ENCUENTROS
¡POBRE
PATRIA MIA! (2)
Por: Mu-Kien
Adriana Sang
Hubo
un tiempo en que todos creían en mi palabra. Buscaba mi palabra. Iban al
Palacio Nacional o Chapultepec y pedían mi palabra. Querían escuchar mi voz, mi
voz que era promesa. Era yo un ramillete
de promesas. Era la promesa andante. Todos se iban contentos, habían hablado
con el Presidente. Él arreglaría las cosas.
Hubo una vez
que yo era Dios.
Y decía
"hágase la luz", y la luz se hacía.
Y decía
"hágase el dolor" y el dolor se hacía
Y decía,
"hágase la muerte" y la muerte cubría todo de rojo....
Hubo una vez que yo fui
Dios, hace ya mucho tiempo...
Así,
solo y desterrado acabó la vida del hombre poderoso que inició su vida política
luchando contra los conservadores en 1858 en la Guerra de la Reforma y tras
ascender a general en 1861, luchó contra la intervención francesa. El hombre
valiente que participó en el asalto de Puebla; el que ocupó la Plaza de México
el 21 de junio de 1867, y con su
liderazgo arrollador logró someter a sus enemigos sin derramar una gota
de sangre. Ese mismo hombre que dirigió
una tropa de más de 25 soldados para recibir con todos los honores al
Presidente Juárez, habiéndole preparado el camino para su triunfal regreso. El
mismo Porfirio Díaz que luego lo combatió con energía y el propio Juárez lo
venció.
Mientras
caminaba sin rumbo por París le llegaban noticias de México. Pero él sólo vivía de los recuerdos. Su desempeño militar al lado de los
liberales, le hicieron merecedor de la candidatura a la presidencia por el
Partido Progresista. Fue derrotado por su antiguo líder, Benito Juárez. En 1876
consiguió expulsar a Lerdo, el sucesor de Juárez, y pudo acceder a la
Presidencia. Y ya para 1880 fue declarado por la Cámara como Presidente
Constitucional. A partir de entonces se hizo dueño del poder, y se creyó el dueño del país y de su
gente. Y, siguiendo las normas de los
dictadores del positivismo que enarbolaban el orden y el Progreso, la
modernidad llegó a México: 20.000 kilómetros de vías férreas; el correo y los
telégrafos se extendieron por buena parte del territorio; se fundaron bancos; y
la agricultura progresó en Yucatán, en Morelos y en La Laguna, gracias a las
grandes producciones de caña de azúcar y algodón. México conoció bajo el porfiriato
un crecimiento económico nunca visto. Pero la libertad había sido secuestrada, y el
descontento creció. Francisco Madero aprovechó esa circunstancia y alentó al
pueblo a levantarse. En mayo de 1911, Porfirio Díaz se vio obligado a renunciar
a la presidencia y salió del país rumbo a Francia, donde murió en 1915.
Soy
el perdedor y el triunfador, el enfermo y el padre, el tirano y el jinete. Soy
el que suspira. Soy una memoria adolorida que aúlla. Soy el dolor que no cesa, la angustia que no
termina...Estoy hecho de cientos de lágrimas de sangre y piedra....
La
lectura de esta magnífica novela, narrada en primera persona, sobre la vida en
el exilio del hombre fuerte de México y que dominó el escenario político por
más de 40 años, me hizo pensar sobre el tema del poder, y muy especialmente del
poder absoluto.
La
mayoría de los dictadores, por no decir todos, finalizan sus días odiados,
desterrados y olvidados. Mientras leía las reflexiones del dictador
cuando hablaba con tristeza de que las masas habían ido a destruir todo aquello
que le pertenecí, recordé a la
muchedumbre dominicana que en 1961 hizo lo mismo cuando se produjo el
tiranicidio con Trujillo. Hitler, la
mente humana más perversa que ha conocido la humanidad, tuvo que esconderse,
como bestia salvaje, en el bunker rodeado sólo de sus más cercanos
colaboradores. Saddan Hussein, el hombre
fuerte de Irak, fue encontrado en un pequeño túnel en la tierra, sucio,
hambriento, haraposo y temeroso. Augusto
Pinochet el líder de la milicia chilena que llevó a Chile por los caminos del
crecimiento económico, ha sido objeto de juicios políticos en su país y el
extranjero, acusado de crímenes de lesa humanidad, por sus asesinatos en
masas.
¿Por
qué estos hombres poderosos terminan así? Porque se sienten dioses, se sienten
dueños, y piensan que la realidad se reduce al iris de sus ojos. Porque olvidan que las masas son cambiantes.
Porque olvidan que el poder envilece, y si es absoluto más todavía. Porque se sienten dueños de las vidas de los
otros y creen poder disponer de ellas a su antojo. Porque olvidan que la vida no es estática y
que las circunstancias cambian. Porque
mientras gozan del poder y la adulación de los servidores de la corte, olvidan
los años de destierros, dificultades y fracasos. Porque olvidan que los bufones, son solo
eso, bufones y aduladores. Porque olvidan que muchos lo sostienen en el poder porque
representa sus intereses, y, en la medida en que alguno vislumbre un atentado a
sus beneficios, le retiran el apoyo sin
un solo dejo de sentimiento.
¡Ojalá que muchos de
nuestros políticos hagan esta lectura para que les sirva de espejo!
¡Ojalá que muchos de
nuestros políticos hagan un examen de conciencia para que no se sientan
todopoderosos! ¿Saben por qué? porque el poder no es ETERNO, a Dios gracias,
Este es mi
juicio. Yo soy mi propio juez. Yo soy, también, el testigo. Me examino
despiadadamente.... Estoy harto de las decisiones de los jueces, los
advenedizos, incluida mi familia...estoy harto del chisme, la maledicencia...
Sin embargo, aquí dentro de mí, en el maldito tribunal de mi cuerpo, he de
aceptar el supremo veredicto: José de la Cruz Porficio Díaz: ¡Culpable!
mu-kiensang@hotmail.com
mu-kiensang@pucmm.edu.do
[i]
Pedro Ángel Palou, Pobre Patria mía. La novela de Porfirio Díaz, México, Editorial
Planeta Mexicana, SA, 2010. (185 pp)
No hay comentarios:
Publicar un comentario