ENCUENTROS
El maravilloso mundo de las abuelas
Por: Mu-Kien Adriana Sang
Dedicado a mi amigo/hermano José Chez
Checo
Por los momentos más felices,
o por aquellos que han dejado cicatrices,
por el dolor acumulado o los errores cometidos,
por haber hecho hermano al enemigo
o por haber perdido al mejor amigo.
Sabiduría que brota en tus palabras,
en forma de consejos o regaños,
advertencias que deben ser tomadas en cuenta
y no a la ligera.....
Por eso abuelita y abuelito...
No te preocupes el ya no caminar aprisa,
así nos tardamos más en llegar a nuestro destino,
y podrás contarme más historias, de cuando eras niño,
de aquellos tiempos mejores que recuerdas con lágrimas...
así nos tardamos más en llegar a nuestro destino,
y podrás contarme más historias, de cuando eras niño,
de aquellos tiempos mejores que recuerdas con lágrimas...
No te preocupes, no estás solito,
tienes muchos nietos, aunque no conozcas sus nombres,
son todos aquellos que esperan que de allá arriba
les permitan llegar a esa bendita Tercera edad. Henry Ricardo
Este artículo ha estado rondando en mi cabeza desde
hace meses. Lo había detenido para no
darle la razón a mi amigo/hermano José Chez, quien en uno de nuestros
encuentros cotidianos me dijo: "Mu-Kien,
estoy esperando el artículo del nuevo nieto. Te conozco y se que estás pensando
en escribir uno." No le
respondí. Sólo sonreí. Mucho me conoce el hermano y colega. Para no darle la razón tan pronto, dejé
descansar el artículo por unos meses, pero ya mi nuevo nieto, Andrés, tiene 8
meses y la vida de nuestra familia se ha llenado ¡otra vez! de ternura e
inocencia. Entonces me dije: "Al
diablo, le tendré que dar la razón al "plimo" Chez".
Hoy decidí escribir el artículo porque al
levantarme lo primero que vi al abrir los ojos fueron las sonrisas de mis dos
nietos, los niños que han llenado de alegría todos los espacios de esta casa y alivian
mi corazón angustiado por los problemas sociales de este país amado, tan lento
para cambiar.
Fui abuela sin haber sido totalmente madre. ¡Qué
gran ironía y que gran regalo me ha dado el Dios de la vida! Rafael Eduardo y
Andrés Eduardo, llegaron después de que durante décadas había sido la tía
"dulce", como me bautizó mi sobrino Julio César, ido a destiempo. Las dos decenas de
sobrinos y sobrinas que se sumaron al inmenso núcleo familiar, llenaron el
vacío existencial.
Rafael Eduardo, mi nieto mayor, el que me enseñó
a ser abuela, ya tiene 8 años. Nuestra
relación es de estrecha complicidad. A su lado he aprendido a disfrutar de lo
pequeño y lo trivial. A su lado abandono mi traje de maestra, de historiadora,
de escritora o funcionaria. A su lado soy solo una marioneta que él maneja a su
antojo. Soy capaz de tirarme al piso aunque mi conjunto haya sido recientemente
traído de la lavandería. A su lado, con sus preguntas acuciosas o sus historias
escolares, olvido los problemas cotidianos o trascendentes y me refugio
únicamente en la ternura. El tiempo se hace corto cuando inventamos cuentos o nos
ponemos a hablar con la naturaleza, o sencillamente miramos al cielo y nos
imaginamos las formas de las nubes.
Antes de nacer su hermanito Andrés me preguntó:
"Abuela y cuando nazca él y nosotros dos? En su lenguaje infantil se
preocupaba por la posible desatención. Le contesté con un abrazo grande y le
dije al oído: "Tú vas a ser siempre mi primer nieto y mi niño
favorito". Entonces sonrió y siguió
jugando.
Andrés Eduardo ya tiene 8 meses. Es un hermoso
niño, muy parecido a su hermano, quien lo cuida y lo mima. Uno de mis mayores
placeres es tener en mis brazos al bebé y al mismo tiempo jugar o conversar con
el mayor. Me siento plena, abandonada a la mejor suerte del mundo. Antes de
nacer me preguntaba si podría amarlo tanto como a Rafael Eduardo. La
preocupación se disipó, porque el corazón es tan grande que anida mucho espacio
de reserva para nuevos e intensos amores.
He reflexionado sobre mi condición de abuela,
compartida con los otros múltiples roles que la vida elegida se empeñó en
imponerme. Y al analizar este tejido complejo de roles, concluyo que he de
agradecer a Rafael y a Andrés por el regalo de tenerlos en mi vida. La vida
adulta, las responsabilidades laborales, los traumas existenciales que todos
tenemos, los desengaños y desesperanzas nos endurecen el corazón. Pero tener de
cerca la posibilidad de acariciar tu corazón con ternuras de llantos, de risas,
de palabras repetidas, de abrazos, de miradas de complacencia, pero sobre todo,
de inocencia pura, hace que necesariamente tengas que renovar la esperanza, el
deseo de vivir, la decisión de seguir luchando para cambiar el mundo.
Pocas cosas son tan hermosas y gratificantes como
los abrazos, los besos mojados, los tirones de pelos, las llamadas de atención
que los niños nos ofrecen de forma gratuita y sincera. El haber podido vivir la
niñez de mis decenas de sobrinos, y, muy especialmente de mis nietos, me obliga
constantemente a redescubrir la vida. Entendí, a base de demandas de juegos, de
preguntas inocentes y afirmaciones temerarias, que el mundo de los adultos es
muy aburrido. Por eso, concluyo más que convencida que es necesario, imprescindible más bien, guardar
momentos para dar caricias a nuestros maltratados corazones, pero sobre todo no dejar morir el niño o la
niña que llevamos dentro.
Rafael Eduardo y Andrés son mis tesoros
gratuitos, regalos de Dios, que me han permitido redescubrir el verdadero sentido
de la ternura, del amor profundo y gratuito, de que las pequeñas cosas son tan
importantes y verdaderas, como aquellas que definimos como las trascendentes e
imprescindibles. Nada, nada, nada puede ser más importante que las sonrisas,
los abrazos y los besos mojados y pegajosos de los niños que nos hacen
redescubrir el amor sincero, sin traumas, trabas o interés de ningún tipo.
De nuevo doy gracias al Dios de la vida por la
bendición de poder contar en mi vida con estos dos locos bajitos, como decía Joan
Manuel Serrat, que me han hecho redescubrir una nueva dimensión del amor que es
más grande que el propio universo. Soy feliz de sentir que soy un refugio más
en sus vidas.
Cuando los abuelos entran por la puerta, la disciplina vuela por la
ventana. (Ogden Nash)
Un abuelo es una persona con plata en el pelo y oro en su corazón.
(Autor desconocido)
Todo el mundo debe tener acceso tanto a los abuelos como a los nietos,
con el fin de ser un ser humano completo. (Margaret Mead)
La idea de que nadie es perfecto es un punto de vista más comúnmente
llevado a cabo por personas que no tienen nietos. (Doug Larson)
Los abuelos son el mayor tesoro de la familia, los fundadores de un
legado de amor, los mejores contadores de historias, los guardianes de las
tradiciones que perduran en el recuerdo. Los abuelos son las bases solidas de
la familia, su amor muy especial los diferencia. (Autor desconocido)
mu-kiensang@hotmail.com
mu-kiensang@pucmm.edu.do
@MuKienAdriana
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