TEMAS SOBRE HAITI, REPUBLICA
DOMINICANA Y EL CARIBE
Descubriendo
el Caribe insular no hispánico. Las variantes del pensamiento en el caribe
francés, 3
Por: Mu-Kien
Adriana Sang
@MuKienAdriana
El mar de lentejas
En
olvidado atlas renacentista, la expresión “mer des
lentilles” se utiliza para designar a las Antillas. El cosmógrafo Guillaume le
Testu, jugando con la fonética…. Decía que el atlántico tropical está compuesto
por las grandes lentejas de las islas mayores y por las lentejitas de las islas
menores. [1]
El Caribe francés,
salvo el caso de Haití, está ubicado en un archipiélago en el que predominan
las pequeñas islas, las cuales a los ojos del intelectual francés Le Testu, dijo
en el siglo XVI, que eran tan pequeñas que se asemejaban a un caldo de
lentejas.
Las islas
caribeñas fueron, como hemos dicho en varias oportunidades, objeto de pugna
entre las potencias imperiales europeas.
Los primeros que llegaron, “descubrieron”, conquistaron y colonizaron
por la fuerza fueron los españoles.
Estas pequeñas islas estaban pobladas de tainos, Arawak, Siboneyes y Caribes.
Los indígenas se encontraron con seres desconocidos vestidos con exóticos ropajes
a partir de 1492. La primera en ser
“descubierta” (¿encubierta?) fue Haití[2]. Un año después, en 1493,
Colón y sus piratas desembarcaron en Guadalupe. Algunos años más tarde lo hace en
Martinica.
A partir
del siglo XVI, se inicia la incursión de los ingleses y franceses en El
Caribe. España era incapaz de controlar
esas acciones, pues dominar un continente superior a su propia fuerza, no era
fácil. Parafraseando a Rodolfo Puigrós [3], el imperio español ganó
espacio físico, pero “se detuvo en el tiempo”. La incapacidad española de detener las
incursiones de Inglaterra, Francia y Holanda fue evidente. Y así, El Caribe
pasó de ser “posesión” española, a ser “posesión” de otros imperios. El poderío
español se fragmentó. Cada potencia se
adueñó de lo que pudo. Y el Caribe se convirtió en un lugar multi lingüístico,
para luego convertirse en un centro multiétnico también.
La
dominación de Francia en El Caribe fue lenta, no abrupta. Después de haber ocupado por muchos años la
parte oeste de la isla, finalmente pudo en 1697, mediante el Tratado de
Ryswick, “poseer” y constituir su
colonia de Saint Domingue. La Guyana
pasó a ser posesión francesa en 1713 gracias al Tratado de Utrecht, en el que
se estipula su frontera. En 1814, el Tratado de París firmado en 1814 se
establece que las islas de Guadalupe y Martinica forman parte del territorio
francés.
En medio
de ese proceso, mientras Francia era un caldo de cultivo por parte de los
liberales que querían destruir el poder de la monarquía de los luises,
culminando en la Revolución Francesa que abogaba por la igualdad, la libertad y
la fraternidad, en las colonias se aplicaba la mano dura a los negros esclavos
que eran considerados “cosas”, instrumento de trabajo, no personas. Esa contradicción trajo consecuencias. Contrario a lo que podríamos pensar, en la
colonia de Saint Domingue si sembró la semilla de la lucha por la libertad;
mientras en las demás colonias se sumaron a la dependencia y la asimilación. Como dice la profesora Le Rumeur:
La revolución francesa de 1789
y la llegada a poder de Napoleón Bonaparte marcan el inicio de la
descolonización de los territorios franceses de ultramar. La violenta
insurrección haitiana será el primer eslabón.
Todo se extiende a Santo Domino y desemboca en la expulsión del ejército
napoleónico de la isla Hispaniola. La victoria de los antiguos esclavos
convierte ese territorio en la primera República negra del mundo y como lo
celebra Aimé Césaire “el negro por primera vez se pone de pie”…[4]
En otras
colonias francesas caribeñas, el norte fue la asimilación, como fue el caso de
Martinica y Guadalupe. Sin embargo, a
pesar de esa pasividad, el germen de la rebeldía no se había apagado, y un
siglo después tronó la inmensa voz de Aimé Cesaire para gritar que estaba
orgulloso de su negritud y con esta declaración enfrentaba abiertamente a la
metrópoli francesa.
La
profesora Le Rumeur dice que la literatura caribeña francófona se divide en
tres corrientes. La primera se asienta
en una estética específica y en una clara ideología de rebeldía, reivindicando
su negritud y africanidad, antes que la caribeñidad. Los principales autores son, Amié Cesaire y
Oruno –Lara. La segunda es la
denominada como Antillanidad, y la tercera es la Criollidad.
La
antillanidad surge a finales de los 60 bajo el liderazgo de Glissant. Defiende la búsqueda de la identidad
antillana, que no excluye al negro africano pero no olvida, sino que incorpora
a esa identidad a las demás influencias.
La tercera
corriente es la Criollidad, cuyos defensores fueron Jean Bernabé, Patrick
Chamoiseau y Raphael Confiant. El
planteamiento esencial de este grupo de intelectuales se encuentra en el Elogio
de la Criollidad, que decía:
Ni europeos, ni africanos, ni
asiáticos solo lo que denimos como criollos. El hecho conlleva una actitud
interior, mejor dicho, una vigilancia o mejor dicho todavía, una protección
mental gracias a la cual construiremos nuestro mundo totalmente consciente del
mundo. [5]
El caso haitiano, dice la profesora, es singular. Su literatura no se inserta en ninguna de
esas corrientes. Pero como ya el espacio
se agotó, lo dejaremos para la próxima. Finalizo con un hermoso poema de
Cesaire:
Bárbaro
Es la palabra que me
sostiene
y golpea mi caparazón de
cobre amarillo
donde la luna devora la
sopanda de la herrumbre
los huesos bárbaros
de los cobardes
bestias merodeadoras de la mentira
Bárbaro
de lenguaje sumario
y en nuestros rostros
bellos como el verdadero poder operatorio
de la negación
Bárbaro
de los muertos que circulan
por las venas de la tierra
y vienen a veces a
quebrarse la cabeza contra los muros de
nuestras orejas
y los gritos de rebeldía
nunca oídos
que giran con medida y
timbres de música
Bárbaro
el artículo único
bárbaro el tapaya
bárbaro la anfisbena
blanca
bárbaro yo la serpiente
escupidora
que de mis putrescentes
carnes me despierta
de repente gekko
volador
de repente gekko
franqueado
y me adhiero también a los
lugares mismos de la fuerza
que debereis para
olvidarme
arrojar a los perros la
velluda carne de nuestros pechos
[1] Marie Dominique Le Rumeur, Las literaturas antillanas de habla francesa, dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3933130.pdf,
p. 40
[2]
Sí, Haití, aunque le duela a los nacionalistas, especialmente a Manuel Núñez.
[3]
Cf.Rodolfo Puigrós, La España que
conquistó el Nuevo Mundo (1965), Buenos Aires, RETORICA EDICIONES, 2005
[4]
Marie Dominique Le Rumeur, Op.
Cit. P. 44.
[5]
Elogio de la Criollidad, citado por Le Rumeur, op. Cit. P. 52
[6] Texto de referencia: Césaire, Aimé
(2006), Discurso sobre el colonialismo, Madrid: Ediciones Akal.]
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