Carta de una maestra a los maestros
Por: Mu-Kien Adriana Sang
En el caso de un libro sobre la tarea educar,
empero, el optimismo me parece de rigor: es decir, creo que es la única actitud
rigurosa. Veamos: tú misma, amiga maestra, y yo que también soy profesor y
cualquier otro docente podemos ser ideológica o metafísicamente profundamente
pesimistas. Podemos estar convencidos de
la omnipotente maldad o de la triste estupidez del sistema, de la diabólica
microfísica del poder, de la esterilidad a medio o largo plazo de todo esfuerzo
humano y de que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el
morir. En fin: lo que sea, siempre que sea descorazonador. Como individuos y como ciudadanos tenemos
perfecto derecho a verlo todo del color característico de la mayor parte de las
hormigas…pero en cuanto educadores no nos queda más remedio que ser
optimistas…Y es que la enseñanza presupone el optimismo tal como la natación
exige un medio líquido para ejercitarse. Quien no quiera mojarse, debe
abandonar la natación; quien sienta repugnancia ante el optimismo, que deje la
enseñanza y que no pretenda pensar en qué consiste la educación. Porque educar
es creer en la perfectibilidad humana, en la capacidad innata de aprender y en
el deseo de saber que la anima…en que los hombres podemos mejorarnos unos a
otros por medio del conocimiento…Los pesimistas pueden ser buenos domadores
pero no buenos maestros…. Fernando Savater…El Valor de educar.
Queridos Maestros:
Como cada 30 de junio se celebra en nuestro país el día
del maestro. De nuevo escucharemos las
reiteradas alabanzas sobre la labor que desempeñamos, para esconder de nuevo el
discurso en los siguientes 364 días, para ser retomado de nuevo el próximo año.
Mientras esperamos la llegada de
la nueva celebración, transcurrirán los días de agotadoras jornadas laborales,
haciendo de tripas corazón para poder cumplir con los muchos roles. A veces enseñando lo que no saben, lo que no
estudiaron, lo que le obligaron, o. sencillamente, porque era la única vacante
existente, y la necesidad es la madre de muchas osadías.
Soy maestra, es parte de mi
signatura vital. Lo he dicho, decidí ser maestra antes de tener conciencia de
mi propia existencia. Y lo he sido por más
de 45 años. Comencé siendo una adolescente. Y todavía hoy sigo en las aulas. Pero he tenido la suerte de no haber tenido
que recorrer largos caminos para llegar al espacio maltratado que llaman aula, desbaratado, sucio y lejano, a fin de enseñar
a niños hambrientos y descalzos. Tampoco
tengo las preocupaciones vitales de la subsistencia. He sido, lo reconozco, una maestra con
privilegios.
Reconozco también que no he
tenido que vivir las peripecias de los maestros del sector público. Creo sin
embargo, a pesar de los salarios,
todavía insuficientes a pesar del aumento, que asumir la labor de educar es una
gran responsabilidad. No debe ser visto como una forma de subsistencia, sino, y
aquí quizás asumo la visión tradicional, de que para ser maestro se necesita
vocación, pasión y compromiso.
Los maestros tenemos que tener
conciencia de que esculpimos la mente y el espíritu de los seres que por el
azar de la vida, son colocados en esos pequeños espacios llamados aulas. Sin
quererlo, a veces sin saberlo, influimos en los corazones de algunos, y, sin
quererlo también, a veces nos ven como sus modelos a seguir. Una gran
responsabilidad que sobrepasa nuestras expectativas.
Ser maestro en el siglo XXI no es
una tarea fácil. En un mundo en el que la información está contenida en el espacio
cibernético, ya no tenemos que necesidad de aprender muchas cosas para luego
poder transmitirlo a los jóvenes.
Tenemos que estar consciente que
ser docente, ojo, no dije maestro, es algo más profundo y hermoso, dije
docente, profesor, lo que sea, no maestra, sigue siendo un trabajo difícil, no es
sencillo. Como seres humanos que somos también estamos presos del ensayo y del error.
En nuestra labor cotidiana orientamos, contestamos las preguntas y dudas que
podemos.
Ser maestro es algo más que
lograr que los alumnos aprendan una u otra información de las asignaturas que están
obligado a cursar. Ser maestro es
también ser orientador en sus problemas vitales. Es acompañarlos en sus
momentos de dudas e inquietudes, más allá del puro saber científico. Es rodearnos de paciencia para escuchar. Es
dejar a un lado nuestras propias vidas y sus dramas para ayudar a esas almas
jóvenes que necesitan orientación.
Quizás estoy pidiendo demasiado,
cuando se tienen tres tandas para sobrevivir, cuando se tienen tantos alumnos
que a veces es difícil saber siquiera sus nombres, cuando dejas en la casa
miles de problemas no resueltos.
Pero, y de eso estoy más que
convencida, la labor docente es una labor especial, y los hombres y mujeres que
asumen esa tarea, sin importar el salario percibido, tienen, tenemos, una
responsabilidad muy grande, trascendente y vital.
Y sin embargo, y eso lo he
constatado desde hace tiempo en mis labores en la formación de docentes, el
espíritu y el amor se ha perdido, los docentes, no los maestros, se ven a sí
mismos como asalariados, y que su responsabilidad es la de cumplir un horario
para percibir la paga correspondiente. Solo en algunos, muy pocos por cierto,
he visto el amor y la pasión por la enseñanza, mucho menos la ilusión y el
optimismo en sus rostros. Han perdido la
capacidad de soñar, pero sobre todo la conciencia de que su labor es
transformadora y una apuesta al futuro.
En este día del maestro, te
invito a soñar, a seguir luchando por un mundo mejor, a recuperar la labor
magisterial como un acto de amor y de compromiso. Te invito también a seguir enarbolando la
bandera de las reivindicaciones para luchar por mejores condiciones laborales,
pero sin olvidar la esencia de lo que haces: trabajar para el futuro, trabajar
por un mundo mejor, trabajar con y por la esperanza.
Finalizo esta carta como la
inicié con una hermosa cita de Savater:
La educación es valiosa y válida, pero
también que es un acto de coraje, un paso al frente de la valentía humana.
Cobardes o recelosos, abstenerse. Lo
malo es que todos tenemos miedos y recelos, sentimos desánimos e impotencia y
por eso la profesión de maestro –en el más alto sentido del término, en el más
humilde también- es la tarea más sujetas
a quiebras psicológicas, a depresiones, a desalentada fatiga acompañada por la
sensación de sufrir abandono en una sociedad exigente pero desorientada. De ahí
nuevamente mi admiración por vosotros y vosotras, amiga mía. Y mi preocupación
por lo que… nos debilita y desconcierta…acompañar a quienes se lanzan
valientemente a este mar perplejo de la enseñanza y también y suscitar en el
resto de la ciudadanía el debate que a todos pueda ayudarnos.
Con el mejor deseo de que, a
pesar de las limitaciones y problemas, asumamos el rol que hemos elegido con el
compromiso, el optimismo y la pasión que esta sociedad a gritos nos pide que
ayudemos a transformar. Recordemos que la
educación es el futuro de nuestros pueblos.
Mu-Kien
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