Descubriendo
el Caribe insular no hispánico: Martinica. Édouard Glissant, 7
Por: Mu-Kien Adriana Sang
sangbenmukien@gmail.com
mu-kiensang@pucmm.edu.do
@MuKienAdriana
Nuestra
relación con el paisaje es algo que no puede imaginarse si no se tienen en mente este tipo de
imágenes. Cuando estaba en Martinica, podía observarlo en las casas. Está la
cima; tradicionalmente, todas las casas de lo amos estaban allí, porque es donde
hay más aire fresco, y todas las casas de los esclavos se ubicaban más abajo, no solo por el aire,
sino también por los huracanes, porque toda la tierra desciende a las casas de
los pobres. Y ahora puede verse a los martiniqueños conquistando la cima, lo
que sociológicamente es muy importante, pues esta relación significa que el
estatus no cambia únicamente por hacerse rico y comprar una casa. Más
importante es la relación con el paisaje, que cambia; tú cambias. Yo no lo
llamaría un modelo para la humanidad, sino más bien un modo de estar en el
mundo. [1]
Las palabras que encabezan esta
entrega fueron pronunciadas por Édouard Glissant durante el coloquio que se
celebró los días 21 y 22 de marzo de 1991, en la Universidad de Maryland.
Recordemos que este singular evento académico era un diálogo con dos grandes:
el poeta barbadense Kamau Brathwaite y
el martiniqués Édouard Glissant. En
la pasada semana nos quedamos con el
tema del paisaje y cómo este ambiente impacta el imaginario colectivo. Ahí continuamos hoy.
Cuando Glissant termina su
intervención sobre el paisaje, que es el texto que da inicio a este artículo,
Brathwaite toma la palabra y afirma que el paisaje de su experiencia fue más
agresivo, violento, caracterizado por la luz intensa del sol, el terremoto y la
tormenta. Su hábitat, inspirador de sus poemas, fue transformado en 1988 cuando
el huracán Gilbert destruyó su hogar rodeado de un bosque de bambúes:
El huracán
Gilbert transformó ese lugar de dorado
bambú en un sitio lúgubre, oscuro, catastrófico, dos veces más algo que mi
casa. Todo lo que había tenido relación con el bambú se volvió oscuro y
cataclísmico. El ejercicio de mi poesía
se vio alterado y fue como si toda mi alma se hubiese derramado en este tipo de
inmundicia. Existe una relación con el paisaje que está presente en las obras
de muchos artistas caribeños….Ahora el bambú ha comenzado a retroceder
nuevamente y pronto tendremos un paisaje criollo, un paisaje que nació siendo
oscuro y catastrófico sin dejar de ser verde y esperanzador. Tendré que llegar
a un equilibrio…las expresiones de estas experiencias preceden a la teoría. Un
artista caribeño no puede comenzar con una teoría con un modelo; siempre debe
empezar a partir de su relación con lo que está ahí…[2]
Al terminar esta intervención
Glissant toma la palabra y dice que el entorno evidentemente nos identifica, y
dice que hay varias Américas: [3] la del norte, la del sur, la central y las
Indias Occidentales o El Caribe.
Brahwaite reacciona y dice que le había sorprendido que Glissant se
sintiera como parte de América Latina,
pues es algo totalmente impensable para islas como Barbados, Antigua, Jamaica o
Saint Kitts. En esas islas-pueblos ni
siquieran saben el significado de la palabra.
El concepto suyo y el de los caribeños del caribe inglés es muy afro
sajón y protestante, producto de la sociedad inglesa, “extraña y materialista:
Crecimos
en el Caribe, donde solamente se conoce Londres o Australia o Canadá, es decir,
cualquier cosa que sea vital para el imperio británico. Pero nos estaba
prácticamente prohibido involucrarnos
con lo caribeño, fuese lo que fuese: nuestra propia música, nuestras
propias expresiones del lenguaje, en el lenguaje que hemos creado a lo largo de
los años, y sobre todo, a partir de nuestro aislamiento del resto del Caribe. [4]
Esta afirmación trajo una
acotación, como era de esperarse de parte de Glissant. Afirma el martiniqués
universal, que su pueblo tiene lo mejor y lo peor de las partes. Lo mejor porque han tenido oportunidad de
acceder al conocimiento, pero sin la actitud que existe en las Indias
Occidentales anglo e hispano parlantes.
Ahí viene lo interesante:
Siempre me sorprendieron, mientras trabajaba en la
UNESCO, los conflictos entre mis amigos
de Jamaica y Trinidad y Barbados y Santo Domingo y Cuba. Siempre había algún
conflicto. Había una mujer de Trinidad, muy inteligente, que decía: “Trinidad
es una potencia atlántica”. Y yo le preguntaba: ¿De qué está hablando, qué es
eso? Y los indo-occidentales
anglófonos decían: “Ustedes, los
de Cuba, intentan colonizarnos”. Y así sucesivamente. Pero estos puntos de discusión me resultan
paradójicos. Tal vez tengamos la oportunidad de acercarnos más a los
latinoamericanos y a los anglófonos, de manera de poder formar una especie de
liga. [5]
Diferencia Glissant la
colonización inglesa de la francesa.
Mientras los primeros no consideraban a los trinitenses o trinitarios, o
a los barbadenses como ciudadanos ingleses, sí respetaron sus culturas. Sin
hacer nada a favor de sus habitantes en las tierras conquistadas, pero tampoco
los contaminaron. Sin embargo la
colonización francesa fue diferente. En Martinica construyeron una importante
infraestructura, pero los contaminaron, los asimilaron a la metrópoli. Por esta razón, dice, los caribeños anglófonos
e hispano parlantes están más cerca de sus propias “esencias”, es decir, “a su
relación con ellos mismos.”[6]
El diálogo finaliza con una
intervención de Glissant:
Volvemos
entonces al inicio de esta discusión sobre el lenguaje-nación, sus
cosmos-lengua y sus ritmos. Toda la
música nacida en las Indias Occidentales, los gospels, el blues, la biguine, el
calando, nacieron del silencio. Porque estaba prohibido hablar fuerte y cantar.
Nació del silencio y en el silencio. Uno de los aspectos culturales de la
música que resultan comunes a todas las áreas de plantación en las Américas fue
la necesidad de cantar sin ser escuchado por nadie… [7]
Ahí termina este viaje maravilloso
por el conocimiento de dos grandes intelectuales del Caribe insular. Unas voces que reclaman un respeto a la
diferencia, a la búsqueda de nuestras propias identidades.
[1] Graciela
Salto (compiladora), Memorias del
silencio: literaturas en El Caribe y Centroamérica, Buenos Aires, Argentina, Ediciones
Corregidor, 2010. Véase el Capítulo “El
lenguaje-nación y la poética del acriollamiento. Una conversación entre Mamau
Brahwaite y Édouard Glissant”, p. 31
[2]
Ibídem, p.32.
[3]
Sobre este concepto he escrito en varias oportunidades. Y me alegró mucho saber que coincidía, sin
saberlo, con Glissant.
[4]
Graciela Salto (compiladora), Memorias
del silencio: literaturas en El Caribe y Centroamérica, Buenos Aires, Argentina, Ediciones
Corregidor, 2010. Véase el Capítulo “El
lenguaje-nación y la poética del acriollamiento. Una conversación entre Mamau
Brahwaite y Édouard Glissant”, p. 33
[5] Ibídem,
p. 39.
[6]
Ibídem.
[7]
Ibídem
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