ENCUENTROS
Una mujer de mucha
edad, 4
Por: Mu-Kien
Adriana Sang
Honrar la vida
No! Permanecer y transcurrir
No es es perdurar, no es existir Ni honrar la vida!
Hay tantas maneras de no ser
Tanta conciencia sin saber Adormecida
Merecer la vida, no es callar y
consentir
Tantas injusticias repetidas Es una virtud, es dignidad Y es la actitud de identidad Más difinida!
Eso de durar y transcurrir
No nos dá derecho a presumir Porque no es lo mismo que vivir Honrar la vida!
No! Permanecer y transcurrir
No siempre quiere sugerir Honrar la vida!
Hay tanta pequeña vanidad
En nuestra tonta humanidad Enceguecida
Merecer la vida es erguirse
vertical
Más allá del mal, de las caídas Es igual que darle a la verdad Y a nuestra propia libertad La bienvenida!
Eso de durar y transcurrir
No nos da derecho a presumir Porque no es lo mismo que vivir Honrar la vida! Marlina Ross |
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Debemos brindar por haber vivido. Brindar por cada una de las
vidas que a través de los años hemos podido vivir. Cada día es un regalo. Cada año cumplido es
una acumulación de experiencias maravillosas, las cuales dependiendo de la
perspectivas existenciales que asumamos, nos convierten en mejores personas. Brindo
por la vida y por los días que me quedan por vivir, sean muchos o pocos, estoy
más que paga. Como dice la canción que popularizó la voz de Thalía:
Por esos días por venir
por este brindis para mí
por regalarle a la intuición el alma mía
porque los días se nos van
quiero cantar hasta el final
por otra noche como éstas, por mi vida
Por esos días por venir
por este brindis para mí
por regalarle a la intuición el alma mía
porque los días se nos van
quiero cantar hasta el final…
por este brindis para mí
por regalarle a la intuición el alma mía
porque los días se nos van
quiero cantar hasta el final
por otra noche como éstas, por mi vida
Por esos días por venir
por este brindis para mí
por regalarle a la intuición el alma mía
porque los días se nos van
quiero cantar hasta el final…
Estoy convencida de que debemos tener una actitud diferente
ante la vida. Esta maldita sociedad occidental
quiere vendernos, a través de subterfugios diversos, el mito de la eterna
juventud. Envejecer se convierte en una
verdadera maldición, en una realidad que debemos ocultar. Decir los años que
tenemos es un estigma, cuando debería ser un orgullo, una bendición.
La juventud eterna, el mito imposible, falso y absurdo de la
sociedad de consumo, ha convertido a la belleza construida en pura mercancía.
Muchas jóvenes no piensan en cultivar sus almas, sino en fabricar sus cuerpos,
su cara y su pelo para ser muñecas
ficticias. Las más adultas se
aferran a sus años de juventud, y luchan por el imposible. Con esta afirmación no quiero decir que al
llegar a los 60 me abandonaré a lo que mi cuerpo quiera, o me vestiré como la
clásica anciana con su falda larga, su moño en la nuca y zapatos mocasines
cerrados. No! No! No! Creo que lo importante es que nosotras las mujeres
sesentonas seamos bellas asumiendo con estoicismo el paso del tiempo.
Creo, como dice la letra de la canción que dio a conocer la
inmensa voz de la inolvidable Mercedes Sosa, que necesitamos "honrar la vida",
pues no solo es dejar transcurrir los días, siendo testigo del discurrir de las
horas con actitud contemplativa y sin compromiso con el futuro.
Vivir es una gracia, una bendición, un regalo. Yo me acepto como soy. Acepto envejecer por el precio de vivir. Exhibir mi pelo blanco, teñido por la vida,
es un más que un orgullo. Es mi grito sin palabras de que estoy orgullosa de mi
edad, de mi experiencia acumulada y de mi paso por la vida. Caminar al lado de mi esposo, que también
tiene plata en el pelo y las arrugas se han ido adueñando de su rostro, es una
bendición del cielo. Juntos exhibiendo nuestros años hasta el final de nuestras
existencias.
SOBRE LA VIDA
No es chacota la vida,
La tomarás en serio,
Como lo hace la ardilla, por ejemplo,
Sin esperar ayuda ni de aquí ni de allá.
Tu más serio quehacer será vivir
La tomarás en serio,
Pero a tal punto en serio,
Que a los setenta años, por ejemplo,
Plantarás olivares,
No para que les queden a tus hijos,
Sino porque, aunque temas a la muerte,
Ya no creerás en ella,
Puesto que en tu balanza
La vida habrá pesado mucho más.
Nazim Hikmet
“Antología Poética”
Ed.
Quetzal 1984
Me doy cuenta que en cinco años, cuando alcance los 65 años
de edad, según las Naciones Unidas, voy a formar parte del 9.1% de la población
mundial, que se estima que para el 2050, alcanzará la cifra de casi 2 billones
de personas. No tocaremos aquí el grave problema demográfico que significa. Debe ser objeto de otras entregas
Volvamos al tema esencial de esta reflexión. Al llegar a los 60, y de hecho lo he
practicado desde hace cinco años, es que tengo la maravillosa ventaja de permitirme
muchas cosas. Mejor dicho todavía ¡de liberarme de muchas cosas! Aprendí a
decir NO. Entendí que ya no tengo que
doblegarme a nada ni a nadie. Creo en la verdadera libertad, en el más amplio y
profundo sentido. Feliz de poder decir, sin ataduras, todo lo que pienso. Y sentirme
libre, me hace feliz. Es el premio maravilloso de haber cumplido las seis
décadas de existencia. No sé cuánto
tiempo más estaré en esta tierra y en este mundo. Solo sé que viviré con intensidad todos y
cada uno de los días que me quedan por vivir.
La pasión seguirá arropándome, pero con una gran diferencia. Tomaré el
tiempo necesario para la soledad, para seguir descubriendo la belleza de lo
nimio, para descubrir que la banalidad es a veces un buen escape. Y, por
supuesto, seguiré junto a mi amada familia nuclear y ampliada, y junto a mis
amigos, la familia elegida por el corazón. Inicio este nuevo trayecto vital
caminando con bríos y con sueños y esperanzas renovadas. Y me siento feliz, más
que feliz.
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