ENCUENTROS
La enfermedad como camino de salvación
Para Angélica...
Por:
Mu-Kien Adriana Sang
¿Por qué?
Siempre la misma
pregunta.
Esta enfermedad
ha robado mi vida
me ha causado dolor
y ha provocado miedo en
mí.
¡Oh tristeza!
¡Oh soledad!
¿Cómo me recupero yo?
Has tomado mi cuerpo,
lo has roto en piezas
y las diseminó
bajo el agua fría en el
invierno
donde el hielo de mis
limitaciones
me atrapa
donde mi mente
no respira libre
sino grita...
¡Oh enfermedad!
¡Como me inhibes!
Quiero oler rosas
pero las cubre con tu
nieve
quiero probar la dulce
libertad
pero me dejas con el
amargor de encarcelamiento
quiero tocar los copas de
los arboles
pero has cortado mis
alas.
Es en este lugar
donde veo mis sueños
perdiendo su lustre
en el invierno de mi alma.
Llorando, llorando,
llorando
Estuve en el
nacimiento de Angélica. Acompañé a su
madre en los primeros meses de su existencia, y con ella, a través de ella, di
riendas sueltas al instinto maternal adormecido. La vi crecer hasta convertirse
en una joven mujer luchadora, que se forjaba metas, a veces imposibles, pero que
era capaz de trabajar duramente hasta alcanzarlas. La excelencia ha sido siempre su signo. Y
hoy, en la cumbre de su vida profesional, una terrible enfermedad se ha apoderado
de sus días y la ha sometido a sus caprichos.
Acompañarla en esos momentos difíciles, me ha hecho reflexionar sobre la
vida, sus dilemas, sus enigmas y sus
tragedias.
¡Qué difícil
resulta a veces la aventura de vivir! ¿Cómo
dar consuelo si el desconsuelo se ha apoderado de ti? ¿Cómo darle esperanza, si
la desesperanza se ha adueñado de tu corazón? ¿Cómo estar a su lado, si lo que
deseas es abandonar y alejarte para no sufrir ni verla sufrir? Acompañarla en
esa dura prueba que le impuso la vida a una edad tan tierna, se ha revertido, y
ha puesto en el terreno de las dudas mis
convicciones y creencias. Reviví
con creces mi propio transitar por el camino del dolor y la enfermedad. Recordé
mis ansias, mis miedos, mis temores y volvieron a resurgir los sentimientos
impotencia, y sobre todo la insufrible resignación de sentirte a merced de la
voluntad y las decisiones de los médicos.
Cuando las
lágrimas y el dolor físico y emocional se apoderan de tus días, el paso del tiempo puede convertirse en una
pesadilla, si te sumerges en tus tragedias personales, si aplastas con tu
llanto la esperanza.
Nadie nos
dijo que el tránsito por esta vida sería un camino lleno de flores. Las batallas cotidianas que debemos librar
son muchas y constantes. Algunos se
rinden, desisten, se resignan y abandonan para no seguir luchando. Simplemente bajan sus brazos en señal de
aceptada frustración. La vida se
convierte en tragedia. Yo soy de las
afirma convencida de que debemos convertirnos en gladiadores eternos, para
poder luchar en todos y cada uno de los ámbitos que nos toque vivir. Luchar por lograr las metas. Luchar cuando el
horizonte se aleje hasta volver a verlo para alcanzarlo. Luchar cuando el
cuerpo mismo se convierta en tu propio enemigo. Luchar cuando encuentres
obstáculos. Luchar, luchar y luchar hasta el cansancio, sin rendirse jamás.
Perderemos batallas, muchas quizás, pero siempre seremos triunfadores, porque
hemos luchado hasta el final de nuestros días. Soy de las que defiende el trayecto
construido por los buscadores de esperanzas.
Uno se pregunta muchas veces ¿Y qué es la vida? Yo digo que la vida es la suma de los días y años, en
la que desarrollamos la afanosa, constante, simple, hermosa, triste y alegre
tarea de existir en este mundo al que nos trajeron sin preguntarnos.
¿Qué es la enfermedad? La oportunidad de conocer el dolor, emocional y
físico, para descubrir, recordar y
valorar los instantes de alegría, felicidad y amor. Es el momento de sabernos humanos, finitos y
de hacer conciencia de que somos una parte ínfima del universo; y de que
estamos aquí por un tiempo limitado. Sólo así podremos valorar todo lo vivido y recordar que sentir temor y
miedo, son sentimientos tan humanos como
amar y sentirse dichoso.
Vivir es una aventura cada día. La vida está llena
de sorpresas: agradables, desagradables, tristes y alegres. Me costó aprender ese simple corolario
existencial. Estoy convencida de que renacemos varias veces en el trayecto de
nuestras existencias. Cuando hacemos conciencia
de que la enfermedad, el dolor, la desesperanza y la muerte, de nosotros mismos
y de los que amamos, constituyen el precio de sabernos vivos. El mérito es no sucumbir, es seguir adelante
con las costras y signos que nos dejan las heridas y los golpes que recibimos al
caer. Ver luz y esperanza a través de
las lágrimas es nuestro reto, nuestra tarea y nuestra inspiración. Renacer de las cenizas ha de ser la gran
hazaña. Encontrarle sentido a la
enfermedad, nos hace trascender y nos libera de las cosas que creíamos grandes.
Reconocernos limitados nos coloca en nueva perspectiva. Reconocernos
simplemente humanos, nos
engrandece. Querida Angélica,
estas reflexiones son mi regalo. Mi manera de acompañarte en estos difíciles
momentos que tanto te angustian. Es
simplemente mi manera de decirte que te quiero.
¿Es
esta enfermedad
que
salva la distancia
entre
mi alma
y
las almas de otras?
¿Una
enfermedad que
crea
relaciones,
un
corazón por otras,
un
deseo de ayudar?
¿Una
enfermedad que
me
hace fuerte,
abierta,
cariñosa?
¿Una
enfermedad
que
me da fe,
paciencia,
determinación?...
Esta
enfermedad
que
me hace preferir
vivir
en el invierno
porque
vivir siempre
en
la primavera
de
ignorancia
de
lo fácil
no
es vivir
sino
vivir verdaderamente es
encontrar
el sol
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