LOS PAPELES DE UN
TIEMPO Y DE UNA REALIDAD
Análisis del libro
“Papeles del Lic. Arturo Logroño. Discursos, escritos y datos biográficos”
Por Mu-Kien Adriana Sang
La activa vida
de Arturo Logroño le permitió ganarse un espacio importante en la historia, a
pesar de su corta existencia (1891-1949).
Reconocido intelectual, que asumió la política como su modus vivendi y
modus operandi, supo ganarse la admiración o la condena de quines lo
conocieron, gracias a su sólida formación, a su verbo llamativo, a sus ideas
provocadoras, a sus posiciones críticas en momentos difíciles y sobre todo, su
participación activa en la vida política nacional.
Este libro,
“Papeles del Lic. Arturo Logroño. Discursos, escritos y datos biográficos” que
publica la Sociedad Dominicana de Bibliófilos, constituye, sin lugar a dudas,
en un valioso material de referencia para todos los interesados en la historia
política dominicana actual.
Nació en la
ciudad de Santo Domingo el 2 de marzo de 1920. Era hijo de Álvaro Logroño e
Isaura Cohen. Estudió farmacia, pero nunca ejerció. También se graduó de Doctor
en Derecho. Pero su verdaderas pasiones eran la literatura, el periodismo, la
historia y la política. Como periodista trabajó en el Listín Diario y La Cuna
de América. En su rol de historiador
tuvo una fecunda labor, siendo una de sus obras más importantes el “Compendio
Didáctico de Historia Patria”. En su rol
como activista político ejerció funciones públicas, a saber: Regidor del Ayuntamiento de Santo Domingo
(1916), Consultor Jurídico del Departamento de Obras Públicas (1927); y durante
la Dictadura de Trujillo ocupó diversas y variadas posiciones, entre las que
podemos citar: Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo, Secretario de Estado de
Relaciones Exteriores, Secretario de Trabajo y Comunicaciones, Secretario de
Estado de Interior y Policía, Secretario de Estado de la Presidencia,
Secretario de Justicia, Secretario de Estado de Educación Pública y Bellas
Artes y Secretario Particular del Presidente de la República.
Por su versatilidad
en la vida pública Nacional, la Sociedad Dominicana de Bibliófilos organizó la
obra: El Escritor, El Orador, El
Periodista, El Historiador y el Catedrático Universitario. La exposición que exponemos a continuación
sigue más o menos la misma lógica.
El hombre
del verbo elocuente
Como bien se
señala en el libro, las dotes oratorias de Logroño lo convirtieron en una
persona muy solicitada en todo el mundo cultural y académico, llegando incluso
a ser considerado como el “máximo orador de su tiempo”. En palabras de Manuel de Jesús Goico
Castro:
“Cabeza de Apolo. Genio de la elocuencia castellana. Visto desde
lejos parecía llevar su perfil de águila. Cortado sobre su tórax como sobre el
mármol de su propia estatua. Con su cara de luna de cuarto creciente, con sus
ojos azules y su voz de titán, aparecía Arturo Logroño al palenque de la cosa
pública, al ágora nacional, a desbridar los vibrantes corceles de su
palabra...Muchas veces su voz bajaba a las multitudes, aromada y suave, como la
brisa que fluye de la floresta en primavera; ora fuerte e iracunda como un
trueno; bramante como el viento que sacude los pinos de las montañas...Su
elocuencia era capaz de hacer florecer las rosas de las piedras y detener el
arrebatado ritmo del mar; silenciar la corriente de los ríos o cambiar el curso
del viento...”
Las principales
piezas oratorias fueron recogidas en este libro. Cuarenta y tres discursos y conferencias
fueron recopiladas. En todas y cada una
de ellas se evidencia la erudición del autor.
Muchos podrían estar de acuerdo con sus ideas, otros tantos podían no
compartir sus planteamientos, pero nadie absolutamente nadie podría dejar de
reconocer su capacidad intelectual, su sólida formación, su amplia cultura y su
capacidad de oratoria, de transmitir con entusiasmo y pasión sus ideas, y sobre
todo, de maravillar y dejar boquiabiertos a quienes lo escuchaban. Su capacidad de disertar improvisando,
constituía un elemento adicional que le
hacía ganar mayor admiración.
Algunos de estos discursos todavía son recordados por las personas que
tuvieron el privilegio de conocerlo. A lo largo de los años, Logroño escribió,
improvisó muchos discursos, y en todos ellos puede evidenciarse un estilo
característico:
El lenguaje
florido:
“Yo vengo,
con la pupila cuajada de visiones, de la vieja ciudad patricia, heroica y
romántica, de las orillas del Ozama. Yo vengo peregrino de belleza, desde esa
ciudad maravillosa, copa gigante de piedra donde escanció la Historia el
capitoso licor de la Conquista, a traeros un beso de amor en la red de mis
palabras...” (Discurso Teatro La Progresista, 1913)
Lleno de
metáforas
“Y dirá la
historia y dirán las crónicas de tiempos futuros, que al ilustre peregrino
sonrieron los vestiglos del homenaje, inmenso pájaro de piedra que abre el ala
sobre la Ciudad Primada, y donde, si bien es cierto que jamás estuvo preso el
gran poeta del descubrimiento, todavía, en alguno de los oscuros rincones de la
torre, debe encontrarse perdida en la maraña polvorienta de los siglos, la
pluma de oro del cronista Oviedo; y que nuestros parques se abrieron propicios
para el celestinaje de la luna, se plenaron de mujeres bellas y se cuajaron de
hombres generosos que aplaudían con entusiasmo la palabra pomposa y magnífica
del caballero andante que había llegado e una tarde brumas y nieblas en un
barco por sobre el misterio del mar...” (Discurso de recepción de José Diego en
nombre de la Ciudad de Santo Domingo, 1915)
Y una exaltación permanente al patriotismo.
.
“Y surgió la
bandera, que hilaron nuestras madres en el silencio de aquel gran dolor, la
bandera de la cruz de armiño, que desdobla sus pliegues como una alegre
mariposa sobre las tumbas de nuestros héroes y nuestros próceres. Yo os juro
señores, que nuestra bandera flameará sobre nuestros baluartes, sobre nuestras
torres, altiva y gallarda, eternamente, y ninguna potencia de la tierra tendrá
bastante fuerza para arriarla si no es bajo el fragor de un cataclismo.”
(Disertación improvisada sobre Puerto Rico)
Historiador
y Político ¿Político-historiador?
Gracias a su
amplia cultura, obtuvo rápidamente el reconocimiento de la intelectualidad de
la época. Sus dos primeras obras, “Compendio Didáctico de Historia Patria” y
“Los Yanquis en Santo Domingo”, tuvieron
un gran respaldo de la crítica especializada.
Arturo Logroño fue crítico, muy crítico de su tiempo. Combatió la
realidad heredada. Las luchas intestinas
socavaban el país, los intereses
políticos se anteponían (¿se anteponen hoy?) al bienestar colectivo. Su frustración ante los hechos se hizo
palpable en cada uno de sus intervenciones públicas:
“Cuando iniciamos en las columnas
de este diario la serie de artículos La Patria Nueva...creímos sinceramente,
quizás aguijoneados por el santo anhelo de que la República se salvara, que la
interinidad en la Presidencia de Monseñor Nouel sería un paréntesis todo luz,
equidad y cordura, que equilibraría sabiamente todos los intereses, adormecería
con la palabra del Pastor, persuasiva y elocuente, todas las pasiones en juego
y, crisol de grandes aspiraciones, sin contemplaciones vaciladoras, prepararía
a la República para el Gobierno Civil –ideal máximo de la gente buena-
haciéndola nacer a la vida de la civilización, que es la verdadera vida, yua
que hasta hoy ha sido la nuestra...una patria en gestación, un caos donde,
amalgamadas fuerzas, y energías en confuso embrión, nada tenía perfil
definitivo...” (Paréntesis, El Diario,
Noviembre de 1912)
Agobiado por la
realidad de su tiempo, caracterizada por las luchas intercaudillistas, la
crisis económica, la falta de perspectiva y la ausencia de esperanza, abogó por
el compromiso de la ciudadanía, como la única salida viable a la situación que
se vivía:
“Y porque creemos...que ahora o
nunca es el momento histórico de la Salvación y vemos que quizás con profundo
dolor la nave se estrella y naufraga, interrumpimos nuestra serie de artículos
con una inmensa pesadumbre en el espíritu y una gran desesperanza en el
corazón: la de que se malogre LA HORA, la única que hemos tenido o por exceso
de pasiones torpemente encausadas o por injustificable falta de energías...Es
el actual momento de grandes responsabilidades...” (Paréntesis, El Diario,
Noviembre de 1912)
Cansado de
reclamar y proclamar, Logroño decidió asumir posición pública de compromiso
político. Después de ponderar opciones,
probó suerte al lado de Juan Isidro Jimenes, convirtiéndose en poco tiempo en
uno de sus hombres de más confianza, llegando a ser su Secretario personal,
cuando el líder político alcanzó la Presidencia de la República. De Jiménes proclamó todas las bondades que
ser humano pudiese tener:
“La llegada de Don Juan Isidro
Jiménes al Cibao es un fasto acontecimiento que todos debemos celebrar...Por
eso, y porque Santiago el baluarte de esa abnegada agrupación política, el
Jimenismo, que jamás ha escrito en sus banderas mas que los supremos anhelos
del patriotismo, por eso y porque el Gral. Desiderio Arias es el brazo fuerte
de esa agrupación de la que Don Juan el Padre, el Pastor, el Hombre-Pueblo como
el pálido rabino de Galilea fue el “Hombre Dios”, es que debemos celebrar como
un suceso grandioso y trascendental, anunciador de futura felicidad para la
República, la llegada de Juan Isidro Jiménes a Santiago de Los Caballeros, por
cuanto ella es la primera jornada recorrida en el camino de la conformación
definitiva del bloc arrollador que salvará la nacionalidad...” (La Recepción de
Don Juan, El Diario, 13 de febrero de 1913)
La capacidad
crítica mostrada en los inicios de su carrera, se diluyó desde que aceptó
formar parte del aparato político jimenista. El partido jimenista, con su
emblema del gallo sin cola, al que el pueblo denominó bolo, obtuvo de su pluma
una defensa apasionada y vehemente:
“El Partido Jimenista, agrupación
política formidable que triunfará en las próximas elecciones y de la que puede
decirse que es el tabernáculo de la conciencia política, tiene también la
suya. Es la leyenda que ha dado origen y
nombre al GALLO BOLO como emblema o heráldica de dicho Partido...El bolismo
está arraigado de tan honda manera en el ánimo nacional, que no hay retazo de
cielo bajo el cual haya reclinado su cabeza derribado por la muerte un BOLO, ni
pedazo de tierra en la República que no
haya fertilizado con su sangre generosa...” (El Gallo Bolo (Emblema del Partido
Jimenista, 1914)
Contando apenas
con apenas 25 años de edad, fue uno de los hombres que públicamente combatió,
con un verbo agudo y valiente, la Intervención Militar de los Estados Unidos en
1916. Su Manifiesto dado a conocer a la
opinión pública el 16 de mayo de ese año, es quizás el mejor argumento documental de su histórica
posición:
“La actual acción americana, que es
independiente en absoluto de la voluntad del Gobierno...El patriotismo ha
residido en San Jerónimo cuando el Presidente Jiménes, encarnación del más
abnegado momento de nuestra historia, renuncia a la Presidencia de la República
antes que acceder a que sea derribada a cañonazos la ciudad donde se habían
encerrado la ignorancia armada y el consejo depravado; reside en San Jerónimo
cuando el Consejo de Secretarios de Estado realiza el sacrificio de permanecer
frete al Gobierno ante la doble declaración oficial del Ministro Americano de
que Washington la reconoce como único Gobierno Constitucional de la República y
de que su renuncia colectiva implica el inmediato nombramiento de un Gobernador
Americano para Santo Domingo.” (Al pueblo, Manifiesto, 16 de mayo de 1916.)
Independientemente
de que en algunos historiadores afirmen, afirmemos, que Juan Isidro Jiménes no
se caracterizó por su valentía, pues en los momentos de dificultades, siempre
prefirió la retirada al enfrentamiento; el líder bolo logró concitar la pasión
y la lealtad en algunos de sus seguidores. Logroño fue un fiel, casi
irracional, defensor de Jiménes. Pero nadie puede, sin embargo, dejar de
reconocer que Arturo Logroño, aún cuando estuviese defendiendo a su jefe
político, asumió una postura claramente nacionalista, que en ese momento
político jugó un papel importante, al oponerse con firmeza al gobierno
imperial. En noviembre de 1916 escribió
un artículo que fue publicado en el periódico Listín Diario, en el cual ratifica su condición de adversario al
Gobierno de los Estados Unidos. Este
documento antológico tiene muchas aristas interesantes que deben ser
resaltadas:
ü Critica la posición complaciente
asumida por muchos intelectuales:
“He podido observar
que muchos escritores, perdida la fe en los destinos de la República, cuya
estrella puede palidecer pero jamás apagarse, predican, ansiosos de una
solución que ponga cese al desesperante estado de cosas porque atravesamos, una
identidad solucional para el país, y optan, nerviosos, olvidando que en el
mayor grado de resistencia está el éxito...Esa labor, sincera y todo, puesto
que sobran razones graves para haber perdido la paciencia y huelgan motivos
para que salte, rota de indignación la pluma, es, sin embargo, peligrosa..
Yo
invitaría a los compañeros escritores de todos los partidos, a renunciar en
estos momentos a labor tan poco edificadora como la que insensiblemente
realizan, salvo honrosas excepciones de labor nacionalista a que se dedican
ilustres plumas para quienes la gratitud nacional tendrá un recuerdo grato...”
ü Instó a los medios de comunicación a
practicar la libertad de pensamiento y de opinión:
“Yo
invitaría a los señores directores de periódicos, a ponerse de acuerdo en el
sentido de mantener en la práctica inquebrantable resolución de aplazar hasta
la solución del problema norteamericano la publicación de todo artículo
político de índole partidaria cual que fuese su especie...”
No cesó de reclamar al pueblo la necesidad de
resistir para no sucumbir ante el atractivo del poder y el dinero que
representaban los norteamericanos ¿Visión futura de lo que le depararía luego
el destino y sus opciones políticas?
“Nuestra salvación –o por lo
menos la salvación de la dignidad dominicana-
ha sido el cumplimiento hasta hoy de la consigna que se impuso el
patriotismo: Resistencia. Y resistiendo, hemos estado cuatro años y
medio sin que los ocupantes hayan podido arrebatarnos la mínima concesión con
que dar aspecto legal a la invasión, a lo hecho aquí durante la invasión, o a
la conservación a justo título de lo que pretendan arrebatarnos como fruto de
la invasión...” (La verdad de la hora, Listín Diario, 3 de enero de 1921)
Durante el proceso de desocupación asumió posición, y
se colocó al lado de una de las partes que competía por el control
político. En 1924 se sumó a las filas de
la Coalición Patriótica de Ciudadanos, que llevó como candidato a la
Presidencia Francisco J. Peynado.
También en esta oportunidad, su formación se puso al servicio de un
interés político. Como en los tiempos de Jiménes, Logroño llegó a plantear que
Peynado era el único hombre capaz de sacar al país de la calamitosa
situación. Influenciado por una concepción
mesiánica de la vida, Logroño presentó a Peynado como el demiurgo de la
política dominicana:
“Entonces,
cuando parecía que sobre el pueblo dominicano se desplomaba el cielo y caía
sobre nosotros la iracunda cólera de los dioses y nos abandonaba todo, hasta la
esperanza, un dominicano ilustre atraviesa el Océano, y sin la venia de nadie;
ni la representación de nadie; ni el consejo de nadie; ni la influencia de
nadie; ni el dinero de nadie; predestinado por Dios, elegido por el obscuro
Genio que preside los destinos de los hombres, propone a Washington un Plan
Libertador, discute en el Capitolio, dice airado o persuasivo nuestro derecho a
la vida propia y, con el corazón mira...ofrece a los dominicanos el rutilante y
suspirado camino de la libertad. Hablo del licenciado Francisco J. Peynado,
Señores. Aceptado por los dominicanos,
en su plan libertador, y en comienzo de su ejecución el histórico documento,
una tremenda interrogación nos planteamos quienes suspiramos por la libertad y
la independencia en una patria mejor...” (Pro candidatura del Lic. Francisco J.
Peynado, 6 de enero de 1923).
Peynado, como sabemos, perdió las elecciones,
resultando electo Horacio Vásquez.
Logroño había sido postulado por la coalición al cargo de diputado por
la ciudad capital, pero no ganó la curul por el estrecho margen de 15
votos. Derrotado y molesto decidió
salir de la coalición. En su carta de
renuncia señalaba que esta estructura era un espejismo, ya que por una “aberración de complacencia” a esta agrupación “se sigue
considerando Partido Político”. Decía que en verdad esta agrupación era un
concierto de “pequeños grupos diseminados, sin
cohesión, sin ideales y sin unidad de
mando...”
Por convicción o por interés, en 1928 Logroño decidió
afiliarse a su otrora adversario, el partido de Horacio Vásquez, el mismo que
derrotó a Peynado. Durante la
administración horacista alcanzó la posición de Consultor Jurídico del
Departamento de Obras Públicas. Es
posible que Logroño ignorara, cosa que dudo, que su nuevo líder, el Presidente
Vásquez, era una ficha más del juego político del poder imperial norteamericano. Parece que tampoco se percató, o no quiso
hacerlo, que en 1924, a unos cuantos escasos meses de haber asumido el poder,
Horacio Vásquez ratificó, sin dudas ni remordimientos, los términos de la
Convención Domínico Americana de 1907.
Es decir, que su nuevo jefe político era un aliado fuerte del imperio
norteamericano, el coloso antes combatido con ferocidad por el joven político
Logroño.
La figura de Vásquez
no fue muy duradera en el espectro político dominicano, pues se eclipsó
rápidamente. Sus intentos de permanecer en el poder a la fuerza, modificando la
Constitución a su imagen y semejanza se sumaron y entremezclaron con una
oposición creciente, un debilitamiento físico y político de su figura, y sobre
todo, por el creciente liderazgo de uno de sus aliados, que trabajaba a sus
espaldas para enfrentarlo: Rafael Leonidas Trujillo Molina. El joven Trujillo
se perfilaba como el líder del momento. Intuitivo como el que más Logroño, supo
ver dónde estaba el futuro político dominicano, y en seguidas se sumó a sus
filas. Las palabras pronunciadas en 1926, en el que alababa las dotes del
entonces Coronel Rafael L. Trujillo, parecen como premonitoras de su posterior
alianza y defensa la régimen de facto que se instauró cuatro años después:
“Yo
también quiero poner el calor y la cordialidad de mi palabra en este acto
simpático porque el es, singularmente, un triunfo de la juventud. Porque cuando
el Coronel Rafael L. Trujillo recibe el comando del único Regimiento que
constituye la precaria potencia militar de la República, conquista para la
juventud dominicana un simbólico gajo de laurel...Brindo, pues señores, por el
auge y esplendor del Ejército, que es expresión viril de la potencia de un
pueblo...brindo por este sol dominicano que pone en nuestras venas el incendio
de la emoción cuando late, como ahora, con ritmo cordial, el fuerte y sano
corazón de la juventud...”
Logroño apostó y ganó. Todos sabemos que Trujillo le
dio el golpe de gracia a su protector, el Presidente Vásquez en febrero de
1930, momento en el que se erigió como gobernante inaugurando una sólida,
represiva e inhumana dictadura. Desde
los primeros años de la dictadura de Trujillo, Logroño logró penetrar en las
filas del poder y de la administración trujillista. Ocupó muchas e importantes
posiciones en el tren gubernamental, como dijimos anteriormente.
Arturo Logroño se destacó como un verdadero
intelectual orgánico, para hacer uso de la expresión de Antonio Gramsci. Fue
junto a una pléyade de intelectuales dominicanos, una de las mentes brillantes
que se pusieron al servicio del sátrapa.
Su capacidad intelectual, sus conocimientos, su oratoria y su verbo constituyeron
instrumentos muy bien utilizados por el dictador:
“Trujillo,
el titán que viera la luz en estas tierras mayores, el espléndido y genial
hombre de Estado que para salvar su patria, renovándola y magnificándola...”
(El sur de la República, tierra de pasión, de sacrificio y futuro, Conferencia,
20 de diciembre de 1946)
Logroño, junto a otros intelectuales, se dio a la
tarea de buscar explicación histórica e intelectual a una identidad dominicana
sustentada en los valores hispánicos, y en contraposición en contra de Haití.
Justificó con inusitado fervor la matanza de 1937, hecho que el denomina como
“los acontecimientos de 1937”, producto, a su juicio, de una justificada acción
de “castigo y defensa”:
“los
acontecimientos de 1937, la represión por la fuerza a que se vieron obligados a
recurrir los moradores de la frontera, de las depredaciones y violencias
haitianas en las regiones dominicanas aledañas a la guarda-raya. Los actos
sangrientos de castigo y de defensa realizados al largo de las fronteras por la
exasperación y justa ira de hombres de trabajo despojados de su
patrimonio...Trujillo ha realizado, sin duda alguna, grandes cosas, su obra es
inmensa, pero difícilmente ninguna de sus realizaciones podrá superar la de
haber dominicanizado la frontera, rescatado de tan crueles torturas morales
sufridas por casi un centenar de años la infeliz alma dominicana de las
soledades del Oeste, puesta a vibrar ahora, orgullosamente, con el alma ancha y
ufana del resto de la República ” (El
sur de la República, tierra de pasión, de sacrificio y futuro, Conferencia, 20
de diciembre de 1946)
Positivista por convicción, defensor de los valores
de la civilización europea y artífice de la ideología trujillista, Logroño
resaltó, con dramática pasión el hispanismo como el valor cultural más
significativo de nuestra cultura y nuestra identidad, cara opuesta al atraso
que representa la nación haitiana:
“Baste
el dato que sigue para que se tenga cuenta cabal de lo que acontecía en la
frontera: en escuelas de un personal de cien alumnos sólo dos hablaban español. Un porcentaje similar era el de niños nacidos
en nuestro territorio que fueran inscritos en los Registros del Estado Civil
dominicano. Trujillo ha realizado pues, oponiendo con gente civilizada,
iglesias, escuelas, granjas, colonias y ciudades, un muro de contención, un
dique de defensa, una muralla insalvable al oscuro torrente de la barbarie, una
grandiosa e indigente obra de ingeniería moral, política y cristianamente
civilizadora.” (El sur de la República, tierra de pasión, de sacrificio y futuro,
Conferencia, 20 de diciembre de 1946)
Podríamos seguir hablando de la obra de Logroño en el
ámbito histórico, pero este trabajo pretende sólo hacer un esbozo general de su
pensamiento. Creo sin embargo, que estas
páginas ilustran bien, muy bien, la trayectoria política e intelectual de
Arturo Logroño, un intelectual de fuste que utilizó su sapiencia al servicio de
determinados intereses políticos.
Quiero finalizar
estas palabras con unas reflexiones finales. Me valdré de Azorín, el
intelectual español nacido en las postrimerías del siglo XIX (1873 –1967). José
Martínez Ruiz, mejor conocido por su seudónimo Azorín, fue uno de esos hombres
de pensamiento que marcó su época. Su
sagacidad y verbo explícitamente crítico lo hizo constituirse en un referente
obligado, tanto de sus partidarios como de sus adversarios de su España
natal. Fue también el creador del
movimiento literario conocido como la “Generación del 98” que permitió la
renovación de la literatura española de su tiempo. El Político, su obra mas
conocida, fue escrito en 1908, es uno de sus grandes legados. Un pequeño libro
lleno de verdades y reflexiones, escrito en un estilo “breve, preciso y claro”,
como él mismo lo definió. La pequeña obra termina con un “Epílogo Futurista”,
que resume la conversación entre un alumno y su maestro. El maestro le dijo a
su discípulo que hablar de la historia y los grandes problemas de la humanidad
es mucho más fácil que hablar del honor. “Le he explicado a usted, decía el
Maestro, lo que eran las ciudades, los pobres, las fábricas, el jornal, las
monedas, la cárcel y los fusiles, pero no puedo explicarle a usted lo que era
el honor”. El alumno escuchó con
atención y luego dijo: “Tal vez ésta era la cosa que más locuras y disparates
hacía cometer a los hombres”. Es posible
respondió el maestro.
Las verdades de
El político de Azorín, tienen vigencia, casi 100 años después de haber salido a
la luz. Como antes, la fuerza, y no la razón ni el amor a la humanidad, es lo
que se ha impuesto al mundo. El Honor continúa siendo un espejismo, pero
más que todo una mentira.
La defensa al
poder establecido, a intereses políticos particulares en detrimento del bien
común, es lo que ha primado en los políticos del mundo. Arturo Logroño no fue
una excepción.
Este trabajo que
nos ofrece la Sociedad Dominicana de Bibliófilos constituye un rescate
importante. La recopilación que
gentilmente cedió la familia, permitirá a las nuevas generaciones conocer a uno
de los intelectuales más sólidos de su generación, representante de la
corriente conservadora del pensamiento político dominicano. Saludo, pues esta
iniciativa e invito a la lectura de estos documentos, inéditos algunos, pues
ayudarán, sin duda alguna, a conocer mejor una historia reciente y desconocida.
Gracias por tu blog, era justamente lo k estaba buscando. Muy bien!
ResponderEliminarGracias que te gusta el blog. Confieso que ahora fue que aprendí a leer los comentarios.
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