En la morada del poeta amado
A Pablo
Neruda
Ahora que no hay...ni palabras o puertas secretas
tampoco dialecto de gaviotas, por descifrar,
escucho aún tu canto, Isla Negra.
Patria fuiste de mis ojos
alzándose el mar otoñal a mi ventana.
Aquí, donde al rocío de espuma
recogí tantos versos, marinero.
Hecho todo de agua
me soñé entre tu mar Pacífico,
llevando la palabra, poesía,
hacia olas del viejo continente.
Oh! Cuanto amor y tanta herida milenaria,
sólo el sonido coralino de tu risa envolvente
vistieron de calor mi cuerpo y la memoria,
donde nací y morí más de mil veces.
Aquí estoy ya, salgo al nocturno, en latido,
mis ojos se sumergen en cada gota y su sal,
me buscas, acariciándome con tus cabellos de plata
y voy contigo, patria, como un pez que lucha incansable.
Isla negra, mi boca te pronuncia,
desde la roca que arropó primaveras en el pecho,
ven busca y halla, todos los versos que prendí
solo para ti, entre esas nubes con mis dedos de arena.
Rossana Arellano
Ahora que no hay...ni palabras o puertas secretas
tampoco dialecto de gaviotas, por descifrar,
escucho aún tu canto, Isla Negra.
Patria fuiste de mis ojos
alzándose el mar otoñal a mi ventana.
Aquí, donde al rocío de espuma
recogí tantos versos, marinero.
Hecho todo de agua
me soñé entre tu mar Pacífico,
llevando la palabra, poesía,
hacia olas del viejo continente.
Oh! Cuanto amor y tanta herida milenaria,
sólo el sonido coralino de tu risa envolvente
vistieron de calor mi cuerpo y la memoria,
donde nací y morí más de mil veces.
Aquí estoy ya, salgo al nocturno, en latido,
mis ojos se sumergen en cada gota y su sal,
me buscas, acariciándome con tus cabellos de plata
y voy contigo, patria, como un pez que lucha incansable.
Isla negra, mi boca te pronuncia,
desde la roca que arropó primaveras en el pecho,
ven busca y halla, todos los versos que prendí
solo para ti, entre esas nubes con mis dedos de arena.
Rossana Arellano
Durante mi adolescencia Pablo Neruda fue mi gran compañía. Luego crecí, me convertí en una mujer adulta
que siguió amando su poesía. Celebré con
algarabía su Premio Nobel y lloré cuando me enteré que había sucumbido al
cáncer y que los gorilas de Pinochet habían saqueado su casa de Santiago,
conocida como La Chascona. Allí, en ese
muy singular hogar del poeta, fue velado bajo la mirada indolente de los
militares. Su funeral se había
convertido en un desafío a la autoridad
y en una protesta silente al golpe de estado.
Me enamoré de Isla Negra y de la casa en forma de barco
del Capitán de los versos que amaba el mar, su paz y sus riquezas ocultas, solo
para contemplarlo desde la tierra.
Cuando leí Confieso que he vivido mi secreta admiración por la casa del
poeta se hizo más grande. Su obra
Memorial de Isla Negra fue la coronación de mis sentidos. A través de sus lecturas, conocí los mascarones
de proa que coleccionaba con inusitada pasión. Leía con verdadero deleite los
diálogos que inventaba el poeta entre las diosas y el capitán.
El sueño de conocer la morada preferida del poeta no
había podido materializarse. Al fin pude
hacerlo este año. Mi emoción crecía a
medida que el autobús corría presuroso por la carretera. Llegamos a Isla Negra a primeras horas de la
tarde. Lo primero que divisé fue el pequeño bote de pescador frente al mar, el
lugar donde Neruda escribió con su singular gorra de marinero, los hermosos
versos del Capitán. Cuando entramos a la primera parte se presentaba un video
con su voz: "Hola, me llamo Pablo
Neruda, soy poeta". Llegamos por fin a la casa, con unos pequeños
aparatos al oído que explicaban con lujo de detalles los espacios y sus objetos. Supe que Neruda había llegado a ese paraíso
marino a finales del 38. Allí conoció al
dueño, un socialista español que se había empeñado en construir una casa con
cimientos de piedra. La compró y durante 30 años fue adicionando espacios, de
acuerdo a su gusto, su imaginación y su loca pasión de coleccionar cosas. Al recorrer la casa te das cuenta que el principal protagonista era el mar.
Todas las dependencias dan a la paya y al vasto cielo.
En el recorrido pude ver la
larga mesa de madera en la que sentaba el poeta por largos ratos a observar con
su catalejo el vuelo de los pájaros. En el segundo piso vi la pequeña cama
frente al mar. Desde esta pieza
estratégicamente colocada frente a una gran ventana, no dejó de contemplar el
mar. Vi s colección de gorros y sombreros y el traje de etiqueta que usó para
recibir el nobel.
Pablo Neruda no se consideraba a sí mismo como coleccionista, sino, como
él mismo se definía, era “cosista”,
porque le apasionaba juntar cosas disímiles
que solo su mirada de poeta podía encontrarle los nexos. Por doquier aparecen los mascarones de barco
que traía o le regalaban de todas partes del mundo. Supe que sus preferidos eran la María
Celeste, que era milagrosa, según Neruda, porque lloraba. La Medusa era
otro enorme mascarón de madera
pintada, roído y desteñido los años. La
Guillermina fue el último mascarón de la casa, a ella le dedicó el poema “Dónde
está la Guillermina?”.
Al final del trayecto vimos su colección de caracolas. Se exhibían más de 600, provenientes de los
cinco continentes, traídas hasta Chile en la maleta singular del poeta. El recorrido terminó en la morada final del
poeta. Sus restos fueron colocados junto
a Matilde, el último amor de su vida, en una tumba que simulaba la proa de un
barco, frente al mar, como amaba el poeta.
Me senté. Miré hacia el Pacífico
y lloré. Había cumplido un sueño de adolescente. Había visitado la casa donde nacieron sus más
hermosas obras, tales como: Odas
Elementales, Los Versos del Capitán, Memorial de Isla Negra y Confieso que he
vivido. Esta última dictada con rapidez
a su mujer desde su lecho de muerte. Enfermó hurgó por los vericuetos de su
memoria para rescatar los recuerdos de su agitada y rica vida. Reconfirmé mi amor por la poesía y ratifiqué
mi pasión por Neruda, el poeta de las pequeñas y más triviales cosas. Supe porqué amo y amaré siempre al poeta
chileno comprometido con su tiempo. Era capaz no solo de cantar al amor, a la mujer, a la vida y a la muerte,
sino también a las injusticias y a los marginados. Neruda es y será eterno, porque su poesía
encontrará siempre corazones que vibran con sus palabras. ¡Viva la poesía!
mu-kiensang@hotmail.com
PUBLICADO EN AREITO, PERIODICO HOY, 26 DE MAYO 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario