencias y de la problematización profunda de la cultura.  De ahí surge la doble función paradójica de la universidad: adaptarse a la modernidad científica e integrarla al mismo tiempo a la herencia cultural.  Tiene que ser capaz de adaptarse a los cambios y a las nuevas exigencias:

¿La universidad debe adaptarse a la sociedad o la sociedad debe adaptarse a la universidad? Existe complementariedad y antagonismo entre las dos misiones, adaptarse a la sociedad y adaptar la sociedad a uno: una remite a la otra formando un bucle que debería ser productivo. No se trata solo de modernizar la cultura: se trata también de culturizar la modernidad. (La cabeza bien puesta, p.86)

No niega Morín, ¡sería negarse a sí mismo! Que las universidades tienen también que responder a la necesidad urgente de formar recursos humanos que trabajen en la sociedad.  Debe dar respuesta a las necesidades de formación en las diferentes áreas profesionales, y a su vez, proporcionar profesores para las nuevas profesiones, pero también “proporcionar una enseñanza meta-profesional, meta-técnica, es decir una cultura.” (La cabeza bien puesta, p.86)

En definitiva lo que plantea el pensador es que la educación es el arma principal para educar un nuevo ser humano que se ve a sí mismo como un ser crítico, en el cual la incertidumbre es su signo, su modus operandi para caminar, para buscar las verdades parciales en su tránsito por su propia historia y la historia de la humanidad.

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