jueves, 28 de marzo de 2013



Por: Mu-Kien Adriana Sang


Nuestro cuerpo cruje en el silencio
Como el esqueleto en el aniversario de su muerte
Es para llorar que buscamos palabras en el corazón
En el fondo del viento que hincha nuestro pecho
En el milagro del viento lleno de nuestras palabras…
Nadie comprende nuestros signos y gestos de largas raíces
Nadie comprende la paloma encerrada en nuestras palabras
Paloma de nube y de noche
De nube en nube y de noche en noche
Esperamos en la puerta el regreso de un suspiro
Miramos ese hueco en el aire en que se mueven los que aún no han nacido…
Es para llorar que la vida es tan corta
Es para llorar que la vida es tan larga…
Es para llorar que abrimos la mente a los climas de impaciencia
Y que no apagamos el fuego del cerebro
Es para llorar que la muerte es tan rápida
Es para llorar que la muerte es tan lenta

Para llorar (fragmento), Vicente Huidobro,

El gran poeta chileno no se imaginó nunca que su hermoso poema trascendería el tiempo y el espacio. Han pasado 100 años de haber sido escrito y todavía comunica sentimientos que tocan muchas almas.  El poema de Huidobro replantea las grandes preguntas que se ha hecho la humanidad a través de los siglos. Nos damos cuenta que siguen siendo las mismas, quizás porque los problemas humanos siguen siendo también los mismos.  Es posible que las necesidades y ansiedades de los hombres y las mujeres se mantienen intactos a través del tiempo: las luchas por la vida, el amor, la muerte, el dolor, la esperanza y la fatiga.

El hecho de que en pleno siglo XXI, los encuentros de este mes de febrero utilicemos ideas, pensamientos y poemas escritos por los grandes de siglos anteriores, es una evidencia más que la tecnología es y seguirá siendo solo un medio.  Ilusos los que piensan que por el hecho de estar a la vanguardia de la tecnología con sus i (i-pad, i-phone…), serán capaces de crear y trascender. ¿Cómo decir a los jóvenes que la realidad misma es mucho más rica que la virtualidad aunque sea en 3-D? 

 

Entonces volvemos al punto de inicio.  La información que se expande a través de la cibernética y tan solo, y perdonen la reiteración y la cacofonía, informa, no forma. El pensamiento se desarrolla con el trabajo, con la reflexión, con la introspección profunda.

Pienso que la sociedad  de hoy se ha anquilosado a nivel del pensamiento. Si bien hemos ganado mucho en el desarrollo tecnológico, hasta llegar a niveles insospechados, poco a poco hemos aniquilado el alma. José de Saramago decía que las comunicaciones a través del Internet  impedían que el receptor de la misiva pudiese ver las huellas de las lágrimas derramadas. Era su forma de decir que los sentimientos humanos no pueden palparse a través de la electrónica, ni la microfibra, ni del satélite.

Hemos avanzado en la ciencia de la destrucción masiva. Las armas nucleares pueden destruir poblaciones enteras.  Las guerras actuales se hacen a través de botones rojos que disparan a cientos de kilómetros misiles cargados de explosivos para destruir poblaciones enteras.   Soy contraria a todo tipo de violencia. Soy opositora a la guerra. Ahora triunfa el que más dinero posee para comprar armas tecnológicas y poderosamente destructivas.  Las luchas cuerpo a cuerpo de antaño desaparecieron. El enemigo es invisible. Los poderosos destruyen sin codearse con el drama humano que generan sus armas. ¡Qué fácil es así sentirse vencedores!

Escribo estas palabras y no sé exactamente hacia dónde me llevarán. Solo sé que tenemos una sociedad vacía, sin alma y sin sueños.  Constato, aunque he disfrutado y me he beneficiado del milagro de la tecnología,  que la forma ha sustituido al contenido. Que nos han repleto de informaciones,  para aturdirnos y olvidemos los por qué.   La tecnología del siglo XXI nos convierte en meros robots que cargan sus baterías con la ilusión tecnológica. Los sentimientos se apagan, las ilusiones también.

¿Qué va a pasar con este mundo que se ha hecho pequeño porque las distancias se han acortado? Cercanos y lejanos al mismo tiempo.  Estamos cerca de los que están lejos; y lejos muy lejos de los que están cerca.  Podemos ver en tiempo real los acontecimientos bélicos, culturales, políticos y sociales gracias a la magia del satélite.  Mientras miramos lo que ocurre en China, Francia, Indonesia, Rusia o Australia, nos ensimismamos, nos adentramos en nuestras pequeñas fortalezas individuales y nos olvidamos del que está a nuestro lado, del otro cercano.

 ¿Qué va a ocurrir con los jóvenes que se desesperan cuando no tienen el aparato de la última generación? ¿Qué va a pasar con los pobres que viven esa falsa ilusión y quieren llegar también al abismo y a la alienación tecnológica? No lo sé. Todo apunta a que seguiremos abarrotados de información y de algunas basuras cibernéticas y nos olvidaremos del yo profundo y del nosotros. Que triste, que pena. Nos vemos en la próxima.

 
PUBLICADO EN AREITO DEL PERIODICO HOY EL 23 DE MARZO 2012
 

 

 

 

 

 

 

 

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