ENCUENTROS
Estoy hecha de palabras
Por: Mu-Kien Adriana Sang
La palabra pregunta y se
contesta
tiene alas o se mete en
los túneles
se desprende de la boca
que habla
y se desliza en la oreja
hasta el tímpano
la palabra es tan libre
que da pánico
divulga los secretos sin
aviso
e inventa la oración de
los ateos
es el poder y no es el
poder del alma
y el hueso de los himnos
que hacen patria
la palabra es un callejón
de suertes
y el registro de
ausencias no queridas
puede sobrevivir al
horizonte
y al que la armó cuando
era pensamiento
puede ser como un perro o
como un niño
y embadurnar de rojo la
memoria
puede salir de caza en
silencio
y regresar con el moral
vacío
la palabra es correo del
amor
pero también es arrabal
del odio
golpea en las ventanas si
diluvia
y el corazón le abre los
postigos
y ya que la palabra besa
y muerde
mejor la devolvemos al
futuro, LA PALABRA,
Mario Bennedetti
En una entrevista que me hizo una periodista para un
reportaje que salió publicado en la revista de CCN, Saber Vivir, le dije que mi
vida había estaba hecha de las palabras.
Recuerdo su sorpresa. Me preguntó que por qué hacía una afirmación tan
sorprendente y extraña. Le respondí: porque esa era mi verdad.
Sí, estoy hecha de palabras, porque fueron las palabras de
mis padres las que me formaron en la tierna infancia. Fueron sus elogios,
intervenciones oportunas y sus reproches
los que forjaron mi personalidad. Las palabras constituyeron el medio para
interactuar con mis 8 hermanos. Los gritos de alegría cuando estábamos inmersos
en los juegos infantiles; las palabras entrecortadas por el llanto enojado
cuando se provocaba un altercado infantil. Los diálogos de confidencias en el
mundo adulto, y los gestos y palabras de apoyo cuando alguno de nosotros sufre
y padece una prueba difícil.
Sí, estoy hecha de palabras, porque siendo joven decidí ser
maestra, decisión que trajo aparejada miles de frases, oraciones aprendidas y
párrafos y páginas que les dictaba y repetía
una y otra vez. Hoy, después de más de cuatro décadas en las aulas, me doy
cuenta de las miles de palabras inútiles que pronuncié porque no comprendía,
quizás porque no podía hacerlo, que el aprendizaje es una avenida de doble vía.
Entendí después que los alumnos deben
sentirse libres de decir lo que piensan a partir de sus propias experiencias.
Aprendí, a fuerza del diálogo permanente con los jóvenes que, ni mis palabras
ni las suyas constituyen verdades absolutas, que la verdad es relativa y se
construye en la comunión crítica de las ideas.
Ay! sí, estoy hecha de palabras, pues cuando decidí ser historiadora, tuve que aprender a
interpretar los laberintos y entresijos de los discursos pronunciados por los
actores de la historia, resguardados en los miles de documentos donde dejaron
sus huellas. Leer con detenimiento las palabras escritas, sus sentidos
profundos y sus contextos, para poder entender por qué, cómo y dónde fueron
pronunciadas o escritas. Aprender que lo
que la lectura tiene sentido relativo y va más allá de su acepción gramatical.
Ay! sí, estoy hecha de palabras, porque al intentar plasmar
en estos Encuentros los laberintos de mi alma, he tenido que recurrir a ellas
de forma constante, sin a veces encontrar las apropiadas para describir los
múltiples colores que representan y expresan mis sentimientos. A veces es difícil decir lo que sentimos cuando algo o alguien nos
hiere, o sencillamente cuando nuestro amor es tan profundo que no existe en el
vocablo universal una palabra que lo interprete y defina.
Ay! sí,
estoy hecha de palabras, porque amo
profundamente la poesía y su capacidad de dibujar los largos y difíciles laberintos
del alma. Porque en la sensibilidad de los poetas y sus poemas logro comulgar mis dilemas, mis angustias, mis alegrías y mis
tristezas.
Ay! sí, estoy hecha de palabras, aunque confieso que en esa
sociedad de hoy, la comunicación es inacabada, solitaria, porque el diálogo se
ha convertido en monólogos colectivos en las redes sociales. Porque informar es
más importante que comunicar, porque no nos interesa lo que el otro piensa o siente.
Porque a través de las redes sociales decimos lo que sentimos y pensamos, sin
detenernos en el receptor; porque ese monólogo solitario llena un vacío que la
vida cotidiana es incapaz de suplir.
Ay! sí, estoy hecha de palabras, aunque a veces me convenzo
que el silencio es más efectivo, que el lenguaje no verbal en ocasiones es más
contundentes que mil discursos; porque los hechos dicen lo que pensamos y
creemos, y a veces las declaraciones son solo poses hipócritas que no convencen
a nadie.
Sí, estoy hecha de palabras, incluso de las que he
pronunciado de forma inoportuna e inadecuada; de mis rabietas irracionales que
sólo lastiman y no construyen. Como ser humano que soy, y por tanto me asumo
finita y perfectible, quisiera recoger esas palabras, pero ya es tarde. Y sí, aunque estoy hecha de palabras, el
tiempo y los golpes, me han enseñado a callar, a observar, a sentir, a
reflexionar y meditar, para poder ser más cuidadosa en lo que digo. Y sí, estoy hecha de palabras, y cada día me
convenzo más de que diré lo que pienso, aunque duela, aunque me duela. Lo
prefiero así, porque no puedo seguir cosechando la hipocresía que se ha
adueñado de esta sociedad, y sobre todo de sus palabras. Se dice lo que el otro
quiere oír, no lo que pensamos. Alabamos al de arriba por pura conveniencia.
Por eso digo y repito, sí, estoy hecha de palabras, y a través de ellas
exclamaré lo que pienso y lo que siento.
mu-kiensang@hotmail.com
mu-kiensang@pucmm.edu.do
@MuKienAdriana
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