ENCUENTROS
Carta a Juan Pablo
Por: Mu-Kien Adriana Sang
Pensé cantar mi desventura impía y airado el numen se negó a mi intento; pensé cantar y en la garganta opreso el canto se trocó en lamento.
Pugné otra vez y a mi tenaz empeño rompiese el plectro y reventó la lira; por eso horrible cual letal ensueño en canto sordo el corazón delira.
Sordo y helado cual la tumba yerta en do reposas, adorado amigo, y el cual consagro a tuya que otra prenda no quedó conmigo.
Soi templario, me decías un día, Jacinto un tiempo de la Patria Amada Y en sacro fuego el corazón se ardía...
Tomás entonces con placer te oyó, y el alto honor de ser
primera ofrenda, Como un templario merecer juró En la sagrada nacional
contienda.
Tomás, de heroica agnegación modelo, De patriotismo y de valor dechado, Tomás, el timbre de mi patrio suelo, Honor y gloria de mi Pueblo amado.
¿Do está el amigo de mi tierna infancia, el compañero por demás valiente?¡Y nadie, nadie...responde al eco de mi voz doliente!
Tomás, de heroica agnegación modelo, De patriotismo y de valor dechado, Tomás, el timbre de mi patrio suelo, Honor y gloria de mi Pueblo amado.
¿Do está el amigo de mi tierna infancia, el compañero por demás valiente?¡Y nadie, nadie...responde al eco de mi voz doliente!
Juan Pablo Duarte, al saber del fusilamiento
de Tomás de la Concha
Querido Juan Pablo: Hoy se cumplen 200 años de tu
nacimiento. No imaginaste cuando abriste
los ojos al mundo estábamos en el limbo jurídico de ser una colonia española nominal,
pues el imperio español estaba sometido a demasiadas presiones en el resto del
continente. Éramos españoles abandonados
por una potencia que iniciaba su decadencia frente a las rivales de Europa. Esta pequeña isla del Caribe vivía sus
particulares dramas: en el oeste había nacido una nueva república, la primera
república negra, Haití. Estaba sumergida
en sus luchas internas, y veía la débil parte este como una solución factible
ante su demanda de tierra para los esclavos y para evitar un posible nuevo
intento francés de detener el desarrollo de su colonia.
Naciste en un hogar acomodado que
te permitió conocer fronteras más allá de este cálido mar Caribe que condiciona y limita nuestras
perspectivas. Te nutriste del liberalismo romántico y revolucionario de la
época, e hiciste de las palabras
"Patria", "Nación" y "Soberanía" tu himno de guerra
y tu inspiración para guiar tus días de lucha y sacrificios. Cuando te convertiste en un joven
adolescente, ya se había producido la ocupación haitiana de 1822, decidiste, en
1838, iniciar el proyecto nacional. Entregaste lo que tenías, lo diste todo por
tus sueños. Tuviste que partir huyendo
de las autoridades haitianas que veían en ti un grave peligro. Regresaste en
1844, cuando ya se había proclamado la República Dominicana, y te diste cuenta
enseguida, que el sector conservador dominaba el escenario político de la débil
y recién formada República Dominicana.
Te rebelaste y te levantaste en contra de la Junta Central
Gubernativa. Elaboraste una revolucionaria
propuesta constitucional para la república que soñaste. Pero el poder conservador, Santana y sus
séquitos, te atraparon y te mandaron de nuevo al destierro. Te fuiste a Venezuela y allí tuviste una vida
anodina, triste y precaria. Moriste lejos de la patria que amaste y ayudaste a
construir. No lo sabes. no puedes
saberlo, pero a ti y a Ulises Francisco Espaillat los he denominado como
nuestros Quijotes humanos, los hombres del siglo XIX que participaron en
política por el amor a la humanidad, pero sobre todo con la convicción de que la ética debía ser el
norte de la acción política.
No sé cuántas veces he tenido que
hablar acerca de tu vida y tu obra.
Desde hace más de 40 años estoy en las aulas dando clases de Historia
Dominicana. Y desde ese espacio, he visto pasar a cientos de jóvenes, hoy
muchos adultos mayores, a quienes he intentado recrearles tu vida, tu ejemplo de compromiso
con la historia y con la vida, pero sobre todo, los principios éticos que te
acompañaron hasta tu último aliento. Y a
pesar repetir y repetirme por tantos años, no me he cansado de hacerlo. Han variado las caras, pero la juventud sigue
sentada ahí en esos incómodos asientos.
Llegan en búsqueda de ideas y
conocimientos. Pero a ellos no les
interesa ni tu vida ni la historia. En todo este tiempo me ha dolido mucho la
dureza de las palabras de algunos jóvenes osados, atrevidos, más bien. A veces,
después de haber expresado mis ideas, les pido sus opiniones sobre tu vida, tu
obra y tus ideas. Las respuestas siempre me sorprenden. Y cuando te juzgan son
muy crueles. ¿Sabes que algunos de ellos
te han denominado como el "personaje más pendejo de la
historia"? Les he preguntado por
qué, y me han respondido: "Profe, por ese tigre no hizo ná. Solo dio ideas,
pero no se fajó." Intentando variar la percepción, busco palabras desde el
fondo de mi corazón. Utilizo todos mis recursos pedagógicos y discursivos
tratando de persuadirlos. El tiempo no
ha cerrado la herida abierta en mi corazón, que se lacera cada vez que te juzgan
tan cruelmente.
Por esta razón, apoyo con fervor
y entusiasmo, la iniciativa del Estado de que este año 2013 en el que se
cumplen 200 años de tu nacimiento sea dedicado a dar a conocer a las nuevas
generaciones quién fue realmente Juan Pablo Duarte, el soñador de la patria y
el hacedor de la república y la nación. En todas partes, norte, sur, este y oeste del
país y de algunos lugares de ultramar, se harán actividades para rescatar tu
memoria. ¡Qué bueno!
Solo espero que no sirva de
excusas para que algunos políticos usen y abusen de tu nombre en su propio
beneficio, o para querer situarse al nivel de tu estatura moral. ¡Que no se utilice en vano tu nombre, ni te hagan
decir lo que no has dicho!
Te agradezco lo que hiciste, como
dominicana nacida en esta tierra y que como caribeña tiene lazos lejanos con
otras tierras. Te agradezco mucho por tu
ejemplo de vida, porque has sido, eres y serás siempre una inspiración para que
los jóvenes asuman con entusiasmo, compromiso y valentía los retos de su
tiempo; y por supuesto, para los adultos, los hombres y mujeres de mediana
edad, que todavía tenemos sueños e ilusiones por los cuales luchar. Seres como tú, humanos y finitos, nunca
dioses ni santos, son los que han permitido que la historia se transforme.
Gracias Juan Pablo!.
mu-kiensang@hotmail.com
mu-kiensang@pucmm.edu.do
@MuKienAdriana
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