ENCUENTRO
La mendiga y la política
Por Mu-Kien Adriana Sang
Te sigo,
pobreza,
te vigilo,
te acerco,
te disparo,
te aislo,
te cerceno las uñas,
te rompo
los dientes que te quedan….
pobreza,
te vigilo,
te acerco,
te disparo,
te aislo,
te cerceno las uñas,
te rompo
los dientes que te quedan….
Donde vayas,
pobreza,
mi canto
está cantando,
mi vida
está viviendo,
mi sangre
está luchando.
Derrotaré
tus pálidas banderas
en donde se levanten…
Yo te desafío,
con duros versos te golpeo el rostro,
te embarco y te destierro.
Yo con otros,
con otros, muchos otros,
te vamos expulsando
de la tierra a la luna
para que allí te quedes
fría y encarcelada
mirando con un ojo
el pan y los racimos
que cubrirá la tierra
de mañana.
pobreza,
mi canto
está cantando,
mi vida
está viviendo,
mi sangre
está luchando.
Derrotaré
tus pálidas banderas
en donde se levanten…
Yo te desafío,
con duros versos te golpeo el rostro,
te embarco y te destierro.
Yo con otros,
con otros, muchos otros,
te vamos expulsando
de la tierra a la luna
para que allí te quedes
fría y encarcelada
mirando con un ojo
el pan y los racimos
que cubrirá la tierra
de mañana.
Oda a la
pobreza, Pablo Neruda
Hace casi dos décadas que la veo cada
mañana y cada tarde. Está más encorvada,
sus ojos más lejanos, sus piernas más sucias y maltrechas, su vientre más
grande, su pelo más cano y maltratado, la curvatura de su boca está más
pronunciada… La eterna funda negra bajo su brazo donde guarda harapos menos harapientos, sigue
allí, para cambiarlos a las 7 de la noche cuando termina su jornada
“labora” y parte al barrio a tomar unos
tragos.
Hemos envejecido juntas. Ella en las
calles, yo con las condiciones favorables de la clase media. Hace unos días, me
tocó el cristal del vehículo. Me pidió unas monedas. Le di un billete. Sonrió y
entonces vi su boca desdentada.
Mientras me preparaba para dar la
limosna, escuchaba uno de esos programas matutinos de radio. Se hablaba de las elecciones, de las últimas
encuestas, de las declaraciones de uno y otro candidato, de las acusaciones y
contra acusaciones de los partidarios de los dos partidos mayoritarios, de la
insignificancia numérica de las muchas terceras opciones políticas… en fin, el
diálogo entre sordos de los comunicadores contrastaba con la realidad de esta
mendiga que ha pasado sus días, sus meses y años en esa esquina de la
ciudad.
Imagino que poco le interesa saber si
la Junta Central Electoral terminó de dirimir sus diferencias con Participación
Ciudadana. No sé si sabe que ella es
ciudadana y que tiene derecho a elegir al próximo Presidente de la
República. Creo que no le preocupa si
sube el blanco o el morado. No está pendiente de la necesaria ley de partidos
políticos que vive el sueño eterno de la indiferencia de los legisladores. No sé si está consciente de que las mujeres
estamos luchando por espacios más amplios de participación, y que exigimos
igualdad de oportunidades e igualdad de trato laboral con los hombres. A ella no le interesa si los vestidos de los
premios Casandra fueron bellos, feos, caros o baratos.
¿Qué le puede interesar a esta mujer,
pobre entre los más pobres, aislada, vejada, excluida de los pocos beneficios
sociales que ofrece el Estado?
Su vida se circunscribe al barrio
ubicado en las afueras de la ciudad, allí donde las pandillas son dueñas del
territorio y donde la miseria es su principal signo. Su vida tiene un solo
trayecto, el barrio y la esquina que ya se cree dueña. El lugar que
los demás mendigos respetan, porque es suya por uso. El trayecto de muchos vehículos caros,
baratos, lujosos y medianos que cruzan presurosos y que solo se detienen cuando
la luz roja les impone el alto. Entonces
ella aprovecha los tres primeros vehículos para tocar por los cristales y
pedir.
Cuando termina su labor, sube en una
guagua de transporte público. Su estado de suciedad, olor a sudor rancio y a
alcohol acumulado, obliga a los que están a su lado a alejarse. Se adueña, si puede, del asiento, y vuelve a ser la reina del lugar, como en su
esquina. Hasta el otro día cuando la
historia se repite.
Pienso en todas las investigaciones,
publicaciones, discursos y conferencias que sobre pobreza han organizado los
organismos internacionales, los políticos y, nosotros, los llamados
intelectuales. A veces me pregunto si es
honesto hablar de pobreza cuando no sabemos lo que significa no tener un
horizonte más allá del desayuno, el almuerzo o la cena de hoy. Si tenemos la suficiente calidad moral para
hablar de los pobres que no tienen
mañana, porque su mañana es hoy, ahora…
Si somos capaces de entender la delincuencia, aunque hayamos sido
víctimas de ella, cuando tenemos todo lo que necesitamos. Me pregunto si hay estatura ética suficiente
para organizar y gastar grandes sumas de dinero para repartir a los pobres, lo
que sobra. No, no tengo respuesta. No puedo tenerlas. Solo sé que verla cada
mañana y cada tarde se me lacera la conciencia.
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