jueves, 24 de septiembre de 2015

Descubriendo el Caribe insular no hispánico: Martinica. Edouard Glissant, 2


TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE

 

Descubriendo el Caribe insular no hispánico: Martinica. Edouard Glissant, 2

 

Por: Mu-Kien Adriana Sang

 

sangbenmukien@gmail.com

mu-kiensang@pucmm.edu.do

@MuKienAdriana

 

   Los hombres salen de la tierra
con sus rostros demasiado fuertes
y el apetito de sus miradas
sobre la veladura de sus claridades

     Las mujeres marchan delante de ellos
la isla pronto se torna mujer
apiadada de sí misma pero crispante
sus desesperación en su corazón desnudo

     La isla entera es una piedad
que sobre sí misma se suicida
 
Edouard Glissant, De Un champ d'iles (1953)
Versión en español: Rafael Lozano

 

Como hemos señalado a lo largo de esta columna la esclavitud impuesta por las plantaciones marcó profundamente la identidad de los habitantes del mundo Caribe, especialmente en aquellas islas dominadas por los ingleses y franceses, donde el dolor de sus ancestros explotados todavía resuena en los corazones de los hombres y mujeres de esas pequeñas tierras rodeadas por el caluroso y hermoso mar tropical.  En Martinica, Guadalupe, Barbados, Jamaica… solo para mencionar algunas, todavía resuenan los tambores de los esclavos que expresaban su dolor, sus penas y sus esperanzas desgarradas a través de su sonido, sórdido a veces, del único instrumento por el cual le permitían expresarse.  En las novelas, en el teatro, en la poesía, en cada línea que se escriben sus intelectuales el llanto es su signo:

 

El grueso de los escritores…eran afrodescendientes, la cuestión de la esclavitud, en muchos casos la reivindicación de la negritud y la solidaridad con los movimientos por la defensa de los derechos civiles de los Estados Unidos se hacen patentes.  Hay una intención en ahondar en el origen, desentrañar el sufrimiento y el olvido de los esclavos y cimarrones.

Las literaturas caribeñas, con sus particularidades específicas y sus tiempos históricos correspondientes, tienen elementos en común… motivo por el cual literatos como Antonio Benítez Rojo (1931-2005), Edward Kamou Brathwaite (1930-) y Édouard Glissant (1928-2011) hablan de una estética caribeña independientemente de la lengua en que se exprese su literatura…[1]

 

Esta afirmación la hizo la profesora Margarita Aurora Vargas Canales en un hermoso libro titulado “Martinica. Tras las huellas de la antillanidad” publicado el año pasado por el Centro de Investigaciones sobre América Latina y El Caribe de la UNAM.  Sostiene que Édouard Glissant forma parte de la generación de escritores que defiende la identidad caribeña.  Lo considera como el intelectual que más ha aportado al debate sobre las culturas caribeñas en relación con el mundo.   Se le considera incluso el padre de la antillanidad.

 

El gran intelectual martiniqués, Édouard  Glissant nació en Martinica en 1928.  Murió hace apenas 4 años, en 2011. Estudió gran parte de su vida académica en la metrópoli, Francia.  Allí bebió de sus ideas, para hacerse más rebelde y crítico. Como buen curioso que era de la vida, decidió viajar por el mundo:

 

Su deambular por el mundo lo llevaría a diferentes países de Europa, donde ahondó en la lectura de los escritores románticos de estos países y aumento su gusto por la pintura y la literatura. No tardó en cuestionar la difícil situación económica de su isla, motivo por el cual se convirtió en un militante del Faga.[2]

 

La activa participación política de tuvo sus consecuencias.  Fue impedido de retornar a su amada Martinica por más de diez años.  Esta decisión en vez de amedrentarlo, lo motivó  para proseguir con su actividad política y académica.  Además de conspirar en contra el colonialismo francés, aprovechó su estancia en Europa para estudiar otras carreras como fueron: sicología, filosofía y etnografía. Se creció intelectualmente.  En 1958 ganó el premio Renaudot por su obra La Lézarde.

 

Años más tarde, después de décadas de intenso activismo político e intelectual, fue nombrado como Director de Publicaciones de la UNESCO.  Su fama llegó hasta Estados Unidos.  Fue invitado a formar parte del cuerpo de profesores de la Universidad de Luisiana.  Inquieto y aguerrido, poco tiempo después decidió ir a vivir a New York.

 

Glissant fue prolífero en sus escrituras. Defendía la necesidad de la criollización, entendida por este gran pensador como la búsqueda y el reencuentro con los ritmos caribeños para expresar su vida y su cultura de su gente, de su pueblo:

 

El análisis rastrea la búsqueda glissantina de la identidad antillana a través de la escrituras de las novelas… La propuesta parte de la idea que la percepción del autor y los personajes que crea tienen  una interacción con la naturaleza; este vínculo es el que se analiza.

Así, mediante los sentidos, el escritor percibe una naturaleza determinada, y reconstruye (¿o acaso construye?) un paisaje específico. Las principales interrogantes que se plantean son: ¿Cómo es la naturaleza glissantiana que traduce en su novelística? ¿A qué responden las diferentes representaciones que resultan? Y ¿Cómo contribuye su escritura en la creación de imaginarios culturales antillanos?[3]

 

Sus tres primeras obras fueron fundamentales para forjar su pensamiento. La primera fue Lézarde, en la cual sienta las bases para reconstruir desde su propio imaginario el paisaje de su isla.  La segunda novela es “Malemort”, en la que se pueden ver con claridad los elementos más importantes de la cultura popular caribeña, una forma de  Glissant expresa la necesidad de buscar una identidad propia a través de dos expresiones culturales muy particulares: el carnaval y los entierros.   La tercera gran obra de este autor es La Case du “Commandeur”, en la cual el autor trata de abiertamente de denunciar la situación política, económica y social de la isla en relación a la metrópoli francesa:

 

La crítica a la educación oficial impartida en las escuelas gubernamentales está implícita en su literatura. La propuesta que se desprende de sus novelas para enfrentar esta situación es la búsqueda, al interior de los propios personajes y al interior de la propia isla.

 

Tanto los procesos de colonización como los de descolonización en el mundo impactan la novelística glissantiana, y aun cuando no son los únicos temas de su universo de creación literaria, sí ocupan un lugar fundamental dentro del mismo…. (En) esta primera etapa como novelista Édouard Glissant presenta una ideología clara: anticolonialista y partidario de la independencia cultura de las Antillas francesas. [4]

 

En sus novelas, Glissant hace un retrato escrito de su Martinica amada. Sus iglesias, sus liceos, sus oficinas públicas, sus parques, el campo, las montañas y su mar, son elementos constantes en su relato. Así como hay nostalgia y añoranzas en sus textos, también hay crítica mordaz a esos espacios que refleja el centro del poder:

 

La mirada del escritor es interna: incluso hay una exaltación del paisaje natural de Martinica. Esta visión adquirirá nuevas formas a lo largo de la escritura glissantiana… se presentan elementos de la cultura popular martiniqueña y referencias a las otras islas del Caribe insular, e inclusa a otras regiones latinoamericanas, como Perú. La mirada glissantiana experimenta una difracción hacia el mundo, lo que él mismo llama “la relación”, que centra su atención posteriormente en procesos como el caos, las migraciones y los exilios.[5]

 

Sus obras de la adultez fueron las novelas Mahagony (1987), Totu-Monde (1995), Sartorius: le roman des batoutos (1999) y Ormerod (2003).  Todas ellas presentan una visión más actual del mundo, y algo muy interesante, su enfoque no es al yo individual, sino al nosotros, diferente a lo que había ocurrido en sus primeras novelas.

 

En las próximas entregas abordaremos el pensamiento de este gran martiniqués, que trascendió su propia isla para hacerse universal.



[1] Margarita Aurora Vargas Canales, Martinica. Tras las huellas de la antillanidad,  Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la Universidad Autónoma Nacional de México,  México, 2014. Pp.  12.-13
[2] Ibidem, p. 15
[3] Ibídem, p. 16
[4] Ibidem, p. 18
[5] Ibídem.  P. 19

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