ENCUENTROS
De vuelta con EDGAR MORIN. La complejidad según los niveles educativos
Dedicado a mi hermana-amiga mexicana Patricia Gascón Muro
Es
necesario desarrollar una pedagogía de la pregunta. Siempre estamos escuchando
una pedagogía de la respuesta. Los profesores contestan a preguntas que los
alumnos no han hecho…
Enseñar
exige respeto a los saberes de los educandos
Enseñar
exige respeto a la autonomía del ser del educando
Enseñar
exige seguridad, capacidad profesional y generosidad
Enseñar
exige saber escuchar
Nadie
es, si se prohíbe que otros sean, Paulo Freire
El punto de partida de Morín, como también lo ha defendido siempre el gran Paulo
Freire, es la pedagogía sobre la base de preguntas. A través de estos cuestionamientos
incentivamos la curiosidad para
despertar la conciencia. Edgar Morín propone
un accionar educativo adecuado a los tres niveles educativos (primaria,
secundaria y universidad)
A nivel primario Morín señala que es el momento ideal para iniciarlos en el
pensamiento complejo, adecuándoles su pensamiento, iniciándolos en el verdadero
programa interrogativo que debe partir de la condición humana. Es enseñarles a preguntar y a preguntarse
sobre su condición de ser biológico y cultural.
Se iniciarían descubriendo la condición físico-química de la
organización biológica; y a partir de la física insertaremos al ser humano en
el cosmos. Y como ser humano que es que
vive en una comunidad, debemos motivarlos a descubrirse en sus relaciones
sociales e históricas:
De
esta manera se realizaría desde la escuela primaria un camino que vincularía la
interrogación sobre la condición humana con la interrogación sobre el mundo.
Al
mismo tiempo que las materias se diferencian y se vuelven autónomas, hay que
aprender a conocer, es decir, simultáneamente a separar y unir, analizar y
sintetizar. Hecho esto se podrá aprender a considerar las cosas y las causas.
(La cabeza bien puesta, p.81)
¿Qué es una cosa, se pregunta Morín?
¿Qué es una causa? También se hace la interrogación el sabio francés. Buscando
las respuestas a estas dos preguntas, dice, los niños se formarán un
conocimiento capaz de enfrentar la complejidad. Un elemento interesante es que Morín
sostiene que para lograrlo, el autoexamen debe enseñarse desde la escuela
primaria:
“Se
enseñarán especialmente los errores o deformaciones que aparecen en los
testimonios más sinceros o convencidos, se estudiará la manera en que el
pensamiento oculta los hechos que molestan el punto de vista sobre las cosas: se
mostraría cómo esta visión de las cosas depende menos de la información que de
la manera en que se estructura el modo de pensar. (La cabeza bien puesta, p.82)
El camino de uno mismo, el recorrido por los laberintos internos,
conduciría necesariamente al conocimiento y buen uso de los medios de
comunicación. Los niños utilizan hoy la cultura mediática, el maestro no debe
denunciar ni reprimir, sino hacer uso de esos medios para ayudar a pensar.
La enseñanza secundaria debe ser, según Morín, el lugar ideal para aprender
lo que es y debería ser la verdadera cultura, el momento clave para establecer
el diálogo entre la cultura de las humanidades y la cultura científica. Un elemento interesante es que el filósofo
plantea que la historia juega un papel clave en este nivel, porque permite
situar a los jóvenes en su propio momento histórico, pero sobre todo le da la
perspectiva macro sobre el curso mismo de la humanidad, ya que porque les
permite el conocimiento del carácter multidimensional y complejo de las realidades
humanas. En esa perspectiva, los
programas deben reemplazarse por guías de orientación que permitan a los
profesores superar el estrecho marco de las disciplinas para situarse en los
nuevos contextos, a saber: el universo, la Tierra, la vida, lo humano:
A
partir de ese momento, las enseñanzas científicas podrían encontrar su
convergencia, con la coordinación de un… docente polivalente hacia el
reconocimiento de la condición humana dentro del mundo físico y biológico.
Debería
instituirse una enseñanza agrupada de las ciencias humanas cuyo eje fuera,
según las disciplinas, el destino individual, el destino social, el destino
económico, el destino histórico, el destino imaginario y mitológico del ser
humano. (La cabeza bien puesta, p.83)
En esa perspectiva, la enseñanza de las humanidades no debe ser disminuida,
sino por el contrario, magnificada. La
filosofía debería ser uno de los núcleos de reflexión del conocimiento
científico. Y finalmente, la enseñanza de la historia debería coronar el
proceso, siempre y cuando su enseñanza no se reduzca al estrecho y aburrido
marco de fechas y hechos, sino al conocimiento que permite aprehender y
aprender el carácter complejo y multidimensional de la realidad humana. Solo así podrá desarrollarse una formación
ciudadana. Porque el fin de todo es la
ciudadanía universal.
En el nivel universitario Morín sostiene que la universidad debería tener
la misión y la función trans-seculares, en la cual a través del presente van
pasando hacia el futuro. Esta es, dice,
una misión transnacional que transciende el encierro nacionalista de las
naciones modernas:
La
Universidad conserva, memoriza, integra, ritualiza una herencia cultural de
saberes, ideas, valores; la regenera al volver examinar, al actualizarla, al
transmitirla; genera saber, ideas y valores que, entonces van a entrar dentro
de la herencia. De esta manera es conservadora,
regeneradora, generadora. (La cabeza bien puesta, p.85)
Entonces uno podría preguntarse ¿es la universidad conservadora por antonomasia?
A esta gran pregunta el filósofo francés y universal dice que el término
conservación es vital porque significa salvaguardia y preservación, pues no es
posible pensar en el futuro si no se resguarda el pasado, “y estamos en un
siglo en el que están trabajando múltiples y poderosas fuerzas de
desintegración cultural.” (P. 85). Pero ojo, la conservación no debe ser
estéril, ni dogmática, tampoco rígida y fija.
La universidad, por el contrario, siendo preservadora de la herencia,
debe responder al desafío del desarrollo de las ciencias y de la
problematización profunda de la cultura.
De ahí surge la doble función paradójica de la universidad: adaptarse a
la modernidad científica e integrarla al mismo tiempo a la herencia
cultural. Tiene que ser capaz de
adaptarse a los cambios y a las nuevas exigencias:
¿La
universidad debe adaptarse a la sociedad o la sociedad debe adaptarse a la
universidad? Existe complementariedad y antagonismo entre las dos misiones,
adaptarse a la sociedad y adaptar la sociedad a uno: una remite a la otra
formando un bucle que debería ser productivo. No se trata solo de modernizar la
cultura: se trata también de culturizar la modernidad. (La cabeza bien puesta,
p.86)
No niega Morín, ¡sería negarse a sí mismo! Que las universidades tienen
también que responder a la necesidad urgente de formar recursos humanos que
trabajen en la sociedad. Debe dar
respuesta a las necesidades de formación en las diferentes áreas profesionales,
y a su vez, proporcionar profesores para las nuevas profesiones, pero también
“proporcionar una enseñanza meta-profesional, meta-técnica, es decir una
cultura.” (La cabeza bien puesta, p.86)
En definitiva lo que plantea el pensador es que la educación es el arma
principal para educar un nuevo ser humano que se ve a sí mismo como un ser
crítico, en el cual la incertidumbre es su signo, su modus
operandi para caminar, para buscar las verdades parciales en su tránsito por su
propia historia y la historia de la humanidad.
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