TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA DOMINICANA Y EL CARIBE
Descubriendo
el Caribe insular no hispánico: Martinica, 1
Por: Mu-Kien Adriana Sang
sangbenmukien@gmail.com
mu-kiensang@pucmm.edu.do
@MuKienAdriana
De los días
pasados,
Por Aimée Cesaire
Pueblo mío
cuando
lejos de los días pasados
renazca una cabeza bien puesta sobre
tus hombros
reanuda
la palabra
despide a los traidores
y a los amos
recobrarás el pan y la tierra bendita
tierra restituida
cuando
cuando dejes de ser un juguete sombrío
en el carnaval de los otros
o en los campos ajenos
el espantapájaros desechado
mañana
cuando mañana pueblo mío
la derrota del mercenario
termine en fiesta
la vergüenza de occidente se quedará
en el corazón de la caña
pueblo despierta del mal sueño
pueblo de abismo remotos
pueblo de pesadillas dominantes
pueblo noctámbulo amante del trueno furioso
mañana estarás muy alto muy dulce muy
crecido
y a la marejada tormentosa de las tierras
sucederá el arado saludable con otra tempestad
En una conversación con mi hermano Peng Kian Miguel, me decía que en mis
trabajos había un sesgo hacia el Caribe insular hispano. Me sorprendió su comentario, pero me dejó
pensativa. Tenía razón. Decidí entonces
anotar en mi lista de pendientes intelectuales de esta columna trabajar, leer y
escribir sobre el Caribe insular francés e inglés. Sobre el Caribe holandés escribí mis primeros
pininos hace unos días. Así pues, con
este artículo inicio mi viaje hacia Martinica y Guadalupe, ya que sobre Haití
he escrito mucho en esta misma columna, aunque hace ya algunos años.
Inicio con Martinica porque
estuve allí. Conocí su gente, especialmente del sector académico, pues fui a un
evento sobre temas caribeños en la Universidad de las Antillas y Guyana. Esos
días en ese pequeño paraíso tropical me hicieron constatar que nuestras
pequeñas islas, con idiomas e imperios colonizadores distintos, tienen muchas
semejanzas. Mientras recorría sus calles pensé que estaba en Puerto Plata. Su arquitectura victoriana me hizo recordar
al Santiago de mi niñez y su parque me retrotrajo a los juegos infantiles del
parque central de la capital de la provincia de Puerto Plata, cuando la
visitábamos en las vacaciones. Me sorprendió el nivel académico de los
profesores con los que compartí. Todos
tenían el nivel doctoral y contaban a su haber varias publicaciones de ensayos
y obras de sus respectivos campos de especialización. Tampoco me sorprendió en los días que pasé
con los martiniqueses que su cocina es muy similar a la nuestra, pues ambas
tienen la cultura africana de influencia.
Martinica es la tierra de dos
grandes intelectuales: los grandes Aimée
Cesaire y Eduard Glissant. Esta pequeña isla de apenas 1,180 Km2 y de una
escasa población que no llega al medio millón de habitantes, es un departamento
francés que forma parte, junto a Guadalupe, de los departamentos franceses de
ultramar. Está ubicada en el pleno
corazón del archipiélago del Caribe, entre Dominica y Santa Lucía.
Los primeros habitantes de la
isla fueron indios procedentes de las cuencas del río Orinoco y del río
Amazonas, como ocurrió con las mayorías de las islas caribeñas. Varias corrientes migratorias fueron poblando
la pequeña isla. Primero fueron los
huecoides, luego fueron los saloides o arahuacos, y por último los Caribes o
kalinas. En 1493 llegaron los europeos. Cristóbal Colón fue el primero. Después los ingleses intentaron dominarla,
pero finalmente fueron los franceses los que se quedaron con la pequeña isla.
La colonización francesa se
inició a partir de 1635. El proceso de
conquista trajo como consecuencia el exterminio de los indios caribes. Al inicio, como ya hemos dicho en artículos
anteriores, iniciaron la economía colonial con el cultivo de varios productos,
a saber: algodón, índigo, tabaco, café y cacao.
Pero fue el azúcar el verdadero producto estrella.
La economía azucarera creó,
repetimos, el sistema de plantaciones sustentado en la explotación de la mano
de obra esclava negra procedente de África.
Cientos de miles de hombres y mujeres africanos llegaron a la pequeña
isla sin saber por qué. Pronto se vieron
trabajando en condición de esclavos en las plantaciones de azúcar, un producto
dulce que sin dudas provocó amargura y dolor en los miles de esclavos. El proceso duró hasta 1848, cuando debido a
la presión internacional de finalizar la trata de esclavos, fueron importados
los llamados “culíes”, chinos e hindúes, quienes llegaron al Caribe insular con
“contratos de trabajo” que no era más que la excusa legal de encubrir la
verdadera esclavitud a la que eran
sometidos. Con el tiempo, la economía de Martinica varió y se encaminó
hacia el sector terciario.
En la actualidad Martinica tiene
una economía sustentada en el sector servicio.
El turismo se ha constituido en la principal fuente de ingresos. Según las fuentes oficiales del gobierno
martiniqués, el turismo aportó en el año 2006 242.5 millones de euros de
ingresos, tres veces más que el aporte del banano y casi igual que el aporte al
PBI de todos los productos agrícolas juntos, que para ese año alcanzó la cifra
de 251 millones de euros. El turismo
representa en la actualidad casi el 10% del PIB y el 14% del valor añadido
bruto del sector de servicios comerciales, pero es sobre todo el primer sector
de exportación de la isla. Para una isla
que no llega al medio millón de
habitantes, recibió solo en el año 2008 más de 600,000 turistas, de los cuales
el 21% es aportado por los cruceros.
Los artículos que seguirán a esta
entrega abordarán el tema de la identidad.
La negritud como concepto identitario fue el fruto del dolor y la
rebeldía de Aimée Cesaire, como se expresa en el poema que ilustra este
artículo. Martinica hoy, irremediablemente francesa, todavía sus poetas,
novelistas e intelectuales de otras disciplinas expresan en sus textos cómo la
esclavitud marcó de manera definitiva a los habitantes de esta pequeña isla. Hasta la próxima.
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