ENCUENTROS
EDGAR MORIN Y LOS SIETE SABERES NECESARIOS PARA LA EDUCACION
DEL FUTURO. ENFRENTAR LAS INCERTIDUMBRES PARA ENSEÑAR LA COMPRENSIÓN
Dedicado a mi hermana-amiga mexicana Patricia Gascón Muro
Crepúsculo marino,
en medio
de mi vida,
las olas como uvas,
la soledad del cielo,
me llenas
y desbordas,
todo el mar,
todo el cielo,
movimiento
y espacio,
los batallones blancos
de la espuma,
la tierra anaranjada,
la cintura
incendiada
del sol en agonía,
tantos
dones y dones,
aves
que acuden a sus sueños,
y el mar, el mar,
aroma
suspendido,
coro de sal sonora,
mientras tanto,
nosotros,
los hombres,
junto al agua,
luchando
y esperando
junto al mar,
esperando.
en medio
de mi vida,
las olas como uvas,
la soledad del cielo,
me llenas
y desbordas,
todo el mar,
todo el cielo,
movimiento
y espacio,
los batallones blancos
de la espuma,
la tierra anaranjada,
la cintura
incendiada
del sol en agonía,
tantos
dones y dones,
aves
que acuden a sus sueños,
y el mar, el mar,
aroma
suspendido,
coro de sal sonora,
mientras tanto,
nosotros,
los hombres,
junto al agua,
luchando
y esperando
junto al mar,
esperando.
Poema: Pablo Neruda
Continuamos con la serie de
artículo de la obra de Edgar Morín bajo el título “Los siete saberes necesarios
para la educación del futuro”. En las entregas anteriores hablamos de los
siguientes saberes: “Las cegueras del conocimiento”; “Los principios de un conocimiento
pertinente”; “Enseñar la condición humana” y “Enseñar la identidad terrenal”.
Como podrá verse, estos 7 saberes
constituyen una síntesis de lo que hemos venido planteando a lo largo de esta
serie. El saber 5, “Enfrentar las
incertidumbres”, fue más o menos descritos en el artículo titulado “La
educación como enseñanza de la incertidumbre” publicado en el mes de marzo
pasado. En esta oportunidad, Morín inicia su reflexión partiendo de una serie
de interesantes preguntas:
¿Quién hubiera pensado en la primavera de
1914 que un atentado cometido en Sarajevo desencadenaría una guerra mundial que
duraría cuatro años y que provocaría millones de víctimas?
¿Quién hubiera pensado en 1916 que el
ejército ruso se disgregaría y que un partido marxista marginal provocaría,
contrario a su propia doctrina, una revolución comunista en octubre de 1917?...
Quien hubiera pensado que Hitler llegaría
legalmente al poder en 1933?...
¿Quién hubiera pensado en 1943, en plena
alianza entre soviéticos y occidentales, que sobrevendría la guerra fría entre
estos mismos aliados tres años después?
¿Quién hubiera pensado en 1980, a parte de
algunos iluminados, que el imperio Soviético implosionaría en 1989?
¿Quién hubiera imaginado que en 1989 la
Guerra del Golfo y la guerra que desintegraría a Yugoslavia?...
Nadie puede responder a estas preguntas…. Y tal
vez permanezcan sin respuestas aún en el siglo XXI… (p. 40)
Se responde Morín diciendo que la
historia camina de forma inesperada, no linealmente como planteaban los
marxistas, sino con desviaciones y creaciones internas, o también por
accidentes externos, o sencillamente por el azar mismo. La historia es un
complejo proceso de orden, de desorden y de organización. Concluye su
planteamiento diciendo que toda evolución es el producto de la desviación que
se desarrolla, provocando la transformación del sistema. La desviación, dice, lleva en si misma el
germen de la desorganización, pero luego las reorganiza.
Así pues, la humanidad ha vivido la aventura
de lo incierto y lo desconocido. La incertidumbre ha sido su signo al
caminar. Morín afirma que existen varios
tipos de incertidumbres, a saber:
1. La
incertidumbre de lo real. “Nuestra
realidad no es otra que nuestra idea de la realidad”. (p. 42)
2. La
incertidumbre del conocimiento. No hay
dudas que el conocimiento avanza gracias a la aventura incierta de la duda.
3. Las
incertidumbres y la ecología de la acción. Es definida por Morín como la toma
de conciencia de que la acción es decisión, elección y apuesta. “La ecología de la acción es, en suma, tener
en cuenta su propia complejidad, es decir, riesgo, azar, iniciativa, decisión,
inesperado, imprevisto, conciencia de desviaciones y transformaciones.” (P. 43)
Concluye este apartado que el
signo de la humanidad es la “impredicibilidad en el largo plazo”. Se pueden
hacer cálculos sobre los efectos de una medida, pero es muy difícil. Ninguna acción, afirma Morín, tiene la
certeza de que obrar en el sentido de su intención. Pues aunque se tomen
decisiones con plena conciencia, la incertidumbre se vuelve la “plena
conciencia de una apuesta”. Y es esa
sensación de incertidumbre constante lo que ha permitido a la humanidad a
caminar, a transitar en el tiempo y el espacio.
Enseñar la incertidumbre para
desarrollar la comprensión, es la gran tarea de la educación del siglo
XXI. La comprensión se ha vuelto
esencial para los seres humanos. Es importante diferenciarla de la información.
Ninguna tecnología aporta comprensión: “la comprensión, dice Morín, no puede
digitarse.” Educar va más allá de la
comprensión de las matemáticas, la geografía o la historia. Educar para la comprensión humana es otra
cosa. Esa es la verdadera misión
espiritual de la educación: debemos propiciar la comprensión entre las
personas, como condición y garantía de la solidaridad y la ética.
Comunicarnos bien nos lleva a la
comprensión. Comprender no es almacenar
información. Comprender significa que
intelectual y racionalmente podemos aprehender y explicar lo que hemos
leído. Pero la comprensión humana va más
allá, sobrepasa la explicación, lo meramente intelectual y objetivo; pues
comprender implica, necesariamente, un proceso de empatía, identificación y
proyección.
Educar para comprender requiere el
abandono del egoísmo y la auto justificación, y sobre todo la
auto-glorificación, y la tendencia a acusar a los demás, extraños o no, de ser
la causa de todos los males. Propone entonces Morín la “ética de la
comprensión”:
La ética de la comprensión es un arte de
vivir que nos pide, en primer lugar, comprender de manera desinteresada. Pide
un gran esfuerzo ya que no puede esperar ninguna reciprocidad…La ética de la
comprensión pide argumentar y refutar en vez de excomulgar… La comprensión no excusa ni acusa: ella nos pide evitar la
condena perentoria, irremediable, como si uno mismo no hubiera conocido nunca
la flaqueza ni hubiera cometido errores.
Si sabemos comprender antes de condenar estaremos en la vía de la humanización
de las relaciones humanas. (p. 50)
Finalmente esta “ética de la
comprensión” implica la interiorización profunda de la tolerancia, y la
asunción de que la cultura debe ser plantearía, pues la comprensión es al mismo
tiempo medio y fin de la comunicación humana.
El planeta, finaliza el pensador, necesita urgentemente de comprensiones
mutuas en todos los sentidos y en todos los planos. Pero, ojo, el desarrollo de la comprensión
requiere de una reforma urgente de las mentalidades. En ese punto la educación juega un papel
vital.
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