ENCUENTROS
Una década sin Ruggiero Romano
Por: Mu-Kien
Adriana Sang
La historia es una
de las materias, no hay muchas así, que es en realidad un mecanismo. En la
historia hay ruedas. Si usted pone en movimiento una rueda, por más chica que
sea, contribuye a todo un movimiento. Lo que me interesa es el movimiento
general. Esto me gusta de la misma manera que me hubiese gustado hacer
lingüística. El trabajo de historia significa pasar miles de horas en archivos,
tengo kilómetros de microfilms de Buenos Aires todavía no explotados. No se
puede hacer historia sin trabajar en los archivos, por eso creo que la historia
del tiempo presente no se podrá hacer nunca... porque existen cretinos en todos
los países que han aprendido a destruir archivos... La diferencia entre hoy y
hace 50 años es que hoy se destruye... Existe una voluntad política e
individual en esta segunda mitad del siglo XX, de cuidar la imagen que se deja
a la posteridad... Antes el rey podía dejar con tranquilidad sus papeles porque
se los dejaba al hijo... Es cierto que los soviéticos se transformaron en
especialistas de crear, modificar, inventar, agregar, sacar, rehabilitar...
pero esa práctica se ha generalizado en todo el mundo... Revista TODO ES HISTORIA , N° 251, mayo de 1988Ruggiero Romano, Entrevista publicada 1988
Ruggiero
Romano impactó mi vida. Mi vida
intelectual se divide en dos. Un antes y
un después de que el polémico historiador italo-francés, americanista por
convicción y adopción, llegara a mi vida. Lo conocí a los 25 años, cuando en
1981 me dirigí, pueblerina y prepotente, como todo joven que se ha leído 10
libros en su vida, a París, Francia a realizar estudios de doctorado. Ruggiero Romano me recibió con estudiada
cortesía. Aceptó guiarme en mi periplo
de ser historiadora. Conocía a la
República Dominicana y era amigo de Rubén Silié. Al momento era asesor de Nelson Carreño, un
dominicano que había llegado por accidente a Francia, después de haber llegado
exiliado, huyendo a las fuerzas represivas de Balaguer.
Estuve
cinco años sufriendo y aprendiendo con Ruggiero Romano. Sus clases de los lunes eran una verdadera
muestra de erudición y conocimientos.
Polémico como siempre, buscaba la forma de atacar a los historiadores
que él denominaba como seudos marxistas, que partían de premisas y llegaban a
conclusiones preconcebidas. Su favorito
era, sin lugar a dudas, André Gunder Frank.
La hiper criticidad de Romano, me obligó a enviar a la basura mi sistema
de pensamientos, influenciados por las teorías de moda. Me hizo leer mucho,
pero sobre todo a ser crítica con las
lecturas. Me enseñó a trabajar
las fuentes y a ser cuestionadoras de sus contenidos. Al salir de Francia, recibí varias
correspondencias suyas. La última fue para agradecerme el envío de mis tres
primeras obras. Guardo esa carta como un verdadero tesoro. Cuando regresé al
país, solo lo pude volver a ver en dos oportunidades. La última fue en México en 1998. Allí nos dimos cita una gran parte de discípulos
de toda América. Estaba feliz de encontrarnos. Seguía siendo el hombre enérgico
y crítico de siempre, pero su paso era más lento y su mirada más lejana.
Ruggiero
Romano murió en el 2002 en su casa de la avenida Raspail, en París. El viejo
apartamento parisino, el mismo donde estuvieron los cientos de latinoamericanos
que acudían a sus casas a recibir sus reprimendas, consejos y críticas. Había nacido
en Fermo, una pequeña ciudad de Italia,
en 1923. Después de haber
estudiado filosofía y otras especialidades en historia y ciencias sociales,
decidió irse a París en 1947. Su encuentro con el gran Fernando Braudel,
constituyó un hito en su vida intelectual.
Junto al gran historiador francés, padre de la nueva historiografía, formó
parte del grupo de intelectuales que creó la École Pratique des Hautes Études.
En 1955, obtuvo la cátedra en Historia
Económica. En un principio se dedicó, como la mayoría de los historiadores
europeos, a estudiar la historia de Europa. Estudió los precios y la moneda en
la Edad Media. Después decidió ser autónomo de las corrientes intelectuales de
moda, y se dispuso a estudiar, y sobre todo a descubrir, la historia de la
América hispánica, no latina, porque Romano decía que era una definición
aberrante. A partir de esta decisión, Romano inicia una travesía intelectual
que lo lleva a replantearse muchos de sus postulados y anteriores preocupaciones: diferencias entre crecimiento
y desarrollo económico, las relaciones entre continuidad y discontinuidad en la
historia, los matices cualitativos y no sólo cuantitativos. Un elemento importante en el pensamiento de Romano fue su concepto de
“crisis” en la perspectiva de la larga duración. Los historiadores coinciden en que existieron
dos Ruggieros. El primero fue el historiador joven europeísta que seguía las
tendencias y corrientes de la moda. El segundo, el americanista, era un
verdadero crítico de esas ideas y comenzó a hacer nuevos y novedosos
planteamientos de la historia de América.
Su producción
intelectual fue rica, inmensa y
prolífera, aunque no dejó una gran obra, como hizo Braduel con El Medeterraneo,
o Pierre Vilar con La Cataluña. Se han contabilizado 69 títulos, 21 de los cuales fueron libros, y 12 grandes
proyectos editoriales. Los más importantes fueron: la Storia
d’Italia (1972–76) en 10 tomos (en colaboración con C. Vivanti), la Enciclopedia
(1977–1985) en 16 tomos y Para
una historia de América Latina (1999) en 3 tomos (en colaboración con M.
Carmagnani y A. Hernández Chávez).
Finalizo
este homenaje a un hombre que cambió el rumbo de la investigación histórica en
América, con las palabras finales del trabajo que presenté en el homenaje que
le hicimos sus agradecidos discípulos: La
duda como método, la formulación constante de preguntas de difícil respuesta,
la lectura crítica de lo que se escribe, el respeto al trabajo intelectual
serio y ese inconfundible sentimiento de insatisfacción, constituyen la piedra
angular de las enseñanzas de Romano. Gracias a esa sensación de incertidumbre,
sigo amando la investigación histórica, permanezco inconforme con lo que hago y
soy feliz de no encontrar explicaciones, sino nuevas preguntas. Gracias de
nuevo Romano." (MAS, Ruggiero Romano. El principio de la duda)
mu-kiensang@hotmail.com
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