LA MUJER DE NUEVO AL DESCUBIERTO. PALABRAS EN LA
PUESTA EN CIRCULACIÓN DEL LIBRO
“La Mujer en la gesta heroica de la independencia
nacional” de Rosa Lebrón de Anico.
Una mujer es inevitablemente
la historia de su vientre,
de las semillas que en él
fecundaron o no lo hicieron,
o dejaron de hacerlo, y del
momento aquél, el único
en que es diosa. Una mujer es la historia de lo pequeño,
lo trivial, lo cotidiano, la
suma de lo callado. Una mujer es siempre
la historia de muchos
hombres. Una mujer es la historia
de su pueblo y de su raza. Y
es la historia de sus raíces
y de su origen, de cada
mujer que fue alimentada por la anterior
para que ella naciera una
mujer es la historia de su sangre.
Pero también es la historia
de una conciencia y
de sus luchas interiores….
es la historia de su utopía.”
Marcela Serrano, Antigua
vida mía
Quisiera que
ustedes aquí presentes, escucharan estas palabras, hicieran un proceso de
introspección y pensáramos como mujeres, aunque no lo seas. Buenas tardes. Agradezco sobremanera la invitación de doña
Rosa Lebrón de Anico por esta invitación.
Persuadida por mi buena amiga Virtudes Uribe, acepté esta invitación,
teniendo que hacer un alto en mi agobiante cotidianidad. Tuve al principio cierta resistencia interna.
Después agradecí la oportunidad de poder reflexionar y sobre todo comunicar
algunas ideas en el marco de este escenario.
Decidí
tomar el camino de mi propia identidad. Soy mujer. He sufrido y vivido en carne propia las
naturales exclusiones de esta sociedad occidental y patriarcal. Maestra por convicción, necesito cada día
hacer un ejercicio de esperanza para intentar hacer que esos seres del mañana
se enfrenten al mundo con una visión optimista y a su vez transformadora de la
vida. Historiadora por ejercicio y
pasión, entiendo que la historia de la humanidad ha sido un largo trayecto
marcado de triunfos y derrotas. Algunos hombres, algunas mujeres, asumen su
vida como un reto permanente, convirtiéndose en los responsables de producir
los hechos históricos.
Reconozco que durante 18 años he trabajado con la
historia política hecha por los hombres, muy pocas mujeres han emergido de la
documentación que he trabajado. Decidí
decir que sí, simplemente porque soy mujer, y he tenido, como tantas mujeres,
que enfrentar y vencer muchos obstáculos para materializar mis sueños. Es un
honor para mí presentarles este libro de Rosa Lebrón de Anico, “La mujer en la
gesta heroica de la independencia nacional”.
Este trabajo, ha sacado del ostracismo a esas valiosas mujeres que
hicieron sus aportes en las luchas libertarias. Me alegro de su aparición, pues
como escribió hace un tiempo Luis Vitale, nosotras las mujeres hemos
constituido la mitad invisible de la historia; es decir estando presentes, la ausencia
ha sido nuestro signo.
En mis afanes historiográficos, leí una vez, hace
mucho tiempo, un libro de una
historiadora norteamericana, Elise Building. Decía que la historia debía
ser escrita otra vez, transitar de nuevo por los caminos de la vida para hacer
aparecer a la mujer, sujeto histórico olvidado, a pesar de que las grandes
transformaciones de la historia no se hicieron sólo ¡A Dios Gracias! por las
acciones de los hombres. Muchas mujeres
dedicaron sus fuerzas para transformar sus existencias y hacer sus aportes a la
vida, a través del arte, la música, la ciencia, y por qué no, a la guerra
También. Lamentablemente, en el relato de los acontecimientos y la reconstrucción de los sucesos sólo
aparecen hombres. Sí hombres masculinos, ni siquiera me refiero al sustantivo
abarcador de los dos géneros. Lo dije una vez y me permito verlo ahora, ¿Quién
no conoce los aportes del Barón de Montesquieu a la concepción moderna del
Estado,? ¿Pero han oído, hemos oído,
alguna vez de Olympia De Gouges? ¡Claro que no! Yo no lo sabía. Lo supe cuando lo leí en un libro de Luis
Vitale. Nadie casi sabe que ella fue la primera que redactó, defendió y propuso
en 1789 la Declaración de los Derechos de la Mujer. Por supuesto que su propuesta, a pesar de
haber recibido cierto apoyo de Condorcet, a la hora de hacer su defensa ante la
Asamblea General de la Revolución Francesa, retiró su apoyo y los derechos de
la mujer, más aún, el protagonismo de las mujeres en la revolución fue enviado
al más cruel de los olvidos.
Repito la reflexión que hace un tiempo reiteré en un
escenario parecido ¿Sabía alguno de ustedes que las posiciones teóricas del
gran Rousseau fueron duramente criticadas por Mary Wollstonecraft? Yo no lo sabía. Reconozco que supe de su existencia hace muy
poco tiempo. Esta valiente mujer criticó
la posición de Rousseau sobre la educación de la mujer, señalando que por esa
vía se reforzaba su condicionamiento cultural; la mujer, decía, no “tiene
tiempo para pensar porque tiene que remontar dificultades inherentes a su sexo,
lo que requiere poderes casi sobrehumanos” [2]. Y como ellas, podríamos también citar
a Manuela Beltrán, vendedora callejera del Virreinato de Nueva Granada, activa
participante de la insurrección de 1789, o Micaela Bastida, fiel compañera del
gran líder indígena peruano Tupac Amaru, que combatió en 1780 a los invasores
españoles; o resaltar el nombre de la boliviana Juana Azurdui quién junto a su
compañero Padilla fue capaz de enfrentar en 1816 a más de 200 hombres del
ejército español.
Todas estas mujeres del mundo hicieron sus
aportes a la historia y durante siglos sus nombres fueron borrados de las
escrituras de la historia, y con el tiempo, olvidados. Nuestra tarea hoy es de
rescatar y hacer visible el protagonismo social de la mujer en el mundo.
Así como en Francia, Bolivia, España o Perú, nuestra
República Dominicana ha tenido también sus mujeres protagonistas. Rosa Lebrón de Anico se ha unido al grupo de
mujeres que buscan rescatar nuestros aportes en la historia, y la cito:
“En el presente trabajo
les llevaremos breves semblanzas de las preclaras mujeres que exaltaron nuestra
historia, tejiendo con hilos de plata, el pañuelo gigante con que la Patria
abatida de otrora, enjugó las desgarrantes angustias de sus almas. Y si un injustificado rezago en la
apreciación de historiadores las postergo a un lejano rincón del olvido y la
desesperanza, su sacrificio y sus heroicas hazañas, las llevaron a las páginas
brillantes de la epopeya, con la misma aureola con que orló la frente pura y diáfana de los sagrados mártires de
nuestras libertades. Y así la mujer
gritó ¡Presente! Y laboró incansablemente en los campos de la ciencia, de la
literatura, de la guerra, pero sobre todo, del amor, del sacrificio, de
renunciamiento y la abnegación. Cuando el reclamo de la Patria exigió sangre de
mártires, roja sangre de mujer manchó la tierra con su púrpura ardiente y
secular...” (p.23)
En apenas 118
páginas, Rosa Lebrón pone a vivir a un numeroso grupo de mujeres. Las clasifica, las resalta, las numera y en
pocas palabras logra presentar un perfil bastante acabado de las mujeres
dominicanas que jugaron un papel preponderante en el proceso independentista:
·
De
María Trinidad destaca su papel activo “construyendo cartuchos para la causa de
la patria y muriendo después en su gólgota nefasto.”
·
Sobre
Manuela Diez afirma que iluminó conciencias y lanzó a “sus hijos a la lid del
honor como otra Cornelia a los Gracos....
·
Hubo
también, afirma la autora “educadoras que formaron conciencias, como Salomé Ureña
de Henríquez, María del Socorro Sánchez, Nicolasa Billini, Ercilia Pepín y
Urania Montás.
·
A
Rosa Marte, la hermana querida de Juan Pablo, la denomina como “protomártir”,
ya que “sacrificó su radiante y hermosa juventud, su bienestar y la ilusión de
sus castos amores con el joven febrerista Tomás de la Concha...”
·
De
doña Josefa Antonia Pérez, doña Chepita, madre de Juan Isidro Pérez, destaca su
sacrificio al ofrecer a los revolucionarios su humilde morada como centro de
operación de los revolucionarios.
·
Clasifica también a las mujeres que
participaron en los campos de acción, como Juana Saltitopa, María Rosa Montás,
Petronila Abreu de Delgado, Altragracia Abreu de Ravelo, Francisca Javier
Castillo, Josefa Brea, Ana Valverde, entre otras. Sus palabras de reconocimiento no tienen
límites:
“Todas las
mujeres, familiares o allegadas a los trinitarios y patriotas que se vieron
envueltas en la gigantesca hazaña de
expulsar del territorio de la parte este de la isla al invasor haitiano,
trabajaron en uno o en muchos sentidos en tan noble causa. Hubo, sin embargo, mujeres que llevaron más
allá de los límites normales del riesgo, su valentía, arrojo y fervor
patriótico...”
·
Resalta
Doña Rosa el papel que jugaron las poetisas que supieron cantar a la patria. Destaca las obras de Ana de Osorio, Gregoria
Díaz Ureña, Encarnación Echavarría, Francisca Cleofás Valdez de Mota, Josefa
Antonia Perdomo Heredia, Josefa Antonio del Monte y Manuela Rodríguez. De ellas señala que “La independencia y sus dirigentes,
hallaron eco en poesías y décimas, escritas por mujeres, que presenciaron
hechos y actuaciones de esos gloriosos días...”
Quizás
tenga profundas diferencias sobre algunas miradas que hace doña Rosa del
pasado. Me parece que algunos eventos
presentados no fueron tan dramáticos como ella señala. El proceso independentista a mi juicio sólo
se observa desde las contradicciones externas dominicanos versus haitianos; y
no toma en cuenta las profundas diferencias entre los propios sectores
dominicanos. Pero este no es un libro de
investigación histórica. Y esas
observaciones no obvian su valor. Y como mujer me siento orgullosa de su
aparición.
Creo
que es necesario destacar aquí las conclusiones del libro. Una hermosa reflexión invita a seguir el ejemplo
de estas mujeres:
“Todas las
mujeres que estuvieron envueltas en el proceso de la independencia nacional,
deben ser recordadas con respeto, con veneración y con toda la admiración que
puedan albergar nuestros corazones, por su entrega desinteresada a la causa de
la libertad. Estas magnificas mujeres de
nuestra independencia, sintieron en carne propia el despiadado aguijón de la
angustia, la incertidumbre y la desesperación. Ellas perdieron la paz y el
sosiego de sus hogares. Entregaron a la
patria lo mejor de sus vidas...Humildes y sacrificadas...no pidieron ni
recibieron nada a cambio, más que el inefable regocijo del deber cumplido...Si
los dominicanos de hoy, en especial los políticos y politiqueros...tomaran sus
vidas como digno ejemplo a seguir, tendríamos un mejor país...”
[2] Citado por Luis Vitale, La mitad
invisible de la historia, Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1987, p.64.
No hay comentarios:
Publicar un comentario