ENCUENTROS
Reflexiones sobre la
monarquía. El absolutismo de Hobbes
Por: Mu-Kien Adriana
Sang
El arte va más lejos, imitando esa obra racional, que es la más
excelsa de la Naturaleza: el hombre. En efecto, gracias al arte
se crea ese gran Leviatán que llamamos república o Estado (en latín Civitas)
que no es sino un hombre artificial, aunque de mayor estatura y robustez que el
natural para cuya protección y defensa fue instituido; y en el cual la
soberanía es un alma artificial que da vida y movimiento al cuerpo entero; los
magistrados y otros funcionarios de la judicatura y ejecución, nexos
artificiales; la recompensa y el castigo (mediante las cuales cada nexo y cada
miembro vinculado a la sede de la soberanía es inducido a ejecutar su deber)
son los nervios que hacen lo mismo en el cuerpo natural; la riqueza y la
abundancia de todos los miembros particulares constituyen su potencia; la salus
populi (la salvación del pueblo) son sus negocios; los consejeros, que informan
sobre cantas cosas precisa conocer, son la memoria; la equidad y las leyes, una
razón y una voluntad artificiales; la concordia, es la salud; la sedición es la
enfermedad; la guerra civil, la muerte. Por último los convenios mediante los
cuales las partes de ese cuerpo político se crean, combinan y unen entre sí,
asemejándose a aquel fiat o hagamos al hombre, pronunciado por Dios en la
creación. Thomas Hobbes, Leviatán
La burguesía ganaba terreno. Buscaba espacio político, porque
tenía casi asegurado el ámbito económico. El modelo cerrado de la Edad Media
debía ser superado, la apertura política, económica, social y cultural era sólo
cuestión de tiempo. Las instituciones sociales debían redefinirse. La Monarquía
luchaba con garras para sobrevivir.
En ese proceso caótico que vivía Europa,
principalmente Inglaterra, los intelectuales intentaron interpretar la realidad
y proponer sus caminos. El filósofo Thomas Hobbes, nacido en 1588, considerado
como el padre de la filosofía política occidental, fue crucial en esa época
convulsionada. Su obra Leviatán, publicada en 1651 es considerada como la pieza
clave del Absolutismo Monárquico. Esta obra constituye un verdadero hito en el
proceso de transformación y ruptura
entre la Edad Media y la modernidad occidental. Defensor de lo monarquía,
Hobbes estaba convencido que la legitimidad de la monarquía y especialmente del
Rey, provenía directamente de Dios. Pero para que se impusiera el orden, era
necesario el Derecho y el gobierno. El
Estado, afirmaba el filosofo, era el pacto que realizan los seres humanos entre
sí para la convivencia, pero subordinándose al gobernante. .
En el libro Leviatán, Hobbes asegura que la
subordinación absoluta al Soberano, el Rey, tenía su explicación en el miedo a
la autodestrucción. Parte de la premisa de que el ser humano, producto de sus
sensaciones y aprendizajes fallidos de la cultura religiosa, los hace crear
fantasías y sensaciones erradas, que pueden degenerar en acciones destructivas
a la sociedad o autodestructivas: los hombres abundan en copiosas palabras,
pueden hacerse más sabios o más malvados
que de ordinario...[i]
Hobbes consideraba que la inteligencia humana nos
hacía animales superiores, pero muy peligrosos y absurdos a veces. El absurdo,
decía, es la mayor desgracia, muy especialmente porque puede ser usado por
aquellos que tienen conocimientos. Para evitar que la maldad, la ambición y
el engaño de los sabios, como Aristóteles
y Cicerón, se adueñe de la sociedad, sólo había un camino: dotar al Rey de
mayores poderes. Hobbes reconocía que
mediante el derecho natural el ser humano nacía libre. La libertad era el
principal derecho adquirido por el simple hecho de nacer, pero era una
condición peligrosa que sólo un poder omnipresente podía regular.
Para otorgar el poder absoluto al Soberano, Hobbes
planteaba un contrato en el que el conjunto de los seres que componen la
sociedad renunciaban a su libertad para obtener a cambio la seguridad que le
proveía el Monarca. Esta transacción se hacía mediante un contrato, que él
definía como "la mutual transferencia de derechos..." [ii] Afirmaba
que los signos de esta transacción contractual estaban expresados en palabras
que abarcaban no sólo el presente, sino también el pasado y el futuro, porque,
decía, "todo contrato es mutua traslación o cambio de derecho... por
esta causa en la compra y en la venta, y en otros actos contractuales, una
promesa es equivalente a un pacto, y tal razón es obligatoria"[iii]
Estaba
convencido el filósofo inglés que "renunciar a un derecho a cierta cosa
es despojarse a sí mismo de la libertad de impedir a otro el beneficio del
propio derecho...En efecto, quien renuncia o abandona su derecho, no da a otro
hombre un derecho que este último hombre no tuviera antes. No hay nada a que un
hombre no tenga derecho por naturaleza: solamente se aparta del camino de otro
para qué éste pueda gozar de su propio derecho original sin obstáculo suyo y
sin impedimento ajeno.."[iv]
A partir de estas premisas, Hobbes formula su teoría del Estado Absoluto o
Absolutismo Monárquico. Para evitar las discusiones sobre la delegación divina
del poder a los reyes, como se formula Dante, el inglés plantea que el hecho de
que se acepte, mediante el contrato consensuado el predominio del Soberano,
esta aceptación ponía a sus súbditos en comunicación directa con Dios: "Si consideramos que un Estado es una
persona, debe rendir también a Dios una veneración, la cual se realiza cuando
el Estado ordena que sea manifestada públicamente por los hombres privados.
Este es el culto público, cuya peculiaridad consiste en ser uniforme, ya que
las acciones que se hacen de modo diferente, por hombres distintos no puede
decirse que sean actos de pública veneración...Y como un Estado no tiene
voluntad ni hace otras leyes, sino aquellas que se estatuyen por la voluntad de
quien detenta el poder soberano, resulta que aquellos atributos que el soberano
ordena, en el culto a Dios, como signos de honor, deben ser tomados y usados
como tales, por los particulares, en su culto público" [v]
Hobbes salvó a la Monarquía de sucumbir ante el
emergente poder de la burguesía inglesa. Logró, de manera magistral, combinar
ambos elementos aparentemente contradictorios.
Así, bajo estas premisas, la revolución burguesa inglesa pudo triunfar
bajo el amparo incondicional de una renovada Monarquía que negó sus principios
y como el corcho en un balde de agua, no solo sobrevivió, sino que se mantuvo a
flote y con el poder reforzado. Vivió y se desarrolló hasta que en el siglo
XVII las fuerzas sociales se recompusieron y exigieron nuevos cambios. Sobre
este tema seguiremos en el próximo artículo.
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@MuKienAdriana
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