viernes, 8 de marzo de 2013

La Independencia dominicana


EL LARGO PROCESO DE LA INDEPENDENCIA DOMINICANA  (1844-1874)

 

 

Por: Mu-Kien Adriana Sang

 

 

La historia de la República Dominicana por su posición de isla con tradición hispánica, ha tenido una historia sui géneris.  Es parte del conjunto de pequeños territorios que están rodeados por el mar Caribe, una zona que desde el siglo XVI ha desarrollado las apetencias de las grandes potencias europeas, convirtiéndose en escenario de sangrientas luchas intra imperiales. Desde entonces, el Caribe tiene muchas nacionalidades, idiomas y culturas, al convertirse en español, inglés, francés y holandés.  La pequeña república caribeña está ubicada en la única isla del mundo que comparte su territorio con otra nación: Haití; otro producto también de los celos de dos de los imperios dominantes de la Europa otrora soberana del mundo, España y Francia.  Pero también su historia, por haber sido colonizada por el imperio español, comparte procesos con el resto de las ex colonias españolas del continente latinoamericano. Somos sui géneris, muy sui géneris, porque el proceso de independencia no se inició en contra del imperio que osó poseernos a la fuerza y en contra de la voluntad de sus primeros habitantes, sino en contra de Haití, la pobre y más joven nación que osó independizarse por encima de la voluntad de Francia y luchaba a fuerza, capa y espada por mantener su independencia.

 

El abrupto camino de la independencia dominicana comenzó con el intento fallido de José Núñez de Cáceres en diciembre de 1821, al proclamar un nuevo Estado soberano que solo pudo sobrevivir un trimestre, y culminó en 1874, cuando fracasó la anexión a los Estados Unidos, durante el Gobierno de los Seis Años de Buenaventura Báez.  La idea del largo y tortuoso camino hacia la emancipación dominicana nació de la mente brillante del gran Pedro Henríquez Ureña. Aseguraba el intelectual que fue el fracaso del gran proyecto político baecista que logró desterrar definitivamente el proyecto anexionista[i], el sueño conservador dominicano, y que fue el principal peligro del Estado y la nación dominicana.  Vista así las cosas, el proceso independentista tuvo cuatro momentos: La Independencia Efímera, La Independencia Nacional del 27 de Febrero, La Restauración y la Guerra de los Seis Años.

 

 

El liberalismo político llegó a América Latina y a nuestro país a principios del siglo XIX, y desde entonces, tuvo que enfrentarse no solo con las ideas conservadoras, sino con las prácticas caudillistas, fenómeno político que permeó las filas liberales y las conservadoras.  Como bien señalan dos amigos historiadores Balcácer y García Arévalo[ii], las ideas independentistas llegaron a América conjuntamente con el siglo XIX.  “En sus albores, los pueblos  del llamado Nuevo Mundo ya habían asimilado las filosofías europeas de la revolución.  Así, las ideas de los enciclopedistas franceses, de la Ilustración y el Contrato Social proporcionaron fórmulas viables para convertir las dóciles colonias en estados autóctonos.”[iii]

 

En el libro de mi autoría sobre le liberalismo y el positivismo a partir de una biografía del positivista liberal Ulises Francisco Espaillat[iv] señalo que el movimiento revolucionario en América Latina continental triunfó después de casi dos décadas de incesantes y persistentes enfrentamientos.  Fue una revolución caracterizada por largas luchas inspiradas y motorizadas por diversos efectos y razones; por sentimientos puros de libertad para algunos, los menos y de resentimientos racial, de búsquedas de nuevas alternativas políticas, par tanto, por esto también.

 

En nuestro caso, el proceso de independencia comenzó a gestarse después del fracaso de la Reconquista auspiciada por Juan Sánchez Ramírez.  El letargo y el abandono de la nueva-vieja colonia española, propició que sectores de la sociedad dominicana pensaran en la creación de un estado independiente de España.  La Madre Patria española estaba sumergida en demasiados problemas para pensar en una pequeña colonia del Caribe: guerras en Europa e insurrecciones en toda América del sur.  Por otra parte, Haití representaba un problema para la parte este de la isla.  Así, la noche del 30 de noviembre de 1821, liderados por José Núñez de Cáceres, decidieron apoderarse del recinto militar de la fortaleza de la ciudad de Santo Domingo.  Al día siguiente, controlado el gobierno, decidieron declarar el Estado Independiente de la Parte Española de Haití.  El nuevo incumbente, anunció la protección de la Gran Colombia y de inmediato notificó a las autoridades españolas la creación del nuevo estado.

 

Ese primer intento liberal fracasó.  Demasiados contratiempos se interpusieron en el camino.  Tres meses después, en febrero de 1822,  el general Boyer invadió la parte Este de la isla, destruyendo el recién creado estado para incorporar toda la parte Este a la República de Haití. Un proceso que duró 22 años, justamente hasta el 27 de febrero de 1844. El fallido Estado fue sin duda alguna, el primer escalón del proceso independentista.  ¿Por qué fracasó Núñez de Cáceres? El colega Fernando Pérez Memén afirma que el líder sólo contó con el apoyo de una fracción de la pequeña burguesía emergente.  Su proyecto fue rechazado por los grandes propietarios hateros latifundistas radicalmente hispanófilos, así también, por la pequeña burguesía cibaeña cosechera de tabaco y comerciantes que veía más beneficioso a sus intereses la unión a Haití por el activo comercio que llevaba con el Sur de los  Estados Unidos y con Inglaterra; y los negros y mulatos a causa de que la Ley Fundamental del naciente Estado no abolió la Esclavitud.[v]

 

Pero las ideas liberales habían echado raíces en un sector importante de la parte Este de la isla, volviendo a renacer el sentimiento y la necesidad de crear el Estado Dominicano.  El 16 de julio de 1838 fue fundada La Trinitaria, en la casa de Doña Chepita, la madre de Juan Isidro Pérez.  Un grupo de jóvenes integrados por Juan Pablo Duarte, José María Serra,  Juan Isidro Pérez, Jacinto de la Concha, Félix María Ruiz, Felipe Alfau, Benito González, Pedro Alejandro Pina y Juan Nepomuceno Ravelo se comprometieron y prometieron con su honor y su conciencia cooperar con sus vidas y bienes a la separación definitiva del gobierno haitiano y a implantar una República libre, soberana e independiente de toda contaminación extranjera, que se denominaría República Dominicana.


 

JURAMENTO TRINITARIO
En nombre de la santísima, augustísima e indivisible Trinidad de Dios Omnipotente: Juro y prometo, por mi honor y mi conciencia, en manos de nuestro Presidente Juan Pablo Duarte, cooperar con mi persona, vida y bienes a la separación definitiva del Gobierno Haitiano y a implantar una República libre, soberana e independiente de toda dominación extranjera, que se denominará República Dominicana; la cual tendrá su pabellón tricolor en cuartos, encarnados y azules, atravesado con una cruz blanca. Mientras tanto seremos reconocidos los Trinitarios con las palabras sacramentales: Dios, Patria y Libertad. Así lo prometo ante Dios y el mundo. Si tal hago, Dios me proteja; y de no, me lo tome en cuenta, y mis consocios me castiguen el perjurio y la traición si los vendo.
 

 

La Trinitaria fue una entidad eminentemente política.  Al inicio eran muy pocos. Precisaban la incorporación de nuevas personas no solo a su partido, sino al proceso de lucha en contra de Haití.  Para lograrlo pensaron en que cada uno debía integrar a dos personas, que serían llamados adeptos. Concebida como un movimiento clandestino, se hizo necesario crear mecanismos de difusión y concientización sobre la necesidad de la libertad y la independencia.  Así surgen La Filantrópica y La Dramática, entidades que se dedicaban a organizar presentaciones de obras de teatro con alto contenido político y social.

 

Los trinitarios, los liberales puros, como se les ha llamado comúnmente, tenían la juventud, el arrojo, la decisión y el compromiso del proyecto político independentista, pero no contaban con la fuerza suficiente para dar al traste con el gobierno haitiano.  Tuvieron, necesariamente, que aliarse con los otros sectores sociales, los llamados conservadores.  Un elemento interesante del sector conservador dominicano era su vocación anexionista.  Balcácer y García señalan que había varios grupos políticos en las filas conservadoras.  Estaban el pro-español, liderados por los sacerdotes Gaspar Hernández y Pedro Pamiés.  El pro-inglés, aunque ínfimo, tenía sus defensores.  Y finalmente, el más numeroso era el pro-francés, también llamado “afrancesados”, liderados por Tomás Bobadilla y Joaquín Delmonte. En todas estas agrupaciones políticas había un objetivo común: la separación de Haití; pero casi todas coincidían en que logrado este primer propósito, lo conveniente para los dominicanos era obtener el protectorado o la anexión de una nación europea poderosa, fuera Inglaterra, Francia o España.  Solo los trinitarios…creían y predicaban la separación con fines exclusivamente independentistas.[vi]

 

¿Qué otra alternativa tenían los trinitarios si no era aliarse con los conservadores?  El Manifiesto del 16 de Enero, llamado certeramente por Emilio Rodríguez Demorizi como El Acta  de Separación Dominicana, es el documento político que evidencia la alianza estratégica firmada entre liberales y conservadores.

 

Acta de Separación Dominicana. Manifiesto del 16 de enero de 1844 (fragmento final)
 
¡Dominicanos! (Comprendidos bajo este nombre todos los hijos de la parte Este y los que quieran seguir nuestra suerte) ¡A la unión nos convoca el interés nacional! Por una resolución firme mostremos los dignos defensores de la libertad: sacrifiquemos ante las aras de la patria el odio y las personalidades: que el sentimiento del interés público sea el móvil que nos decida para la justa causa de la libertad y de la separación; con ella no disminuimos la felicidad de la República de occidente, y hacemos la nuestra… ¡ A la unión dominicanos! (…) las opiniones están de acuerdo y no hay dominicanos que no proclame con entusiasmo: Separación, Dios, Patria y Libertad.
 

 

 

 

Fernando Pérez Memén expresa en su libro “El pensamiento dominicano de la Primera República”, que en dicho Manifiesto se concibe la idea de Independencia como Separación, y que esta idea  se mantiene en documentos posteriores.  Así se evidencia en la proclama de Santana del 27 de febrero de 1854, cuando decía el líder hatero decía: Separación o muramos, y esta palabra mágica, vibró eléctricamente en el corazón de todo el pueblo de la parte española.[vii]  Lo mismo sucede en 1856, cuando de nuevo se celebra un aniversario más de la patria, al señalarse que con el izamiento de la bandera se solemnizó el aniversario de nuestra separación.[viii]

 

Balcácer y García se preguntan ¿se trató acaso de un problema semántica o, en realidad, hubo alguna diferencia entre los vocablos separación e independencia? Y ellos mismos se responden que era lógico pues, que hubiera diferencias sustancialmente radicales entre los conceptos separación e independencia, según la óptica de los dos grupos políticos más influyentes del momento.[ix]

 

Sostengo la idea de que la incorporación de la palabra Separación en el Manifiesto del 16 de enero no fue un hecho ni fortuito ni semántico, sino una expresión del dominio conservador del escenario político, en el cual la idea inicial de los trinitarios había sido enterrada.  La separación significaba separarse de Haití para buscar el protectorado de una nación extranjera.  Los hechos posteriores demuestran con creces mi afirmación.

 

Volvamos a la segunda etapa del proceso independentista dominicano, los sucesos del 27 de febrero de 1844.  El Manifiesto del 16 de enero, constituyó, y en ese sentido ni yo ni ningún historiador dominicano le resta importancia política, un hito en la lucha por la independencia.  En sus páginas se diseña en forma y contenido al nuevo Estado y se presenta un amplio programa de gobierno.

 

Pero la alianza liberales –conservadores no era del todo transparente.  Los trinitarios se vieron en la necesidad de acelerar los acontecimientos.  Un grupo encabezado por Báez  buscaba el protectorado francés una vez se produjera el movimiento, se estaba trabajando en el Plan Levasseur.  Se imponía la acción rápida.  Por eso adelantaron los acontecimientos.  Con el trabucazo de Mella y el izamiento de la bandera, se simbolizó la creación de la nueva República.  Los haitianos partieron después de varias negociaciones.  Comienzan los aprestos para organizar el nuevo Estado.  El Gobierno Provisional recién creado, llamado Junta Central Gubernativa, estaba dominado por los conservadores más conservadores.  Duarte y su grupo intentaron detener esta influencia.  Santana los detuvo.  El líder de los trinitarios fue enviado al cruel exilio.  La apuesta del sector conservador había triunfado.

 

Sostengo también que el proceso político de la Primera República, 1844-1861, el control político estaba en manos de los conservadores, específicamente entre,  Santana y Báez quienes se disputaban el poder de manera encarnizada.  A pesar de la rivalidad existente entre ambos caudillos y de la dificultad para afirmar con precisión cuál de los dos representaba la fuerza de mayor empuje, podemos sin embargo, atrevernos a afirmar que fue Santana el que logró una mayor presencia en la vida política nacional.  Si hacemos un análisis de la sucesión política de estos años veremos que entre 1844 y 1961, hubo un total de 11 gobiernos, de los cuales Santana presidió 4 por un total de 10 años y cinco meses, mientras que Báez sólo pudo asumir la presidencia en dos oportunidades, gobernando  sólo por 6 años.

 

El proyecto anexionista estuvo presente desde antes de febrero de 1844. ¿Era el anexionismo un  proyecto político conservador exclusivamente o también existía en las filas liberales?  Diómedes Núñez Polanco [x] sostiene que las ideas anexionistas habían perneado las filas políticas liberales y conservadoras, y pone como el ejemplo más notorio el de José María Cabral.  Pero como veremos posteriormente, José María Cabral rechazó la anexión.  ¿Entonces?  Hace años que Diómedes y yo tenemos esa discusión, a pesar de que me puso a reflexionar las afirmaciones de su libro, mantengo mi posición, de que el proyecto anexionista era esencialmente conservador.

 

Báez y Santana, los dos caudillos que dominaron el escenario político entre 1844-1861 eran profundamente conservadores y profundamente anexionistas.  Cuando Santana asumió la Presidencia Constitucional en 1844, una de sus primeras medidas fue la búsqueda del protectorado el reconocimiento de las potencias imperiales del momento: Inglaterra, Francia, España y Estados Unidos.  En el documento “Instrucciones dadas por el gobierno de la República Dominicana a los emisarios acerca de los gobiernos de España, Francia e Inglaterra para negociar con ellos la independencia” se presenta claramente el doble objetivo de la política exterior santanista.  Mientras se plateaba en 1845 el protectorado al gobierno francés, otra delegación hacia  lo mismo en los Estado Unidos; y otro grupo repetía el mismo discurso en España.  Ante los fracasos de esas misiones, en 1846 fue enviada otra delegación a Europa para el protectorado, y si esto fallase el reconocimiento de la independencia.  Como los objetivos no se lograban, las misiones no paraban.  En 1848 otra delegación, encabezada por Báez volvió a Europa.  En 1849, y siendo Báez presidente se redoblaron los esfuerzos para conseguir el protectorado francés.  En 1854 un nuevo intento durante la Presidencia de Santana fue realizado.  Una delegación, cuyo enviado plenipotenciario fue Ramón Matías Mella, fue enviada a Europa.  Pero también fracasó.

 

¿Por qué fracasaron los esfuerzos conservadores?  En mi libro La Política Exterior Dominicana, 1844-1961, sostengo que “Las potencias imperiales jugaban un doble juego: enfrentadas entre sí, en algunos momentos, y aliadas circunstanciales, en otros.  A principio del proceso, las dos todopoderosas de Europa, Francia e Inglaterra luchaban juntas contra España; luego las tres rivales, es decir, a Francia e Inglaterra se le sumó España, para enfrentar el nuevo rival imperial representado por los Estados Unidos.  Todas contra todas, una contra las demás, cada quién peleaba el otro a fin de desarrollar sus propios intereses comerciales, políticos y estratégicos.

 

La otra pregunta que se impone, ¿Por qué después de todos esos fracasos, por qué después de haber insistido tanto con España, de repente cambia la idea y acepta la propuesta dominicana de la anexión en 1861?  ¿Por la calidad de la negociación dominicana? ¿Por simpatías con Santana?  No tengo todas las respuestas.  Sobre ese tenor señalo en mi libro sobre Política Exterior Dominicana lo siguiente: España era un imperio en extinción.  El sur del continente americano había librado las guerras de independencia.  Sus eternos rivales, Francia  e Inglaterra empezaban a ocupar su lugar.  El mercado latinoamericano…se había convertido en un objetivo importante de esas dos potencias.  Pero el viejo imperio español se resistía a la derrota.  En un último intento por recuperar su terreno perdido, decidió fortalecer sus influencias en el Caribe…  Golpeada quizás por las derrotas sufridas en las guerras de independencia, España no evidenció interés alguno en las islas del Caribe en los años 40 del siglo pasado, aplicando la política del “desinterés manifiesto”.  Sin embargo, esta posición varió radicalmente a partir los años 50.  El Caribe, fue redescubierto como zona de alto valor estratégico y de posición geopolítica privilegiada, los españoles entonces pasaron a la política del “interés manifiesto”.

 

La Guerra Restauradora.  Un eslabón en el proceso

 

Santana fue buscando por los liberales para derrocar a Báez en la Revolución de 1857, nueva urgencia liberal de aliarse con los conservadores para lograr un objetivo político.  Triunfante de nuevo, Santana aprovechó la coyuntura y se quedó con el poder.  La oposición baecista se reactivó, y por su parte los liberales traicionados le hicieron resistencia al gobernante traidor.  Guiado por la desesperación, pero también por sus propias convicciones, gestionó con éxito la incorporación de la República Dominicana en condición de provincia ultramarina de España.  Santana apostó a ka anexión, ganó y expidió también.  Se había adelantado al líder rojo, cuyos intentos hasta ese momento habían sido inútiles.  Y así, el 18 de marzo de 1861 materializó el ansiado sueño conservador.  El cálculo político de Santana no fue ni exacto ni real.  La nueva provincia fue convertida en Capitanía General.  Y Santana fue degradado en Presidente a Capitán General, tanto fue el shock producido que Santana se vio precisado a dimitir de su cargo por problemas de salud.  Una vez mas el calculo político de Santana no fue ni exacto ni real.

 

La decisión del Gobierno de Santana solo encontró apoyo entre los santanistas y los hateros, el resto de la población rechazó la anexión.  La historiografía dominicana da cuenta que en diversos pueblos del Cibao la población expresó públicamente su descuerdo, a saber: 

 

  • El mismo día 18 de marzo de 1861 en San Francisco de Macorís se produjeron incidentes cuando se intentó desplazar la bandera tricolor para ser sustituida por la española.  De la trifulca murieron por lo menos tres personas.

 

  • El 2 de mayo de ese año 1861, en Moca, José Contreras organizó un pequeño grupo de rebeldes par enfrentar a las tropas españolas que se habían acantonados en el pueblo.  Fueron reducidos a prisión y por orden del propio Santana, fusilados.  El incidente fue una muestra del rechazo de la anexión.

 

  • En junio de 1861 una expedición dirigida por Francisco del Rosario Sánchez y José María Cabral penetró por Haití para combatir al ejército español.  Fueron emboscados en El Cercado, hechos prisioneros, “juzgados” por un tribunal militar integrado por dominicanos y españoles, recibieron la pena capital.  El 4 de julio de 1861 fueron fusilados en San Juan de la Maguana.

 

Controlados los desafectos, el Gobierno Español se dispuso a la tarea de organizar la nueva colonia.  Pero tomo medidas equivocadas, fuera de contextos que trajeron terribles consecuencias para el régimen.  La anexión a España no trajo los frutos esperados.  La sociedad completa se vio afectada por sus medidas.  Se restablecieron las instituciones jurídicas españolas, se reformó el ejército con criterios distintos y por qué no, hasta despóticos también.  La mayoría de los “generales” dominicanos fueron retirados, y fueron españoles los que ocuparon los principales puestos en el ejército.  En el plano de la administración pública, los dominicanos fueron destituidos para colocar españoles en los cargos más importantes.  La política fiscal no fue menos desgraciada, pues se aplicaron elevados impuestos  (como la Ley de Bagajes).  Los españoles se sentían superiores, discriminando a los dominicanos.  Hasta la Iglesia Católica fue afectada con las medidas; más aún, una práctica religiosa-cultural, como la masonería, que había sido respetada por todos los gobiernos anteriores, los  españoles intentaron penetrarla y controlarla.  Así  todos los sectores, los que apoyaron la anexión y los que la enfrentaron vieron afectados sus intereses.  Todos, los que apoyaron y los que la enfrentaron no tuvieron más alternativa que aliarse para sacar al ejército español del territorio nacional.

 

La rebeldía sofocada dos años antes, despertó de nuevo en 1863.  En febrero de ese año se produjeron cuatro intentos que fueron sofocados de inmediato por las tropas españolas: el día 3 en Neyba, el 21 en Guayubín y el 23 de Sabaneta y el 24 en Santiago.  Como bien señalan Balcácer y García el intento de mayor resonancia fue precisamente el de Santiago porque en la conjura estuvieron involucrados importantes personas de la élite de comerciantes del pueblo y porque además, los principales cabecillas del movimiento fueron condenados al patíbulo.  Entre esos desdichados patriotas estaba el poeta Eugenio Perdomo…[xi]

 

Febrero, mes de significación histórica y política para el país fue esencial.  Los movimientos  que se produjeron en ese mes en contra del Gobierno de Anexión incendiaron la chispa.  El 16 de agosto de 1863, un grupo de patriotas, que habían entrado al país desde Haití izaron la bandera dominicana en Capotillo y gritaron libertad.  El grupo estaba comandado por Santiago Rodríguez, José Cabrera y Benito Monción, entre otros.

 

De Capotillo, el movimiento se extendió por todo el territorio dominicano.  El ejército español trató por todos los medios de sofocar rebeldes, pero fue inútil.  Poco meses después de los sucesos de Capotillo, se habían adherido y pronunciado a favor de los rebeldes las poblaciones de Guayubín, Montecristi, Sabaneta, Puerto Plata, La vega, San Francisco de Macorís y Cotuí.

 

Con la extensión del movimiento, los rebeldes revolucionarios desafiaron aún más al poderoso ejército español al establecer una jefatura política y militar, que fue Santiago.  Los restauradores utilizaron  a Santiago como su bastión.  Desde allí desarrollaron una exitosa estrategia militar.  El 14 de septiembre de 1863 se instaló el Gobierno de la Restauración.  Ese miso día redactaron el Manifiesto o como lo definen algunos historiadores, El Acta de la Segunda República, donde los revolucionarios explicaron las razones que los llevaron a tomar las armas para restaurar la República:

 

(Anunciar) al mundo y al Gabinete Español, las muy justas causales que han obligado a los dominicanos a sacudir, por la fuerza y las armas, el yugo con que dicha Nación hasta hoy les ha oprimido, y romper las cadenas a que una engañosa y forzada Anexión a la Corona de Castilla preparada por el General Pedro Santana y sus satélites, les había sometido, quedando restaurada la República Dominicana y reconquistado el precioso don de la libertad inherente a todo ser creado…

 

Así pues, desde Santiago, los restauradores estructuraron un plan de defensa y ataque sistemático y eficaz.  Los españoles por su parte realizaron grandes esfuerzos por detener el avance de las fuerzas rebeldes.  Se dispusieron a tomar posiciones para poder llegar a la capital.  Pedro Santana volvió a comandar tropas para detener a los restauradores, pero fue derrotado por el General Gregorio Luperón.

 

El Gobierno español estaba en posición de desventaja militar y política.  Militarmente, el poderoso ejército español había sido derrotado y políticamente no contaba con simpatías ni siquiera en la misma España.  En efecto la opinión pública española desarrolló una intensa campaña en favoreciendo la desocupación.  En el notable libro de reciente publicación “Una cuestión de honor” de los historiadores españoles Eduardo González Calleja y Antonio Fontecha Pedraza, se señala lo siguiente: A partir de 1863, la opinión pública  española comenzó a inclinarse por el abandono de Santo Domingo, al constatar que la anexión había sido una iniciativa minoritaria del entorno de Santana.  Tanto la cuestión mexicana…como la dominicana fueron motivo de polémica entre los partidos.  Se fue generalizando la idea de que a España le convenía abandonar la isla, pero dejando a salvo el honor tras la obtención de una resonante victoria militar.[xii]

 

En el libro, los historiadores españoles hacen referencia concreta a alguno análisis aparecido en la prensa española, como fue el caso de La Época, veamos: Nosotros deseamos que todo género de auxilio y de pertrechos, que todos los esfuerzos necesarios se trasladen a las playas de Santo Domingo, porque ante todo es preciso que la barbarie no quede triunfante del derecho, preciso que el nombre español no aparezca humillado…Sí después de los errores de Méjico nos viéramos arrojados de Santo Domingo, nuestra influencia en América habría recibido un golpe de muerte…[xiii]

 

Se debía, decían algunos retirarse de Santo Domingo, pero venciendo la insurrección.  Otros afirmaban que la anexión en sí misma había sido un grave error político del gobierno: Tenemos pues que por cualquiera parte por donde mirada se la Anexión de la ex república dominicana, hay motivo y causas sobradas para calificarla de malhadada para España…[xiv]

 

España había sufrido una gran derrota política.  Las fuerzas rebeldes habían derrocado al poderoso ejército español.  Los soldados españoles habían sufrido también una derrota moral.  El 28 de mayo de 1865 llegó la orden de evacuación.  El General La Gándara procedió al abandono de la isla, empezando por Azua y Baní, para luego seguir por Puerto Plata, Montecristi y así sucesivamente hasta llegar a la capital.  El 6 de junio el General español celebró en las cercanías de Santo Domingo  una reunión para llegar un acuerdo con el Presidente Pimentel para canjear prisioneros, pero no pudieron culminarlos.  Las hostilidades siguieron.  Finalmente el 11 de julio las tropas españolas abandonaron Santo Domingo, pero el estado de guerra siguió hasta que fueron entregados doscientos prisioneros españoles a fines de agosto.  Había terminado un episodio en la historia española y dominicana.  Como dicen los colegas españoles:

 

La historia de las expediciones españolas de prestigio de los años sesenta del siglo XIX resulta decepcionante y, en su conjunto, negativa.  En ese contexto, es preciso distinguir entre la política de engrandecimiento, que persigue el logro de las aspiraciones nacionales más altas con firmeza y prudencia, y la política de aventuras estériles y desastrosas, que animada exclusiva o principalmente por el interés de partido, solo procura al país descalabros y sufrimientos.  La intervención frustrada en Santo Domingo respondió a ese segundo modelo, ya que demostró la falta de viabilidad del proceso histórico reanexionista, y aceleró la crisis de los regímenes colonialistas y esclavistas establecidos por España en Cuba y Puerto Rico…

La anexión subsiguiente Guerra  de Restauración marcaron profundamente el devenir nacional de los dos pueblos.  La experiencia de 1861-1865 produjo una escisión duradera de la identidad nacional dominicana, que, sin embargo, salió fortalecida de su reválida armada de independencia contra la vieja metrópoli.  Pero la guerra contra España fue también una contienda civil…ya que los anti anexionistas hubieron de librar batalla frente a importantes contingentes de dominicanos leales a España por razones de ideología, religión o parentesco.  Con todo, el problema de la salvaguardia de la soberanía dominicana quedó planteado hasta bien entrado el siglo XIX.  La República Dominicana volvió a caer bajo la influencia de los Estados Unidos, con los cuales firmaron un tratado de comercio en 1868.  Hubo incluso un proyecto de anexión vetado por el Senado de Estados Unidos…. Para España, el desastre fue tanto económico, con 392 millones de reales en gastos, como humano, con 16,000 bajas.  Los gastos de esta política pasaron factura a la economía española a partir de 1864-1868. La guerra en Santo Domingo incidió de forma significativa en la crisis del sistema político isabelino, que se agudizó desde 1865 hasta desembocar en la caída de Isabel II y la apertura democrática del sexenio de 1868-1874.[xv]

 

Se había ganado, a fuerza de coraje, sudor, sangre y heroísmo un peldaño en nuestro largo camino por la libertad.  Una vez más el grupo de los liberales había apostado a la independencia pura y simple.  Ganaron la batalla más importante de la liberación.  Los años posteriores a la Restauración de la República, significarían nuevas pruebas del arrojo y las convicciones para enfrentar, también con sangre, sudor, heroísmo y lágrimas nuevos intentos conservadores por pisotear la soberanía.

 

El triunfo de la Restauración y la vuelta al conservadurismo

 

De nuevo los liberales iniciaron de manera valiente un enfrentamiento abierto y directo con el poder dominador.  En febrero de 1844 sacaron a los haitianos del territorio dominicano.  En agosto de 1863 comenzaron un largo, duro y sangriento enfrentamiento con el muy organizado ejército español.  Pero al triunfar la Guerra de Restauración, el poder político quedó en manos de Buenaventura Báez. Pedro Santana fracasó en su intento y fue enviado al más cruel de los olvidos. 

 

En 1868 Buenaventura Báez inauguró el período que se llamó “El Gobierno de los Seis Años”.  Su mayor esfuerzo fue hacer realidad el proyecto conservador de anexar la parte este de la isla a una nación imperial.  En 1844 había fracasado con Francia.  Por esta razón, decidió aliarse con el nuevo imperio Estados Unidos.  El Presidente norteamericano Ulises Grant apoyó el proyecto baecista, quizás porque haría realidad la vocación imperial de la nación norteña. En 1869 ambos presidentes hicieron lo indecible por lograr que los congresos apoyaran el proyecto de Anexión de la República Dominicana a los Estados Unidos. Reveses de toda índole tanto en Estados Unidos como en el país impidieron materializarlo.  De parte de la nueva nación imperial el propio Congreso Norteamericano rechazó la propuesta. Y en la República Dominicana los liberales se aliaron a otros liberales en Haití, Cuba y Puerto Rico para enfrentar abiertamente el proyecto.  El resultado fue la firma de un Contrato de Arrendamiento por 100 años de la Península y Bahía de Samaná.  La bandera norteamericana ondeó en esa parte del territorio dominicano hasta 1874, cuando Buenaventura Báez fue derrocado por Ignacio María González. El nuevo caudillo, liberal de nuevo cuño por conveniencia personal, rescindió el contrato y obligó a los norteamericanos a salir del territorio nacional.

 

            Desde 1874 el proyecto de anexión, el sueño de los conservadores dominicanos, no volvió a aparecer como anexión.  La dominación imperial siguió imperando pero bajo nuevas modalidades: control financiero y control del mercado de los principales productos de exportación.  De todas maneras, la aspiración liberal pudo materializarse: República Dominicana fue una nación libre e independiente, pero solo por unos años, pues en 1916 el Imperio Norteamericano ocupó el territorio hasta 1924.

 

 



[i] Véase Pedro Henríquez Ureña, Obra Dominicana, 1988.
[ii] Cf.  Juan Daniel Balcácer y Manuel A. García, La Independencia Dominicana, Madrid, Colecciones MAPFRE, 1492,1992.
[iii] Ibíd. P 20.
[iv] Cf. Mu-Kien Adriana Sang, Una utopía inconclusa. Espaillat y el liberalismo dominicano del siglo XIX, Santo Domingo, Ediciones INTEC, 1997.
[v] Fernando Pérez Memén, El Pensamiento Dominicano en la Primera República (1844-1861), Santo Domingo, Secretaría de Estado de Educación, 1995, pp. 10 y 11.
[vi] Balcácer y García, Op. Cit., p. 78
[vii] Emilio Rodríguez Demorizi, Documentos para la historia de la República Dominicana, Santiago, Editorial El Diario, 1947, p. 153.
[viii] La Gaceta Oficial, No. 113 del 1º de abril de 1865.
[ix] Balcácer y García, Op. Cit. P. 94.
[x] Cf. Véase Diómedes Núñez Polanco, Anexionismo y Resistencia, Santo Domingo, Punto Creativo, 1997.
[xi] Balcácer y García, Op. Cit. P. 164
[xii] Eduardo González Calleja y Antonio Fontecha Pedraza, “Una cuestión de honor”, Santo Domingo, Fundación García Arévalo, p. 159.
[xiii] Ibid. P. 160
[xiv] Ibid. P. 161
[xv] Ibid. P. 226
 
 
 
 

3 comentarios:

  1. Muy interesante su articulo sobre el desarrollo de nuestra independencia , como Maestrante de Diplomacía y Derecho Internacional me ha sido útil para enriquecer mis conocimientos educativos .

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    1. Ahora fue que vi el comentario. Soy una aprendiz de cibernetica, Gracias por el comentario,

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