lunes, 4 de marzo de 2013


ENCUENTROS

REENCUENTRO

Por Mu-Kien Adriana Sang

He vuelto adonde empecé
¿Gané o perdí?...

Pero yo no quiero
una ermita intelectual…
Todo es ganancia
si todo es pérdida
Camino hacia mí mismo…
El espacio está adentro
no es un edén subvertido
es un latido de tiempo
Los lugares son confluencias
aleteo de presencias
es un espacio instantáneo…
Silba el viento entre los fresnos
surtidores
luz y sombra casi líquidas
voces de agua
brillan fluyen se pierden
me dejan en las manos
un manojo de reflejos.
Camino sin avanzar
Nunca llegamos…

El presente es intocable. Octavio Paz


He vuelto. Sí, he vuelto después de una larga ausencia,  más de 700 días y sus noches. Volví luego de haber librado mil batallas interiores. Batallé contra la locura de la cotidianidad laboral.  Batallé con los roles disímiles, encontrados, enfrentados y obligatorios de la mujer que transita por la agitada vida profesional. Batallé contra las múltiples preguntas que me asaltaban cada día cuando miraba el cielo o tenía que callar ante tantos atropellos de esta sociedad que se niega a cambiar: ¿Por qué no puedo sacar el tiempo para escribir estas 800 palabras que alivian mi alma?  ¿Qué me detenía a hacerlo? ¿Por qué no programar algunas horas para mis Encuentros?

Ansiaba con todas las fuerzas de mi corazón volver a escribir el diverso, alocado, y humano  manojo de  reflexiones.  Motivada por algunos lectores que tenían registrado mi correo y me pedían insistentemente que volviera a escribir, y, porque por diferentes vías llegaron a mi computadora, algunos artículos que todavía circulan en el mágico mundo de la cibernética; decidí acudir a mi cita sabatina de mis queridos y añorados Encuentros.  Llamé a mis eternos amigos del HOY y le pedí con entusiasmo que me cedieran de nuevo el espacio.  La respuesta positiva no se dejó esperar.  Por eso,  hoy, en febrero 2012, vuelvo, como dice Octavio Paz en el fragmento que acompaña este reencuentro, donde terminé hace más de dos años.  Este largo paréntesis de muchos días, horas, minutos y segundos, parece que no habían transcurrido.

Este reencuentro vuelve después de 16,800 horas y más de un millón de minutos: sin embargo, este país nuestro, este pedazo de tierra situado en el corazón del Caribe, sigue en su derrotero imparable hacia el eterno retorno del retraso. Al comprobar esta realidad, no puedo más que lamentarme.  Me aterra la sensación de que voy a tener que decir cosas que ya he dicho y escrito, porque la realidad se repite una y otra vez. El progreso, cuyos únicos elementos de comprobación son las moles de cemento que construyen y benefician unos cuantos; así como la eterna ficción del lujo desmedido, también de unos pocos, ha seguido siendo el espejo equivocado de los de abajo.  Ellos, los más, los que día a día no tienen cómo y dónde ganarse el pan, añoran y sueñan con el espejismo del dinero mal habido.  Un sueño que no es más que una horrible pesadilla de inversión de valores, porque TENER, se ha convertido en algo más importante que el SER.  El lucro irreverente de las leyes y las buenas costumbres, representado en  las sobeidas, las marys y los figueroas,  los ha convertido en reinas y reyes de la perdición; y peor aún, se han convertido en los objetivos de los que no tienen, y, se ha adueñado de muchas esferas del poder, carcomiendo  de manera grave nuestra débil institucionalidad. 

Sí, he vuelto.  Vuelvo a escribir mis Encuentros, a sabiendas que las lágrimas derramadas volverán a derramarse; porque mis ansias incumplidas  de una sociedad diferente, ética, humana y justa, continuarán en el universo de mis frustraciones. 

Vuelvo a escribir estos Encuentros, porque mi alma sigue intacta, igual que sus dolores. La maestra que he sido siempre, seguirá confiando en la juventud, aunque con horror ha visto cómo algunos de los alumnos que estuvieron en las aulas y escucharon con fervor sus discursos sobre la necesidad de que la juventud asuma el compromiso de la transformación, se han convertido en simples y oxidadas piezas del engranaje social y político.  Unos, los que siguieron el camino de la militancia política porque querían luchar para hacer del ejercicio partidario un canto al Thymos socrático, es decir, al ejercicio virtuoso del poder político, ahora son como ellos; y cual papagayos pronuncian los mismos discursos obsoletos, rancios e hipócritas.  Otros, los que decidieron seguir en el mundo privado, sólo tienen unas pocas palabras en su reducido vocabulario: GANAR DINERO, ACUMULAR RIQUEZAS, COMPRAR BIENES Y SER “MEJOR” QUE LOS DEMAS.  ¿A dónde fueron nuestros diálogos de críticas, sueños y esperanzas en las clases?

Vuelvo  a escribir mis Encuentros, aunque la historiadora tenga que volver a utilizar la racionalidad organizada de las fuentes y los datos, escribiendo, repitiendo, ad infinitum que los actores políticos y sociales siguen prometiendo las mismas cosas y siguen cometiendo los mismos errores y horrores.  Escribiré a sabiendas de que la patria, la palabra  mágica que inspiró a muchos jóvenes en el siglo XIX y en el siglo XX, hoy se pisotea, se olvida y se mancilla.

Escribo porque escribir es una de mis formas de vivir.  Siempre lo he dicho, escribir es vivir; porque la escritura debe siempre reflejar la vida.  ¿Cómo mantenerme viva si no puedo escribir lo que siento y pienso?  Vuelvo a escribir estos Encuentros, porque estoy segura que hay otras almas que lamentan, lloran o se alegran conmigo.  He vuelto y me siento feliz de hacerlo.  Nos veremos en la próxima.

 


mu-kiensang@hotmail.com.do

 

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