ENCUENTROS
Mendigando
Por: Mu-Kien Adriana Sang
Un día el Dios del Bien y el Dios del Mal se
encontraron en la cima de una montaña. Y el Dios del Bien le saludó: “Buenos
días, hermano”. Pero el Dios del mal no le contestó. El Dios del Bien le dijo:
“parece que estás malhumorado”. Y el Dios del Mal le contestó: “Así es, pues
hace tiempo que muchos me confunden contigo en inclusive si dirigen a mí con tu
nombre, e inclusive se comportan conmigo como si yo fuera tú y ello no me
gusta”. Y replicó el Dios del Bien: “También a mí me han tomado por ti, e
inclusive me han llamado por tu nombre”. Y al oír estas palabras, el Dios del
Mal siguió su camino abominado de la estupidez humana” Gibrán Jalil Girbrán, El loco. Lágrimas y sonrisas.
Me dijeron que
la bolsa negra que aferra a su pecho es ropa decente. Me dijeron que sus
harapos mugrientos, su pelo enmarañado, sus pies descalzos y sucios, su boca
desdentada y su mirada al vacío y que su susurro pidiendo limosna formaban
parte de su montaje para levantar el sentimiento de lástima de los transeúntes,
Me dijeron que cuando termina su “jornada”, cuando el sol se oculta, y los
vehículos escasean, se dirige a un solar
deshabitado a vestirse de nuevo con ropa limpia y decente. Me dijeron que compra sus billetes todos los
domingos para apostar a la suerte de la lotería. Quizás así podría abandonar su puesto de
trabajo en el cruce de las dos avenidas.
Respondieron mi
llamado. Había solicitado varias citas
para vender el producto intangiblemente necesario de programas educativos, Me vestí con las mejores galas de funcionaria
privada. Llegué unos minutos antes de la
hora fijada. Me informó la secretaria
que la persona estaba en una junta y que por favor la esperara. Tomé la revista que estaba en la mesa. Leí
unos artículos que apenas me interesaban.
De dos sorbos bebí el café que me brindaron. Esperé y esperé. Los segundos se convirtieron
en minutos, y luego en media hora, que se sumaron a otros hasta llegar a los 45
minutos de espera. Finalmente llegó la secretaria. La persona me recibió con la
amabilidad que ofrece la cortesía aprendida. Hablé de mi proyecto, con todo el
entusiasmo que la espera no pudo borrar.
Observé que los ojos de mi interlocutor buscaban ávidamente el
reloj. Sin disimular, miró la hora en su hermoso y costoso reloj de
pulsera. Me dijo que saldría de viaje y que lo llamara a final de mes. Guardó la información en una gaveta. Salí
triste. Esperar sin la esperanza de que mi solicitud fuera aprobada.
Regresé a mi
oficina. A la hora del almuerzo la vi
con su mano tendida. Y entonces pensé en las grandes paradojas de la vida. Ella mendiga para comer. Se viste de trapos sucios para despertar la
piedad. Yo en cambio debo vestirme lo
mejor posible para despertar el interés en mi interlocutor. Ella pone su cara de tristeza y ausencia para
llamar la atención, yo debo sonreír para tratar de convencer.
Pensé mucho en
el trayecto. Los embotellamientos
cotidianos del mediodía me permitieron el espacio preciso para pensar. Supe que el año pasado la demanda de
vehículos de lujo fue mucho mayor que las expectativas y la oferta de los
comerciantes. He escuchado por todas partes que inversionistas extranjeros, con
el apoyo del poder local, quieren construir una isla frente al malecón para
atraer a los turistas. Leí hace unos
días que el funcionario público había hablado. Habló y aseguró que el metro
iba, aunque se hayan levantado voces oponiéndose o proponiendo alternativas
menos costosas, aunque el kilómetro cuadrado de esa araña subterránea tenga el
costo de la cartera de educación y salud en más de una década, aunque con el
costo de uno de los trenes sea igual al presupuesto que necesita educación para
reparar todas las escuelas del país. Me dicen que en uno de los puertos del sur
del país hay yates tan grandes como los que están en Marbella, España. El lujo y el despilfarro contrastan con la
pobreza y las múltiples necesidades que hay por todas partes.
Y mientras se
gastan cientos de millones de pesos y dólares, yo sigo tocando muchas puertas
tratando de concretizar un programa que sólo tiene como propósito formar
maestros. Y mientras los jóvenes de la
Lincoln convierten la avenida en pista de carrera con los vehículos de lujo que
sus desprevenidos padres le otorgan como premio para que no los molesten, yo
seguiré tocando puertas, haciendo antesala en empresas y agencias, tratando de
vender mi proyecto. ¿Por qué la inversión en educación le interesa a tan poca
gente? ¿Cómo vamos a insertarnos en la era de la globalización, en la
competencia mundial con un personal descalificado? ¿Cómo vamos a tener
ciudadanía, si la escuela está en manos de profesores que no tienen el nivel de
preparación adecuado? ¿Cómo vamos a combatir la violencia si somos incapaces de
ofrecer los servicios más elementales de la vida social?
Ella seguirá en
su esquina, apretando como su tesoro más preciado la ropa limpia que
oculta. Ella seguirá mirando hacia el
infinito, con sus ojos vidriosos buscando la mano amiga que le ofrezca una
moneda. Yo por mi parte, buscaré mis trajes
sastres para aparentar seriedad y firmeza y seguiré tocando puertas, esperando
las citas para continuar vendiendo mi proyecto, sonriendo aunque esté triste,
siendo amable, aunque mi deseo sea el de salir corriendo. Sólo espero poder llegar a algún corazón que
se duela con la educación. Mendigar no
es un pecado, pero duele, aunque sea por causas justas.
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