ENCUENTROS
Mujeres peligrosas
Esa mujer
se me parece al viento,
también parece canto,
también parece hierba.
Es algo así
como aire,
es algo así como vida.
Esa mujer
se me parece a todo:
a universo
a luz
a tiempo,
a carne viva...
Esa mujer
se me parece a todo:
a nostalgia,
a lágrima,
¡a locura!
se me parece al viento,
también parece canto,
también parece hierba.
Es algo así
como aire,
es algo así como vida.
Esa mujer
se me parece a todo:
a universo
a luz
a tiempo,
a carne viva...
Esa mujer
se me parece a todo:
a nostalgia,
a lágrima,
¡a locura!
Fernando Cely
Hace casi dos décadas, en una
reunión social de amigos, estábamos conversando animadamente. Vivía un momento difícil de mi vida. Había roto con una relación de muchos años. Un buen amigo me dijo: “Se que estás pasando
un momento difícil, pero te diré algo. Las mujeres cómo tú son peligrosas. Dan
miedo, es más, aterran. Yo no podría estar al lado de alguien como tú.”
Sorprendida por la declaración, le pregunté el porqué de sus palabras. Me
respondió: “Porque piensan, y tú, como escribes, eres de las peores. Yo no
podría lidiar con una mujer como tú”. Me
quedé sin palabras. Mi amigo del alma me
confesaba su sentimiento profundo. Más
que ofenderme me hizo reflexionar. Como
lo quería mucho, lo perdoné. Había olvidado el episodio, hasta que recientemente
llegó a mis manos un regalo, que me recordó al amigo ido a destiempo. Era el
libro de Stefan Bollman “Las mujeres que
escriben también son peligrosas”.
Stefan Bollmann, nació en 1958,
estudió filología, teatro, historia y filosofía. Pero
ha dedicado su vida a la literatura y se radicó en Múnich. Se especializó en
Thomas Mann y paralelamente se dedicó a la labor de editor. Su fama trascendió las fronteras de su país y
llegó al gran público con su obra “Las mujeres que leen son peligrosas”. La tesis fundamental de este libro es que las mujeres de todos los tiempos, como
estaban relegadas tradicionalmente a un papel secundario y pasivo en la sociedad,
encontraron la liberación en la lectura. Era su forma de romper de forma
silente con las estrechez que le imponía su mundo. Con las historias de los
libros que leían abrían las puertas al conocimiento y a la imaginación. Accedían
así a otro mundo, sentían plenas, independientes y libres. Con este libro, el
autor, rendía un sentido homenaje a las mujeres, a nosotras las mujeres.
La
literatura, hasta hace poco, era un oficio destinado y reservado a los hombres.
Muchas mujeres escritoras, que osaban romper el silencio, utilizaban seudónimos
masculinos para expresar sus sentimientos y ocultar bajo ese nombre falso, su
osadía y su rebeldía. El libro que
recibí como regalo, Las mujeres que
escriben también son peligrosas, es un homenaje hermoso a las mujeres que a
través de la historia se atrevieron a romper con la herencia maldita de la
exclusión. Repasa con belleza y
sensibilidad la trayectoria de las escritoras más destacadas que nos ha
regalado la humanidad, desde el siglo XII hasta nuestros días. Inició con
Hildergard Von Bingen, una monja nacida en plena Edad Media, que a
los 41 años y después de haber vivido recluida en el monasterio, abrió su alma
a través de la escritura, y, a pesar de que le estaba prohibido escribir a las
mujeres para expresar lo que sentían, su talento se impuso, y hasta le publicaron
algunas obras. Hace un largo recorrido y hace aparecer el talento de mujeres
que expresaron abiertamente sus ideas a
través de sus obras: Jane Austen, Virginia Wolof, Marguerite Yourcenar, Simone de Beauvoir,
Marguerite Duras, Francoise Sagan, Doris Lessing, Paula fox, Toni Morrison,
Arundhati Roy, Isabel Allende, entre otras. Este libro es un canto a la lucha
de las mujeres por romper los moldes heredados.
Como mujer,
que lee y que escribe, me siento dichosa de ser orgullosamente peligrosa. No he
tenido que romper tantos moldes como las mujeres que me precedieron. Heredé los frutos de sus luchas y
sacrificios. Con orgullo y entusiasmo,
llevo sobre mis hombros la carga heredada. Todavía tenemos muchos sueños que
cumplir, muchas palabras que escribir y muchas denuncias por hacer. No me
imagino mi vida sin poder decir lo que siento y pienso. Sería lacerar lo más
profundo de mi ser, sería convertirme en un ser sin sentimientos, en una
marioneta tirada por hilos, haciendo los movimientos que los otros desean que
hiciera; sería convertirme en un robot de una sociedad que trilla de antemano
los caminos.
Atención a
los hombres retorcidos, limitados, egoístas, y, sobre todo, machistas, las
mujeres despertamos y tenemos nuestra propia voz. NO podrán silenciarla aunque nos golpeen, nos
asesinen y nos torturen. A través de los
tiempos, y después de haber violado de forma inteligente el peso de la
opresión, nadie podrá detenernos. Lo
siento por los hombres que no nos aceptan como somos. Peor para ellos. Nos
vemos. Hasta la próxima.
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