ENCUENTROS
Una mujer de mucha
edad, y 5
Por: Mu-Kien
Adriana Sang
La gente que me gusta
Me gusta la gente que vibra… que cultiva sus sueños
hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad.
Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias
de sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás
de un sueño…
Me gusta la gente capaz de criticarme
constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme….
Me gusta la gente que sabe la importancia de la
alegría… La gente que mediante bromas nos enseña a concebir la vida con humor. La
gente que nunca deja de ser aniñada…
Me gusta la gente de criterio, la que no se
avergüenza en reconocer que se equivocó o que no sabe algo. La gente que, al
aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos. La
gente que lucha contra adversidades…
Me gusta la gente que piensa y medita internamente.
La gente que valora a sus semejantes…
Me gusta la gente capaz de entender que el mayor
error del ser humano, es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del
corazón.
Con gente como ésa, me comprometo para lo que sea
por el resto de mi vida, ya que por tenerlos junto a mí, me doy por bien
retribuido. Mario Benedetti
Después de haber vivido seis décadas,
con sus alzas y sus bajas, aprendí, quizás tardíamente, a conocer mi alma,
mejor dicho todavía, al alma humana. Y
entonces decidí elegir a los que acompañarían mi vida.
A mis hermanos de sangre no los
elegí, fue fruto del azar del encuentro de nuestros padres. Sin embargo, he
tenido, hemos tenido, la dicha de crear una comunidad de amor, junto a sus
hijos, compañeros de vida, y nuestros nietos. Sin negar, como seres humanos
imperfectos que somos, que existen problemas y diferencias. Esas dificultades le dan mayor sabor a la
vida.
Elegí por a mi familia nuclear. Como
he dicho otras veces, mi corazón se enriqueció con la presencia de Rafael, sus
hijos y sus nietos, que son mis hijos y mis nietos.
Elegí también a los amigos. Con ellos
he compartido amor, dolor, alegrías y penas. Algunas de mis amigas llegaron
cuando era apenas una niña de 5 años.
Tenemos juntas 55 años. Ellas son
verdaderas hermanas del corazón. Otras
han llegado más tarde, pero la química ha sido tan chispeante que ya forman
parte del pequeño círculo de las confidencias mutuas.
Con algunos, a Dios gracias, muy
pocos, por razones ajenas a mi voluntad y deseo, he tenido diferencias con
personas amadas. Me ha dolido, pero a
veces no es posible recoger el agua derramada. He tenido que vivir con esas
espinas clavadas en mi corazón. Otros tanto se han ido por ley de vida. Nueva
ciudad, nuevos trabajos, nuevos encuentros. El desencuentro por inercia es
propio de la existencia humana.
Es cierto que a veces no tenemos
elección. Las circunstancias nos obligan
a lidiar con todo tipo de persona: los que están en lugar por el azar o por
relaciones, y dejan pasar los días con desinterés y sin compromiso ni consigo
ni con los que trabajan. Esta gente pasa por nuestras vidas sin dejar huellas.
Ellos no viven, dejan transcurrir el tiempo.
Los que quieren aparentar y
presentarse como lo que no son. A esos
los detecto a simple vista. ¡Cuánto odio
la pedantería! ¡Cuánto odio la apariencia hipócrita que exhiben algunas
personas para destacarse en la sociedad! Detesto aquellos que creen que saben
porque han leído dos folletos y han escuchado un par de conferencias, olvidando
que el conocimiento es infinito y el aprendizaje interminable, y que para
aprender hay que tener la actitud humilde del que no sabe.
No me gusta la gente hipócrita, de
poses estudiadas y de simpatía actuada. He aprendido a conocer, después de
duros y dolorosos encuentros, al que se te acerca porque le convienes. Al que
te ofrece una falsa amistad solo por interés. A pesar del esfuerzo por ocultar
su verdadero YO, esta gente se descubre sola.
No me gusta la gente que cuando asume
una posición de poder, por pequeño que sea, olvida su pasado y comienza a tomar
actitudes y gestos, camina por las nubes. Este tipo de persona me produce
asco. Pierden la perspectiva de que el
poder es efímero, que la eternidad es una utopía, y que los cargos son
temporales. Al volver a la posición anterior,
normalmente la soledad sería su única compañía.
No me gusta la gente que niega sus
orígenes y su esencia. Somos el producto de nuestros padres, y de los hombres y
mujeres que hicieron, construyeron más bien, para legarnos una historia.
Nuestras vidas se conforman junto a la de los otros. No vivimos solos en este
mundo.
Como tampoco me gustan las mujeres
falsas, que se creen vencedoras porque tienen atributos físicos naturales o
fabricados. No me gustan las mujeres que
venden sus cuerpos a cambio de dádivas, por millonarias que sean. No me gustan
las mujeres vacías, que tienen cucarachas en sus cerebros. Me gustan las
mujeres que se ganan el privilegio del respeto por su trabajo cotidiano, por su
propio esfuerzo.
Junto a esas No-Mujeres, no me
gustan, por supuesto, los hombres machistas, que piensan que las mujeres son
solo sirvientas y objetos del deseo. No
me gustan, los odio más bien, los hombres que golpean a las mujeres en signo de
poder, demostrando con esos golpes que su poder se desvanece con esos arranques
de violencia.
Amo a la humanidad. Amo las luchas
cotidianas de los seres que buscan construir sus vidas a base del trabajo serio
y tesonero. Amo a las personas que no se dejan sucumbir por sus propias
circunstancias. Amo a los que a pesar de
todos los pesares se sobreponen a sus miedos y pueden superarlos.
Amo a la juventud, porque como ellos,
yo también fui joven y tuve muchos sueños, y gracias a otros adultos que me
acompañaron y guiaron, he podido ser la mujer que quise ser. Estoy convencida de que los jóvenes
constituyen el futuro del mundo. Es
cierto que muchos han perdido la perspectiva, pero siempre ha sido así. Los
cambios son productos de los valientes, de los pocos que deciden transformar la
herencia recibida.
Amo a la gente que ama su tierra, que
ama a la humanidad toda entera, sin tomar en cuenta el color de la piel de sus
hermanos. Amo a la gente que le duele el futuro de la humanidad. En fin, amo la
gente que ama la vida, sus dilemas, sus retos y sus regalos.
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