ENCUENTRO
Pensar y sentir. Dos escrituras y una
mujer.
Por: Mu-Kien Adriana Sang
Soy el que sabe que no es menos vano
que el vano observador que en el espejo
de silencio y cristal sigue el reflejo
o el cuerpo (da lo mismo) del hermano.
Soy, tácitos amigos, el que sabe
que no hay otra venganza que el olvido
ni otro perdón. Un dios ha concedido
al odio humano esta curiosa llave.
Soy el que pese a tan ilustres modos
de errar, no ha descifrado el laberinto
singular y plural, arduo y distinto,
del tiempo, que es uno y es de todos.
Soy el que es nadie, el que no fue una espada
en la guerra. Soy eco, olvido, nada.
que el vano observador que en el espejo
de silencio y cristal sigue el reflejo
o el cuerpo (da lo mismo) del hermano.
Soy, tácitos amigos, el que sabe
que no hay otra venganza que el olvido
ni otro perdón. Un dios ha concedido
al odio humano esta curiosa llave.
Soy el que pese a tan ilustres modos
de errar, no ha descifrado el laberinto
singular y plural, arduo y distinto,
del tiempo, que es uno y es de todos.
Soy el que es nadie, el que no fue una espada
en la guerra. Soy eco, olvido, nada.
Soy, Jorque Luis Borges.
El pasado
sábado 28 de julio este Encuentro arribó a su sexto mes de reencuentro. Luego de una dolorosa ausencia de más de dos
años, pude recobrar mi espacio, mis casi 1000 palabras semanales para expresar lo
que acongoja, enorgullece, preocupa o alegra a mi alma. Han sido publicados 26 artículos, que han
versado sobre diferentes tópicos, que van desde la reflexión sobre lo
cotidiano, pasando por una reinterpretación de la patria, análisis de coyuntura
y la expresión de sentimientos diversos hacia seres conocidos, amados y
desconocidos. Tengo la suerte de que
muchas almas se compenetran y vibran con
la mía. Soy dichosa de que mis palabras
no caen en el vacío. Agradezco esa
recompensa, porque para mí, escribir es una forma maravillosa de vivir y de
sentirme viva.
En algunas
oportunidades he dicho que mi escritura se bifurca en dos dimensiones: la escritura
de lo que siento y la escritura de lo que pienso. Pensar y sentir son dos cosas distintas. En la primera prima el cerebro, en la segunda
el corazón. La escritura de lo que
siento solo respeta las normas de la gramática, pero no se adhiere a ninguna
métrica, fórmula ni orden lógico. Solo
escribo guiada por el dictamen de mi alma y sus sentimientos. A través del ejercicio de esta escritura me he
descubierto y he redescubierto formas distintas de ver la vida. El que solo
piensa, limita su vida a la racionalidad. Cuando solo prima la razón, la vida se
vuelve infuncional, limitada y dolorosamente inhumana. El que solo siente, se convierte en un alguien
primario y donde únicamente los sentimientos guían su vida. Creo que debemos sentir y pensar, equilibrando
ambas cosas para convertirnos en verdaderos seres humanos. El que solo piensa, no descubre la
cotidianidad en su grandeza y su mediocridad.
El que solo siente no entiende el porqué
de las cosas y se ve envuelto por una realidad que lo arropa y los
extenúa.
Adoro mis
Encuentros, estos Encuentros. Después de 20 años escribiendo esta columna, que
ha transitado por diferentes medios hasta que encontró su hogar definitivo en
AREITO, me doy cuenta que su contenido y forma ha variado también. Mis primeros artículos estaban plagados de
retórica intelectual. Quería demostrar,
como ocurre a todo el que se inicia en el mundo académico, que era una persona versada en los asuntos que
trataba. Escribía sobre temas
históricos, políticos y sociales. Cuando
mi casa fue la Revista Rumbo, empecé a cambiar, y la escritura del pensamiento
se vio salpicada de algunos destellos del alma.
Cuando llegué aquí, a este medio, a AREITO, que me ha acogido desde hace
más de una década, decidí desarrollar la escritura de lo que siento.
La
racionalidad académica la he dejado para los libros y algunos artículos de
historia que escribo con la misma pasión que mis Encuentros, pero tienen un
público mucho más reducido. Mis libros
de historia, a excepción de Yo Soy Minerva, están escritos con el cerebro, utilizando las
técnicas aprendidas en mis años de estudio. Analizo datos, interpreto, narro, hago críticas académicas y expongo mis
conclusiones, después de una reflexión concienzuda. Mi alma se guarda en un rinconcito esperando con
paciencia, resurgir en las 1000 palabras de Encuentros.
La escritura
de lo que siento me ha permitido descubrir los colores de la vida. Reencontrarme con lo cotidiano ha sido mi
mayor descubrimiento. Descubrir que la
propia rutina forma parte de nuestras existencias, y por lo tanto debemos
valorarla, entonces, ¿Por qué no encontrarle sentido? ¿Por qué no amarla,
aunque a veces, confieso que la odiemos?
Saberte parte ínfima de un universo,
te hace reconocerte un ser limitado, grande y pequeño, maravillosamente humana
y trascendente, en una aparente simbiosis contradictoria. Saberte parte de un todo, te obliga a mirar
hacia todos los lados, para conocer así verdaderamente a los que te rodean, a
los que amas, a los que no conoces, a los que te cruzan de forma accidental, a
los que por diferencias diversas, te enfrentas;
y a tomar en cuenta muy especialmente, a los sin nombres, a los
marginados de todo privilegio, pues ellos, aunque no quieras, aunque lo
niegues, forman también parte de tu entorno.
Escribiendo
en AREITO los Encuentros que privilegian la escritura de la que siento, he
descubierto que la gente está más ávida de aprender sobre su alma y los
misterios de la vida. Cuando he osado,
porque como ciudadana me siento responsable de expresarme, de escribir algún
artículo de crítica política, he recibido muy pocas retroalimentaciones. Sin embargo, mis artículos de reflexión sobre
el SER, el NO SER, el DEBER SER y el
SENTIR siempre tienen muchas reacciones.
No pensé, por ejemplo, que el artículo que dediqué a mi madre a
principios de junio, escrito para satisfacer el vacío que nos ha dejado su
ausencia, movería tantos corazones. Recibí una verdadera avalancha de reacciones. Llegaron a través de correos electrónicos y por facebook más de 100 mensajes, de gente
conocida y desconocida, que se habían sentido tocados por mis palabras, que
sintieron como suyo mi dolor por la ausencia de un ser tan amado como
imprescindible.
Este hecho
me ha obligado a reflexionar mucho. Quizás la gente está cansada de la retórica
hipócrita de muchos políticos y algunos periodistas. Tal vez la gente busca respuestas a sus
propias angustias, dramas y pasiones.
Tal vez está necesitada de descubrir nuevas formas de vivir. Tal vez entienden conmigo que vivir no es
dejar que transcurran las 24 horas del día sin apenas notarlo. Que vivir es algo más que trabajar, que para
vivir hay que tener sueños. Que para vivir profundamente, se necesita reconocer
la existencia del otro: el que sufre, el que llora, el que siente…La escritura
de lo que siento me ofrece libertad y ganas de estar viva, a pesar de los días
de lluvias, las tormentas y las piedras que aparecen en el caminar cotidiano de
la gran tarea de vivir.
Soy mi cuerpo. Y mi cuerpo está triste, está
cansado. Me dispongo a dormir una semana, un mes; no me hablen.
Que cuando abra los ojos hayan crecido los niños y todas las cosas sonrían.
Quiero dejar de pisar con los pies desnudos el frío. Échenme encima todo lo que tenga calor, las sábanas, las mantas, algunos papeles y recuerdos, y cierren todas las puertas para que no se vaya mi soledad.
Quiero dormir un mes, un año, dormirme. Y si hablo dormido no me hagan caso, si digo algún nombre, si me quejo. Quiero que hagan de cuenta que estoy enterrado, y que ustedes no pueden hacer nada hasta el día de la resurrección.
Ahora quiero dormir un año, nada más dormir.
Que cuando abra los ojos hayan crecido los niños y todas las cosas sonrían.
Quiero dejar de pisar con los pies desnudos el frío. Échenme encima todo lo que tenga calor, las sábanas, las mantas, algunos papeles y recuerdos, y cierren todas las puertas para que no se vaya mi soledad.
Quiero dormir un mes, un año, dormirme. Y si hablo dormido no me hagan caso, si digo algún nombre, si me quejo. Quiero que hagan de cuenta que estoy enterrado, y que ustedes no pueden hacer nada hasta el día de la resurrección.
Ahora quiero dormir un año, nada más dormir.
Soy Mi cuerpo, Jaime Sabines.
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