ENCUENTROS
¿HACIA DONDE VA LA EDUCACIÓN SUPERIOR? Necesitamos
nuevos paradigmas, y 4.
Por: Mu-Kien Adriana Sang Ben
Es
muy posible que la comprensión no sea completa y casi totalmente relativa, pero
esta es la paradoja del significado: todo descubrimiento también pueden
contradecir los antiguos y así sucesivamente… Sin embargo, el deseo de la
verdad exige una institución educativa que ofrezca, como servicio a todos los
que quieran participar, una investigación, un estudio y una enseñanza de
calidad durante toda la vida y que abarque todos sus aspectos. Los títulos
académicos son menos importantes que el aprendizaje en sí mismo. No obstante,
éste es un discurso sobre la universidad que hay que abordar y que las
universidades tienen que proclamar frente a los discursos y fuerzas sociales
alternativos que siguen ejerciendo presión sobre ellas, es también lo que las
universidades deben aspirar a ser. Peter Jarvis
No caben dudas de
que tenemos la urgente necesidad de crear un nuevo paradigma de la función de
la educación superior en la sociedad.
Algunos sostienen que ha desaparecido la magnanimidad de un von Humboldt o un Newman, quienes hacían del
conocimiento un fin en sí mismo. La educación superior debe servir a la sociedad, primordialmente
respaldando la economía, y, así, contribuir en el mejoramiento de las
condiciones de vida de sus ciudadanos. Si bien es cierto que las universidades
retienen todavía su función de "conciencia de la sociedad", la
función crítica ha sido desplazada en favor de otra más pragmática en términos
de suministro de recursos humanos calificados y la producción de conocimiento.
Estos cambios no son teóricos sino que buscan tener un efecto práctico directo
en la conducta y el funcionamiento de las instituciones de educación superior.
El nuevo paradigma trae consigo una nueva cultura de responsabilidad como lo
demuestra la proliferación de las ciencia de gestión y un etos que procure
lograr un buen rendimiento de la inversión en todos los sistemas de educación
superior en el ámbito internacional [1]. Gibbons sostiene que los nuevos
paradigmas de la educación superior son los siguientes:
Seis
de los paradigmas de Gibbons
Primer paradigma: educación para
las profesiones
En su interesante
trabajo, Gibbons sostiene que los sistemas modernos de educación superior ya no
están dominados por las artes y las ciencias. Estas asignaturas básicas han
quedado cubiertas por capas de formación profesional: primero, por las
profesiones liberales; luego por las profesiones técnicas, principalmente las
muchas ramas de la ingeniería y la tecnología que acompañaron a las sucesivas
olas de industrialización, incluida la más reciente de las ciencias de la
información; por las profesiones protectoras que fueron estimuladas por la
expansión del estado benefactor y, en los últimos tiempos, por el repunte de
las profesiones que se centran en las empresas, la gestión y la contabilidad.
Puede que la cresta de la nueva ola sean las ciencias ambientales. Los efectos
intelectuales del pasaje de una educación liberal a la capacitación profesional
se han observado con frecuencia, pero quizás su efecto acumulativo sólo haya
llegado ahora a ser decisivo en la remodelación de la educación superior.[2]
Segundo paradigma: la
investigación centrada en los problemas
A juicio del
académico, cuando la investigación iba
adquiriendo mayor prominencia, se producía un cambio de igual importancia en su
carácter. Afirma que es cada vez menos la curiosidad lo que la impulsa, y cada
vez menos, afirma con amargura se
financia con cargo al presupuesto general que la educación superior. Un
porcentaje creciente de las investigaciones se realizan en programas
específicos financiados por organismos externos con finalidades definidas. Este
cambio se refleja también en un enfoque distinto de investigación
universitaria. Ya no se hace tanto hincapié en los estudios libres sino más
bien en la solución de problemas --y quizás es muy poca la atención que se
presta a la definición y a la articulación del problema. También se manifiesta
en una cambiante economía de investigación. Los proyectos están constreñidos
por las especificaciones de equipos cada vez más costosos y por los
conocimientos especializados de los investigadores. Es difícil obtener apoyo
para investigaciones en las que no se tengan cabalmente en cuenta los costos,
lo que lleva al racionamiento de equipo y de personal. El resultado es que se
achican las posibilidades tanto reales cuanto intelectuales de investigación,
lo que la hace concentrarse únicamente en ciertos lugares. [3]
Tercer paradigma: mayor responsabilizarían
Gibbons afirma
que otro cambio importante que ha sufrido la educación superior es que ha
dejado de concentrarse en el interior para ir hacia el exterior, es decir, la
internacionalización. La vieja concepción, escribe Gibbons de entidades
autónomas que tenían de sí mismas las universidades, ya no es posible. Se auto
percibían como instituciones que se
bastaba y servían de referencia a sí mismas. Las prácticas como la evaluación
colegiada y la permanencia en los cargos académicos reflejaban esta idea. Los
profesores universitarios gozaban de un nivel social alto. Sin embargo, hoy,
sigue diciendo el autor, la educación superior se muestra bajo una luz
diferente. Las universidades forman parte de una red más grande y más densa de
instituciones del conocimiento que se extienden hacia la industria, el estado y
los medios de comunicación. Se han empequeñecido tanto su autonomía como su
situación de monopolio, lo que repercute en el menor nivel social de los
docentes universitarios y en sus relaciones con otros grupos profesionales y el
mercado. El conocimiento se genera a través de todas las instituciones más que
en instituciones autosuficientes. [4]
Cuarto paradigma: uso de las
tecnologías para la enseñanza
La enseñanza
tradicional se centraba en los estudiantes en aulas y laboratorios, frente a
sus profesores. El futuro, dice Gibbons, de la enseñanza está muy vinculado al
uso de las tecnologías: las computadoras, los vídeos, televisión y otros medios
que todavía no han sido diseñados. Pero
no todo es color de rosas. La tecnología, como bien apunta Gibbons, no es la
panacea. Podría ocurrir que el período de estudio se transforme en algo mejor,
si las nuevas tecnologías fomentan el aprendizaje independiente; o bien para
peor, si crea un clima antihumano alienador o conduce al aprendizaje mecánico.
También podría ocurrir que se debiliten aún más los nexos ya frágiles entre la
enseñanza y la investigación. La enseñanza y la investigación pueden ocurrir en
lugares distintos y financiarse con fondos de diferente origen. Tal vez se
aparten intelectualmente porque la enseñanza que se imparte con medios
tecnológicos necesita estar muy estructurada, mientras que la investigación se
ocupará en medida creciente del conocimiento indeterminado.[5]
Quinto paradigma: múltiples fuentes de financiamiento para la educación
superior
Está claro que el
Estado no tiene la capacidad de atender la demanda creciente de la educación
superior. La tendencia hacia la
privatización de la enseñanza superior, ha evidenciado que el modelo estatista
está derrotado, aunque en la mayoría de los países muy industrializados y muy
desarrollados, el Estado seguirá siendo una fuente importante de fondos para la educación superior. La tendencia que existe en el mundo de hoy es
que el financiamiento de la educación superior se hará a través de mecanismos
de asignación semejantes a los del mercado. Para la mayoría de las universidades
los ingresos no estatales serán más importantes. Estas modificaciones de las
modalidades de financiamiento tendrán importantes consecuencias intelectuales
que reforzarán la separación entre investigación y capacitación.[6]
Sexto paradigma: la eficiencia y
el etos burocrático
Gibbons
sostiene que así como ha cambiado la visión y la misión de la universidad,
debería también adecuarse su estructura. Las universidades deben abocarse a un
modelo organizacional más ágil y menos fragmentado. A su juicio, las facultades
se han convertido en categorías de organización más que categorías
intelectuales. Incluso los departamentos se consideran unidades principalmente
administrativas y no tanto centros intelectuales. El segundo aspecto se
relaciona con la presión de una especialización despiadada que han llevado a
las universidades a abandonar la mayoría de las
pretensiones morales y culturales que transciendan de la acumulación del
conocimiento intelectual y profesional. [7]
Con este panorama,
y viendo la realidad de la educación dominicana en cualquiera de los niveles,
uno se pregunta: cuándo llegaremos?
Cuándo pensaremos que educar en el presente es una apuesta al futuro?
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