Alma y tecnologia
Por: Mu-Kien Adriana
Sang
Nuestro cuerpo cruje en el silencio
Como el esqueleto en el aniversario de su muerte
Es para llorar que buscamos palabras en el corazón
En el fondo del viento que hincha nuestro pecho
En el milagro del viento lleno de nuestras palabras…
Nadie comprende nuestros signos y gestos de largas raíces
Nadie comprende la paloma encerrada en nuestras palabras
Paloma de nube y de noche
De nube en nube y de noche en noche
Esperamos en la puerta el regreso de un suspiro
Miramos ese hueco en el aire en que se mueven los que aún no han nacido…
Es para llorar que la vida es tan corta
Es para llorar que la vida es tan larga…
Es para llorar que abrimos la mente a los climas de impaciencia
Y que no apagamos el fuego del cerebro
Es para llorar que la muerte es tan rápida
Es para llorar que la muerte es tan lenta
Para llorar (fragmento), Vicente
Huidobro,
El gran poeta chileno no se imaginó nunca que su hermoso
poema trascendería el tiempo y el espacio. Han pasado 100 años de haber sido
escrito y todavía comunica sentimientos que tocan muchas almas. El poema de Huidobro replantea las grandes
preguntas que se ha hecho la humanidad a través de los siglos. Nos damos cuenta
que siguen siendo las mismas, quizás porque los problemas humanos siguen siendo
también los mismos. Es posible que las
necesidades y ansiedades de los hombres y las mujeres se mantienen intactos a
través del tiempo: las luchas por la vida, el amor, la muerte, el dolor, la
esperanza y la fatiga.
El hecho de que en pleno siglo XXI, los encuentros de este
mes de febrero utilicemos ideas, pensamientos y poemas escritos por los grandes
de siglos anteriores, es una evidencia más que la tecnología es y seguirá
siendo solo un medio. Ilusos los que
piensan que por el hecho de estar a la vanguardia de la tecnología con sus i
(i-pad, i-phone…), serán capaces de crear y trascender. ¿Cómo decir a los
jóvenes que la realidad misma es mucho más rica que la virtualidad aunque sea
en 3-D?
Entonces volvemos al punto de inicio. La información que se expande a través de la
cibernética y tan solo, y perdonen la reiteración y la cacofonía, informa, no
forma. El pensamiento se desarrolla con el trabajo, con la reflexión, con la
introspección profunda.
Pienso que la sociedad
de hoy se ha anquilosado a nivel del pensamiento. Si bien hemos ganado
mucho en el desarrollo tecnológico, hasta llegar a niveles insospechados, poco
a poco hemos aniquilado el alma. José de Saramago decía que las comunicaciones
a través del Internet impedían que el
receptor de la misiva pudiese ver las huellas de las lágrimas derramadas. Era
su forma de decir que los sentimientos humanos no pueden palparse a través de
la electrónica, ni la microfibra, ni del satélite.
Hemos avanzado en la ciencia de la destrucción masiva. Las
armas nucleares pueden destruir poblaciones enteras. Las guerras actuales se hacen a través de
botones rojos que disparan a cientos de kilómetros misiles cargados de
explosivos para destruir poblaciones enteras.
Soy contraria a todo tipo de violencia. Soy opositora a la guerra. Ahora
triunfa el que más dinero posee para comprar armas tecnológicas y poderosamente
destructivas. Las luchas cuerpo a cuerpo
de antaño desaparecieron. El enemigo es invisible. Los poderosos destruyen sin
codearse con el drama humano que generan sus armas. ¡Qué fácil es así sentirse
vencedores!
Escribo estas palabras y no sé exactamente hacia dónde me
llevarán. Solo sé que tenemos una sociedad vacía, sin alma y sin sueños. Constato, aunque he disfrutado y me he
beneficiado del milagro de la tecnología,
que la forma ha sustituido al contenido. Que nos han repleto de
informaciones, para aturdirnos y
olvidemos los por qué. La tecnología
del siglo XXI nos convierte en meros robots que cargan sus baterías con la
ilusión tecnológica. Los sentimientos se apagan, las ilusiones también.
¿Qué va a pasar con este mundo que se ha hecho pequeño porque
las distancias se han acortado? Cercanos y lejanos al mismo tiempo. Estamos cerca de los que están lejos; y lejos
muy lejos de los que están cerca.
Podemos ver en tiempo real los acontecimientos bélicos, culturales,
políticos y sociales gracias a la magia del satélite. Mientras miramos lo que ocurre en China,
Francia, Indonesia, Rusia o Australia, nos ensimismamos, nos adentramos en
nuestras pequeñas fortalezas individuales y nos olvidamos del que está a
nuestro lado, del otro cercano.
¿Qué va a ocurrir con
los jóvenes que se desesperan cuando no tienen el aparato de la última
generación? ¿Qué va a pasar con los pobres que viven esa falsa ilusión y
quieren llegar también al abismo y a la alienación tecnológica? No lo sé. Todo
apunta a que seguiremos abarrotados de información y de algunas basuras
cibernéticas y nos olvidaremos del yo profundo y del nosotros. Que triste, que
pena. Nos vemos en la próxima.
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