jueves, 24 de septiembre de 2015

EDGAR MORIN Y LOS SIETE SABERES NECESARIOS PARA LA EDUCACION DEL FUTURO. El conocimiento pertinente


ENCUENTROS

 EDGAR MORIN Y  LOS SIETE SABERES NECESARIOS PARA LA EDUCACION DEL FUTURO.  El conocimiento pertinente

Dedicado a mi hermana-amiga mexicana Patricia Gascón Muro

 

El conocimiento de los problemas claves del mundo, de las informaciones claves concernientes al mundo, por aleatorio y difícil que sea, debe ser tratado so pena de imperfección cognitiva, más aún cuando el contexto actual de cualquier conocimiento político, económico, antropológico, ecológico… es el mundo mismo.  La era planetaria necesita situar todo en el contexto y en la complejidad planetaria. El conocimiento del mundo, en tanto que mundo, se vuelve una necesidad intelectual y vital al mismo tiempo.  Es el problema universal para todo ciudadano del nuevo milenio: ¿cómo lograr el acceso a la información sobre el mundo y cómo lograr la posibilidad de articularla y organizarla? ¿Cómo percibir y concebir el contexto, lo global (la relación todo/partes?), lo multidimensional, lo complejo? Para articular y organizar los conocimientos y así reconocer y conocer los problemas del mundo, es necesaria una reforma del pensamiento.  Ahora bien, esta reforma es paradigmática, no programática: es la pregunta fundamental para la educación ya que tiene que ver con nuestra aptitud para organizar el conocimiento.  Edgar Morín, Los siete saberes necesarios para la educación del futuro.

 

Como señalamos en el artículo anterior, en el año 1999 la UNESCO publicó una pequeña obra de Edgar Morín bajo el título “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”.  En esa entrega hablamos del primer saber: “Las cegueras del conocimiento”. En esta oportunidad abordaremos el segundo saber: “Los principios de un conocimiento pertinente”.

Morín parte de su postulado esencial, el cual ya hemos señalado en artículos anteriores, de que existe un problema universal: la inadecuación, profunda y grave, entre nuestros saberes, porque están compartimentados, desunidos y divididos; que se hace más grave todavía porque los problemas y la realidad misma son poli disciplinarios, transversales, planetarios, multidimensionales y globales. 

Los saberes divididos se hacen inadecuados porque no toman en cuenta el contexto.  Plantea Morín que el conocimiento aislado es insuficiente, pues es necesario ubicar las informaciones y los elementos que contiene el contexto para que pueda cobrar verdadero sentido. La  contextualización es una condición clave para la eficacia.

En relación a lo global, es decir, las relaciones entre el todo y las partes, Morín sostiene que la globalidad debe ser enfocada como el conjunto de partes ligadas de manera inter-retroactiva y organizacionalmente. Así pues, dentro de esta concepción, una sociedad es además de contexto, un organizador del que nosotros formamos parte: “El todo tiene cualidades o propiedades que no se encontrarán en las partes si éstas se separan las unas de las otras, y ciertas cualidades o propiedades de las partes pueden ser inhibidas por las fuerzas que salen del todo… “(p. 15)

En relación a lo multidimensional, Morín afirma que cualquier unidad es multidimensional; por ejemplo, el ser humano es biológico, pero al mismo tiempo es síquico, es social, racional y afectivo.  Y cuando se refiere a lo complejo debe asumirse como complexus que significa que hay complejidad cuando son inseparables los diferentes elementos que constituyen el todo. Una sociedad tiene componentes económicos, políticos, sociológicos, sicológicos y mitológicos.  Por lo tanto, la complejidad es la simbiosis entre la unidad y la multiplicidad. En tal sentido, afirma, la educación debe promover la inteligencia general, que le permita referirse a lo complejo, al contexto y a la concepción global.

La educación, dice el pensador, debe favorecer la aptitud de la mente humana para buscar respuestas a las preguntas relevantes y esenciales, y al mismo tiempo estimular el empleo total inteligencia general.  Para lograrlo se necesita el libre ejercicio de la curiosidad, extinguida, en la mayoría de los casos, por una instrucción positivista que no estimula, sino que la aplasta. El desarrollo de la inteligencia y la curiosidad; implica a su vez que el joven educando sea capaz de observar, entender y aprehender de las antinomias que ofrece el conocimiento mismo. 

Lograr el desarrollo del conocimiento pertinente no es fácil, tendrá que enfrentar problemas esenciales, a saber:

1.       La especialización cerrada.  Si bien es cierto que el conocimiento especializado es una forma muy particular de abstracción, sin embargo se abstrae del contexto y rechaza los lazos y las intercomunicaciones entre los conocimientos, pues lo inserta en un sector conceptual abstracto que es el de la disciplina totalmente compartimentada, resquebrajando de forma arbitraria  las fronteras de la sistematicidad, o lo que es lo mismo, la relación de las partes con el todo, en relación a la economía como ciencia, Morían dice lo siguiente:

La economía, por ejemplo, que es la ciencia social matemáticamente más avanzada, es la ciencia social y humanamente más atrasada, puesto que se ha abstraído de las condiciones sociales, históricas, políticas, psicológicas, ecológicas inseparables de las actividades económicas. Por eso sus expertos son cada vez más incapaces de interpretar las causas y las consecuencias de las perturbaciones monetarias y bursátiles… El error económico se convierte, entonces, en la primera consecuencia de la ciencia económica…(pp. 17-18)

2.       La reducción y la disyunción: Afirma el francés universal que hasta mediados del siglo pasado, las ciencias obedecían al principio de la reducción; es decir, se disminuía el conocimiento de un todo a las partes. De esta manera se reducía lo complejidad a una simpleza absoluta.  Nuestra educación, dice Morín, nos ha enseñado a dividir, aislar y a compartimentar, no a unir los conocimientos, por esta razón desarrolla la incapacidad de organizar el saber disperso y compartimentado, provocando la atrofia de la disposición mental natural para contextualizar y globalizar.

 

3.        La falsa racionalidad. Es un hecho que la falsa racionalización abstracta y unidimensional triunfa en el mundo. Por esta razón, soluciones supuestamente racionales están destruyendo el hábitat, pero sobre todo, poniendo en riesgo el futuro de las próximas generaciones.

 

Finalmente, lo que señala Morín, es que si bien el siglo XX ha producido progresos inmensos en todos los campos del conocimiento y de la técnica, ha producido también ceguera hacia los problemas globales y fundamentales del planeta. Esta ceguera ha provocado errores y falsas ilusiones.  De lo que se trata, no es el abandono del conocimiento de las partes por el conocimiento de las totalidades, como tampoco se busca sustituir el análisis por la síntesis. Lo que se busca es conjugar los conocimientos.

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