domingo, 5 de mayo de 2013

El secreto encanto de la maduritud


Encuentros

El secreto encanto de la maduritud

A mi hermana Mu Yien

 

Transitando la Maduritud

Esta etapa me encontró, no fui en su búsqueda
me sorprendió un día y me arrancó de las penumbras,
paso a paso la voy recorriendo, descubriendo
y nos vamos amalgamando.
Me encontró como se encuentra a un ave herida
quizás muy vulnerable, quizás reflexiva,
quizás todavía apasionada y quizás todavía esperanzada.
Los chispazos de sensaciones que alumbran este camino
son un renacer a la vida.
Entre torbellino de sentires,
entre mandatos sociales preestablecidos,
entre recuerdos de sensaciones de muchas batallas ganadas
y unas muy grandes perdidas,
con cuidado e inseguridades voy reinsertándome a la vida.
Hoy es para mí una gran aventura y un desafío,
donde cada paso amargo pasado
es punto de apoyo de este camino.
Tanta ebullición de sensaciones,
después del tránsito por la inerte nada
buscan naturalmente canalizarse
convirtiéndose en un fin de este recorrido . http://www.mundopoesia.com/foros/showthread.php?


Mi hermana Mu-Yien llegó a la tierna edad de los 60 años.  Seis décadas de vida.  Seis décadas de alegrías, dolores y mucho amor. Aprovechando ese momento especial en su vida, ha hecho un llamado a los suyos para celebrar juntos su maduritud. A las mujeres que sobrepasamos los 50 años de vida, nos  invita a usar durante la celebración un sombrero rojo.

Me intrigó la simbología y busqué respuestas. Sue Ellen Cooper es la fundadora de  la Sociedad del Sombrero Rojo. Dicen que todo comenzó de la manera más casual. En julio de 2000 el fabricante de vinos de Sue Ellen, de Fullerton, California, envió un sombrero rojo y una copia del poema de Jenny José (citado al final de este artículo), a un amigo para su cumpleaños. Este hecho fortuito la puso a pensar.  El contenido del poema, la inspiró a formar la fraternidad. Sue Ellen es conocida como "La Reina Madre". Hoy día la fraternidad tiene miles de miembros, y realiza una convención anual que no tiene otro propósito que pasarlo bien. De esta manera, cumplen con el objetivo de celebrar la vida con alegría.  Así, todas las mujeres de mediana edad que deciden asumir este precepto, se identifican por el uso de llamativos sombreros rojos y vestidos  púrpuras.  Pero el mayor distintivo de la fraternidad son los bellos y alegres rostros de las mujeres maduras adornados por sonrisas de marcadas comisuras y pieles maltratadas por el paso del tiempo. Sin lugar a dudas, esta colorida vestimenta es el signo externo de la liberación de muchas ataduras, preocupaciones, ansiedades y sueños inconclusos.  Pero, es sobre todo un nuevo comienzo, la renovación de las esperanzas y la reinvención de sus propias vidas. 

Así pues, el sombrero rojo es una nueva expresión de la plenitud de la vida, de la maduritud.  Así llaman ahora a la etapa de la vida de los hombres y mujeres que estamos en la mediana edad.  Es la oportunidad ideal de regocijarnos por el simple hecho de estar vivos, de replantearse nuevos caminos, de definir nuevos comienzos y nuevas esperanzas. Es el momento de hacer balance, de mirar hacia atrás el camino que hemos construido en nuestras vidas, sin arrepentirnos de los errores cometidos y de las metas no cumplidas. Es redescubrir que la vida no es llegada, sino tránsito, y que, por lo tanto, cada momento, por insignificante que parezca, es especial y hay que disfrutarlo.  Aprender a valorar la risa, las dificultades, las lágrimas y las promesas. 

La vida es un torbellino,  un camino que se construye día a día, que transcurre en cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día y cada año en que estamos en esta tierra. No sabemos cuánto vamos a durar.  Muchos han venido por poco tiempo. Se van a destiempo, y los hemos llorado. Otros, tenemos la suerte de vivir más.  Y en ese trayecto conocemos los diferentes matices de la vida: sol, lluvia, viento, tempestad y calma.  

Ya compré mi sombrero rojo, porque decidí que la felicidad es una decisión y una actitud ante la vida.  Por esta razón hace tiempo que integré a mi filosofía de vida la maravillosa frase "Ya no me importa".  Desde entonces soy más feliz, porque descubrí que el secreto de una vida plena radica en el equilibrio de las diversas dimensiones y roles que debemos y tenemos que desempeñar. Por esa razón, ya no me importa abandonar la importante lectura de un libro, para refugiarme en el juego con mis nietos.  Ya no me importa dejar momentáneamente la escritura de un artículo o una investigación, si debo dedicar tiempo a mi familia. Ya no importa abandonar lo que sea si un amigo necesita mi hombro para enjuagar sus lágrimas. Ya no me importa colocar en la lista de pendientes algunas interesantes e importantes lecturas, para ver el amanecer en las montañas.  Ya no me importan mis manchas en la piel, ni mi pelo cano, ni mis comisuras pronunciadas, ni la resequedad de la piel, ni mi cintura ancha, ni vientre que se resiste a endurecer. Ya no me importan, porque ellas anuncian a los cuatros vientos que he tenido la dicha de seguir viva.

Cuando sea una mujer anciana vestiré de púrpura
Con un sombrero rojo que no me vaya y no me siente
Y gastaré mi pensión en aguardiente y en guantes de verano
Y en sandalias de raso, y diré que no teníamos dinero para comprar manteca.
Me sentaré sobre el pavimento cuando me canse
Y engulliré degustaciones en las tiendas y haré disparar alarmas
Y haré correr mi bastón por los pasamanos públicos
Y compensaré la sobriedad de mi juventud.
Saldré en mis patines a la lluvia
Y recogeré flores en jardines ajenos, Jenny Joseph.

mu-kiensang@hotmail.com

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